Todos oímos hablar de huella, pero ¿qué significa y cuántas dejamos a nuestro paso? He querido explicar que la huella ecológica y la huella ambiental no es cosa de unos pocos, sino que es algo de todos. Los cambios individuales suman, pero son los colectivos los que transforman.
['Pasión por la mesa', la guía definitiva para montar un comedor íntimo y acogedor]
No existía un libro sobre todas las huellas, que explicase de forma sencilla términos científicos o marcos empresariales y legales. ¡Alguien tenía que hacerlo! El doble tirabuzón era no ser aburrida, ni hablar señalando con el dedo a nadie. Si no mostrar de forma honesta y con ideas chulas que reducir nuestra huella, además de posible, es bueno para nuestro bienestar y el de nuestros bolsillos. El objetivo: pura supervivencia.
Con mucha humildad y a través de mi experiencia, cuento ideas y consejos para lograrlo. También hay ejercicios prácticos para que sea una especie de guía o diario con el que ir sumando.
Me dirijo a todos. A quienes escuchan mucho hablar de “huella”, pero no saben de qué se trata en concreto; a quienes acaban de tomar conciencia y quieren hábitos para arrancar; a quienes ya están muy encaminados, pero les gusta estar al día de lo nuevo. Lo que hoy es sostenible, mañana ya no lo es.
Reducir nuestra huella implica estar sujeto al cambio y a la mejora continua. También me dirijo a los que aún piensan que esto de la sostenibilidad nos quita confort, o que no sirve de nada y a las nuevas generaciones que sufren eco ansiedad. A mi parecer, no debemos afrontar las cosas con complejo de culpa.
El qué estaba claro. Domino el campo, escribo artículos continuamente sobre cómo reducir nuestra huella desde todos los campos de nuestra vida: ¿en qué consiste una estrella verde Michelin?; ¿cómo es un anuncio sostenible?; ¿en qué consiste la movilidad eléctrica?; o ¿por qué los protectores solares deben ser biodegradables?. Se trataba de recopilar todo mi saber y reunirlo para que fuera un libro que explicase la huella en toda su profundidad y con todo su rigor.
Un trabajo para el que no hay mucha documentación y para el que he tenido que viajar y entrevistar. El cómo fue el gran reto, tenía que hacerlo para que lo entendiera todo el mundo y no resultase un muermo.
En Vivir sin Huella (Planeta, 2023) tuve que aprender a hablar de tú a tú y dar consejos. A ser guía y compañera. El índice estaba claro, la parte divulgativa, tuve que trabajarla mucho. Todo el mundo con independencia de su edad o formación puede leerlo y entender de qué se habla en las noticias en lo que a sostenibilidad se refieren.
Existe confusión sobre la huella ecológica y la ambiental. Muchas veces se encuentran explicadas como si se tratara de lo mismo. Y es importante que todos entendamos de que se habla para que no nos den gato por liebre. Con Vivir sin Huella ayudo a identificar el ecopostureo y aporto una guía de cómo poder reducir nuestra huella de forma buena para el planeta, nuestro bienestar y el de nuestro bolsillo.
Un ejemplo es el de la etiqueta vegana. Marcas que de toda la vida han formulado a partir del petróleo se permiten ahora «renovar su imagen» poniendo en grande el letrero vegano como reclamo, sin cambiar ningún ingrediente de su composición, ni mentir en una coma, porque el consumidor confunde vegano con verde y natural.
Que un producto de cosmética sea vegano tampoco implica que no se haya testado en animales. Ni que la marca garantice que sus proveedores tampoco testan en animales. Así que adiós al capítulo vegano-cosmético que se prometía verde. No miro a ninguna empresa en particular. Me miro a mí por haber picado y por creer también que significaba tener conciencia animal.
Con Vivir sin Huella, también he querido ordenar con datos el tamaño de las huellas de todo lo que necesitamos en nuestro día a día. Con los datos, las huellas invisibles se vuelven visibles.
Si por ejemplo nos dicen que un solo aguacate necesita dos bañeras de agua para crecer y que 1 kg de pepinos no llega a dos bañeras, nos replantearemos que el aguacate sea tan sostenible como nos han hecho creer en Instagram y en los restaurantes que se autodenominan sostenibles.
El punto es hacerlo sin meter presión sino todo lo contrario. Es normal sentirse abrumado al conocer en un primer momento las cifras de la huella, pero no se trata de obsesionarse contando como si fueran kilocalorías, sino de tener un dibujo de qué contamina más y qué menos para tener una vida equilibrada e ir compensando cuando la balanza se inclina.
Yo como muchas personas comprometidas con la sostenibilidad a veces siento presión, pero la venzo y avanzo con la acción de mis compromisos. Esa es la única opción, saber que Vivir sin Huella es alcanzable y dar un paso y luego el siguiente con esta guía que además es un camino divertido.