Cuatro reclusas disfrutan de un permiso en un barco por el Mediterráneo.

Cuatro reclusas disfrutan de un permiso en un barco por el Mediterráneo.

Protagonistas

Permiso especial para ver el mar: ocho presas viajan a su futura libertad

Karla Meneses, voluntaria de la asociación Acope, relata la experiencia que ha llevado a un grupo de ocho presas a la costa murciana. 

22 agosto, 2022 01:20

“He sentido felicidad, alegría, paz, amor, fe, confianza, encanto, vida, amistad, reencuentro, armonía, belleza, riqueza, magia, salud. Libertad. ¡Un aprendizaje espectacular!" Así define su experiencia una de las mujeres presas que este verano ha tenido la oportunidad de disfrutar de una salida muy especial: ha podido ver el mar, gracias a un proyecto de Acope (Asociación de Colaboradores con las Mujeres Presas), financiado por la Fundación Fomento Hispania.

Hemos charlado con una de las voluntarias, Karla Meneses, que ha acompañado en este viaje, de siete días, a las ocho mujeres presas que han conseguido un permiso especial para formar parte de la experiencia

Karla Meneses es una mexicana de 35 años que reside en Madrid desde hace doce y durante los dos últimos años y medio dedica tiempo, inteligencia y amor a Acope, compaginando su trabajo con el voluntariado. Ella señala que “mucha gente piensa que el voluntariado se hace cuando te sobra tiempo, pero realmente es una labor de mucho trabajo y dedicación”.

[Libros dedicados al rescate de las mujeres "olvidadas" en las cárceles]

Meneses se dedica profesionalmente a las artes escénicas como actriz y formadora, precisamente descubrió Acope a través del teatro aplicado. "El mundo de la prisión me parece interesantísimo como metáfora o síntesis de la sociedad. En México acudía a actuar con mi grupo de teatro a prisiones mixtas y desde entonces me atrajo su manera de recibir las obras de teatro", explica.

Y continúa: "En Madrid colaboré con Nuevo Teatro Fronterizo, con el maestro Sanchís Sinisterra, en un grupo llamado Onirodrama. A través del grupo entramos a la prisión de Alcalá de Henares a impartir talleres sobre los sueños, ahí conocí Acope y me puse en contacto con ellos”.

También comenta que una de las características que Acope busca en su voluntariado es “permanencia y continuidad, por la naturaleza de las actividades que se realizan”.

La organización selecciona cuidadosamente los voluntarios para que se acoplen a sus necesidades “a través de una entrevista extensa, que en mi caso sentí como… Muy bonita. Te exponen cuáles son sus premisas, puesto que se trata de una asociación con más de 30 años de experiencia".

Continúa explicando que "luego, en el proceso formativo, aclaras tus dudas y te dan sostén, soporte, seguridad, te forman personas con mucha experiencia. Entré a formar parte del equipo de Alcalá Meco, donde vamos todos los sábados por la mañana. Cuando reciben a voluntarios, más bien voluntarias, porque somos mayoría, hay un momento en el que tú misma te planteas porqué estas ahí".

Doble condena

"Yo tenía claro que las mujeres presas tienen una doble condena. Además de los años en prisión que estipula la justicia, ellas padecen la condena de sufrir por todo lo que dejan fuera de la cárcel”, dice.

El viaje al mar ha sido la primera vez que Karla Meneses ha acompañado a las mujeres en un permiso largo, “los permisos no son un derecho, como tal, son un privilegio, y pueden ser de dos, tres o cuatro días. La idea es juntar a aquellas mujeres que quieran acumular sus días de permiso para unirlos en la época estival, más o menos dos permisos de tres días. Las avisamos a principio de año de la idea de viaje y ellas se organizan, tienen tiempo para pensarlo”.

Las presas se marcan un objetivo, mantienen viva una ilusión, tienen que comprometerse con el viaje y consigo mismas, y “a medida que se acerca la fecha están más ilusionadas. Para nosotras es una oportunidad especial de vincularnos con ellas, estamos todo el tiempo juntas, hacemos vida de familia. Fuimos a una casa en La Manga, fue muy bonita la preparación, todas las voluntarias de Acope nos unimos, pensamos el viaje, lo diseñamos, organizamos actividades, pero son ellas las que deciden lo que prefieren hacer”.

La Asociación de Colaboradores con las Mujeres Presas proporciona apoyo a las mujeres privadas de libertad y atienden sus necesidades específicas dentro del colectivo de personas presas. Su objetivo es visibilizar la situación en la que se encuentran y ayudar a mejorarla.

Su labor es continua, tanto dentro como fuera de las cárceles, “a lo largo de la semana tienen apoyo de la asesoría jurídica, los abogados van a visitarlas, por supuesto gratuitamente, y los sábados por la mañana entramos en las cárceles”.

Colabora en los macro centros penitenciarios: Madrid I- mujeres Alcalá Meco y Madrid VII en Estremera, así como en el centro exclusivo para mujeres de Brieva (Ávila), y en las cárceles de Albacete y Cáceres.

Las labores más importantes que realizan son los talleres de comunicación y desarrollo personal y la asesoría jurídica, “que es fundamental para las mujeres, las ayudamos a entender el proceso legislativo y también intentamos que nadie se aproveche de ellas”.

Además, mantienen el piso de acogida, situado en Villaverde (Madrid), porque “cuando las mujeres salen de permiso, algunas tienen familia o pareja que las espera fuera, pero la mayoría no tienen dónde ir”.

Para la asociación es fundamental paliar el aislamiento, la estigmatización, la soledad de las mujeres presas, y mejorar sus competencias, habilidades y autoestima, es decir, modificar las circunstancias y condiciones que las llevaron a la cárcel. 

Viaje al mar

Las ocho mujeres que este año han disfrutado del viaje al mar “están en los talleres del grupo de Estremera, pero al viaje se unieron mujeres de Meco y Ávila. El grupo encajó muy bien, de un modo espontáneo. Durante el viaje hay tiempo para conversar, escuchar música, compartir, vivir, pasarlo bien, son siete días en la playa como una familia”.

El grupo de presas visita un museo en Cartagena.

El grupo de presas visita un museo en Cartagena. Cedida.

En el viaje, las mujeres asumen responsabilidades y ejercen libertades que no tienen en la cárcel, tal y como nos explica Meneses.

“Organizan la casa, las habitaciones, que comparten entre dos de ellas (las voluntarias dormimos aparte para que ellas sientan su intimida). Hacemos la agenda, repartimos roles, cocinamos por turnos... Tenemos horarios ancla, pero luego cada una decide libremente si va a la playa o se queda en la piscina. Y hacemos juntas actividades culturales preciosas, como ir al teatro romano de Cartagena, al museo… ¡Hicimos una travesía en barco! El aprendizaje es mutuo”.

Con este tipo de actividades, las presas redescubren el lado lúdico de la vida, la belleza de la naturaleza, la cultura, y retoman el vínculo quebrado con la realidad y la cotidianidad, puesto que “en algunos casos su vínculo con lo cotidiano se ha deteriorado, está desengrasado, se nota en pequeñas cosas, como que hayan olvidado calcular cómo hacer un arroz para diez personas, o cualquier otra cosa que tenga que ver con sus decisiones, como apagar la luz, cerrar el grifo…”.

Mujeres presas

Actualmente, en España hay casi 4.000 mujeres privadas de libertad, un triste récord en Europa Occidental. Representan el 7,6 % de la población penitenciaria, que alcanza a más de 48.000 personas.

Al ser minoría, frente al 93% de reclusos, las mujeres en las cárceles sufren desigualdades, precariedad, violencia, sexismo en las ofertas educativas, menos oportunidades en programas de reinserción, viven en peores condiciones que los hombres, entre otras cosas.

Son internadas dentro de complejos penitenciarios pensados para ellos, donde ocupan módulos aislados con acceso restringido a los espacios comunes, exceptuando aquellos centros exclusivamente de mujeres, solamente tres en toda España.

Otro de los problemas es el hecho de que todas las presas conviven en un mismo módulo, mezcladas entre sí, independientemente del tipo de delito cometido. Meneses subraya que “también dentro de la cárcel hay discriminación, igual que la hay fuera, y hay etiquetas… El grupo de las gitanas, las latinas… Hay una doble estigmatización de las mujeres en prisión. La prisión por dentro funciona como una pequeña sociedad”.

Dentro de esta compleja microsociedad sin libertad, todos y todas las voluntarias de Acope sostienen una misma premisa: acompañar y ayudar sin juzgar. “No nos interesa saber porqué estás en la cárcel. Ofrecemos un espacio de escucha. Yo comparto con ellas cosas como sentirte abandonada, juzgada…Todas las personas nos hemos sentido juzgadas alguna vez en la vida…Y trabajo la sororidad desde. Soy otra mujer que, posiblemente, en otro momento de mi vida, pueda estar en tu lugar”.

Presas y madres

“Mis amigos, cuando les hablo de lo que hago en Acope, lo reciben con asombro y curiosidad, no entienden del todo que yo haya elegido esta asociación. Si fuera otra causa tal vez me dirían qué buena eres, con esta me dicen qué rara eres. Las cárceles, sistémicamente, se han construido en lugares aislados a nivel urbanístico y son de difícil acceso en transporte público. Todo está diseñado para segregar a este colectivo, lo cual va en contra de lo que sería el objetivo de una cárcel, la reinserción”, comenta.

Preguntamos a Karla: ¿La cárcel les sirve para ser mejores? ¿Salen mejor o peor de lo que entraron? “A nivel de salud física y mental, de cuidados y aprendizajes, yo tengo claro que no, pero te remito a estudios especializados y cualitativos que se han hecho y se están haciendo”.

El 81% de las mujeres presas tiene hijos dentro o fuera de la cárcel, “son madres y son hijas. Muchas de estas mujeres eran el pilar de su casa, ejerciendo cuidados hacia los hijos, las madres y las parejas, con lo cual sufren su condena también los que se quedan fuera porque ellas daban soporte emocional, aportaban dinero, llevaban y hacían la comida…"

Continúa: "La mujer siente que ha abandonado a sus hijos, a su madre, piensan yo tengo la culpa y ahora van a vivir sin mí. En ningún momento se plantean ¿en qué momento me cuido yo? Viven un proceso de culpa que no viven los hombres”.

Porque, ¿quién va a la cárcel a visitar a los hombres? Las mujeres. ¿Quién va a la cárcel a visitar a las mujeres? “Otras mujeres. Sus madres, sus hermanas, pocas personas. Las parejas en contadas ocasiones”.

Estas y muchas otras emociones y cuestiones han salido a flote durante los siete días mágicos de este verano de 2022 en los que las viajeras han tenido tiempo para sí mismas.

Volver... diferentes

Quizás mirando el mar sea más posible mirar hacia el futuro gracias a “estímulos de belleza, de cuidados, de escucha, de noches en la piscina mirando la luna hasta el amanecer… Llega un momento de clímax emocional donde son ellas las que se abren, ellas y nosotras, es mutuo. Sabemos que el viaje tendrá un final, que el sábado volveremos… Volvemos diferentes. Se me quedó grabada la imagen de ellas mirando el mar en el barco… Y los largos paseos en los que tanto hablábamos y aprendíamos”.

Karla Meneses se queda en silencio, piensa en voz alta “queda mucho por hacer”.

El permiso especial para ver el mar comenzó el día 27 de junio y terminó el 3 de julio, pero durará para siempre en la memoria de todas ellas, presas y voluntarias.

“Me tocó muchísimo el trayecto de regreso, al ver otra vez la cárcel tuve que contener las lágrimas. Fue doloroso, pero había esperanza. Al despedirnos, les recordamos que estamos con ellas, las animamos a seguir los sábados acudiendo al taller y las invitamos a resumir su experiencia en una frase”.

Una de ellas lo hizo así: “Un antes y un después en mi vida. Soy feliz.”