Últimamente, una buena parte de la ficción producida por la plataforma se ha dedicado a paliar la amnesia colectiva. La serie Transatlántico es una de esas producciones, que aún basada en hechos reales y envuelta en el manto de la ficción, rescata de la cueva del olvido, hechos y personajes de un pasado no tan lejano.
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En Transatlántico se reivindica la figura de la rica heredera Mary Jayne Gold, quien como parte del equipo del Emergency Rescue Committee (ERC), asentado en Marsella en 1940 hasta 1942 y comandado por el periodista Varian Fry (interpretado por Cory Michael Smith), contribuyó a que artistas, escritores, científicos e intelectuales judíos y contrarios al Tercer Reich, pudieran escapar de las fauces del ejército nacionalsocialista alemán que para la fecha ya había invadido Francia.
Marsella representaba la última puerta de salida a una posible libertad rumbo a EE.UU, y a la lista que había traído Fry desde Nueva York, donde se gestó el comité, se le iban sumando cada día más nombres.
Para el desarrollo de esta serie, los creadores Anna Winger y Daniel Hendler (el dúo detrás de la exitosa Unorthodox) se apoyaron principalmente en el libro The Flight Portafolio (de Julie Orringer, 2019).
Y aunque los autores se tomaron un par de libertades creativas, para hacer más sustancioso el drama, la miniserie de siete capítulos nos devela a Mary Jayne Gold, una joven estadounidense de clase pudiente. Sin querer, Mary Jayne se convertiría en una de las tantas heroínas de la Segunda Guerra Mundial obviadas por la historia.
Cruce de caminos
Para situarnos en contexto, apenas despuntaba el verano de 1940, cuando el ejército alemán invadió Francia. Lo que los incrédulos franceses habían llamado durante meses la ‘drôle de guerre’ (la guerra de broma), a pesar de que el Tercer Reich sistemáticamente había venido ocupando territorios de países colindantes, de un momento a otro se les presentó como lo que era, es decir una guerra verdadera con todo lo que un conflicto bélico acarrea. Con las banderas nazis desplegadas en París, se instauraría definitivamente el terror.
“En 1939 yo era una joven protestante anglosajona blanca que vivía en París en la elegante avenida Foch”, relata Mary Jayne Gold en Crossroads Marseilles, 1940 (publicado en 1980), “pasaba mis días entre París, Londres y sofisticados complejos turísticos, sintiéndome como en casa en Cannes, Biarritz, Mallorca y St. Moritz (…) Volaba en mi propio avión, asistía a muchas fiestas y grandes galas ataviada apropiadamente de la haute couture parisina (…) Cuando se declaró la guerra mucho de esto llegó a su fin”.
La heredera millonaria proveniente de Chicago recaló en Marsella como lo hicieron miles de refugiados franceses y extranjeros; ella derrochando privilegio y glamour había huido de París, y aunque su intención inicial era abandonar Europa desde esa localidad del sur de Francia, dos hechos le torcieron el destino: se lio sentimentalmente con un ex legionario (un romance destinado a la sequía y que no se aborda en la serie), pero sin dudas lo más importante fue conocer a Varian Fry a través de Miriam Davenport (quien no aparece en la ficción a pesar de haber sido la secretaria del ERC).
“Nuestros caminos se cruzaron en el gran puerto de Marsella”, relata Mary Jayne sobre Fry en aquellas memorias donde recoge las vivencias de los meses que le cambiarían la vida, precisamente la época relatada en Transatlántico. Mary Jayne se convertiría en una pieza clave del ERC, aportando tanto dinero como dedicación y voluntad para ayudar a los refugiados en medio del horror de la guerra.
“1940-1941 resultó ser un gran año para una buena chica proveniente de Evanston, Illinois”, escribiría Gold en el prólogo de Crossroads Marseilles, 1940, aunque como diría años más tarde, siendo ya una anciana, “no estuve allí para presenciar lo peor, solo el comienzo”.
Una mujer de armas tomar
Transatlántico se inicia con Mary Jayne Gold (interpretada por Gillian Jacobs), siendo ya parte del Emergency Rescue Committee. Paseando con su perro Dagobert (el chucho y su nombre son reales), llega a la terraza de un café en el centro marsellés al encuentro con el cónsul estadounidense (Corey Stoll) en esa ciudad; este le extiende un mensaje de parte del padre de Gold con un boleto de vuelta a Chicago.
El mensaje dice que no es posible que la única hija del millonario Gold esté tonteando en Francia con los más buscados por los nazis, que regresar a casa será lo mejor, que se case y tenga hijos como hacen todas las mujeres. Pero tal como se vislumbra en ese primer episodio, Mary Jayne es una mujer de armas tomar, contraria al modelo de vida impuestos por la sociedad y la clase social a la que pertenece.
“Estoy tratando de salvarles la vida”, zanja el personaje de Mary Jayne, “son las mentes más brillantes de Europa, y América debería sentirse afortunada de recibirlos”. No es una exageración.
En 1940 por las calles de Marsella se veían a numerosos refugiados. Entre ellos, también se encontraban quienes habían logrado escapar de los campos de internamiento en Francia, cuyas condiciones de vida eran infrahumanas, por lo que quien escapaba de ellos, procuraba no regresar.
En principio fueron campos destinados a los españoles que huían de la Guerra Civil, pero se fueron abarrotando de antifascistas, un grupo en el que entraban desde comunistas a judíos, así como muchas de estas mentes brillantes a las que hace referencia la Mary Jayne de la ficción.
El gobierno de Vichy, doblegado ante la invasión alemana, pronto se dedicaría a perseguir a los fugitivos, incluyendo a quienes en Marsella esperaban una oportunidad para huir de Europa. Hasta finales de 1941, EE.UU no le declaró la guerra a Alemania, por lo que la emisión de visados y la recepción de refugiados constituían una verdadera odisea.
En un idílico caserón a pocos kilómetros de Marsella, el ERC halló el escondite perfecto. La Villa Air-Bel albergó a Max Ernst, André Breton, Hannah Arendt, Marc Chagall, entre otros, mientras esperaban por una visa o un pasaporte, o el momento adecuado para salir del país. En Transatlántico se recrean los largos meses en ese refugio que a la vez era como un limbo, evadiendo el terror, la ansiedad y la desesperanza.
La famosa mecenas Peggy Guggenheim, que pasó por la Villa Air-Bel, fue testigo de la labor del equipo del ERC. “Con ellos estaba una chica americana muy guapa, Mary Jayne Gold”, escribe Guggenheim en sus memorias Out of This Century: Confessions of an Art Addict (1946), “que aportaba fuertes sumas de dinero para su noble trabajo, en el que ella también arrimaba el hombro”.
Las actividades del ERC no estaban exentas de grandes riesgos, todos los implicados, incluida Mary Jayne, se jugaron la vida. Bien por la vía legal o ilegal, por mar o cruzando los Pirineos con Lisa Fittko - otra heroína de la resistencia nazi (interpretada en Transatlántico por Deleila Piaskoas) -, el Emergency Rescue Committee logró en poco más de un año que alrededor de dos mil personas consiguieran ponerse a salvo. Sin el apoyo humano y económico de Mary Jayne Gold, eso no hubiera sido posible.
En 1941 Mary Jayne abandonó Francia, pero volvió cuando acabó la guerra. Murió en St. Tropez en 1997 a los 88 años, nunca se casó ni tuvo hijos. Siendo una anciana le confesaría al cineasta Pierre Sauvage que sólo le importaba una etapa de su vida, el año que pasó en Marsella.
Sólo si se conoce esa confesión, la frase de la Mary Jayne ficcionada en el último capítulo de Transatlántico, adquiere otra dimensión: “Nunca me sentí tan viva”, le dice a Varian Fry en el momento de la despedida, haciendo referencia a esos oscuros y peligrosos meses vividos en Marsella. Una época en la que, sin proponérselo, terminó por convertirse en una verdadera heroína.