Catalina Escobar: “Para erradicar los abusos necesitamos 'la plata blanca', no solo la voz"
La presidenta de la Fundación Juanfe, volcada en prevenir los abusos a niñas y la pobreza infantil, desnuda sus duras experiencias con Gloria Lomana.
8 septiembre, 2022 12:16Conocí a Catalina Escobar hace ya muchos años en su Cartagena de Indias colombiana, entre abrazos de familias que le agradecían que su Fundación Juanfe acogiera a sus niñas abusadas y les facilitara mini viviendas, clases, trabajos a ellas y a sus adolescentes parejas, medicinas, ¡tantas veces para bebés!, comida para la reagrupación familiar...
Horas antes, habíamos hechos un foro de liderazgo femenino, con la asistencia de mujeres increíbles que habían atendido la extraordinaria capacidad de convocatoria que Cata tiene en América, en relación con el combate a los abusos de niñas y la erradicación de la pobreza infantil.
Horas después, calzadas con zapatillas, fuimos a visitar a las pequeñas y a sus familias. ¡Cuantas veces habré contado lo que me sucedió en aquella jornada! Niñas y niños de ocho, diez, doce años, se arremolinaban agradecidos en torno a nosotras, reconociendo a Catalina entre risas anchas.
["El embarazo adolescente, después de la corrupción, es lo que más empobrece a América Latina"]
Una niña, embarazada a los once años, me mostró a su bebé con cariño, y me lo ofreció para llevarlo a España. “De verdad, le quiero mucho, pero te lo doy” – me dijo. Yo traté de convencerle de que, pasado el tiempo, no solo le querría mucho, sino que los dos se sentirían orgullosos de haber permanecido unidos, que la vida te regala estas cosas. Y le hablé de mi amor por mis propios hijos, ¿qué podía decirle a esa criatura de mirada perdida?
Por la tarde, en la Juanfe, me encontré a otra pequeña de la misma edad, cumplidos los doce, con su bebita de meses, junto a su propia madre. Tres generaciones, cuyo eslabón mayor no cumplía los treinta años, aunque aparentara el doble. La mujer lloraba indignada por la violencia que padeció su niña por parte de un conocido fiscal, si bien el caso nunca se tramitó, “será porque la policía que nos recibe hace lo mismo, ¡nadie me escucha! A esta escucha se puso Catalina, y yo misma aquella tarde, ¿espantada?, ¿consternada?, ¿indignada? Con el corazón encogido en todo caso.
Desde entonces recuerdo estos episodios como dos de los más impactantes de mi vida como periodista, que venían a sumarse a horrorosas historias que había conocido en mis visitas a Kenia, Mozambique y Niger, con Mujeres por África.
El caso es que, en Cartagena comprendí en toda su dimensión, la labor de la Juanfe hoy presente también en Panamá y Chile.
Por España, Cata viene poco, por eso aprovecho uno de estos saltos suyos por Madrid. Quedamos a charlar en la Embajada. Ella, sin pelos en la lengua, denuncia las espantosas cifras de embarazos a niñas en Colombia.
Rememoramos casos hirientes y nos emocionamos. En nuestra charla la he sentido enderezar la voz a punto de quebrarse. Así ha sido su vida, con muchos kleenex - como me confiesa- al ver morir a su propio bebé, de manera absurda. Pero al final, con flores, cumpliendo su propósito de llenar de corazón la Juanfe.