Paloma Llaneza (Madrid, 1965) es una abogada experta en ciberseguridad e identidad digital, ensayista, profesora universitaria, colaboradora de El País y maestra de Ikebana.
[Mona Kinal: “La ciberseguridad es esencial para los que formamos parte del mercado de e-commerce”]
Su preocupación por que tengamos entornos digitales seguros le ha llevado a escribir Datanomics (Deusto, 2019). Un libro necesario que te abre los ojos sobre el poder que tienen las tecnológicas. No dan servicios gratis. El precio son nuestros datos, su “gasolina”. Pero ceder datos puede tener consecuencias indeseables y condicionar nuestro futuro.
Gran conversadora, terminamos hablando de la rapidez con que las redes sociales, sobre todo Snapchat y TikTok, han propagado las recientes revueltas en Francia y cómo han conseguido prolongarlas. Es poco optimista: “Cuando las cosas se ponen así, sólo se solucionan con una gran convulsión. Es una situación tan multifactorial que requiere soluciones muy complejas y mucha fineza. No eslóganes”.
Conforme leía su libro Datanomics e iba tomando conciencia del uso que se hace de nuestros datos y de cómo los cedemos tan a la ligera, he empezado a borrar aplicaciones, historial y cookies. ¿Sirve de algo?
Sí. Yo lo hago. De hecho, los que nos dedicamos a la privacidad y a la ciberseguridad somos muy maniáticos con ese tipo de cosas. No dejar huella digital es imposible. Es más, quien no tiene huella digital es automáticamente sospechoso de los servicios de inteligencia.
Conviene no tener 100 aplicaciones que no sabes de dónde son y sólo están pensadas para recoger datos. Así se evita que te perfilen empresas desconocidas y problemas de spam y fraude. Yo no tengo WhatsApp desde que lo compró Facebook. A 19 dólares por usuario. Lo que compraban eran tus datos. Tengo el placer culpable de usar Twitter.
Aun sabiendo que esas aplicaciones y redes sociales utilizan técnicas adictivas y comercializan nuestros datos, aceptamos las cláusulas…
Un 99,9% de personas no lee las condiciones legales. ¡Son 40 páginas en una letra enana! El New York Times, tras un experimento, concluyó que entender estas cláusulas equivalía a ser capaz de entender la Crítica de la razón pura.
El problema es cuando una persona para sociabilizar, para trabajar, para estar en el mundo, necesita unas determinadas herramientas. Entonces, ese consentimiento deja de ser libre e informado. Por lo cual, una de las cuestiones que la UE debería plantear es si este tipo de consentimiento tiene algún sentido.
La mayoría, cuando cedemos los datos, decimos “No tengo nada que ocultar” o “¿Quién va a querer mis datos?”, pero ¿cuál es el valor de nuestros datos?
Los datos no son bienes fungibles y se pueden duplicar, así que es un problema regular el valor de los datos. Otra cuestión es que no hay mercado, porque son 4 empresas que lo controlan, las GAFA: Google, Amazon, Facebook y Apple.
Si vas al Internet profundo o a un mercado de datos, un conjunto de datos básicos no vale más de 5 o 15 euros. El acceso fraudulento a la cámara de una adolescente puede valer 15 euros. Y depende de lo usados que estén estos datos.
La cámara y el micrófono se pueden activar de manera remota si el dispositivo tiene batería o está enchufado. La única manera de que un teléfono deje de funcionar es quitarle la batería. Se podrá en el 2027 por normativa de la UE.
¿Por qué los datos son importantes?
Porque sin muchos datos no se pueden hacer injerencias, ni aplicar IA, ni sacar parámetros. Mientras con la estadística con pocos datos infieres el comportamiento de un gran número de gente, con muchos datos infieres el comportamiento de una persona en concreto.
Tus datos son tan esenciales que empresas que ganan miles de millones de dólares al año están dispuestas a darte gratis una serie de servicios que cuestan mucho dinero producir. Gracias a tus datos, agregados con los demás, Facebook es capaz de saber quién eres.
¿El uso de los datos es publicitario?
Inicialmente, la finalidad de los datos era hacer un perfilado de cara a la publicidad. De hecho, la mayor parte del negocio de Google es publicitario. Y de Facebook, el microtargeting, que consiste en identificar tu otro yo -“tu doble digital”- y bombardearte con contenido. Esto ha llevado a situaciones de manipulación de elecciones. No creo que fuera su propósito, pero es una herramienta poderosa.
¿Este doble digital es un conjunto de todos nuestros perfiles?
Sí. Fíjate en la gran distancia que hay entre lo que tú proyectas y lo que saben las redes de ti. Por ejemplo, si te dedicas a posturear en Instagram y te sacas una foto buena, previamente te has sacado muchas en las que no te gustaba cómo salías. Toda esa información se queda en la red social y te perfila.
¿Qué refleja de ti? Que tienes inseguridad con tu propia imagen. Facebook te ofrece hacer una copia de seguridad de tus guasaps. ¿Por qué todas estas empresas te dan muchos servicios? Porque cruzan los datos. Netflix sabe exactamente cuántas veces has echado para atrás y para adelante los Bridgerton. Spotify cuál es nuestro estado de ánimo por la música que ponemos.
De hecho, yo me leí las condiciones y te da una opción muy escondida de permitir el acceso al giroscopio de tu teléfono. Sabe - Google también- dónde estás, cómo has venido, aunque tengas la aplicación cerrada.
El usuario medio verifica su teléfono 150 veces al día…
Y me parece poco.
¿Somos conscientes de que tenemos un problema de adicción?
Yo creo que no. Algunos profesores han propuesto a sus alumnos prescindir del teléfono móvil durante una semana. Las experiencias han sido sorprendentes. Los primeros días tienen síndrome de abstinencia: no duermen, no comen, tienen dolores de cabeza…
Luego, cuando pasan el mono físico, empiezan a encontrase cómodos. Cuando se les devuelve el teléfono algunos no lo han querido, otros lo usan con más cuidado.
No sólo adolescentes, también adultos perdemos horas con el teléfono.
Yo creo que estamos en la entronización de la irrelevancia. Gente irrelevante que hace cosas irrelevantes. Instagram es todavía lento, TikTok es la adicción de la rapidez.
Hay un malestar en nosotros. Nos conectamos a estas cosas para atontarnos, y ese atontamiento nos provoca malestar. Es un círculo vicioso que hay que romper. Hay que enfrentarse al dolor y pasar por el sufrimiento que toque, porque la evasión nunca es buena. Te evades, pero el sufrimiento continúa.
¿Las tecnológicas diseñan para crear adicción?
Por supuesto. Una extrabajadora de Facebook, Frances Haugen, demostró que Facebook sabía el impacto que tenía Instagram en los adolescentes. Generaba problemas de ansiedad, anorexia y depresión.
En Europa podemos limitar muchas cosas, pero como son empresas estadounidenses tienen que regularlo allí. De hecho, algunas fiscalías federales y la acusación popular han iniciado acciones legales contra las redes sociales por la adicción que están generando en menores y cómo está afectando a su salud mental.
Lo interesante es que están usando la misma doctrina que se utilizó con las tabaqueras, que no solo vendían un producto que era adictivo, sino que le añadían elementos para hacerlo más adictivo y, además, conocían las consecuencias.
Usted cita una frase sobre las redes de otro Saulo caído del caballo, James Williams, el que fuera estratega de Google: “Es la forma de control de la atención más grande, estandarizada y centralizada de la historia humana”. Es muy preocupante.
Sí. Sé que no gustamos los agoreros ni las Casandras. Una empresa privada puede saber cuál es el sentimiento no solo de un país, sino de grupos sociales y de los individuos. Y puede manipularlos. Yo estoy convencida de que Google puede predecir con total precisión quién va a ganar las próximas elecciones.
Tenemos una tendencia a ver las noticias negativas en vez las positivas…
Se llama doomscrolling. Por eso se hace. Una de las cosas fascinantes y horripilantes de esto es que se utiliza mucho la neurociencia y el sistema de sesgos mentales. Nuestro cerebro está pensado esencialmente para protegernos y ahorrar energía. Por lo tanto, nuestra necesidad para estar alerta y defendernos hace que nos enganchemos a ese tipo de noticias. Las noticias positivas no nos ayudan a sobrevivir como especie.
Con casos precedentes de injerencias de las redes sociales en las elecciones, las fakenews, los bots rusos… ¿Qué posibilidad hay de que influyan en las elecciones españolas del 23 de julio?
Ya están influyendo. Es una opinión personal. El aumento de VOX es un caso de laboratorio que se explica gracias al uso de la tecnología. Podemos ha utilizado bots, pero detrás había un movimiento social del 15M. La gente cree que es libre de decidir…
¿Son estas tecnológicas y las redes sociales un peligro para la democracia?
Sí, aunque el Brexit propició un cambio de paradigma. Hemos pasado de no regularlas porque potenciaban la innovación a considerarlas peligrosas.
En EEUU han tomado medidas. Está encima de la mesa trocear Facebook y Google en cada una de sus divisiones. En Europa, separar la división de publicidad del resto. El problema es que solo gente que está dentro y conoce cómo funcionan son capaces de auditar este tipo de entidades. La administración no está preparada.
Desde 2009 nadie recibe análogo resultado en internet buscando lo mismo, aunque no personalices la búsqueda.
Tienes que tener una navegación privada, haber borrado todas las cookies y, aun así, depende. El filtro burbuja de Google existe desde 2009, el de Facebook un poco más tarde. El resultado de búsqueda de cada uno depende de su perfil. Los sistemas operativos Android requieren que estés logueado como usuario de Google continuamente. Es altamente invasivo y el mayoritario en España.
¿Son las plataformas sociales responsables de la polarización que vivimos?
En buena medida, sí. Me gustaría hacer una puntualización. El descontento existe. Lo que consiguen es identificar a los descontentos, movilizarlos y hacerles tener un sentimiento de pertenencia a un grupo.
Es lo que hizo el asesor de Boris Johnson en el Brexit. Gracias al microtargeting que hace Facebook, identificaron con total precisión a un millón y medio de descontentos del mundo rural que no habían votado nunca y los movilizaron enviando mensajes específicos. Eso fue lo que cambió el resultado. Ninguno de los análisis que se había hecho había dado ese resultado. El descontento se identifica y se magnifica.
Que te denieguen un crédito por tu perfil digital sucede en EEUU. ¿También aquí?
Aquí me consta que hay entidades que usan esta información, en muchos casos con tu consentimiento. En la petición de este hay una parte que dice “déjenos acceder a información de terceros para ver la solvencia”. Uno cree que son los datos de solvencia de toda la vida, pero se refiere a que pueden consultar tus redes sociales o cualquier información que llegue de ti.
En su libro cuenta el caso de un señor al que le denegaron un crédito por comprar en tiendas donde compraba gente que no solía pagar.
Claro, porque las IA que se usan para ello no funcionan con causalidad (causa/efecto), sino por correlación. Si cuando hay nubes cae agua en un porcentaje alto, relaciona la nube con la lluvia, pero no sabe que la nube es la causa. Si tú estás en un grupo de personas que se comportan de una determinada manera, el pasado de estas personas te lo adjudican a ti.
¿Tenemos derecho a que olviden y borren nuestros datos?
Sí, pero primero tenemos que encontrar quién está tratando esos datos. Además, aunque la regulación es buena, se queda obsoleta en seguida.
No es tan importante el dato bruto, esto es, saber que el fin de semana has comido en casa de unos amigos, como quiénes son estos y mediante ellos colegir tu capacidad económica y de influencia. Esto, que es el dato inferido, no lo puedes borrar porque es propiedad de las empresas.
Google ya tiene tu doble digital. Sigue recabando datos tuyos por si has cambiado de comportamiento, te vas a divorciar o te has deprimido. Pero los datos de hace 6 meses no los quiere.
Es maestra de Ikebana, el arte de arreglo floral japonés. En este mundo virtual de dos dimensiones, ¿es su manera de tener contacto con las cosas físicas y con la belleza?
Tiene que ver, sobre todo, con la capacidad de concentrarte en una labor manual que requiere una gran capacidad de observación y de crear algo armonioso. He entrado con un problema horroroso a clase, se me ha borrado de la cabeza y luego he salido con otro espíritu. Pero si me dedicara a otra cosa, sería igual. Estos aprendizajes lentos me reconectan con mi educación, con la vida de antes. Son muy necesarios.
Para finalizar, ¿algunos consejos de buenas prácticas?
Mi primer consejo es nunca utilizar Android como sistema operativo, pero te lo tienes que poder permitir económicamente. Procura no descargar aplicaciones en el móvil que no sabes de quién son, como juegos o esas de sácate una foto y mira cómo serás dentro de 20 años… porque son bases de datos biométricos que se utilizan para reconocimiento biométrico. Te ponen en bases de datos en las que preferirías no estar y pueden condicionar tu futuro.
Quita el geoposicionamiento del móvil (Google accede, aunque lo tengas quitado).
Revisa los permisos del teléfono, a qué accede cada aplicación. ¿Necesitas todas las aplicaciones que llevas? ¿De verdad necesitas que WhatsApp acceda al micrófono y a las fotos? Es más seguro teclear. Todas estas nuevas funcionalidades están pensadas para que tú des permisos.