Cuando se filtró la noticia de la posible participación de Phoebe Waller - Bridge en la película que pondría punto final a la saga de Indiana Jones, las expectativas se elevaron.

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Y con ellas vinieron todas las preguntas ¿cómo sería su personaje?, ¿qué peso tendría en la historia? Y sobre todo si la artífice de Fleabag y Killing Eve impregnaría su sello personal, en una franquicia cuyos seguidores pueden que sean más puristas que los propios creadores.

Tres años más tarde, antes de que se apagaran las luces en la sala del multicine, con la emoción a tope, dispuesta a ver Indiana Jones y el Dial del Destino, me pregunté si mi heroína Phoebe Waller – Bridge había logrado hacer más feminista la última entrega de Indiana Jones. El resultado no me decepcionó.

Phoebe interpreta a Helena Shaw, una mujer sagaz, intrépida, ocurrente, de osadía e inteligencia abrumadoras. Es la ahijada de Indiana Jones, hija de Basil Shaw, antiguo amigo, colega y compañero de aventuras del profesor Jones.

No es de extrañar que Helena, impresionada por su padre y su padrino, también se haya convertido en arqueóloga, aunque en 1969, época en la que (re)aparece, su marco ético y modo de vida disten del de sus modelos.

Phoebe Waller - Bridge

Helena es una especie de comerciante de piezas arqueológicas. Al conocer el valor y muchas de las leyendas que rodean las mismas – si carecen de ellas, posee la suficiente habilidad e ingenio para inventarse una o dos historias que eleven el interés y el precio —, se aprovecha de las ansias de posesión de ricachones de diferentes calañas que acuden al mercado negro para hacerse de un tesoro personal a cambio de una significativa suma de dinero.

Estamos frente a una mujer que sabe valerse por sí misma, de coraje imperturbable, brillante en todos los sentidos, que ha perfeccionado el arte de ser escurridiza. Helena es dueña de su independencia absoluta, y cuando se ve en medio de una reyerta, en lugar de gritar por ayuda, no duda en hacer de cualquier objeto un arma de defensa, ni en repartir puños y patadas, haciéndose trizas su elegante blusa de seda.

En esta aventura, el legendario Indiana, tiene en Helena a una cómplice que está a su altura. “Ya desde las páginas del guion te daba la idea de que se trata de dos personas compatibles, de dos iguales, lejos del juego de estatus”, comentaba Phoebe Waller-Bridge en el Festival de Cannes, donde el filme tuvo su estreno mundial.

“Helena e Indiana se necesitan mutuamente, aunque lo nieguen por completo, no se trata tampoco de una relación maestro-alumna, pero saben que se importan, que se aprecian”, describía Phoebe, “al leer el guion me dije: ‘vaya, chicos, os convertiréis en amigos’ (se ríe) Entre ellos se produce una dinámica divertida, muy gratificante, y guste o no, de verdad están destinados a ser amigos para siempre”.

Tenemos que hablar de Indy y las mujeres

Helena Shaw es un personaje bastante alejado del prototipo de la damisela en apuros, y aunque ella es más bestia, remite a la Marion Ravenwood, interpretada por Karen Allen, de la primera entrega de la saga, Indiana Jones en busca del arca perdida (1981)

Con Marion, se llegó a pensar que George Lucas, creador y productor, y Steven Spielberg, director y productor de las primeras cuatro películas, continuarían con esa línea en relación con los personajes femeninos, pero no fue así.

En un documental sobre el rodaje de Indiana Jones y el Templo Maldito (1984), muchos años después, Kate Capshaw, que interpreta a la cantante Willie Scott en ese segundo filme, diría: “a medida que leía el guion, me di cuenta de que sólo ponía, ‘pasa esto o aquello y Willie grita, y vuelve a gritar una y otra vez’, entonces pregunté, ¿acaso esta mujer no puede hacer otra cosa que chillar todo el tiempo?’”. Su observación fue ignorada.

Phoebe Waller – Bridge

Se suponía que los gritos constituían un elemento de la comicidad, pero falló la dosificación, y prevaleció el capricho de Spielberg y Lucas de que estuviera berreando y quejándose constantemente. Willie Scott pasó a la historia como ‘la irritante y desvalida mujer rubia que grita constantemente’.

En el citado documental, Kate Capshaw, que en su vida real era madre soltera, académica y feminista, recuerda las duras críticas hacia su personaje y cómo la sentaron en el banquillo de las acusadas por alimentar un estereotipo que mancillaba el feminismo. “Me divertí horrores haciendo ese papel”, zanjó, “me temo que en mi defensa solo dije que habíamos hecho una película de aventuras”.

Para La última cruzada (1989) y El Reino de la Calavera de Cristal (2008), los personajes femeninos se concentraron en las malas de la película. En la primera, la profesora de Arte y simpatizante de los nazis, Elsa Schneider (interpretada por Alison Doody), seduce a Indiana para luego medir fuerzas con él; más allá de una simple femme fatale villanesca, se trata de un personaje complejo, misterioso, una villana muy lejos de ser la típica de catálogo.

Por su parte, Cate Blanchett se hizo cargo de Irina Spalko, científica y psíquica rusa agente de la KGB, literalmente vestida para matar en plena Guerra Fría. Aunque en Irina se juntaban varios clichés, algo de ella se quedó en el ideario popular. Al menos.

¿Que si hubo más conciencia de los feminismos para la construcción y desarrollo de Helena Shaw? James Mangold, el director y coguionista de Indiana Jones y el Dial del Destino, confirma la intención. Definitivamente, no se puede hacer una película como esta de espaldas a todo lo que ocurre ahí afuera en materia de reivindicaciones de las mujeres.

Mangold recuerda la esencia de Marion, manifestada desde esa escena de Indiana Jones en busca del arca perdida desarrollada en su bar en Nepal, midiendo fuerzas con hombres y compitiendo a chupitos con un grandullón, repartiendo puñetazos en una riña con la banda de un nazi, y plantándosele a Jones, su antiguo amante. A principios de los 80 del siglo pasado, independientemente de la conexión amorosa entre Marion e Indiana, “desconcertó la fuerza de este personaje femenino”, afirmaba el realizador en el Festival de Cannes.

Ese es, pues, el espíritu del que se nutre Helena Shaw.

De este nuevo personaje, del cual se rumorea podría tener una saga, Phoebe lo ve como una inspiración, sobre todo para las más jóvenes. “A que se conviertan en unas mercenarias egoístas, en unas badasses”, dice riendo orgullosa de sus moretones y magulladuras producidas durante el rodaje, “eso fue lo que Indiana Jones me inspiró cuando era niña, así que estoy segura de que Helena anima a hacer travesuras y revueltas, a empujar los límites impuestos y a ir a por lo que quieras”.

Phoebe, la incomparable badass

Fichada a principios de 2020 para este emblemático final por la mismísima Kathleen Kennedy, productora de amplísima y sólida trayectoria y presidenta de Lucasfilm, Phoebe Waller-Bridge venía de colaborar en el guion de la nueva James Bond, Sin tiempo para morir (estrenada en 2021), logrando la hazaña de darle un vuelco a la sexualizada chica Bond, al despojarla finalmente del síndrome de la mujer florero que necesita ser salvada, para presentar a una activa colaboradora, que va hombro a hombro con famoso agente 007.

Pero ¿para Indiana Jones cómo sería su participación tomando en cuenta que el guion ya estaba bastante avanzado? Lo que no sospechaba Phoebe era que en Kennedy, el director y coguionista James Mangold así como en el mismísimo Harrison Ford (también productor de la saga), tenía a un trío de acérrimos seguidores y amantes de Fleabag, y por ende de su visión como creadora.

Phoebe Waller – Bridge

“Es difícil imaginar que muchas actrices tengan la habilidad de lidiar con todas las contradicciones de Helena”, sostenía Mangold, quien incluso mucho antes del ‘sí, quiero’ de Phoebe, había construido a Helena teniendo en mente a la actriz y autora británica.

No es que Waller-Bridge se haya hecho de un puesto en la industria audiovisual anglosajona, la cosa es que ha creado uno propio, erigido a punta de originalidad, abriendo los brazos y dejando adentro de ellos sus miedos, fobias o cualquier cosa que perturbe, para desde allí crear su propio universo. Desde el surgimiento de una idea a la interpretación, da la sensación de que todo lo que hace es desde el ingenio, la valentía, en definitiva, desde su mirada y su propio lugar.

Aquella tarde, en el Festival de Cannes sentado al lado de Phoebe, Harrison Ford valoraba la participación de la actriz británica en Indiana Jones y el Dial del Destino. Entre otras cosas, dijo que ella aportó a la historia toda su profunda experiencia y comprensión de las relaciones entre hombres y mujeres. “Phoebe es una verdadera revolucionaria”, sentenciaba Ford, “y hay que estar conscientes de eso”.

Si Phoebe logró hacer más feminista la última entrega de Indiana Jones, diría que lo hizo y con creces, porque también consiguió un imposible como es dejar una impronta en una franquicia de aventuras reconocible a través de varias generaciones y alrededor del mundo, con un personaje inolvidable y a la altura del héroe que con esta película se jubila de sus andanzas.

Por eso y por más, no es exagerado tildar a Phoebe Waller-Bridge de revolucionaria.