He llegado a su estudio, descubro a Roberta Lobeira sosteniendo un pincel para trazar finas hebras en la melena de un león púrpura con dos cabezas, una que mira a la tierra y otra que observa el mundo.
La joven pintora surrealista que se ha ganado un sitio de enorme respeto en el mundo del arte en Hispanoamérica se pierde en el paisaje de su obra de gran formato. A su lado está Antonia, su perrita inseparable.
Tiene una sonrisa expansiva, esta mujer es una curiosa combinación entre una hermosa mujer naturalmente bella y una artista atormentada que aprendió a convertir sus pesadillas en arte.
¿Es verdad que vendiste tu primer cuadro a los once años?
Sí. Mi madre tenía una florería en Monterrey, México, y yo pasaba horas allí pintando flores. La gente entraba a comprar flores y un día una mujer me compró un cuadro. Poco a poco empecé a comprender que lo que hacía tenía un valor: alguien me preguntó si podía hacer un retrato de su perro, otro de una persona y de pronto ya estaba dedicada al arte. Iba al colegio y volvía a pintar, dormía y soñaba con mundos fantásticos que llevaba a los lienzos sin pensarlo.
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De México a España vía Nueva York y París, su prestigio la ha llevado a los sitios más insólitos. En menos de dos décadas la obra de Lobeira es reconocida por coleccionistas en más de diez países. Recientemente donó su obra Virgin Queen en Madrid a beneficio de la Real Academia de Bellas Artes y fue la mejor vendida en la subasta, con lo cual grandes galerías le han pedido que se comprometa a montar nuevas exposiciones en Europa.
Sin embargo, a Roberta no le interesa la producción masiva. Aunque su obra ha sido exhibida en algunas prestigiadas galerías, ella elige cuidadosamente con quién trabajar: dice que es importante respetar su proceso creativo y nunca dejar que otros pinten por ti para producir a gran escala.
La pintora nacida en México vive en Madrid hace años. Eligió un sitio emblemático en pleno centro de la ciudad que cada día la inspira. Su abuelo paterno era gallego y desde los 17 años ella es ciudadana española. Roberta perdió a su abuelo y a su padre cuando era adolescente, habla de su familia y la mirada iluminada se nubla a ratos de la añoranza de sus amores.
Es una fanática de dar largos paseos por Madrid, su hijo de seis años conoce cada rincón del Parque del Retiro, donde juega cada tarde. Para Roberta, la seguridad y calidad de vida que le da este país no tiene precio. La inseguridad de México le ha costado varios sustos y señala que el bienestar de su pequeño es primordial.
A los 40 años ha logrado conciliar la maternidad con una vida dedicada al arte y una fantástica relación con su esposo, de quien está separada, pero mantiene no solo una amistad notable, sino una convivencia de paternidad que funciona.
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Estabas estudiando Arte en México y de pronto te lanzaste a París y Nueva York para investigar más sobre técnicas y para descubrirte a ti misma. ¿Cómo fue el proceso?
Mi familia siempre me apoyó, reconocían mis dones y habilidades, mi madre insistía en que debía prepararme, estudiar, ser disciplinada. Me fui a París para estudiar a los grandes maestros, después estudié en la Academia de Bellas Artes de Nueva York, pero fue cuando volví a México que entendí que quería estar bajo la tutela de un gran maestro.
Mi reto más grande fue trabajar en el estudio del maestro mexicano Antonio Bustamante en Oaxaca. Con él aprendí técnicas como el temple, el uso de los pigmentos naturales y la selección de materiales que usaban los grandes maestros.
¿Crees que las mujeres en el arte han sido valoradas y respetadas?
No, la discriminación de género atraviesa todo y el arte no se queda fuera. Este es un mundo muy machista, muy vertical y abrirse camino como mujeres requiere de mucha perseverancia y necedad. Claro que ya no tenemos que pintar con alias masculinos, como tuvieron que hacer muchas pintoras hace siglos, pero todavía hay un sesgo.
Por suerte cada vez hay más personas que entienden que los museos y galerías no pueden estar llenos solo de obra hecha por hombres, pero sigue siendo difícil. A las mujeres siempre nos preguntan quién está detrás de nuestro éxito, o se nos toma por sospechosas si no estamos casadas. Muchos dudan de los méritos propios de mujeres como yo. Y bueno, ni hablar de las ambiciones: todavía se nos juzga con un doble estándar machista por querer exponer en los mejores lugares del mundo.
Dices que vives entre la disciplina y el insomnio. ¿Cómo logras trabajar tantas horas con ese ritmo de vida que tienes? La maternidad presente, la pintura, los viajes, tu restaurante en Madrid… ¿De dónde sacas el tiempo?
Como todas las mujeres, trabajo muchas jornadas para hacer posible mi vida. Nadie me ha regalado nada. Es raro, mira… Desde niña tenía síndrome de atención dispersa (ahora lo llaman trastorno por déficit de atención e hiperactividad, TDAH). Tuve que aprender a convivir con esa hiperactividad y desarrollar habilidades de híper concentración al pintar.
Mi proceso es complejo de explicar. Primero duermo muy pocas horas; ahora he logrado dormir 6 horas diarias, pero durante más de una década dormía 3. Mi mente está activa todo el tiempo. Eso que ves en mis cuadros lo tengo en la cabeza, aparece en mis sueños surrealistas, en duermevela. En las madrugadas me despierto y escribo todo lo que he imaginado.
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Convivir con la falta de sueño y el déficit de atención parece un cóctel imposible para una artista con tu capacidad de producción, ¿no?
Puede ser, así he vivido toda mi vida. Por eso soy tan disciplinada. Me levanto temprano todos los días, a las 7 de la mañana llevo a mi hijo Oliver al autobús de la escuela, vuelvo a desayunar y voy directo al estudio. Trabajo en promedio 8 horas diarias. Entendí hace mucho que para sobresalir en cualquier trabajo se necesita tener disciplina, porque la creatividad entra por la puerta de mi estudio cuando estoy entregada y dispuesta a que la inspiración y el trabajo funcionen.
Eres una animalista absoluta, sé que no te gusta decirlo, pero dedicas muchas horas y recursos a apoyar a organizaciones de rescate animal. Hay una especie de veneración a la naturaleza, a los animales, en tu obra. ¿De dónde nace?
Desde niña y ahora, adulta, me hace llorar el sufrimiento de los animales, me angustia el cambio climático y lo que está causando. Hay algo en la naturaleza, sobre todo en los animales, que me hace crear historias muchas veces en automático, sin pensar, como si se manifestaran en mi estudio.
Muchas veces solo espero que la belleza, el poder y la vulnerabilidad de los animales pueda hacerles justicia con mis ideas, también pienso –tal vez ingenuamente–, que una pintura te puede enamorar y cautivar lo suficiente como para querer protegerlos. Creo que el arte nos convierte en seres más sensibles.
Yo, que soy obsesiva, te reconozco igualmente obsesiva compulsiva. Además, con la atención dispersa puedes hacer varias cosas a la vez. Alguna vez me dijiste que la música es para ti como una serie de mantras de trabajo. ¿No pierdes la concentración?
Si alguien que no me conoce entrara a mi estudio a verme trabajar, creo que se volvería loco. Puedo escuchar la misma canción 200 veces. Cuando algo me provoca un sentimiento que hace que siga y siga trabajando es difícil sacármelo de la cabeza.
Dice la escritora Rosa Montero que la locura es instrumento del arte y que sin arte seríamos simplemente locas aburridas.
Siento que pintar es como escribir, como crear una canción. La diferencia tal vez está en que nadie más que yo sé la historia que hay detrás de cada personaje que creo, mis cuadros cuentan cuentos y la gente los lee como quiere. Siempre ha tenido sentido para mí que toda obra que yo haga surja del concepto de fantasía. Muchos artistas han creado estos mundos surreales para escapar en ellos, yo sueño y vivo esos mundos en silencio.
¿Cómo defines esas creaciones mágicas?
Creo personajes fantásticos que están en el límite entre lo real y lo imposible. Cuando nuestra imaginación se apodera de todo dejamos lo ordinario de nuestras vidas para visitar estos lugares mágicos. Hay un punto en nuestras vidas donde perdemos la curiosidad, la imaginación y el asombro, es el problema de ser adulto, es como si la mente se quedara paralizada y no te pudieras imaginar más allá de lo que no ves o conoces.
¿Pinta tu niña interior, la de los viajes nocturnos?
Creo que sí, me gusta pensar que todavía puedo desconectarme de la adulta racional para poder inventar un mundo que en mi mente existe. Me gusta la delicadeza de las telas, los vestidos, la mirada de un animal salvaje, el movimiento de una flor, la ternura disruptiva de un personaje animado e incluir siempre un elemento que esté fuera de lugar.
Me interesa que te atrape la pintura para querer seguir explorando y perderte en la contemplación. Por esta razón pinto, y es lo que me ha inspirado a través de los años e intentar crecer como artista, es la búsqueda constante de lo que hay más allá de lo obvio.
La moda tiene un rol importante en tu obra, ¿por qué?
Me llama mucho la atención, pero no en el modo superficial. Me gusta y admiro el trabajo de las y los grandes diseñadores, muchos diseños son una verdadera obra de arte. Mezclo la vestimenta excepcional para darle a cada personaje una identidad surreal. Me gusta ese estado en el que puedo ver más allá, por ejemplo, si tú ves una flor y no ves más allá, yo veo los tonos, el movimiento, la belleza, la vida en cada poro de cada pétalo.
El mundo es mágico, pero no todo el mundo puede verlo. Nuestra mirada está contaminada visualmente, acostumbrada a ver sin observar. Me gusta pensar que puedo crear y compartir mi propio lenguaje. En cada cuadro que pinto hay mundos donde pongo mis sentimientos más profundos, mis obsesiones, tristezas, amores y mi forma de ver lo que me rodea. Mi obra es melancólica y poética.
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Has pintado obras emblemáticas expuestas en grandes museos de México, como la Pinacoteca de Monterrey, y al mismo tiempo directores como Manolo Caro te han pedido obras para sus series, como La casa de las flores. Hablas de la interconexión entre la humanidad, el arte y la naturaleza.
Me inspira mucho la gente creativa, desde las y los músicos, escritoras, el teatro, la televisión, el cine. La mayoría de gente de la que me rodeo es creativa y me aporta muchísimo para poder seguir creando. Todas las artistas y nuestras creaciones están conectadas con alguien más, difícilmente puedes crear algo desde el vacío. Ya casi todo está inventado, nosotras reinventamos el mundo a través del arte. Y sí, los animales y la humanidad estamos en profunda conexión. Creo que muchos han perdido esa conexión y es algo que también me gusta explorar.
¿Para qué pintar?
Pintar siempre ha tenido algo que ver con guardar recuerdos que no quiero que desaparezcan. Siempre intento salvar algunas remembranzas de la destrucción del tiempo. Y, por otro lado, me gustaría que mis pinturas trasciendan para que no se pierda el recuerdo, la historia que también es mi historia. Hay una tensión entre el deseo de captar la presencia de alguien que quiero y el deseo de transformarlo en algo que lo relacione con mi presente, hay algo de apropiación en el retrato mágico.
Hemos visto a gente que intenta copiarte sin lograrlo. ¿Cómo maduraste tu estilo pictórico?
Tardé años en llegar a lo que ves. Hay muchas influencias en mi obra y ahora veo que yo también inspiro a otros artistas, eso es positivo. Detrás hay mucha técnica depurada con el tiempo y una búsqueda de mi propia voz que está en lo que me revelan los sueños también.
Hay una tablet montada en un atril en el estudio. En ella podemos ver el rostro del león que ya está en el lienzo en tamaño natural. Roberta es de la generación que aprendió a sacar provecho de las tecnologías y desde los 25 años pinta todo el diseño original de forma electrónica.
Cuando ha visto que funciona, lo traslada al lienzo. Una vez que el color invade las formas entra en un estado mágico en el que canta y escucha música sin parar. Antonia, su fiel perrita, la acompaña a todos sitios y convive a su lado en el estudio.
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Volvamos por un momento a tu preocupación por el cuidado de los animales, en especial los perros. Has dicho que te llama la atención que en España no hay perros abandonados en las calles, como en el resto de países que conocemos, incluido México.
Una sociedad que no protege a los animales muestra su verdadero rostro. Me encanta que España tenga la ley de los derechos de los animales, que nuestros perritos deban llevar un chip de reconocimiento y su propia cédula de identidad. Está muy bien que se multe a las personas que maltratan o abandonan animales. Sí creo que una ley de protección animal es un acto civilizatorio, como dicen.
Tener un animal en casa es una responsabilidad y un privilegio. ¿Sabías que el 95% de las mordidas de perro suceden en los hogares? Es porque la gente humaniza a los perros, no sabe tratarlos, no dedica tiempo para educarlos. Debemos aprender a convivir con los animales. Ojalá la ley hubiera rescatado la protección de los galgos y detenido la caza y los toros, la violencia contra los animales me duele mucho.
Dime, ¿cómo incursionaste en el mundo de la gastronomía? En la inauguración había mucha gente del cine español y mexicano. ¿Era tu intención que se convirtiera en un rincón para gente del arte?
Para nada era la intención, es sólo que nos movemos en ese mundo. Un día estaba comiendo con el director Manolo Caro en el Mexcalista y hablamos con el dueño sobre abrir un restaurante mexicano con ambiente sofisticado y comida verdaderamente nativa. De pronto nos reunimos con la actriz Cecilia Suárez y con el actor Alejandro Speitzer.
Nos asociamos con amigos españoles también y ha sido un éxito. Me encanta la comida española y también la mexicana. Queríamos tener un lugar de comida exquisita donde puedas tomar buenos mezcales y tequilas y encontrarte con la gente que te gusta. La gastronomía es otra forma de celebrar la cultura.
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¿Qué sigue en tu carrera después del éxito que tuviste con la exposición en la Pinacoteca y en las últimas subastas en que tu obra alcanzó valores tan altos?
Nuevos retos, exposiciones exclusivas en galerías interesantes de Europa y seguir educando a mi hijo Oliver en España. Lo llevo mucho a México a ver a la familia porque no quiero que pierda esos vínculos, pero Madrid es mi hogar. Es probable que pase algunas temporadas en Nueva York por el tema de las galerías, me gusta viajar, imponerme nuevos retos y descubrir artistas que me impresionen.
¿Cómo es un día de paseo por Madrid?
Amo caminar en la ciudad –sonríe–, es una ciudad de cultura y arte que me inspira, mientras voy andando me descubro suspirando de emoción. Me encanta la seguridad con que vivimos, la tranquilidad para ir sola de madrugada por la calle sin miedo. De la gente española me encanta que las españolas tengan valores tan similares a los de México, como la lealtad, el amor a la familia, la solidaridad con las demás personas, la cultura de igualdad que avanza.