Autoras de palabra con Rosa, se ha citado en una de las terrazas de Madrid, bajo un sol de justicia, pero donde todo merece la pena si se trata de Rosa Belmonte y Emilia Landaluce. Dos de las periodistas de actualidad que han decidido revolucionar el concepto de novela negra, publicando La mala víctima (Espasa 2023), donde hablan de periodismo, poderes, clases sociales, crímenes y humor, siempre tan necesario en la vida.
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Rosa Belmonte dice no tomarse nada demasiado en serio. Es columnista en ABC y los regionales de Vocento. También habla por radio en Onda Cero y en esRadio. Emilia Landaluce, es columnista y periodista de El Mundo, dirige el suplemento LOC. Y es comentarista en EsRadio y en Onda Cero.
Bajo la chumbera enmarañada con una higuera, cuatro galgos se agolpaban afanados en algo que Marín; el agricultor no podía ver. Gruñían, escarbaban, mordisqueaban sin hacer caso a la voz de su amo que tuvo que tirarse al suelo a cuatro patas, para ver, en qué andaban enredados los perros. Era el cuerpo moreno de una mujer cuyo rostro evidenciaba su muerte. Esta es la sipnósis de La mala víctima.
La víctima es una joven guapa y rica. Huérfana de padres, de la que aparentemente nadie echa en falta, y que bien podría ser una más del asesino en serie que tiene en vilo a los vecinos de la Costa Gaditana.
La excusa argumental, el MacGuffin al mejor estilo de Hitchcock. Pero fundamentalmente el tema de la novela es la investigación no de la policía, ni de la guardia civil, sino de Socorro, una periodista de sucesos, de promesa y profesionalidad, de deber y vocación, que tiene que trasladarse desde Madrid al Puerto de Santa María, lugar al que juró no regresar. Talento y mala leche podrían definir a este personaje.
Socorro vive el menosprecio. El ser invisible ante los privilegiados por su condición de ser hija de Antonia, la empleada doméstica que por mucho que le dijeran que era como de la familia. Ella misma dice: “No sabes lo que es tener todas las cosas delante y no poderlas tocar”.
Antonia no toma vacaciones de esas, de no hacer nada. En verano se va con los Lequerica, con los que trabaja desde siempre y sabe todos sus entresijos. Dice que lo mejor que le ha pasado es enviudar. Porque: «de los hombres, el mejor, colgao»
Las Lequerica tampoco lo tienen muy fácil en el mundo laboral machista por muy aristócrata que seas.
En el caso de María Teresa Fernández Córdoba, más conocida como “Pincho” quiso ser directora del Matinal, pero se quedó en cultura. Tenía vocación periodística, y era muy competente, pero tiene un hermano y su padre confiaba plenamente en él, además era él quien llevaba los negocios.
Belmonte nos cuenta que les gusta meter personajes reales más allá de que alguno, pueda parecer alguien en concreto, que no lo es. "Probablemente no", afirma Rosa. "Aquí es un personaje real y se supone que había sido novia del Rey. Así que coge un rebote monumental porque no aparece ni con iniciales".
Reconocen que hay algún personaje inspirado en alguien que se aprecia claramente, de hecho, él mismo ha bromeado con ello y entonces “no lo ocultamos”. "Pero lo demás es ficción, por mucho que se empeñen algunos lectores".
¿Qué te convierte en una buena víctima?
Como todo en la vida, al igual que con los libros, es que te sepan catalogar y que sepan meterte en un estereotipo que no te descoloque.
Una de las afecciones de ser una mala víctima, es que debe comportarse como tal en un juicio. Rosa, apunta una encuesta que ha estado viendo del año 75, de críticos de TV y directores de colegio sobre Pippi Calzaslargas.
El director decía que no podía ser un buen ejemplo para los niños, ni las niñas. Porque en nuestra sociedad no entienden que se siente de una determinada manera.
Tampoco se entiende, por tanto, que la víctima, por muy víctima que sea, no puede llegar al juzgado y sentarse levantando las piernas. Eso no te hace una buena víctima.
¿Si encontramos a un culpable, la investigación ha terminado?
Aunque esto es casi policial. No siempre. Sobre todo si no encontramos al culpable verdadero.
La gente normal tiene un interés por las historias muy limitado. Al igual que nos hemos hecho a la instantaneidad de las noticias, también somos más adictos al sufrimiento, pero que sea breve y que tenga un principio y un fin.
Aunque esto es casi policial. No siempre. Sobre todo si no encontramos al culpable verdadero.
Los periódicos tienen una función social que no debe equipararse, ni emular el afán de gratificación de las redes sociales.
La sumisión química, tema también de la novela, se produce cuando el pinchazo dura unos cuantos segundos. Pero el hecho de que los periódicos estuvieran todo el verano con este asunto, que el ministro del interior no dijera que no había nada que lo justificara, provocó que las urgencias de ciertos lugares se colapsaran porque las niñas creían que habían sido pinchadas.
A veces hay que darnos una colleja cuando estamos publicando porque aquello desató una histeria colectiva. Lo que se lee gratis no se valora. La gente que no está dispuesta a pagar por la información no merece que le cuenten la verdad.
"Es interesante distinguir entre el usuario y el lector. Este último está dispuesto a pagar por la información, mientras que un usuario, le da igual quién ha subido la noticia, solo quiere meterse ahí aunque no haya continuidad. Los periodistas somos el mejor prisma de la realidad".
"Está ambientada en La Costa Gaditana porque queríamos que hiciera sol, pero no tanto como el de hoy".
Belmonte y Landaluce se lo han pasado muy bien escribiendo esta historia y se nota. Rosa menciona a Zapatero cuando le decía a su mujer: «Sonsoles; es que no sabes la de cosas que se pueden hacer siendo presidente»
"Nosotras hemos descubierto la de cosas que podemos inventarnos, y que aparte del periodismo, podemos matar a gente, de marketing, por ejemplo. Lo que nos dé la gana", comenta Rosa entre risas.