El recibidor del hotel Emperador en la Gran Vía está repleto de gente que pulula de un lado para otro, entre las llegadas y las salidas, las maletas con prisa y las bolsas generosas, pero Anna R. Costa llega despacio, empujando suavemente la puerta giratoria, y se detiene un momento en el centro del zaguán para observar la escena. Saluda incluso a un grupo de mujeres que acaban de llegar de México, comenta sobre Madrid y sugiere algunos de sus encantos menos conocidos.
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Se sienta en una mesa del lobby, junto al bar, y comparte un café. Confiesa que no tiene ni idea de cómo va a ser recibida su nueva serie para Movistar Plus+, titulada Fácil. “Esto es fuerte, eh”, dice con espontaneidad, “pero la verdad es que es la primera vez en mi vida [pone énfasis en estas palabras] que no tengo ni idea [vuelve a hacerlo, pero con cierta ironía, como si no le importara e incluso le gustara no estar segura]”.
“No tengo ni idea yo misma y eso es fuerte”, explica, “porque esta serie la he escrito, la he dirigido y la he montado yo, pero cuando la veo pienso ‘ostras, estoy en un universo distinto, estoy viendo algo que nunca he visto y que todavía no sé ubicar’”, así tras esa incertidumbre afirma: “estoy expectante, de verdad”.
Lo cuenta con naturalidad, con un cierto regusto, porque a lo largo de esta entrevista, la guionista, directora y dramaturga Anna R. Costa dirá frases como “el riesgo es mi agua” o “valoro especialmente sentirme vulnerable”. Alejada de los planteamientos marketinianos de la mayoría de los productos audiovisuales actuales, explica cómo “para mí, si no hay riesgo, no encuentro motivación. A la hora de generar creativamente algo, si no tengo dudas, lo que hago es como un río que está seco”.
Invocando a Berlanga y Azcona, para la directora, existe históricamente una habilidad en nuestro humor “para contar cosas que no se podían contar haciendo que pasen por comedia, como pasaba en El Verdugo. ¿Cómo se hace para contar algo muy fuerte y que parezca una cosa 'livianita'? Pues se puede, yo me he fijado mucho en ellos”.
Añade que lo que le más le gustaría “es que esta serie fuese una vitamina para todo el mundo, que el proceso transformador que yo he tenido llegara a la gente, que lo recibieran como algo divertido primero, luego como algo emocionante y finalmente como un proceso de aprendizaje”.
Una visión propia
Es consciente de “la importancia de la formación”, como señala varias veces en esta entrevista. Anna R. Costa es doblemente licenciada, en Filología y en Arte dramático, en la especialidad de dirección y dramaturgia [“a las mujeres, la formación nos ha ayudado mucho a llegar a donde parece que estamos llegando; estar formadas es un ‘plus’ que muchos hombres no han necesitado, pero que a nosotras nos da seguridad”].
Estos días presenta la serie Fácil, para Movistar Plus+, y es cada vez más conocida como creadora y co-directora de la serie Arde Madrid, además de por cortos multipremiados como Con lengua, largos como Bajo el mismo techo, y obras de teatro como Emilia [sobre Pardo Bazán, nominada al Max 2018 y recientemente convertida en documental por un admirador de aquella producción teatral].
“Nací en Granada, pero muy pequeñita nos fuimos a Cataluña”, relata. “En mi familia hay roles femeninos importantes, como mi abuela, que tuvo siete hijos, uno de ellos desaparecido y al que murió esperándole, porque nunca más supimos de él. O mi madre que tuvo seis hijos, una mujer súper trabajadora, una tía listísima y siendo casi analfabeta, una de las personas más inteligentes que he conocido”.
En el cine, explica, “siempre he sido muy fan del trabajo de los grandes, Bergman, Allen, Haneke o Lars von Trier”, pero ahora cree que estamos viendo “realmente lo nuevo, que es la mirada femenina, y hablo de Michaela Cohen o Phoebe Waller-Bridge, y de cineastas grandísimas cómo Julia Ducournau, que ganó Cannes el año pasado con Titán. Personalmente, donde más voz veo es en la directora catalana, y creo que Europa se da cuenta antes que España, lo mismo que pasó con Almodóvar, triunfar fuera sigue siendo una constante. Ahora hay una oleada de mujeres cineastas extraordinarias, como Belén Funes, Pilar Palomero, Celia Rico, Elena López Riera…”.
La guionista, directora y dramaturga se siente parte de este colectivo de mujeres con una clara habilidad para contar realidades, que nunca se contaron y hacerlo de un modo personal. Sin entrar en polémicas sobre la obra original en la que se inspira su proyecto, explica cómo Fácil ha sido una experiencia “transformadora en todos los sentidos: yo entré en la historia porque leí la novela y más que gustarme, me inspiró. Me creó preguntas. ¿Y cómo vivirán?, ¿y qué pensarán? Me creó una serie de incógnitas y, poco a poco, fui entrando en el mundo de la discapacidad y en romper esa barrera. ¿Cómo es posible que a esto lo llamemos 'integración'? ¿En qué momento hemos 'desintegrado' a estas personas para tener que ponerlas en la obligación de que se integren?”.
Explica cómo la serie fue tomando forma “a medida que fui conociendo personas con discapacidad de todo tipo, y esas personas me fueron contando sus historias de cómo poco a poco habían vuelto a la sociedad, sobre todo a través del arte y del deporte. Es una realidad poco conocida, un mundo tutelado por otro mundo, un mundo que vive dentro de otro, como si fuera una caja dentro de otra caja, eso como creadora me interesó muchísimo”.
Las respuestas inesperadas
¿Cuánto tiempo ha transcurrido desde que tuvo la idea hasta que pudo llevarla a cabo?
Dos años. Un año de escritura y luego otro de preproducción, rodaje… El primer capítulo lo empecé en el confinamiento y en un mes tuve la primera versión. He escrito la serie cinco veces… si ahora a las personas que la han visto les parece fuerte, las primeras versiones eran más radicales. Trabajé mucho hasta encontrar un tono amable, pero sin dejar de lado la realidad de cómo se comunican y cómo se relacionan las protagonistas, buscando que empaticemos con ellas.
¿Ha resultado muy difícil?
Sí, ha sido un trabajo de escritura muy complicado. Porque, aunque no lo parezca, pero son horas y horas de pulir el guión, hasta conseguir una réplica sintética que tenga el alma de cada personaje: que una de ellas sea simpática pero la vez descarada, que sea sencilla pero reivindicativa… es un trabajo de ir haciendo capas y capas…
¿Cómo es su rutina de trabajo?
Estoy todo el tiempo conectada, desde que tengo la idea, el ordenador está ahí y yo voy viviendo, pero estoy casi todo el día en ello. Lo mismo tengo una buena mañana y del tirón hago un montón. O un día que no ha sido productivo y luego llega la noche y cojo del tirón. Cuando entro en un proyecto, todo el tiempo ya es para la escritura.
¿En qué sentido compara este proyecto con otros suyos anteriores?
Con Arde Madrid tuve un proceso de documentación muy largo. Tuve que indagar mucho en la historia de esos años. En este caso ha sido más fácil, porque sucede en la época en la que vivimos. Sin embargo, es muy curioso, porque siendo contemporáneo es completamente desconocido. Es como si los personajes estuviesen a la sombra o escondidos… en los márgenes.
Estuvo escribiendo durante la soledad de la pandemia…
Bueno, cuando los personajes los vas teniendo claros, te sientes muy acompañada, es como si crearas un mundo aparte del mundo real, y luego te van acompañando en el día a día esos personajes que tú has creado.
¿Cuál fue su motivación?
Primero, que era algo que, como espectadora, me apetecería verlo. Y luego es que hay un sector de la población que vive con nosotros y que no vemos. Este sector de la población que vive con nosotros y que nos vemos… ¿Cómo viven? Se me creó ese interrogante y de ahí, como te decía, otros muchos.
¿Y cuál es la realidad que ha descubierto?
En el terreno de la discapacidad se ha avanzado mucho en servicios, porque es cierto que están bastante cubiertos, pero no se ha avanzado nada en derechos. Se les cubre de clases, de médicos, de especialistas pero, en cambio, sus deseos no importan. Eso es otro tema que me ha dejado un poco loca. ¿Cómo es posible que haya un sector de la población cuyos deseos no cuenten? Ya si hablamos de mujeres mucho peor, porque los hombres con discapacidad tienen más derechos que las mujeres, casi el 100% de las mujeres con discapacidad están esterilizadas, no en el caso de los hombres… es curioso que no sepamos mucho de esto, a menos que lo vivas, tengas algún familiar o alguien muy cercano, es un tema un poco tabú.
¿Vivimos una época en la que es complicado hablar de casi cualquier cosa?
Cualquier cosa, todo es susceptible de que sea una ofensa. Pero es que estas personas podrían vivir ofendidas eternamente porque se las ha ninguneado, vapuleado, insultado, se han utilizado sus votos políticamente… partiendo de la base de que todas están tuteladas, ya sea institucionalmente o por sus familias, por lo cual son personas prácticamente sin derechos. Luego, cuando hablas con ellas, y hay que recordar que las personas con discapacidad física no tienen discapacidad intelectual, verás que es increíble, que no se las tiene en cuenta para nada.
¿Cómo realizó el casting?
En primer lugar, yo tenía en la cabeza que fueran todas actrices desconocidas, porque me parecía que iban a dar un poco más de realidad. Luego, a la hora de levantar un proyecto tan complejo, le dimos una vuelta y pensamos que quizás nos ayudaría ofrecer el reto a actrices más conocidas, y valoramos dos actrices conocidas y dos no conocidas. Para Anna Marchessi [Patri] ha sido su primera oportunidad como actriz… es genial, ha sido facilísimo trabajar con ella, ella tiene discapacidad física.
¿Y cómo fue el proceso de preparación?
Primero, buscamos a personas espejo con una discapacidad como la de los personajes. Personas con un grado de discapacidad similar, para que tuvieran conversaciones, para que vieran cómo se movían, cómo se expresaban, luego tuvimos un logopeda, que nos enseñó la colocación del paladar, porque el paladar muy alto tiene mucho más aire, entonces cambia mucho la voz… y trabajamos sobre el movimiento las reacciones, todo ha sido un trabajo muy exhaustivo de preparación…
¿Qué resaltaría del rodaje?
Natalia De Molina se incorporó tres semanas después porque estaba terminando de rodar otra película, ya lo llevamos muy ensayado, muy preparado, yo tenía la impresión de que este rodaje lo que tenía que tener era mucha humanidad… los personajes tenían que rezumar humanidad porque era lo que crearía el vínculo con el espectador.
Fue un rodaje muy de hacer piña, de que hasta el último eléctrico supiera que se estaba haciendo algo muy delicado, todos teníamos que estar a una, todo el mundo estar muy atento, pero intentamos estar relajadas y al mismo tiempo que fuera divertido. Se trataba de llegar a ese tono, que ya estaba en la escritura, una comedia fresca que de repente se tuerce y es una tragedia, conseguir esto en un rodaje solo se puede hacer por una conexión total de todo el equipo para posicionar todas las fuerzas posibles.
¿Por qué eligió Barcelona?
Ha sido una suerte hacerla en Barcelona porque allí está una de las fundaciones más avanzadas y modernas, que es la que ha llegado más lejos en cuanto a discapacidad, la Fundació Pere Mitjans, que nos ha asesorado en todo momento y ha estado con nosotros en el rodaje.
¿Qué resumen nos deja y se queda?
En la serie, al verse con una discapacidad, las protagonistas han tenido que romper todos los estereotipos que nosotros tenemos. En realidad, muchas veces nosotros estamos encasillados, atrapados y ellos están libres, no ven límites a lo que se proponen, porque ya están fuera de los límites…
Ha sido un gran aprendizaje trabajar creando fuera de los límites. Estoy muy agradecida, mucho. Ha sido una experiencia transformadora para mí y espero que lo sea para mucha gente.