Porque las hadas existen conocemos a Bea. Tímida y risueña sobre la tierra, expresiva y potente sobre el escenario, donde se transforma en bailarina, en dibujante de signos en el aire, en animal estremecido. Sus ojos castaños, a ratos vidriosos, inundados de palabras silenciosas que le atraviesan el cuerpecito y escapan como pájaros, a través de sus manos.
Beatriz Romero, nacida en Moncófar (Castellón) hace 41 años, ha hecho realidad dos sueños y los ha entrelazado en uno solo. Intérprete de lengua de signos y payasa vocacional, trabaja, vive, viaja, experimenta, crea, escucha, lucha y signa desde hace más de diez años junto a Rozalén (para ella María), atravesando paisajes y fronteras en furgonetas, aviones, barcos y trenes.
Beatriz y María han roto la barrera del silencio, se han convertido en ejemplo y símbolo de la cultura inclusiva, han conseguido que muchas personas con problemas auditivos disfruten de la música y las emociones de un concierto y que todos nos interesemos más por un lenguaje al que prestábamos, quizá, poca atención.
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En reconocimiento a su labor por la inclusión, en 2018 recibieron la Mención de Honor de la Federación de Personas Sordas de Castilla-La Mancha, y en 2019 el tándem recoge el premio Foro Justicia y Discapacidad, entregado en la sede del Consejo General del Poder Judicial.
La mañana de agosto en la que charlamos, Bea está en su casa - “no me lo creo” - apurando su breve día de descanso en la intensísima gira en la que Rozalén canta y, siempre a su lado, Beatriz signa temas de los últimos diez años, especialmente aquellos incluidos en el álbum El árbol y el bosque.
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Una gira que “hacemos con muchísimas ganas porque es la primera después de la pandemia en la que vemos gente sin mascarilla, es muy emocionante, un viaje de emociones a saco”. Romperán moldes y dejarán lluvia de emociones en el Cooltural Fest de Almería, en Rota Festival de Cádiz, en La Coruña, Vitoria, Madrid - el 24 de septiembre - o Sevilla, entre otras muchas plazas.
Se conocieron en Bolivia al coincidir en un curso de cooperación en 2008; a lo largo de los siguientes siete años se siguieron la pista y afianzaron su amistad, hasta grabar, en 2012, su primer video clip juntas, 80 veces, que les cambió la vida a ambas. Después de tres años compaginando su trabajo en un instituto de Castilla-La Mancha de lunes a viernes, con los conciertos en fin de semana con Rozalén, en el año 2015 pide una excedencia para entregarse de cuerpo entero, a signar las letras y el alma de las canciones de su amiga.
¿Cómo era Beatriz Romero o cómo se recuerda, antes de ser la intérprete de signos más famosa de España? ¿Ya tenía inquietudes artísticas?
Yo soy una persona muy introvertida, tímida, desde niña he hecho teatro, danza, circo…por necesidad, porque me hacía bien; siempre he tratado de trabajar el cuerpo, expresarme, salir hacia fuera, porque recuerdo que me costaba mucho. Con María tuve la suerte de unir dos cosas, eso que yo hacía por necesidad y mi pasión: la interpretación en lengua de signos. Pensaba… tengo el trabajo de mi vida y ahora el trabajo de mis sueños, juntos.
Cuándo María y yo nos conocimos, en Bolivia, yo ya era payasa, había estado dos años en la Escuela de Circo. En nuestro tiempo libre allí, a ella la “explotábamos” pidiéndole que cogiera todo el rato la guitarra, y yo me colocaba mi nariz de payasa e interactuábamos. María me animaba a que hiciéramos algo juntas, pero a mí me daba mucha vergüenza. Pasaron los años, seguimos siendo amigas y yo iba a sus conciertos siempre que podía, como espectadora.
¿En qué momento saltó sobre el escenario para ya no bajarse del sueño?
En 2011, el día de mi 30 cumpleaños, María daba un concierto en Albacete y en medio de su actuación dijo: ¿subes y haces conmigo Las Hadas Existen? Me pilló contenta y celebrando y me lancé. A la gente le gustó mucho y a partir de ahí cada vez que coincidíamos en un concierto me invitaba a subir al escenario…
Hasta en el concierto benéfico para niños con diversidad del Sáhara, donde María me pidió que prepara cinco temas. Al terminar, se acercaron las personas sordas y nos pidieron que, por favor, no dejáramos de hacerlo porque les había gustado muchísimo. Antes se había visto a otros artistas incorporando intérpretes de lengua de signos en el escenario, pero sin darles el protagonismo que me da María.
Rozalén le abre una puerta preciosa, le posibilita estar y expresarse sobre un escenario, pero usted le descubre a ella una nueva herramienta de comunicación, donde la música y la lengua de signos se complementan, formando parte de una coreografía pincelada de momentos mágicos. ¿Han inventado juntas un nuevo formato artístico, en el que coinciden diversos lenguajes?
Sí, es algo mutuo. A ella le emociona verme interpretar la lengua de signos y a mí me encanta su manera de cantar. Ella es muy expresiva de manera natural, desde niña le enseñaron a mover las manos cuando cantaba o recitaba un poema, a mí me gusta mucho jugar con eso.
Me fijo en sus movimientos para rescatar alguno e incluirlo, y ella igual, me ve signar y cuando algún signo le parece bonito y nace de ella hacerlo, decide incorporarlo. Yo introduzco cositas de danza porque con el movimiento puedo expresar la entonación o la emoción. Nos surge de manera natural, sí, ha habido una simbiosis que es un poco “marca de la casa”, algo que nos va pidiendo el cuerpo.
El cuerpo, fundamental a la hora de signar, pero ¿cuál es su punto fuerte? ¿El rostro, los ojos, las manos, la expresión corporal?
Desde niña he sido muy expresiva, pero también es algo que he trabajado mucho, creo que ese es uno de mis puntos fuertes, la expresión corporal. Dentro de la lengua de signos hay recursos lingüísticos, llamados clasificadores, con los que se puede dibujar la información, y es verdad que hay gente que me dice: "No sé lengua de signos pero si escucho la canción y al mismo tiempo te miro, entiendo mejor lo que quiere decir María".
Lo sienten como si yo fuera una prolongación de María, que es precisamente la intención que tengo. Que tenga “un punto” de danza, aprovechando el espacio y el movimiento, cosa que ya forma parte de la lengua de signos, me permite jugar con otras disciplinas, porque la comunicación no verbal se expresa con el cuerpo y la lengua de signos utiliza el cuerpo, es más fácil “hacer rimas” desde ahí.
Prepara las canciones de Rozalén en profundidad, en la intimidad, pero también hemos visto su sentido del humor y la empatía que demuestra en momentos en los que María improvisa, cuenta anécdotas… ¿en cuál de estas facetas de su trabajo se siente más o menos cómoda?
Tengo la suerte de que María me cuenta detalles sobre lo que quiere decir exactamente en una canción, o son situaciones que yo he vivido con ella, desde ahí hago un trabajo previo, lingüístico y artístico. En los conciertos se le ocurre cualquier cosa, pero lo bueno es que, al conocernos tanto, entiendo su modo de hablar, tenemos un humor y una forma de ver el mundo muy parecida, eso hace que para mí sea más sencillo interpretarla, aunque sean momentos más exigentes a nivel mental, me hace estar alerta, activa, es un reto muy bonito.
Las personas silenciosas o tímidas, como pudiera ser usted misma, son las que mejor escuchan, por otra parte, los que no pueden escuchar, ¿son especialmente observadores? ¿Qué otras habilidades y sensibilidades desarrollan las personas sordas?
Son muy observadores, sí. Cuando estás con una persona sorda, en un momento de ocio, y se pone a imitar a alguien es increíble. Captan la expresión facial, el movimiento, una gran cantidad de detalles que no vemos las personas oyentes.
Hay diseñadores, maquilladores, payasos, hay mucho cine en lengua de signos y festivales de cortos. Culturalmente tienen una forma diferente de ver el mundo, el humor es distinto, es más visual. Tienen una cultura muy rica que me da rabia y pena que la gente no conozca. Hacen unas cosas increíbles, tienen un tipo de poesía visual, llamada visual vernacular, bellísima, algo muy suyo que me gusta muchísimo. A mí me inspiran mucho.
¿Cómo logra signar lo tangible y lo intangible?
Dentro de un mismo mensaje hay muchas cosas: palabra, contenido, forma, emoción, comunicación verbal y no verbal…es todo. Intento captar todo lo que puedo, es difícil que no se te escape nada, pero trato de reflejar al máximo todo lo que está pasando en ese acto de comunicación.
Es casi como hacer poesía... ¿un acto poético?
La lengua de signos puede ser muy poética, María es muy poética, muy visual y emocional, y eso a mí me da muchísimo juego a la hora de hacer mi trabajo, de buscar y tratar de encontrar una forma que esté a la altura, que visualmente transmita lo que ella quiere. Hay que darle muchas vueltas y tomar decisiones, pero a mí me parece una preciosidad.
Y en esa toma de decisiones radican su libertad y su creatividad, ¿es así como deja impresa su personalidad?
Aunque estás transmitiendo lo que dice otra persona, lo impregnas de ti, aunque no quieras. Hay mil maneras de decir las cosas, inevitablemente tú estás ahí, si filtras información, algo tuyo dejas.
Creo que María, colocándome a su lado, haciéndome tan visible, ha roto, no la cuarta sino la quinta pared entre el intérprete y el emisor del mensaje, eso es lo que más nos ha diferenciado a lo largo de diez años, y el hecho de que jugamos e interaccionamos entre nosotras. Es una forma de llegar a mucho público y cada uno lo recibe a su manera.
Mucho público que cada vez es más, ¿cómo vive el éxito y el hecho de trabajar en espacios cada vez más grandes? ¿Ha tenido que trasformar su manera de expresarse o comunicar?
Esto nos ha hecho pensar mucho en lo que hacemos y cómo lo hacemos. Yo nunca he dejado de aprender ni de investigar, con mucho respeto, intentando hacerlo lo mejor posible. Nos hemos planteado si era necesario incorporar pantallas, reservar las primeras filas para las personas sordas. Hemos ido aprendiendo y seguimos incorporando cosas, poco a poco, intentando mejorar.
Usted que signa, ¿qué signos recibe del público? Gente que canta con las manos, que le hace el espejo…
¡Sí! Ver a gente que está signado conmigo temas como 80 veces es ufff… ¡Una barbaridad! Hay gente que se anima a aprender lengua de signos, recuerdo una pareja de una mujer oyente y una mujer sorda que se pidieron la mano en Alcalá de Henares y ahora están casadas… Hemos vivido situaciones muy emotivas.
Sigue emocionándose en los conciertos, ¿es posible signar y reír o llorar al mismo tiempo?
Llevamos muchos años, pero en cada concierto se me eriza la piel, lloro o contengo las lágrimas, intento seguir como puedo… Igual que cuando nos entran ataques de risa. Son cosas únicas que están pasando en ese momento y es bonito que la gente lo vea, es un regalo, como dice María. Subir al escenario es sanador, es estar aquí y ahora, y además compartirlo con el público. Me parece súper potente, difícil de explicar, estar ahí y poder hacer sonreír a alguien.