De todos los apelativos de Marga Clark, de todas las definiciones que van normalmente detrás de su nombre –de entre las palabras madrileña, neoyorkina, fotógrafa, investigadora, ensayista, poeta, escritora, artista, creadora o autora–, hay una palabra que, por su propia reivindicación y especialmente a partir de la publicación de Amarga Luz (Funambulista, 2011), siempre debe incluirse: sobrina.
Su tía fue una gran artista de la Generación del 27. Se trata de Marga Gil, una niña prodigio con el que comparte nombre, una mujer que inspiró a grandes artistas y cuya breve biografía aún no ha sido suficientemente explicada.
Clark se sacude algunas palabras al comenzar esta entrevista. Y desde un principio reconoce que 'ensayista' no debe encabezar el listado. Su libro Impresiones fotográficas (Ollero, 1991) le costó bastante terminarlo, “porque requería mucho trabajo de análisis e investigación" y ella se considera "más una artista que una estudiosa".
[Los amargos puntos suspensivos de Marga]
Pero poeta o fotógrafa, esas dos palabras difícilmente no estarían sobre el mazo de los apelativos, dados la vuelta incluso, porque, como ella misma explica, se quedaría a vivir dentro del poema La noche oscura del alma, de San Juan de la Cruz, “por su emoción tan sublime”, por “esa sensación de dolor, abandono y vuelo”. Y lo desarrolla: “Creo que los místicos fueron las primeras lecturas que me sobrecogieron”.
Fotografía y poesía
"Con un poema se pueden expresar las mismas emociones y sentimientos que con una fotografía", explica. Y continúa: "En mi caso, la poesía es el origen de toda mi creación. Son dos medios que caminan en paralelo cogidos de la mano, pero mientras que con la poesía busco con la mirada dirigida hacia dentro, con la fotografía encuentro con la mirada dirigida hacia fuera".
Clark sentencia: "La poesía es un viaje hacia el interior, una búsqueda de nuestros enigmas más universales, por eso la poesía es ‘visión’, mientras que la fotografía es ‘mirada’ porque necesita un referente exterior. El audiovisual me ayuda a unir estos dos medios y tiene un poder evocativo extraordinario".
La poeta y fotógrafa reconoce que comenzó primero, desde "muy pequeña" con la poesía. Eso sí, "de una forma totalmente inconsciente e intuitiva", reconoce. Clark recuerda que “escribía mucho, pero sin saber qué era la poesía”.
Y relata cómo hace unos 20 años encontró en su "caja de recuerdos" un papel cuadriculado donde había escrito de su puño y letra de niña de colegio:
Si el verso rima con la muerte / y la poesía es el rumbo de mi vida / vida y muerte rimarán en mi existencia / y esa rima creará poesía.
"¿Cómo iba a saber a los 14 años que la poesía iba a marcar mi vida, si todavía no sabía qué era la poesía?", se pregunta. Sin embargo, añade, "mis comienzos con la fotografía fueron más de carácter laboral y profesional en la ciudad de Nueva York, donde he residido durante más de treinta años".
Fotógrafa en NYC
Para la artista [refiriéndose a su época como fotógrafa oficial de la Oficina de Turismo de la ciudad de los rascacielos], la clave de un buen retrato está en “captar la esencia de la persona fotografiada. Si esto no se logra, será un retrato plano, vacío".
Clark hace mención a aquello que dijo Aristóteles, "el arte es dar cuerpo a la esencia de las cosas", para asegurar que su maestro, el gran retratista Philippe Halsman, le decía que "el fotógrafo indaga en lo más íntimo, mientras que la lente sólo ve la superficie".
"Yo siempre he preferido retratar a gente anónima porque las personas muy conocidas se esconden detrás de una coraza cuando están delante de una cámara, para así proyectar la imagen que ellos quieren, y es más difícil captar su esencia", confiesa Clark. Y añade: "Hay que distraerles mucho de ellos mismos para cogerles desprevenidos y poder así captar su interior. Tengo muchas anécdotas curiosas y divertidas de mi etapa neoyorkina, pero comentaré cuando visité a Paul Newman en su casa en Nueva York".
Y pasa a relatar cómo el icónico actor “tenía algunos muebles antiguos españoles que quería vender y fui a verlos con un decorador amigo suyo. Me quedé deslumbrada por los ojos intensamente azules y brillantes del actor. Saqué una cámara pequeña que guardaba siempre en un bolsillo, y aprovechando que hablaba con mi amigo, le fotografié de perfil”.
Aquella foto, sin embargo, se convirtió en palabras, quién sabe si en un poema. "Al escuchar el clic del disparador, Paul Newman se volvió hacia mí y al ver mi cara compungida soltó una carcajada y me invitó a sacarle más fotos, esta vez de frente y en diferentes poses. Saqué cuatro o cinco fotos más sin querer abusar, pero al llegar a casa, cuál fue mi desconsuelo cuando descubrí que la noche anterior había sacado el carrete y la cámara estaba vacía", confiesa. Y lamenta: "Me costó algo de tiempo reponerme de este olvido imperdonable".
Respecto a su obra fotográfica, piensa que “escoger una fotografía ya es más difícil, pero no me importaría vivir en una de mis 'Cajas Áureas', porque allí reúno un poco mi visión anímica del mundo”.
Sin embargo, “la clave de un poema es la misma de un buen retrato: la autenticidad, ir a lo esencial, buscar la verdad, lo absoluto, lo indecible. La poesía es la palabra más pura y no nos puede engañar".
En uno de sus poemas dice:
Te escucho porque no hablas / te busco porque no existes / te encuentro porque no eres.
"Y no, no cambiaría absolutamente nada de mi vida artística o profesional. En casi todas mis obras me he sentido realizada. Todo ha servido para dar un paso más en mi trayectoria creativa y para nutrir y ampliar mis experiencias y conocimientos. Incluso mis errores han servido para subir un escalón más en mi andadura creativa", admite.
El encuentro con su tía, Marga Gil
Respecto a la obra de su tía, explica cómo era muy pequeña cuando contemplaba curiosa algunas de sus esculturas que decoraban su casa. "Eran inquietantes, estremecedoras, porque expresaban muchas y variadas emociones que yo entonces ni siquiera comprendía", explica.
Y añade: "Cuando le pregunté a mis padres sobre ella sólo me dijeron que era hermana de mi padre, que había muerto muy joven y que me habían puesto su nombre. Esto fue suficiente como para acrecentar mi curiosidad, y así lo explico en mi testimonio novelado, Amarga luz”.
La describe con cierta devoción. “Fue una joven niña prodigio y una mujer de una fuerza y un espíritu apasionado, con un talento extraordinario para la escultura y el dibujo, pero desgraciadamente la perdimos muy pronto, cuando sólo tenía 24 años, por un amor que ella consideró imposible."
"Mi tía Marga siempre ha sido una ausencia muy presente en mi vida. Se convirtió en una especie de voz interior con la que yo hablaba constantemente, sobre todo cuando de muy joven me fui sola a estudiar a Estados Unidos, y no me cabe la menor duda que su figura, tan ausente en mi vida, pero tan presente anímicamente, alimentó mi espíritu y me inspiró para lanzarme al mundo de la creación", asegura.
El arte hoy
En su opinión, hoy en día, “si todos usáramos nuestra imaginación podríamos crear y ser artistas". Pablo Picasso decía que la imaginación es el principio de la creación, "pero mentes más pragmáticas y racionales a veces obstaculizan ese chorro creativo que todos poseemos y en el que muchos no se atreven a ahondar, porque es una amalgama de todo lo intuitivo y onírico, de todo ese mundo oculto de lo invisible que es tan enriquecedor", puntualiza.
Y remata: "Ser creador, artista, no es necesariamente una profesión, sino que va mucho más allá, es una actitud ante la vida que exige mucha audacia, temeridad y valentía".
Clark continúa: “Es muy cómodo asentarnos en una rutina diaria, porque nos aporta una cierta seguridad, pero tengo claro que cambiar las rutinas diarias es una forma de acceder a la creatividad”. La artista explica que su visión artística ha evolucionado, pero "siempre manteniendo intacta esa trayectoria de índole metafísica y trascendente que caracteriza a toda mi obra tanto artística como literaria desde sus comienzos".
Respecto al momento actual que vivimos, cita a George Steiner, que afirmó: “Vivimos en el mundo de la comunicación, aunque no del entendimiento”. Y añade cómo de “todas estas hecatombes que está sufriendo la humanidad, como el cambio climático, la migración, la hambruna, las guerras, las pandemias y la injusticia social, entre otras, sólo cabe esperar que las nuevas generaciones sean más sabias, tolerantes, solidarias y empáticas".
Dice Clark que espera que ellas "puedan solventar estos problemas, apoyándose más en su fuerza interior para seguir avanzando hacia el futuro con un hálito nuevo de esperanza". Y concluye: "Pido al 2023 que el ser humano mantenga viva la lucha por un mundo mejor".