Soleá Morente: “Ser una mujer valiente es ser sincera con una misma”
La artista, hija y hermana de los grandes del flamenco, Enrique, Estrella y Kiki Morente, continúa inmersa en una intensa gira de conciertos, peleando por expresarse con una voz y un discurso propios.
15 octubre, 2022 02:12Guapa a rabiar, sus ojos salvajes de felina le inundan la cara y expresan sin límites todo aquello que le pasa y traspasa por dentro: ilusión, poderío, ternura, alegría de vivir, ganas de comerse el mundo y de entregarse a las dos pasiones que la conforman, música y literatura.
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Soleá Morente, cantante y actriz nacida en Madrid hace 37 años, se cría en el barrio del Albaicín, en Granada. Hermana de Estrella Morente y de Kiki Morente, ella es la hija mediana del maestro del cante flamenco Enrique Morente, y de la bailaora y ahora pintora, Aurora Carbonell.
A ellos dos y al amor puro ha dedicado su álbum más reciente, titulándolo Aurora y Enrique (2021), el cuarto de su discografía en solitario, precedido por Tendrá que haber un camino (2015), Ole lorelei (2018) y Lo que te falta (2020).
Cada disco de Soleá es personal y único, pero en todos ellos se lanza a investigar territorios de convivencias mágicas entre la cultura flamenca y otros géneros como el pop, rock, rock alternativo, shoegaze, electrónica…
Hablamos en ese ratito que generosamente ella le roba al tiempo, en uno de esos días contados que habita su casa madrileña, porque durante este año 22 no ha parado de viajar por toda España, como presentadora del espacio Caminos del flamenco en La 2 de RTVE.
Además, grabando temas musicales, y con una gira intensísima de conciertos en la que sigue inmersa; tras llenar la Sala Cool de Madrid, desplegará fuerza y sensibilidad en el Primavera Weekender de Benidorm, para saltar después a Santa Cruz de Tenerife y el día 26 de noviembre estará en el Auditorio Manuel de Falla de su queridísima Granada.
¿Le gusta este presente suyo de plaza en plaza?
No suelen preguntarme como estoy. Estoy contenta y satisfecha con todas las cosas que estoy haciendo, aunque uno siempre piensa que puede hacerlo mejor; también necesitaría un par de días de vacaciones y ver a mi familia, a mis hermanos, porqué no he tenido verano.
Pero en general estoy muy contenta. Me gusta esta vida, me gusta trabajar y disfruto muchísimo de mi trabajo, la banda con la que cuento es genial, tanto el equipo técnico como el musical.
Me gusta el escenario, descubrir, me gusta mi público y lo adoro, no tengo palabras para agradecerles su cariño, el artista lo necesita para salir adelante. A veces echo de menos un poquito de estabilidad, llevo un año pasando por casa solamente de vez en cuando, grabando en Barcelona y en Sanlúcar de Barrameda y con bolos, o viajando con el programa de televisión, y ahora con la radio, pero me encanta, ya llegará.
Ha afirmado en más de una ocasión que no se considera cantaora pero sí flamenca. ¿Sigue pensándolo? Además de cantante es autora, actriz, presentadora y conductora del espacio radiofónico Cariño, sabes que soy de otro planeta en RNE Radio3. ¿Se definiría como ARTISTA, en el más amplio sentido de la palabra, o prefiere escapar de definiciones y limitaciones?
Prefiero huir de definiciones y etiquetas pero, a veces, en el mundo en el que vivimos hay que situarse en algún lugar. Sí, me definiría como artista desde la perspectiva literaria y musical, todos en mi casa amamos el arte.
Sobre todo, al inicio de mi carrera definirme como flamenca, pero no como cantaora, era una manera de explicar que yo me iniciaba en el viaje profesional de la música, haciendo diferentes géneros, pero siempre con el flamenco en los genes y en el sentir.
Y quizá también, por un poco de miedo a los prejuicios, al purismo y a la crítica, porque en realidad, el cante y la profesión de cantaora, sí que lo llevo dentro, y aflora cada vez más, de manera natural, voy encontrando en el cante jondo, en el cante flamenco, más respuestas, más cariño y más seguridad en mí misma.
Completa sus estudios de Filología Hispánica cumpliendo los deseos de su padre, pero ¿qué despierta en usted el profundizar en el universo de la palabra?
Es verdad que me animó mi padre, al vivir en una casa llena de músicos, donde el oficio es salir de gira, subir al escenario, grabar discos… era algo que me atraía, pero mi padre, tan inteligente y amante de la literatura, me dijo: Soleá, tienes que conocer el mundo de la universidad, que la música ya la tienes en casa todo el día.
Le estaré agradecida eternamente por haberme animado a estudiar una carrera tan bellísima que me ha hecho ser lo que soy ahora. Mientras estudiaba no era consciente de lo importante que estaba siendo para mí estudiar. Esa carrera me ha hecho ser una cantante diferente de la que podía haber sido, me ha ayudado a desarrollar la pasión que tengo por la literatura, que es la misma que tengo por la música, van unidas, para mí una canción donde no hay literatura no es una canción, ni un cante. La música necesita a la literatura como el agua, y viceversa.
¿Recuerda esa primera vez que siente la emoción de pisar tablas y enfrentarse al calor del público?
Recuerdo una sensación de muchos nervios y mucha emoción, la misma emoción que sigo sintiendo ahora, como el primer día. Para mí es como un ritual sagrado, de máximo respeto al público, una sensación difícil de explicar con palabras…emoción, respeto, vértigo y ganas de darlo todo.
Luego, he aprendido a ir gestionando esa energía, pero sigo sintiendo la necesidad de entregarme, de agradecerle a la gente que ha venido, que esté ahí.
¿Qué le ha supuesto y que aprendió, al pasar de ser entrevistada a ser entrevistadora y maestra de ceremonias, en el programa Caminos del flamenco, que presentaba junto a Miguel Poveda?
¡Otra experiencia preciosa! Aprendí muchísimo de la gente que entrevistaba y de mi amigo Miguel Poveda, disfruté con todo el equipo, con Javier Reboredo, con Alfredo Tobía y con todo el equipazo que había; me considero muy afortunada, ha sido un máster de lujo, viajando por mil sitios, hablando con muchos artistas, cantando. Colocarse en otro lugar y verlo todo desde otra perspectiva es muy interesante, y requiere hacer un ejercicio contigo mismo. Siempre es bueno descolocarse y salir de la zona de confort. Ponerte en el lugar del otro es fantástico.
Ha luchado por ser usted misma, diferente, singular, ecléctica, peleando por expresar una voz y un discurso propios, a través de una música sin prejuicios. ¿Su personalidad y sus inquietudes, le han traído más amarguras que dulzuras, o al contrario?
Es algo en lo que sigo, estoy en ese camino, investigando, tanto mi voz cantada como mi voz interior. Esta característica mía, que se refleja en mis discos y en mi manera de vivir, no ha desaparecido. La curiosidad me hace estar continuamente con ganas de conocer más, de no quedarme en el mismo lugar.
No es fácil, es cierto, tener una personalidad... no sé, de meterte en líos, como diría mi padre, saltando de un proyecto a otro y cuando he conseguido más seguridad en una cosa buscar o buscarme en otra, porque eso no te deja estar tranquila, es asumir retos, estar en riesgo, pero a mí me entusiasma.
Ahora estoy con los cinco sentidos puestos en mi profesión y creo que también es una manera de agradecer, a la vida y a la gente que me escucha o tiene curiosidad por lo que hago. Es una manera de decirles que voy a seguir haciéndolo hasta que me muera, hasta que el cuerpo aguante, porque es un compromiso conmigo misma y con los demás.
¿Cómo persigue la inspiración y cuáles son las fuentes de las que bebe y se alimenta, en el proceso creativo?
Son muchos los estímulos que recibimos y muchas las fuentes de las que bebo para inspirarme, pero yo diría que la más importante es la cotidianeidad, el día a día: la vida. Escribo y compongo según mi estado de ánimo, según lo que me va pasando, estando en la vida real. También me gusta mucho escuchar a la gente que me rodea, sus historias.
Y la literatura, por supuesto. Me he alegrado mucho del Premio Nobel que acaban de darle a Annie Ernaux, una de mis escritoras favoridas. Como lo son también, Simone de Beauvoir, Hilda Doolittle, Susan Sontag, Carmen Laforet, Almudena Grandes… las mujeres de la literatura son una gran fuente de inspiración, y los hombres, por supuesto también, entre ellos tu abuelo, José Bergamín, que para mi padre era uno de sus dioses y uno de los poetas que más le inspiraron, le adoramos en casa y lo respetamos.
Y la ternura. Ahí donde hay ternura, ahí muero. La sensibilidad, la inocencia, los niños, cuando lloran, cuando ríen, cuando dicen la verdad sin tapujos… ese es mi punto débil.
¿Qué significa para usted, ser valiente?
Para mí, ser una mujer, una persona valiente, es ser sincera con una misma. Es muy importante no engañarnos a nosotros mismos y cuidarnos por dentro, y eso requiere muchísima valentía porque la mente del ser humano es complicada y si a eso le añadimos el mundo en el que vivimos, diseñado de manera bastante contraproducente para la evolución y el desarrollo del ser humano, el hecho de cuidarse a uno mismo, no mentirte y sentarte contigo frente a frente, para mí es lo que mayor valentía requiere. Es difícil enfrentarse a ciertos monstruos que están en el interior de nuestra cabeza y mirarlos a los ojos, pero tenemos que armarnos de firmeza y hacerlo.
Siempre ha sido una mujer reivindicativa, ¿cuál es ahora la causa que más le preocupa?
Están pasando cosas tan graves, como la muerte de Mahsa Amini en Irán, cosas que entristecen muchísimo, desmoraliza que sigan ocurriendo, son hechos escalofriantes. Es imperdonable que sigamos perdiendo el tiempo matándonos los unos a los otros, yendo hacia tras en ese sentido.
Lo que menos me gusta, y creo que es la causa de todo esto, incluidas las guerras, es la ignorancia, puesto que una gran parte de la población mundial no tiene acceso al conocimiento.
Pero yo creo en el ser humano. Y en estar alerta, despiertos, para que nuestro paso por la tierra no sea efímero, hay que luchar por la gente que viene detrás y sobre todo disfrutar mientras estemos vivos; es una pena que, por intereses de otros y de la sociedad en la que vivimos, uno pierda su oportunidad de vivir con calidad. Ya que estamos aquí y la vida es un milagro, que nos dejen intentar vivir tranquilos. Si la poesía reinase más en el mundo, más que el dinero, habría más risas y menos lágrimas.
Hablemos de su último disco, Aurora Y Enrique, en el que escribe y compone todas las canciones. ¿Supone un antes y un después en su carrera?
Este disco ha sido un punto de inflexión, tanto en mi vida como en mi trabajo. Fue un proceso de creación en pleno confinamiento, sola. Me está dando momentos maravillosos porque, a través de él, he empezado a creer mucho más en mí. Está hecho de sentimientos profundos, de intimidad, de cariño, de cantarle al amor sano, como es el que he visto en la relación de mis padres. Creo que ha sido un ejercicio de valentía, porque hay que ser autónoma, independiente, hay que tirar para adelante. Y si tienes una idea: trabajarla, creer en ella, cuidarla y parirla.
Hice sola el trabajo de escribirlo y componerlo pero luego, por supuesto, he necesitado la ayuda de grandes personas, lo ha producido Manuel Cabezalí, guitarrista y cantante magnífico.
Con la madurez personal y artística que ha alcanzado, ¿cómo vive su presente? ¿Siente más libertad o mayor responsabilidad ante los otros y ante sí misma?
Creo que estoy en un buen momento, me queda muchísimo por aprender pero he aprendido mucho, hay un bagaje importante. Siento más libertad pero también me acuerdo del poema de Gil de Biedma… que la vida iba en serio, uno lo empieza a comprender más tarde… cuando las decisiones que tomas hay que reflexionarlas. Para mí la madurez es un estado, que me gusta y me libera, me libera de cometer errores anteriores, y a eso se le puede sacar mucho jugo, disfrutarlo.
En el tema Yo y lo que fui, le habla usted a su yo del pasado, ¿qué le diría a la Soleá del futuro?
¡Ay! Qué buen ejercicio. Una de las cosas que me gustaría conseguir en esta vida es ser madre, pero es complicado en este mundo frenético en el que vivimos. Le diría que, tanto si lo ha conseguido como si no, que las cosas pasan por algo, que todo lo que ha hecho en la vida ha intentado hacerlo de la mejor manera posible, con la mejor intención y cuidándose - si te cuidas vas a poder cuidar lo que está a tu alrededor - y que esté tranquila.
Si los días tuvieran 25 horas en lugar de 24, ¿qué haría con esa horita más de vida?
Soñar, y si pudiera elegir con quien, diría que con mi padre. Y pasear tranquilamente sin ir corriendo a los sitios, disfrutar de la naturaleza, y quizá en ese ratito dedicarme a la vida contemplativa, sentarme en una terraza con un buen vino y ver una puesta de sol.