Te atrapa el título de este artículo y te dispones a leer las siguientes líneas sobre un libro que anuncia potenciar tu creatividad de la mano de la neurociencia. Los temas del cerebro te interesan y, además, no puedes por menos que pensar que el artículo será creativo, ¿no? Lo contrario sería una contradicción y además suficiente para descartar el libro y a su autora, por supuesto.
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Aunque no lo creas, yo noto la presión de estas expectativas y una tensión que va in crescendo conforme se acerca la fecha de entrega. De hecho, llevo horas sentada al ordenador intentando plasmar los apasionantes avances de la neurociencia sobre cómo surgen las ideas brillantes en nuestra mente.
Estoy convencida de que es muy importante que todo el mundo lo sepa, y por ello pronto saldrá la traducción en chino del libro, y es vital que tú te enteres porque puede ayudarte... pero, ¡no se me ocurre cómo contártelo de forma creativa!
Reflexionando sobre cómo funciona el proceso creativo cerebral puedo afirmar que me he encontrado con un gran enemigo de la creatividad: ¡la presión! Junto a ella, se ha asomado el miedo al juicio (¿Será por mis expectativas sobre tus expectativas?), al fracaso (¿Y si no consigo explicarme?), a que te aburras y dejes de leer (desastre, ¡Si todavía ni he empezado!). En definitiva, me he bloqueado.
Ante una situación así, que seguro has vivido en algún momento, tenemos dos caminos posibles como explico en Potencia tu creatividad de la mano de la neurociencia.
Primera opción: podemos empeñarnos, hincar los codos y poner en marcha nuestra red cerebral ejecutiva que nos permite planificar, organizar y enfocar toda nuestra atención en la tarea que tenemos entre manos. Algo creativo puede salir de aquí, a base de tormenta de ideas, escribir, reescribir, editar y mucho esfuerzo. Vamos, “que las musas te pillen trabajando”, como dijo Pablo Picasso y muchos otros creativos después.
Segunda opción: podemos separarnos del teclado e ir a dar un paseo, siguiendo el sabio consejo de Julio Cortázar “tienes que permitirte el distraerte cuando no puedes concentrarte”. Cortázar, como escritor, experimentó que la distracción abre puertas, porque activa otra red cerebral.
Cuando nos perdemos entre las musarañas, se pone en marcha la red cerebral del ensimismamiento, que nos permite divagar de un sitio a otro sin rumbo. Por este camino también pueden surgir ideas muy creativas. Seguro has tenido un momento “¡Eureka!” que te ofrece la solución brillante a un problema cuando, de hecho, no estabas pensando en ello.
Cuando queremos discurrir “fuera de la caja” para tener ideas creativas e innovadoras, ambos caminos pueden dar resultados interesantes. ¿Cómo funcionan estos procesos creativos? Pensamos mediante redes de neuronas que conectan diferentes partes de nuestro cerebro y se activan como unidades funcionales, similares a las redes de tranvías que están interconectadas por múltiples cables. Te puedes montar en el tranvía de “codos” o en el tranvía de la distracción y cambiar de uno a otro en algún intercambiador… las redes están en continua interconexión.
La pregunta es: ¿se pueden mejorar estas redes neuronales? En definitiva, ¿puedo ser más creativa? La investigación neurocientífica de las últimas dos décadas ha demostrado que la creatividad no es un soplo de las musas limitada a unos cuantos privilegiados sino una capacidad cerebral que todos tenemos.
La ciencia afirma que la creatividad se puede desarrollar gracias a la plasticidad cerebral y nos da algunas pistas de cómo hacerlo. Yo me adentré en el mundo de la creatividad a través de mi trabajo clínico con personas con la enfermedad de Parkinson.
Algunos pacientes me contaban una verdadera explosión de creatividad que plasmaban en su vida laboral o en nuevos hobbies como la pintura, la escultura, la carpintería o incluso la impresión en 3D.
A raíz de estas anécdotas, empecé a estudiar la relación entre la dopamina, que es el tratamiento prínceps de esta enfermedad, y la creatividad. Una cosa llevó a la otra y escribí algunos artículos, di unas conferencias en empresas... y un buen día recibí una llamada de la editorial Larousse.
En este vídeo puedes ver un ejemplo de la creatividad de uno de mis pacientes; Gregorio tiene una enfermedad de Parkinson y un problema: le cuesta mucho ponerse los calcetines. Ha solucionado su dificultad inventando un calzador de lo más creativo.
En el proceso de escribir, experimenté en primera persona todos esos enemigos de la creatividad que denomino "saboteadores" en el libro. El ya citado miedo; pero también la dispersión, lo que defino como “pensamiento en bucle” (abordamos el problema una y otra vez de la misma forma y nos sorprendemos cuando no sale algo nuevo y original) y una mirada estrecha que no me permitía ver lo grande que puede ser la foto.
¿Por qué caemos en estos errores? Porque nuestra mente está programada para aprender de la experiencia y evitar peligros, de ahí nuestra zona de confort. Por fortuna, también estamos diseñados para conectar lo que sabemos para producir algo nuevo y valioso, que es la definición de lo creativo.
Nuestro cerebro es como una caja llena de piezas de Lego® y nos brinda la posibilidad de jugar y construir algo nuevo. Ese “algo” será más original y creativo conforme más piezas tengamos y sean de todos los tamaños, colores y formas imaginables (incluso inimaginables).
Para escribir Potencia tu creatividad de la mano de la neurociencia (Ed. Larousse, 2021), yo tuve la suerte de contar, no solo con mis Lego®; sino con los de investigadores científicos, mis editores (Carlos Dotres y Jordi Indurain) y la genial ilustradora Cristina Quiles, cuyos divertidos dibujos acercan tanto el tema.
El resultado es un libro práctico, bonito, y muy creativo (¿cómo no?). Responderá a muchas de tus preguntas sobre la creatividad y cómo puedes empezar a impulsarla a partir de ya. ¿Te atreves a “recablear” tu cerebro para desarrollar tu potencial creativo?