La comandante de transmisiones Jara Gregorio Ramón (Huesca) proviene de una familia con una arraigada tradición militar. Es nieta, hija y sobrina de militares, por lo que no es de extrañar que su fascinación por enrolarse en las Fuerzas Armadas Españolas venga desde que era tan solo una niña.
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''Siempre he sabido que quería ser militar. De pequeña me ponía la gorra y me metía en las botas de mi padre, deseaba ser como él'', cuenta a magasIN. ''Para mí esto no es un trabajo, es una forma de vida. No me imagino sin ponerme el uniforme todos los días’’.
Pero no solo su padre le sirvió de inspiración, también lo fue el mayor de sus tíos. ''No puedo evitar emocionarme al pensar en él, está siempre presente en mis decisiones'', rememora. ''Mi tío, junto con mi padre y el tercero de mis hermanos, han inculcado no solo a mí, sino a toda la familia, los valores de la vida castrense, la disciplina y el respeto y el amor a España y al Ejército''.
Y es que la comandante Gregorio Ramón consiguió lo que no pudieron algunas de sus primas y tías. A ellas también les hubiese gustado ser militares tanto como a ella, pero en sus tiempos de juventud resultaba algo impensable. ''Qué orgullo, Jarita'', le recalcan con cariño.
Con solo 18 años superó una exigente oposición y comenzó a formarse en la Academia General Militar de Zaragoza, para después pasar por la Academia de Ingenieros en Hoyo de Manzanares. Posteriormente, se fue a Almería, donde se instruyó en un batallón de guerra electrónica, hasta ser destinada a la Brigada “Galicia” VII, en Pontevedra. Entonces, llegaron las misiones internacionales.
Pregunta: En 2009 participó en la operación Libre Hidalgo en Líbano, y también lo hizo en 2018. En esta segunda ocasión, como jefe de la Compañía de Transmisiones, ¿cómo fue?
Respuesta: Sí, durante la segunda misión estuve como jefe de la Compañía de Transmisiones. Esto fue muy importante porque pude desplegar al mando de mi unidad, esos hombres y mujeres con los que llevaba trabajando casi cuatro años. Conseguimos crear una unidad muy cohesionada y realizamos un buen trabajo manteniendo y explotando los medios de telecomunicaciones.
P.: También se desplegó en Afganistán en 2012 como parte de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad liderada por la OTAN, ¿cuál fue su rol?
R.: Esta se trató de una misión de seguridad multinacional en Afganistán contra los grupos insurgentes del país al amparo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Ocupaba un puesto en el Centro de Control de las Operaciones a nivel Provincial (OCC-P) en la zona de Baghdis, ubicada físicamente en la comisaría de Policía de la localidad de Qala-i-Naw, enclave en el que se encontraba desplegado la mayor parte del personal español que participaba en la operación.
Dentro de mi agrupación, en el contingente ASPFOR XXXII, éramos un equipo de cuatro militares españoles que trabajábamos todos los días “codo con codo” con militares y policías afganos dirigiendo, coordinando y controlando todas las operaciones que realizaban en esa provincia.
P.: Afganistán supuso un reto para usted al tener que hacerse un hueco en un mundo dominado por hombres…
R.: La verdad es que, hasta entonces, allí nunca había entrado ninguna mujer occidental, ni ninguna mujer militar. Esto fue raro para ellos. Recuerdo que al principio no me saludaban, tampoco me daban la mano, pero sí al resto de mis compañeros hombres. Con mi trabajo y esfuerzo conseguí llegar a ser una más del equipo.
Cuando ellos vieron el trato que teníamos entre nosotros, que yo tenía mi misión, lograron verme como a un miembro más del equipo. Tuvimos una buena relación con ellos.
P.: Cuenta que esta se trató de su misión más especial, ¿por qué?
R.: Sí, fue la más bonita para mí. En esta misión también me desempeñé como jefa de un equipo de enlace femenino, que en Afganistán es algo fundamental. Allí es inconcebible que un hombre, y menos occidental, se relacione directamente con una mujer.
Había que llegar hasta las mujeres y los niños y niñas, que vieran que estábamos allí para hacer cosas buenas. Esto, al fin y al cabo, repercutía en nuestra propia seguridad.
A través de la directora del Departamento de Asuntos de la Mujer DOWA, Monisa Qadiri, se diseñaron una serie de proyectos para cumplir con esta misión. Estuvimos trabajando en los colegios, el orfanato, en la cárcel de mujeres; a la que yo llamaba la cárcel del amor, ya que el delito cometido más común era haberse enamorado de alguien diferente al que le habían asignado para casarse.
También hicimos proyectos en la peluquería, y de manera regular, organizábamos jornadas sanitarias gracias al personal femenino del cuerpo militar de sanidad que teníamos en el contingente. Recuerdo cómo aquellas mujeres se escondían bajo sus burkas azules en cuanto sacaba el móvil para hacer una foto. Vivían aterrorizadas.
Para la comandante ir de misión ''es la razón de ser'' de su trabajo. ''Esto requiere estar siempre en continua preparación para poder ser destacado, ya sea en el exterior o en territorio nacional. Por ejemplo, también participé en la operación Balmis y en la operación Misión Baluarte durante la pandemia de la Covid-19, así como en la operación Centinela Gallego luchando contra los incendios forestales en Galicia’’.
Actualmente, se desempeña como jefe de la sección G-6 del Estado Mayor, que es la encargada de todos los Sistemas de Comunicaciones e Información (sistemas CIS) de la Brigada Galicia VII –BRILAT-. ‘’Es el puesto con el que llevaba soñando desde hace varios años’’, afirma.
Antes de este logro, estuvo durante cuatro años al mando de la compañía de transmisiones de la misma Brigada, ejerciendo como responsable de ejecutar lo que su sección G-6 planeaba. Con su reciente ascenso, ahora es ''ella la que planea''.
‘’Cuando se prepara un ejercicio, una maniobra o una misión, hay que diseñar una arquitectura basada en medios de telecomunicaciones y sistemas de información que sean fiables y seguros. Estos medios son siempre militares, operados por militares de la especialidad de transmisiones''.
El objetivo es crear una infraestructura de comunicaciones, con el fin de poder ejercer el mando y control de las unidades que son desplegadas sobre el terreno, allá donde los militares sean destinados. ''Es un puesto de mucha responsabilidad'', apunta.
La comandante Gregorio Ramón ya cuenta con una dilatada carrera militar, al igual que otras muchas mujeres en el Ejército. ''No somos el futuro, sino el presente. Cada vez hay más mujeres en el Ejército en general, y en el de Tierra en particular. Desde luego aún somos minoría, pero iguales en derechos y oportunidades. Somos una realidad'', señala.
Respecto a su carrera militar, cuenta que le ''encantaría estar al mando de una unidad tipo batallón''. Sin embargo, por el momento, desea emplearse a fondo en su nuevo puesto mientras espera con ilusión los nuevos retos que se vayan presentando, pero nunca lejos de su vida militar, la cual puede antojarse itinerante.
Para ella esto no supone ningún inconveniente, pues independientemente del destino, lo tiene claro: ''Sé que el trabajo que voy a realizar va a ser muy gratificante para mí''. Y es que no hay nada que le proporcione mayor satisfacción que servir a su país y representar a sus conciudadanos: ’’Allá donde vamos, a los españoles se nos quiere mucho’’.