Alicia Aneiros es una mujer peculiar. No sólo porque se siente bien entre nichos y lápidas, sino porque dejó un trabajo bien remunerado y con mucho futuro, como es auxiliar de enfermería, para dedicarse a enterrar a los difuntos.
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Con 30 años, Alicia dejó su trabajo como enfermera en el Complexo Hospitalario Universitario de Ferrol para heredar el oficio de su padre, José Manuel Aneiros, sepulturero.
Hoy, la menor de tres hermanas, ha cumplido los 34 trabajando para diez parroquias de cuatro ayuntamientos gallegos: Pedroso (Narón), Ferreira, Bardaos, Lamas, Santa Mariña y San Sadurniño (en este último municipio), Abade y Labacengos (Moeche), A Barqueira y Cerdido.
No tiene ni un segundo que perder. Accede a la entrevista pero nos advierte que: “Cuando acabe la entrevista tengo que ir al cementerio para un entierro que se celebra mañana. Esto como va de un día para otro, nunca sabes el trabajo que te espera…”, confirma.
Se define como sepulturera, “pero aquí en las aldeas se llama ‘enterradora’ de toda la vida…” y asegura que si no fuera por el apoyo de su pareja, carpintero de profesión, no llegaría a todos los entierros.
Heredaste el puesto de tu padre, ¿por qué decidiste dar este salto mortal profesional?
La verdad es que acepté el trabajo por él, porque mi padre desconocía quien se quedaría con su trabajo y esto le inquietaba. Asi que le dije: 'me quedo yo por ti’. Y, en ese momento, se sintió tremendamente orgulloso de mí. Y eso me hizo muy feliz. Además, ser autónoma me da más libertad para organizar mis horas de trabajo.
¿Cuál fue el mejor consejo que te dio tu padre para este oficio?
El mejor consejo que me dio mi padre es que que nunca mirara atrás. Cuando entierras hay mucha gente mirándote, observándote, viendo cada movimiento que haces. Entonces, él me aconsejó que nunca mirará atrás para evitar ponerme nerviosa, que hiciera mi trabajo y ya está.
Además, si miras atrás, ves gente triste.
Intento que no me afecte, pero hay momentos que son muy duros con las familias allí, y se me llenan los ojos de lágrimas. Somos humanos y te derrumbas al ver a la gente así.
¿Se puede vivir de este oficio Alicia?
La verdad es que lo complemento con otras tareas. Si tuviera más parroquias y más cementerios creo que sí podría vivir de ello. Lo complemento con la limpieza de seis cementerios durante todo el año, y entre una cosa y otra puedo llegar bien a fin de mes.
Mucha gente cree que solamente estás en el cementerio el día del entierro, pero no es así. Cuéntanos en qué consiste tu trabajo.
Sí eso es, no se tiene muy claro en qué consiste este trabajo. Un día le pedí la llave del nicho a un familiar del fallecido y me dijo: ‘Yo te la dejo cuarto de hora antes del entierro’. Y eso es imposible, porque el día antes tengo que ir al cementerio a ver el nicho. A veces tenemos que hacer de marmolistas porque tenemos que quitar el mármol que tienen por la parte delantera. Tenemos que limpiar totalmente el hueco, hay que medirlo y darle la medida de la tapa a la funeraria.
En ocasiones, las cajas son demasiado grandes y no caben. Y todo tiene que estar organizado porque en el momento del entierro tiene que ser perfecto. También realizo una tapa especial de hormigón, que a veces hay que cortarla porque no todos los huecos son iguales y tengo que probarla. Y al día siguiente, me adelanto una hora antes, para dejarlo todo bien preparado. Lleva mucho tiempo.
Por otro lado, tienes la tarea de hacer la limpieza, ¿en qué consiste?
En estas zonas, en las parroquias que yo llevo, hay mucho campo alrededor de las iglesias y en los cementerios y hay que retirar todas las hierbas durante todo el año.
¿Está valorado este trabajo?
Yo creo que no está suficientemente valorado. Está más valorada una secretaria que trabaja en una oficina que nosotros que trabajamos a la intemperie en invierno y en verano, nos mojamos, pasamos frío... Está muy poco valorado.
Y al final, si nos damos cuenta, somos las últimas personas en ver y tocar al difunto porque nosotros metemos la caja.
En tu caso, la muerte es algo que ves todos los días. Pero para la gran mayoría de la gente es un tema tabú. ¿Por qué crees que no se quiere hablar de muerte?
La palabra fallecer o muerte nos da miedo a todos. Pero creo que deberíamos hablar más de ello. Muchas veces, el día del fallecimiento la familia no sabe ni dónde tiene el nicho ni lo que tiene que hacer, y deberíamos hablar más de ello.
Quizás nos deberían educar desde el colegio para prepararnos para el final...
Por el trabajo de mi padre como enterrador yo desde pequeña iba mucho al cementerio. Sabía perfectamente que la gente fallecía y cuál era el trabajo de mi padre. Crecí sin tener ningún trauma ni nada parecido. No sé si en el colegio, pero sí se debería hablar a los niños de la muerte y el fallecimiento. También sería positivo llevarlos a los cementerios para visitar a los familias enterrados, etc.
En tu casa la muerte era algo de lo que se hablaba todos los días.
Claro. Todos los días desde bien pequeños escuchamos decir 'falleció tal persona y el entierro se celebrará en tal sitio...' como algo muy natural.
¿Cualquier persona vale para este oficio o tienes que tener unas cualidades específicas?
No vale cualquier persona. Es un oficio duro porque no sólo es el hecho de enterrar, sino también hay que quitar los restos. En mi caso concreto, creo que valgo para esto por ver a mi padre tantos años desempeñarlo, por escucharle cuando trabajaba, por todo lo que me enseñó. Pero hay que ser una persona muy dura. Se trata de un trabajo difícil mentalmente.
Cuando dices que tienes que quitar restos, ¿a qué te refieres?
Sí, a quitar restos humanos anteriores. A veces pasan más de 15 años de una defunción y su familia quiere ser enterrada con ellos, o cambiarlo de hueco, y ese es un momento muy duro. Hay quien dice que a partir de esos años no te encuentras nada dentro, pero no es cierto. Al abrir la caja te encuentras son su ropa y sus cosas, está todo. Eso de que la gente se evapora es un mito. La caja está intacta porque la madera de antes era durísima.
¿Te llevas luego la tristeza a casa?
Intento que no sea así y que no me afecte mentalmente, pero alguna vez, quieras o no, te la llevas a casa.
¿Por qué crees que hay tan pocas mujeres enterradoras?
Sí, hay muy pocas mujeres. De hecho, en Galicia creo que soy la única. Este oficio era de hombres. Es un oficio que asusta un poco, aunque yo ahora mismo no lo cambiaría por nada. Y yo le diría a las mujeres que se animen porque podemos trabajar en cualquier oficio que queramos. Podemos hacerlo.
¿Y no te has arrepentido nunca?
La verdad es que al principio había momentos en los que lloraba mucho. Había momentos difíciles, sobre todo por ser los entierros tan seguidos. Tienes que pasar por un periodo de adaptación. Yo me decía: '¿Dónde me he metido, yo voy a aguantarlo?' Pero a día de hoy estoy muy contenta por seguir los pasos de mi padre.
Cada vez hay menos entierros y más incineración...
Sí, cada vez hay más incineración. A mi no me afecta mucho, porque la gente se incinera pero después también va al cementerio.Y yo, en este caso, hago como si fuera un entierro normal. Limpiamos el hueco igual y ponemos la tapa. Todo igual.
Hay quien tiene un hueco o dos, nichos, y quieren que se entierre toda la familia junta con cuatro o cinco urnas, tras la incineración, en el mismo hueco.
¿Cómo han cambiado los entierros desde que tu padre trabajaba en esto hace 30 años?
Ha cambiado mucho. La forma de trabajar, por ejemplo, ha cambiado. Antes se enterraban en tierra, había que hacer un hueco grandísimo para meter el arca en la tierra. Ahora, por ejemplo, no enterramos en tierra, sino en panteones o en nichos de columna normales. Antes se enterraba con ladrillo y ahora enterramos con tapas de hormigón y con varias capas de espuma. Hay menos panteones...
La mayoría de la gente sigue gastando dinero en los entierros y sigue haciendo cosas bonitas en los mármoles, en las lápidas, etc. Y esto se debe a que de alguna forma, es la última cosa que vas a hacer por esa persona.
¿Es caro morirse?
Sí que sale caro, pero la mayoría de la gente tiene su seguro y lo paga poquito a poco todos los meses. Pero lo que decíamos, es la última cosa que se va a hacer por una persona, es el último adiós y merece la pena el gasto.
¿Qué opinas de las noticias con las que nos ha sorprendido este verano, que han asaltado o han profanado más de 160 nichos en el cementerio de Barcelona para llevarse joyas y metales preciosos?
Me quedé aterrorizada con la noticia. A mí me cuesta abrir una tumba y ya estoy acostumbrada, imagínate abrir tantas y quitarles lo que tienen de valor. Es una cosa tremenda.