La madrileña Inés Ceballos es la autora de una trilogía que pronto se convertirá en un éxito audiovisual: el relato femenino de La perla de las Antillas (Caligrama) llega en pocas semanas a su segunda entrega, hasta el año clave de 1898.

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Inés Ceballos (Madrid, 1974) es periodista y politóloga. Estos días se encuentra en el proceso final de escritura de la segunda parte de su trilogía literaria, que comenzó con La Perla de las Antillas, con la historia de Mercedes Santa Cruz y Montalvo, una mujer inteligente y magnética que nace en La Habana en 1789 y crece alejada de sus padres, pero la vida la termina colocando en Madrid, donde tiene que sobrevivir a la caústica sociedad madrileña. Por casualidad, mientras realizaba su investigación, descubrió que esta mujer formaba parte de su familia.  

“En realidad fue mi formación lo que llevó al descubrimiento de un hecho casual”, explica directamente. “Al principio me planteaba hacer una tesis doctoral sobre la mujer, la literatura y sus oportunidades en el siglo XIX, pero deseché la idea, porque pensé que la novela histórica era, en mi caso, un ejercicio más interesante y que podría investigar en muchas direcciones de esta historia”, asegura la escritora.

Inés Ceballos en su despacho.

  

¿Cuál fue la semilla del personaje central? 

Recuerdo que me regalaron un libro titulado Viaje a La Habana, las memorias de una mujer. Yo tenía algunos vínculos con esa época, en concreto, una bisabuela cubana. No le di más importancia, pero me picó la curiosidad, leí alguna cosa sobre su vida y de repente un día encontré en casa de mis padres una caja de cartón con un grabado del retrato de la misma mujer. Era un retrato de la aristocracia criolla, de una mujer muy elegante y distinguida, muy evocador de la vida en La Habana colonial en el siglo XIX. 

En casa de mis padres, por la ascendencia cubana de mi madre, estaba este retrato que provenía de unos parientes, que debían de saber que teníamos algún vínculo con esta familia. Entonces pensé: ‘esta señora quiere que escriba sobre ella’, porque claro, era sobrina de unos antepasados míos, los Montalvo.

A partir de este vínculo casual, decidí que tenía que investigar sobre la sociedad de esa época, las costumbres de La Habana colonial y Madrid en ese momento… así que el personaje en sí fue el detonante para adentrarme en la historia de Cuba y la relación entre ambos países.

La protagonista 

"El personaje de Mercedes", explica Ceballos, “tenía muchas incongruencias, no había entradas en Wikipedia, era alguien que tenía mucha relevancia pero nadie le daba el protagonismo que pudo tener. Ya sabía que las voces de las mujeres de esta época estaban un poco silenciadas. Pero intuía que había una increíble literatura femenina en ese momento. Así que me enfoqué en Mercedes y en Cuba, grandes desconocidas para los españoles, y quise armar una historia que diera voz a los cubanos en ese momento”. 

La autora establece un paralelismo entre la búsqueda de Mercedes “de una identidad como mujer y literata” y la propia evolución de Cuba, “que también quería tener su voz y que España reconociera su lugar en la política y en la toma de decisiones”.

Planteada como una trilogía, por la gran cantidad de datos que fue acumulando durante años, ahora Ceballos está escribiendo sobre la época en la que se produce el cambio político que termina en la fecha clave de 1898.

Explica que estos días se pueden visitar muchos escenarios históricos de su propuesta literaria, como por ejemplo, uno de sus favoritos, Casa Lhardy en el centro de Madrid. La tercera parte llegará, inevitablemente, “hasta Fidel, será un eslabón para explicar la situación que ha vivido la isla de Cuba a lo largo del tiempo”. 

Liderazgos femeninos históricos

“La mujer ha estado postergada a la hora de narrar los hechos históricos más importantes”, señala, “sobre el hombre en la historia se da por hecho que es loable, pero la mujer tiene mucho más obstáculos que sobrepasar”. En concreto, sobre las figuras de Eugenia de Montijo e Isabel II añade cómo “es muy interesante ver que necesitaron de sus maridos para llegar a tener una representación, aunque ellas mismas buscaban tener su propio peso”.  

Madre de cinco hijos, Inés Ceballos explica cómo en su opinión “todas éstas son mujeres que poseían una valentía inusitada para la época. El protagonismo viene determinado siempre por las condiciones en que se produce: ves la firmeza y la determinación cuando se enfrentan a sus responsabilidades de un modo inusitado. Son mujeres que, como mi protagonista, dan un paso al frente. Eugenia de Montijo se casa y vive fuera de España toda la vida, ella tiene un sentimiento de patria, del país al que tiene que servir, pero también tiene ese amor a Francia, y ese respeto a la patria que les adopta, sostiene una situación difícil”.  

La escritora insiste en la idea de que, “ahora, investigando sobre la época de Isabel II o Alfonso XIII ves muchas similitudes entre situaciones actuales y otras del pasado que se repiten, y que saben bien los expertos en la materia lo que ha acontecido y en cómo aprender de los errores. A Isabel II, cuando se casa su hijo, le ponen a Cánovas del Castillo, y no se quiere ya que se ligue la monarquía a su persona. Lo mismo en cierto modo le ocurre al rey Felipe con su padre”. 

Un género fructífero

“A mí me gusta llamarlo novela romántica o novela histórica romántica, sin querer que suene a folletinesco, para no usurparle a la mujer su identidad femenina”, explica sobre su estilo y género.

“La mujer a mi modo de ver tiene que preservar esa identidad como mujer, su género y virtudes, valores y talentos, como los que tiene un hombre, eso es muy interesante, porque no creo que hombres y mujeres tengan las mismas cualidades”, asegura. 

En su punto de vista, “se trata de reflejar las cualidades de mujeres en sus entornos de familia y de vida pública, pero no resaltar en qué son iguales a los hombres. Hablo de esa sutileza de Eugenia de Montijo, o del tono campechano de Isabel II. Y creo que un hombre en ese momento no hubiera podido gestionar los acontecimientos igual porque ellas tenían mano izquierda, y otra visión de la realidad: en estas épocas, las mujeres necesitan a hombres que las ayuden, pero aportan cualidades únicas”. 

“Me gusta el punto heroico de los personajes femeninos”, añade, “unido a la batalla de la maternidad, no creo que fueran situaciones muchas veces agradables, imagínate, con Eugenia de Montijo: su único hijo muere en batalla, con lo que le había costado tenerlo. Creo que al pensar en ella también hay que añadir esa perspectiva femenina, esa complejidad que implica”, concluye. 

Paralelismos monárquicos 

En su opinión, “La reina Isabel, como explicaba, tiene un paralelismo interesante con la situación que vive el rey emérito”, porque “ella quiere vivir en el exilio con dignidad, habiendo tenido que tomar decisiones más acertadas o equivocadas, no dejó de dar un paso al frente. La Historia tiende a caricaturizar a las personas, y con ella tenían una imagen equivocada, algo que le ocurrió también a Napoleón. Es bueno ubicar los esfuerzos que pudieron realizar determinados personajes en cada época y no caer en la caricaturización. A mí me pasa escribiendo, te puede divertir la anécdota de un personaje, y puedes tender a exagerarla, pero hay que tratarles con mucho respeto”.  

“Muchas anécdotas son graciosas a la hora de leer”, abunda, “pero si quieres darle un atisbo de realidad, y no buscas el trending topic [sonríe] que desvirtúe la historia, tienes que evitar esto de poner en ridículo a los personajes históricos y echar por tierra lo que representan".

Y continúa: "Hay personajes que no son respetados porque de ellos sólo queda el recuerdo de lo folletinesco, de los mentideros, pero no se profundiza: para divulgar, para entretenernos incluso, no todo es amenizar y hacer la historia divertida, hay que hacerla justa, porque la gente no se va a poner luego a leer mil enciclopedias. Lo que resulta más atractivo para una trama debe estar, claro, pero hay que dar un paso más: se trata de conocer la historia a través de los personajes”, concluye.