Isabel San Sebastián (Santiago de Chile, 1959) es periodista y escritora. Como ambas profesiones son caras de una misma moneda, no puedo evitar preguntarle por las dos. Me recibe en su casa: salón vivido, escritorio del buró con papeles, biblioteca con fotografías… Durante el confinamiento dejó atrás su melena rubia.
Hija de un diplomático vasco y de madre navarra, habla cinco idiomas. Fue de izquierdas hasta que su padre, a los 15 años, le recomendó la lectura de Un día en la vida de Ivan Denisovich (TUSQUETS EDITORES, 2008). En la novela, Solzhenitsyn relata sus penalidades en un gulag soviético. Isabel vivía entonces en Italia, donde “ser de izquierdas era ser comunista. Estudiaba en un liceo francés, leía las disputas entre Sartre y Camus…”
De espíritu libre - “me enseñaron a pensar y a tener espíritu crítico”- y fuerte personalidad, es “tenaz, cabezota y, sobre todo, abuela” como la protagonista de su reciente novela. Viene de presentarla en Oviedo, cansada y resfriada: “La promoción de un libro es una paliza”. Lleva poco más de un mes y ya va por la segunda edición. La primera fue de 25.000 ejemplares.
[Isabel San Sebastián novela con 'La dueña' la España de los taifas]
La promoción de La dueña (PLAZA & JANÉS, 2022) la está llevando por distintas ciudades españolas, ¿qué impresión se lleva del país?
Creo que hay una gran parte de españoles que quiere que le cuenten su historia, que le hablen bien de su país y que agradece que te tomes la molestia de documentar y narrar de una forma amena la historia de España.
¿Va a presentarlo en el País vasco y en Cataluña?
Cataluña no. Fui una vez y no… Cataluña es cada vez más como un mundo aparte. Aunque también hay catalanes que están luchando contra esa situación en una soledad enorme. Con el País Vasco no hay problema. En esta ocasión voy a Pamplona, porque mi protagonista es navarra, pero en otras sí he ido. A Bilbao, a Vitoria y muy bien.
¿Eligió el tema de la Reconquista al azar?
Empecé por La visigoda. Me llamó la atención la leyenda del tributo de las cien doncellas y conté la historia de una de ellas. Fue un éxito. Se sigue vendiendo 20 años después. Mi editora me pidió que siguiera.
Precisamente, el año pasado presentando Las campanas de Santiago en Córdoba, a la pregunta de alguien del público, contesté que la Reconquista era una epopeya tan fascinante que merecería ser novelada entera. Se puso todo el público en pie y me empezaron a aplaudir. Mis editores cogieron la idea con mucho entusiasmo, así que en ello estoy.
¿El término “Reconquista” se ha convertido en una bandera de combate historiográfico?
Totalmente. Es un fenómeno exclusivamente español. En España la historia está contaminada de ideología en el peor sentido, en el empeño de destruir España. No encuentro otra explicación. Estamos empeñados en minar sus pilares históricos.
Un error muy común es juzgar la historia desde una mentalidad actual…
Y, sin embargo, hay una cosa que hoy hacemos y que no hicieron nunca a lo largo de la historia, que es abandonar a los ancianos. Y eso nos parece muy legítimo. Pero juzgamos con una severidad extraordinaria hechos pasados. Era su mundo y era su entorno.
En mis novelas soy muy fiel a ese entorno. Intento no cometer anacronismos materiales y me esfuerzo todavía más por no cometer anacronismos conceptuales. Es absurdo juzgar hechos pasados con los valores y criterios contemporáneos. Cada momento de la historia ha tenido sus valores y sus principios. Es así como ha evolucionado el mundo.
Sus descripciones son muy vivas. El olor y los sentidos juegan un papel importante…
Yo intento construir máquinas del tiempo. Que el lector realmente se traslade a esa época. Los olores son mecanismos de evocación muy poderosos, igual que los sonidos y la música. Yo, por ejemplo, recuerdo el olor de mi madre perfectamente y murió hace años.
Para Auriola, la protagonista, es muy importante la descendencia. ¿También para usted?
Ahí me reconozco mucho, cuando mis hijos iban cumpliendo años y no tenían hijos. Yo les decía “o me hacéis abuela u os desheredo”. No tanto porque se perpetúe mi linaje, que es algo que me da igual, sino por el placer de tener nietos.
¿Por qué la mujer tenía más autonomía en la Edad Media que en el siglo XIX?
En España— la evolución fue distinta de otros países europeos— concurrían varios factores. La cornisa cantábrica fue poblada, antes de la romanización, por culturas muy matriarcales. Esos vestigios impregnaron la repoblación, según la gente del norte iba avanzando hacia el sur.
Por otra parte, esas mujeres pioneras que arrostraron los riesgos inherentes a poblar un territorio en constante conflicto —como la dueña (la protagonista)— tuvieron que ser necesariamente fuertes, sólidas, valientes. A medida que ese proceso concluía, la iglesia fue cobrando más importancia en la vida cotidiana y las mujeres iban siendo encerradas en sus hogares y reducidas a una condición de madres y de cuidadoras.
Lleva vendidos más de 500.000 ejemplares de su obra, ¿ha ganado más como escritora que como periodista?
Sí. Y sobre todo ahora, que vivo mucho más de los libros que del periodismo. Y eso que la mitad de cada libro lo escribo para Hacienda. El periodismo está atravesando horas bajas.
¿Qué opinión tiene de los medios españoles?
Vaya pregunta. Hay de todo. En general, me parece que los compañeros tienen mucho menos tiempo y capacidad para hacer bien su trabajo del que teníamos nosotros. La inmediatez que se exige, la escasez de personal, la necesidad de cubrir un montón de cosas los obliga a ir un poco de cabeza.
Yo fui una privilegiada, viví un momento del periodismo maravilloso, de poder investigar la noticia, cultivar fuentes, dedicarle tiempo… Las noticias se seguían. Ahora, las noticias nacen y mueren en diez minutos. Y de eso abusan los políticos, porque nada dura y nada escandaliza.
¿No ser políticamente correcto es un elogio?
Para mí, sí. Me parece que la corrección política es, muy a menudo, sinónimo de cobardía. No siempre. No creo mucho en lo de mimetizarse con el entorno, para caer bien y para recibir el aplauso. Desde pequeña me enseñaron a pensar y a expresar con libertad lo que pensaba, aunque tuviera que discutir por ello. En casa se discutía mucho.
Ha tocado todos los palos: televisión, radio, prensa escrita… ¿Con cuál se quedaría?
Mi medio -en el que me formé, sigo y seguiré mientras tenga cabeza- es el periodismo escrito. Me da igual el formato, digital o de papel. Es un concepto de periodismo más analítico, más profundo y reflexionado. La radio es muy bonita, muy cálida. La tele te da mucha proyección.
¿Por ser fiel a sus principios y decir lo que piensa, la han echado o se ha ido de varios medios?
Por ejemplo, de Antena 3. Fue el trabajo más chollo que he tenido en mi vida; el mejor pagado y el más confortable porque teníamos vacaciones escolares. Me echaron por negarme a echar a Pedro J. de una tertulia. Habría procedido así con cualquier tertuliano.
Me parecía indecente que te obligaran a echar a una persona porque estaba cumpliendo con su deber periodístico de investigar una noticia. Luego, me han vetado compañeros muy queridos de muchos programas porque les han dicho que me vetaran. Yo ya no juzgo, cada cual atiende a los principios que considera.
La sombra del poder es alargada…
Cualquiera que haya dirigido un programa de televisión o de radio, sabe que las tertulias se hacen directamente en los gabinetes de prensa de los partidos políticos o de la empresa de turno, y si te dejas…
Yo no me dejé y, afortunadamente, nunca me ha faltado trabajo. He hecho de todo, menos prostituir mi pluma. Estoy muy orgullosa de ello. Encima, con las novelas me van bien y disfruto.
Ha pagado un precio muy alto por la libertad. Estuvo amenazada por ETA, ¿tuvo que llevar escolta doce años?
Once años. Hasta que en el último cese definitivo me la quitaron. Fue una liberación. Creo que esa es una de las razones por las que no me gusta mucho la vida social. Cuando te pasas tantos años sabiendo que tu vida condiciona la de otras personas que tienen familia, te vas retrayendo.
Tenía 40 años. Tampoco te apetece mucho ir a un bar de copas con dos tíos como armarios esperándote en la puerta. En aquella época me fui metiendo paulatinamente más en casa y tan a gusto.
En 2021, una encuesta reveló que el 39.5 de los navarros estaban a favor de integrarse en el País vasco. ¿Qué le parece?
Me parece que es la consecuencia lógica de una tarea de siembra que empezó hace mucho tiempo. … Navarra es un reino y un territorio con una historia independiente de la historia de las provincias vascongadas, como se han llamado históricamente, que han estado mucho más vinculadas a Castilla que a Navarra.
Cuando empiezas a construir una mentira y consigues instaurarla en el sistema de enseñanza, en los medios de comunicación, etc.…, al final eso cala. Pero esta mentira procede de la frustración del carlismo derrotado, que devino en nacionalismo, y, ahora, de mitos y leyendas sin ninguna base histórica. Cuando siembras mentiras, recoges tempestades.
Hay quien escribe en los muros de internet que jamás leería un libro suyo porque no le gusta cómo piensa. ¿No es una reacción algo cerril?
Me parece una reacción sectaria y carpetovetónica, como habría dicho mi padre. Es igual que si yo dijera “no me gusta Picasso porque era comunista”. ¿Y qué tendrá que ver? Pintaba unos cuadros maravillosos.
Hay mucho sectarismo en España. Antes, era una cuestión más de izquierda que de derecha. Ahora, creo que va ahondándose y extendiéndose. Es un fenómeno global. El sectarismo es la antítesis del liberalismo y de la inteligencia.
Debe enorgullecerle haber sido coherente consigo misma a pesar de las dificultades.
Desde luego. Tengo 63 años. Para mí lo importante en esta vida es que las arrugas que tengas sean tuyas, que cuando te mires al espejo te reconozcas. Si tienes más o menos dinero, más o menos éxito es secundario. Lo importante es reconocerse.