En ámbito de la Justicia es uno de los más masculinizados a lo largo y ancho del mundo. Con el establecimiento de este día se trata de reafirmar el compromiso por la igualdad de género en las funciones judiciales. Pero poca gente sabe que la primera mujer jueza de la historia de Occidente fue Débora, en año 1.115 antes de Cristo, señalan algunos estudiosos, "elegida por Dios" ante la incapacidad de los hombres para juzgar.
Ella aparece en la Biblia, en el Libro de Josué y el Libro de Rut; y en los capítulos IV y V del Libro de los Jueces, del Antiguo Testamento y del Tanaj hebreo, perteneciente al grupo de los Libros Históricos.
Fue apodada como "la madre de Israel" y se desempeñaba como jueza, administrando justicia cuando se le presentaban problemas familiares y diferencias tribales. Sus funciones, traducidas a las categorías actuales, se encontrarían a medio camino entre las mediadoras, las juezas de paz y juezas al uso, resolviendo pleitos de los conciudadanos.
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Por supuesto, en esos tiempos aún quedaba mucho para la llegada e instauración de la separación de poderes que esbozó por vez primera Montesquieu como fórmula para evitar que todo el poder del Estado se acumulase en un solo par de manos. En esta época, Débora era también "vidente".
Se le atribuía este poder de predecir el futuro. El texto antiguo narra cómo presintió una grave amenaza para la supervivencia de Israel, conocida como "la tierra prometida". Cuando Débora se convirtió en juez, los israelitas estaban subyugados desde hacía 20 años por Jabín, rey de Canaán, con enorme crueldad. En la Biblia se recogen unas palabras de Débora: "Quedaron abandonados los caminos, y los que andaban por las sendas se apartaban por senderos torcidos. Las aldeas quedaron abandonadas en Israel, habían decaído" (Jueces 5:6-7).
Según la historia, Débora encomendó al militar Barac que reuniera y capitaneara a un gran ejército para enfrentar la invasión, pero éste le puso como condición que ella lo acompañase a la batalla. Ella accedió y profetizó que la victoria no sería para él: "Al líder de los cananeos no lo matará tu espada. Lo hará una mujer".
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Los cananeos fueron derrotados, pero no sólo, pues según el texto, Débora había acertado con su premonición. Después de la estrepitosa derrota en la batalla, el comandante de los cananeos huyó para salvar la vida. En su fuga encontró la tienda de Jael, esposa de Heber Ceneo, descendiente de Noé, (presente en la construcción de la Torre de Babel), que no era judía, por lo que no la consideró enemiga.
Ella le ofreció agua, cobijo y un lugar para descansar. Así, mientras él dormía, Jael le clavó una estaca en la cabeza. Así es como se cumplió la profecía de Débora y en los 40 años que siguieron reinó la paz en su tierra.
Hoy en día, el pueblo israelí entona el Canto de Débora, uno de los pasajes más antiguos de la Biblia, del Libro de los Jueces, en el Antiguo Testamento, para agradecer que "Dios hubiera utilizado a mujeres valientes" como Débora para guiar y liberar a su pueblo.