Son las 17 h. de un día cualquiera en la vida de Eva Serrano, la fundadora de la editorial Círculo de Tiza. “Estoy comprando flores”, responde, al otro lado del teléfono. "¿Qué flores me gustan?… Todas”, exclama alegre, y parece que sostuviera en una mano el móvil y, en la otra, la primavera.
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Se escuchan personas que pasan, una señora que dice algo, y la editora se calla un momento para ver qué dice. Una editora, como ella misma explica a continuación, “es un ser emboscado, alguien que observa todo como si fuera por detrás de la puerta”.
Desde ese quicio metafórico, desde esa franja, la editora mira cómo los seres humanos hacen y dicen cosas inesperadas, pero sobre todo, observa cómo lo describen los escritores que edita, en este caso, Dorothea Brande, Patricia Highsmith, Ursula K. Le Guin, Juan Cruz o incluso el probable próximo premio Nobel español, Vila-Matas.
“¿Has escuchado la canción de Miley Cyrus, esa que dice ‘I can buy myself flowers’? Pues eso hago justamente, estoy comprando flores para mí misma, que es una cosa estupenda. Con los años he descubierto que, como decía el filósofo griego, ‘si quieres ser feliz unos días, enamórate, si quieres serlo durante unos años, ten un hijo, si quieres ser feliz para siempre… ¡cuida tu jardín!’", confirma.
Y continúa: "Ahora que tenemos un verdadero miedo, real, a perder la Naturaleza, todo lo natural es algo que realmente nos hace felices. Cuando las noticias son terribles, cuando los periódicos nos arrojan infiernos, entonces es el momento de comprar plantas y flores y de leer, ¿no crees?”.
Como es un día cualquiera, la editora Eva Serrano explica que ha tenido que "saltar de un asunto a otro, solucionar los errores de una edición, hablar con una escritora, hacer un podcast, ahora tengo una lectura de grupo y, en medio, compro flores.
Pero mis días, no siempre son así. Tengo días más aburridos, gracias a Dios. Yo me metí en esto por la osadía que da la ignorancia. Si alguien te pasa una película de todo lo que te va a ocurrir, no empezarías nada. Yo había trabajado durante años en comunicación, luego hice un máster de edición, luego trabajé como lectora en varias editoriales importantes y un día dije ‘lo puedo hacer yo, no puede ser tan difícil’. Y bueno, es un poco más complicado de lo que parece [sonríe], pero vas aprendiendo mientras haces”, confirma.
Se escucha el ruido de un mechero encendiendo un cigarro. Probablemente Eva Serrano se ha sentado al sol y ha apoyado en un banco la curiosidad, las flores. “¿Qué es lo mejor de hacer libros? La gente. Que acabas conectando con un montón de gente a la que, de otra manera, no habrías llegado nunca. Porque los libros tejen hilos invisibles con personas que de otra manera nunca jamás te cruzarías. Realmente lo que hago es poner en contacto al autor con el lector. El editor es un ser emboscado, que nunca se atrevería a escribir un libro, y hace un papel de mirón por detrás de la puerta. Lo mejor es que conoces gente que tiene cosas que contar y eso está muy bien”.
“Yo quería ser periodista cuando era jovencita”, relata. Y añade: “Pero mi padre, que era un ingeniero muy serio, me dijo que no, que estudiara Derecho. Y mira, en lugar de enfrentarme al destino, y enfadarme muchísimo con todos, al final he ido ganando posiciones para acercarme a lo que me gustaba lo más que he podido. Yo soy curiosa. A mí de verdad me interesan las vidas de otros. Ya de joven, cuando me montaba en el autobús o en el metro, y había una conversación que me interesaba muchísimo de dos personas desconocidas, me pasaba de mi parada para saber cuál era el desenlace, en qué había quedado esto. Me iba diez paradas después para escuchar el final de la historia. Es un poco alma de cotilla, porque me parece que casi todo es interesante. A mí todo me interesa. Lo cual es un poco horroroso porque no puedes saberlo todo, claro”.
El emprendimiento cultural
“Una vez, al principio”, relata con ironía sobre su idea de negocio, “me preguntó una persona que quería invertir en mi editorial si le podía presentar un bussiness plan, y yo le respondí que no, que no tenía aún ‘ni business, ni plan’ [ríe]. Pero mira, los libros son como las cerezas, agarras una y esa trae otras detrás. Haces el primer libro, haces otro, lees algo que te sorprende, tienes un éxito, vas haciendo… al final está siendo mejor de lo que habría podido ser”.
Ahora sólo se decide a editar cuando siente un aguijón con un texto. Más exactamente, un cosquilleo en los dedos, explica. “Bueno, es como los enamoramientos, no te enamoras de todas las personas que te caen bien. El editor tiene que aislarse de su gusto personal, tiene que tener un criterio, tiene que pensar que su libro lo va a leer un señor de Albacete, una señora de Murcia, una chica de Torrelodones… hay muchos libros que son buenos y muy interesantes. Yo me dedico a libros de periodismo literario, y a temas que puedan interesar a mucha gente. Algunas veces, pocas, tres o cuatro, me he encontrado con un manuscrito que, cuando lo he empezado a leer me ha pasado una cosa rara, que me da un cosquilleo en las yemas de los dedos, eso es como un enamoramiento, no pasa siempre. En otras ocasiones, funciona simplemente más la razón", afirma.
Ha editado, como relata ella misma, “a una muchedumbre de gente muy talentosa. Cuando empecé con esto, me pareció que había muchísima oferta de novela de ficción, que me interesa un montón, pero que había un hueco que no estaba cubierto, el del periodismo literario, el que sale de los periódicos, es una tradición española muy antigua, casi todos los grandes escritores provenían de los periódicos. A mí me parecía que había textos de Antonio Lucas, de David Gistau, de Nuria Labari,… que eran joyas y merecían ser rescatados y reordenados y leídos de otra manera. No me considero una intelectual muy profunda, pero si algo me interesa a mí, habrá al menos 20.000 personas en España que compartan ese criterio, pensé, y sí que las ha habido”.
Le apasiona “la literatura que habla de la vida, porque yo no publico textos que estén pegados a la realidad, me gusta ese periodismo que cuenta la vida, lo que pasa en la calle, y eso no caduca nunca. Una de las ventajas de las personas que tienen que escribir todos los días en un medio, es que son bastante disciplinadas, acostumbradas a entregar a una hora, económicas en su forma de adjetivar y no dicen cosas innecesarias porque cuentan espacio con el que cuentan, y porque el buen periodismo se hace en la calle, ¿no? Ahora no hay tiempo, y un periodista a veces tiene que estar hablando de la desaparición de las ballenas, de la guerra y de la próxima novela de éxito, pero los periodistas tienen una mirada, el oído y los ojos abiertos, y capacidad para hacer de una anécdota una categoría, de lo cotidiano algo grande, y eso no caduca”.
“Yo era una niña un poco rara”, describe. “No se me daba bien casi nada, ni los deportes. No me invitaban a muchos guateques. Yo leía mucho. Cuando era niña, la televisión se acaba a las tres y media de la tarde, luego ponían una cosa que se llamaba 'carta de ajuste' y no había nada más hasta las ocho. El único entretenimiento real era leer. Y a mí aquello me provocó una enorme curiosidad, porque me parecía que si yo leía, podría vivir muchas vidas que no eran la mía. De ahí me viene quizás lo que siento con la lectura: leer o no leer es una cosa coyuntural”.
En la conversación, comentamos que Samarago no escribió apenas hasta los sesenta años. “Yo empecé en esto muy tarde, con 50 años. Y me parece importante decirlo, esa obsesión con que si no has conseguido nada a los treinta, ya estás fuera… uno consigue lo que puede en la vida, cuando puede. No se trata de ponerse mil metas incumplibles. A fecha de hoy, la única discriminación real es la de la edad. Es que no es verdad que la vida se acaba. La vida sólo se acaba cuando te mueres, mientras tanto puedes inventarte mil cosas nuevas para hacer y trabajar en otras cosas. Yo antes de los cincuenta hice muchas cosas, trabajé en trabajos extraños y exóticos, hice otras cosas… Me parece muy preocupante esa tensión que les metemos a los adolescentes y a los jóvenes de que tienen que tener muy claro lo que quieren ser, sus objetivos y no me extraña que haya este nivel de ansiedad y enfermedades mentales, con la idea absurda de qué es el éxito y el fracaso, porque no está nada claro qué es”.
Las claves de un buen libro
¿Una buena historia puede comenzar por muchos sitios distintos? “Yo tengo un libro fantástico de Úrsula K. Le Guin, una señora que hacía libros de ciencia-ficción, pero que había estudiado antropología, que habla de eso. Ella dice que Virginia Woolf contaba que una historia no es la historia, es la música de la historia, que tiene un ritmo, que una historia te engancha, no sólo por la historia o por la trama, sino porque tiene un ritmo que te puede sacar de ti, que te puede llevar a otro sitio. ¿Los inicios son importantes? Yo creo que sí, en tanto en cuanto demuestrean la pasión que tienes por contar algo, pero en realidad puedes empezar a leer por la página que quieras. Aunque comercialmente un libro, para que no se te caiga de las manos, tiene que tener una buena primera página, que te provoque interés, pero las otras doscientas, si no tienen esa música, da igual que cuenten que te han raptado o que has ido a Marte y has vuelto”.
“Yo lo que digo es que a todos nos pasan cosas, pero eso es una historia para hablar con tus amigos. Que nos pasen cosas, aunque sean apasionantes, no significan que tengas un libro. Tienes una buena historia que te va a hacer una persona muy divertida o muy interesante en una cena o en un bar. Pero eso no es un libro. Siempre suelen decir, ‘a mi abuelo lo que le ha pasado algo que es para escribir un libro’. Bueno, ya, pero es que luego el libro hay que escribirlo. La gente que hace footing, o que corre mucho, te dicen que hay un momento, cuando ya estás muy cansado, en el que de repente, consigues superarlo y te vas de ti. Leer es una manera estar en silencio en un mundo con tanto ruido. Pero es que tú eres una parte más del libro, tú estás hablando con alguien que puede estar muerto, pero entras en una comunión con un tiempo, época o circunstancias que no son las tuyas, y eso es algo bastante sorprendente”.
“Cuando yo trabajaba leyendo manuscritos”, añade, “al principio en Alfaguara estaba en los no solicitados, leía manuscritos que llegaban a la editorial sin más, muchos eran horrendos y me iba a mi casa con la sensación de esos médicos a los que se les mueren todos los pacientes. No pasaba ni uno. Coincidió con una época de prejubilaciones bancarias… es que escribir es un oficio, escribir no es un hobby, es un proceso doloroso y difícil y no vale cualquiera. Para contar historias sí, pero para escribir bien, no”.
Para Eva Serrano, los libros malos y los buenos saltan al ojo. “Los muy malos, los ves a la primera. Los buenos, también. Pero ¿y esos libros intermedios que pueden ser un diamante en bruto? Ahí está el trabajo del editor: este personaje no funciona, esta voz no está bien, o este tiempo no está bien puesto. Los libros que son muy buenos siempre encuentran su sitio, si no es conmigo, será con otro. También respeto enormemente los libros de puro entretenimiento, no es fácil escribirlos, no estoy en contra de los best-sellers, si fuera tan fácil ser Dan Brown, mezclando como dicen un poquito de sexo, religión y dinero, habría muchísimos escritores millonarios. Cada editorial y cada sello tiene su personalidad, lo único que hay que ser es honesto”.
Las entrevistas
Ha publicado dos libros de entrevistas, “y los dos han ido fenomenal, porque el buen entrevistador es el que se esconde, no toma protagonismo y se lo deja al entrevistado. Uno fue de Juan Cruz, que había entrevistado a todos los premios Cervantes y Nobel y era interesante conocerlos. Y el otro libro es de una señora que se llama Anatxu Zabalbeascoa y que cuenta cosas de personas que crees que conoces… y no. El buen entrevistador se mete en el alma del entrevistado, sin que este se dé cuenta, se la roba y no se nota. Por ejemplo, siempre me imaginaba que Patti Smith estaba en su hotel de Nueva York con Mapplethorpe, y resulta que es una señora que en un momento lo deja todo y se dedica a tener hijos y hacer magdalenas, algo que desconocía de esta mujer. No son solo personajes, son personas, cuando le quitas la cáscara del personaje, y consigues llegar a la persona, creo que es un género muy interesante”.
Algunos autores afirman que la entrevista es el género roba-voz. “Pues es del todo cierto. Es que les estás robando la esencia, y ellos la dan gustosamente si el entrevistador es bueno. Se apoderan de la esencia. De cosas que nunca habías contado. Es un oficio difícil. Ayer leía que habían premiado a este periodista que decía que el periodismo español no es otra cosa que un reguero de anécdotas, y yo a veces lo pienso, cuando abro un periódico, y cuentan el caso de una señora en un pueblo a la que no le llegó la ambulancia, ¿no habría que hacer mejor un análisis de por qué no llegan las ambulancias a los pueblos? La anécdota pequeña no construye. La literatura te lleva a otro sitio y los buenos periodistas son capaces de hacer esto”.
La lectura como placer
“A mis hijos”, continúa, “les digo, leed lo que sea, cómics, 50 sombras de Grey, pero leed algo, porque hay un proceso, que es lo que nos ha llevado de la selva a las ciudades, esa proceso mental tan raro por el cual veintiocho signos forman palabras en tu cabeza y uno es capaz de leer 'mesa' y ver y entender 'mesa' o leer 'amor' y entender, 'amor'. Es un proceso mental que no consiste en sentarte a que te pongan imágenes y ya está, sino que tu cabeza sea capaz de dibujar la mesa o el amor, o el dolor por una combinación de signos, a mí me parece una alquimia, es como hacer oro de las piedras”.
Leer da por placer. De hecho, ella explica que no lee igual por trabajo que por gusto. “Me gusta descubrir cosas y me fío de amigos y autores que me recomiendan libros. Siempre leo lo que saca Carrère. Pero llegó a mis manos La Parcela de Alejandro Simón Partal, que es un libro que saca Caballo de Troya y de repente dijo ‘¿pero qué burrada, en el buen sentido, es ésta?’ Y eso me produjo un placer enorme. Luego compro muchos libros y nos los termino, porque me parecen previsibles, veo el truco, o me parecen una pérdida de tiempo”.
Sin embargo, “a veces me parece que he dado con algo completamente nuevo, una forma de contar diferente. Con Feria [de Ana Iris] me pasó, aunque no me llegó escrito, contacté con ella, y me encontré con la vida de los feriantes. Ella me fue mandando textos, el libro fue cambiando … pero cuando lo leí entero, dije, hay algo que es verdad, es que esto es cierto”.
“La edición es un sector eminentemente femenino”, afirma Serrano. “Quizá influya que la mujeres aceptamos trabajar mucho ganando poco [sonríe]. Una cualidad imprescindible para un editor es la empatía, ser capaz de ponerte en sus zapatos, esa inteligencia emocional se da mejor entre las mujeres. Me gustan mucho todas, pero a Beatriz de Moura de Tusquets habría que ponerle una plaza pública. Es una mujer que creó una editorial de la nada y trajo todo lo que en España no había. Fue valiente, acertada y es una mujer sabia, una dama, yo trabajé mucho tiempo haciendo informes de lectura para ella, solo escucharla es un placer”.
La autoficción
“La realidad está tan rota”, añade finalmente, “es tan compleja y tan amplia, que casi nadie puede escapar a mirar el mundo desde su propio prisma. De hecho, cualquier libro, salvo la ciencia-ficción buena y la novelas de intriga y suspense, en la búsqueda del asesino y de dónde está escondido el tesoro, tienen algo de autoficción. ¿Qué hacían los rusos, de lo que escribían era de lo que tenían cerca… ¿Uno inventa de cero? No puede. Sólo que hay una autoficción literaria, y una psicoanalítica que es un peñazo insoportable con monólogos interiores sobre lo que ocurre y lo que le pasa, que a mí no me interesa nada”.
Para ella, la clave está en que “nadie que escriba una autoficción puede ser sólo una cosa: ser futbolista por ejemplo, tienes que ser un futbolista al que le pasan cosas. Fíjate en Soldados de Salamina, es en cierto modo autoficción, pero es que pasan muchas cosas. La buena autoficción es buenísima y la mala será una moda pasajera, y quedará como una autoayuda un poquito pereza. ¿Conoces El bar de las grandes esperanzas? Es un libro estupendo y una película maravillosa sobre la vocación de un niño para la escritura, pero es que en el medio de todo eso hay personajes buenísimos e historias que se cruzan”.
Esa “autocompasión del escritor”, explica, citando a Sartre, es “del todo innecesaria”, porque “lo importante no es lo que nos han hecho, sino lo que nosotros hemos conseguido hacer con eso que nos han hecho. Quizá sigo encontrando un cierto victimismo en cierta literatura actual, una cosa un poco adolescente. Pero mira, al final todo se resume en una frase fantástica de Patricia Highsmith, que decía, 'si no puedes entretener, no escribas'”. Y termina pidiendo irse, para seguir observando lo que sucede, ahora en una lectura de grupo de una autora de su editorial.