“Todo esto nace hace veinte años”, comienza a explicar a magasIN Adriana Tanus, la fundadora y directora de la Orquesta Juvenil Europea de Madrid, OJEM, “y solo ocho jóvenes, con los que me junto para hacer música”
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“Es un proyecto a fuego lento. Después fuimos doce, luego veinticuatro, luego treinta y tres… Hoy el grueso lo componemos un coro de ciento veinte personas y una orquesta sinfónica de ochenta, es decir, más o menos doscientas personas y en total, incluyendo el proyecto educativo, más de quinientas personas y un equipo de veintidós profesores”.
Personas de diferentes nacionalidades y edades, incluso padres e hijos, se unen “en un proyecto único por su heterogeneidad frente a otros. Siempre jugando con la idea de que los mayores transmiten su experiencia a los más jóvenes. Hace tres años hemos creado esta escuela, y algunos de los ocho niños que empezaron conmigo son ahora los profesores de la escuela orquestal por franjas de edades. Lo mismo a nivel vocal, hoy en día tenemos cuatro coros, infantil, juvenil, adulto, de iniciación y sinfónico”.
Como asociación independiente, con sede en el Liceo Francés de Madrid, “a quien le debemos mucho”, explica Adriana Tanus, acaba de regresar de un encuentro en el sur de Francia, y continúa subrayando que “nuestros conciertos sinfónicos generalmente son en el Auditorio nacional o en lugares de reconocido prestigio” y de hecho anuncia dos próximos para otoño.
Un proyecto longevo
¿Por qué cree que su proyecto ha tenido éxito?
Nuestro proyecto crece porque lo basamos en la comunidad, en la práctica, en conjunto, en cantar y tocar juntos. Muchos alumnos comienzan a estudiar música el conservatorio aprendiendo un instrumento y luego lo dejan a los dos años.
Nuestra escuela es orquestal y coral desde el minuto uno, con los alumnos de seis años que, aunque no sepan coger el arco, tienen clase de instrumento y de orquesta, dinámicas de disciplina y escucha, por supuesto, pero recordando siempre que cada instrumento no es más importante que el otro porque suene más fuerte.
Buscamos desde el minuto cero la noción de escucha, nos orientamos a aprender cuál es tu rol, nunca más importante que el de quien tienes enfrente.
¿Cómo se elimina el sufrimiento del aprendizaje musical?
Es que no es sufrimiento. Cuando a un chaval le gusta el skate, va a subir y bajar cuarenta mil veces de él, como mi hijo que se rompió la nariz dos veces. Cuando algo te gusta, hay que practicar divirtiéndose, lo ves como un juego y si formas parte de una comunidad que avanza, mola mucho más.
Tú ves que algo no es inmediato, y aunque estamos en eso, en la inmediatez, porque la gente está acostumbrada a los reels, con la música aprendemos que las cosas de valor se construyen poco a poco y puliendo, y ese camino debe hacerse divirtiéndose y con una mirada apreciativa.
Yo también he tenido profesores castigadores, pero ahora no contrataría a ninguno así. Muchas veces la argumentación tiene que ver con que ellos mismos rectifiquen, los alumnos, lo que creen que no ha sonado bien. No digo que sea como un videojuego, pero se puede cambiar a una mirada apreciativa.
¿Cómo define eso de formar parte de un equipo?
Piensa en el ejemplo del fútbol. Si un niño quiere jugar al fútbol, no le dices ‘toma el balón y lo golpeas así, y practica tú solo en casa, y dentro de cuatro o cinco años te juntarás con un equipo y en un campo’, sino que le debes incluir en un grupo. En muy pocos casos abandonan porque forman parte de un equipo.
¿Se refiere también a ayudarse unos a otros?
Estar en equipo es generar empatía, escucha, tolerancia. Un coro o una orquesta es un ejemplo de sociedad, están individualidades muy diversas que tienen que aprender a latir al unísono, lo cual es inusual en nuestra sociedad, en la que muchas veces cada uno tira para su lado.
Desmontar el elitismo
La música clásica sigue siendo un mundo elitista…
Es elitista y es caro. Mantener un instrumento, crecer de nivel, que lo que compres no suene como un armario de IKEA, el tema de si necesitas un instrumento mejor, una flauta o un clarinete. Un niño que quiere descubrir el oboe necesita 3000 euros, pero ahí entramos, lo hacemos nosotros, buscamos subvenciones, tenemos mecenas que nos facilitan de forma anónima ese tipo de acciones. Porque la música mueve y une.
¿Hay alguna música o autor que le parezca que sirve especialmente para ese propósito?
No. Depende de la energía que construyas. Mozart puede ser un peñazo o una maravilla, según lo que tú construyas. Según lo enseñes. El poder del que enseña es tan grande… con un equipo de profesores que sea como una familia, se puede vivir una aceptación muy grande.
¿Un caso concreto?
Muchos. Al primer encuentro que hice a nivel mundial fue un chaval danés quien me dijo al final de la semana ‘me has reconciliado con la música, iba a abandonar el violín y ahora he entendido que va a ir conmigo a todas partes, lo quiero de por vida’.
En el último encuentro, una madre inscribió a sus dos niñas diciéndoles que iban a ir a canto pop-rock. Porque para ellas era horrible ir a clase. Pero les metió los instrumentos en la maleta y las niñas luego los usaban todo el día, agradecidas haberse reencontrado con la música y cada noche decían ‘gracias’.
¿Une la música también los liderazgos?
Es que a mí, más que de hombres o mujeres, me gusta hablar de energías. Induráin es un ejemplo que uso mucho, digo ‘chicos, estamos en un puerto de montaña, al lado de la meta, no dejemos de pedalear…’.
Porque nos tiene que inspirar gente que es constante, que ama lo que hace, con constancia y pasión, sean mujeres u hombres. También mencionaría un caso inspirador, el de una escuela en Armstrong, fundada por un hombre en Argentina.
Otras iniciativas
Usted también dirige el coro del distrito de Salamanca, que reúne a gente muy diferente…
Sí, de todos los partidos políticos. Estamos en la Guindalera, se trata de un coro de Barrio, una asociación vecinal apoyada por todos los partidos, incluso hay varias personas que están en varias mesas vecinales, pero de distintos colores. Mi forma de enseñar la música es un espacio de no juicio, de tolerancia.
Y organiza un encuentro anual con la Orchestre des Lycées Français du Monde…
Sí, en este encuentro cada año reúno a jóvenes del mundo entero a través de candidaturas, selecciono 70 músicos y 30-40 coristas para un concierto de 50 nacionalidades. Son chavales de 14-18 años, y se trata de que aprendan a convivir, a ver la música como vehículo de unión.
En este encuentro se comparten culturas, eso es lo enriquecedor, ellos se emocionan contando cómo es su país, y terminan amando esas diferencias. Siempre hay una obra-reto, pero para mí la música es un vehículo de pasión, es enseñar valores.
¿Próximas citas?
El 4 de octubre en el Auditorio Nacional estaremos con “1000 voces por la depresión”, donde vamos a poner nuestra orquesta y coro, porque sabemos del valor del canto para la gente que lo ha pasado mal. Luego estaremos el 16 de noviembre con Shostakovich y Prokofiev, porque cada año tenemos a un o una joven solista, esta vez de 16 años, jóvenes con mucho talento para que tengan espacio en el Auditorio nacional. Tendremos un “Pedro y el Lobo” en Navidad, tengo cerrar la fecha… muchos, muchos planes.