Hace dos años que me enfrenté a mi enésima mudanza, esta vez muy lejos, a China, otra vez con la familia y la casa a cuestas. Cuando pasados unos meses pude poner en orden mis cosas, de las cajas menos importantes salieron varios cuadernos y folios sueltos de mi época de estudiante e incluso de mis primeros años de radio.
['Te regalo un caballo blanco', el retrato de una infancia enmarcada en la época franquista]
Encontré poemas, letras de canciones, relatos cortos, y varios inicios de novelas. Todas esas palabras que dormían en cajas apiladas son, en realidad, el germen de Una muchacha en el Alcázar (La esfera de los libros, 2023), como también lo son, sin duda, las experiencias de mis anteriores publicaciones.
La idea de la novela surgió un verano, yo compaginaba mi trabajo en la Cadena Ser con un curso en la antigua universidad SEK de Segovia, e iba y venía a Madrid a diario.
En uno de los largos descansos, me acerqué al Alcázar y me tope con el Museo dedicado a la Academia de artillería y con parte de la historia de esas figuras legendarias: los cadetes.
Salí de allí queriendo escribir un libro sobre ellos y cuando empecé a documentarme, di con un momento que me pareció tan mágico como trascendental: los soldados franceses en columna dirigiéndose a la ciudad para tomarla y el pueblo de Segovia exigiendo a los cadetes que sacaran los cañones y les defendieran.
"Señores, los franceses van a entrar en la ciudad" eso les dijo el capitán Velarde al medio centenar de estudiantes que aún quedaban en el Alcázar la noche del 5 al 6 de junio de 1808.
Partiendo de ese hecho real, la historia que quería contar se fue formando en mi cabeza.
En mis sueños, para escribir esta novela, me hubiera tomado un año sabático, y habría alquilado una casita en Mingorría (Ávila). Allí habría escrito este libro mientras contemplaba el camino que va a la ermita, por el que pasearía antes y después de que el sol se pusiera, rojizo y precioso por las montañas de oeste, pero, cuando apenas había hecho un resumen del relato, se nos presentó mi segunda hija, Cora y la alegría inmensa de una hermanita para Anabel retrasó el proyecto; al poco, ¡oh, sorpresa! Llegó la peque de la casa, Martina.
Y la felicidad plena de ser una familia numerosa desplazó cualquier plan. El trabajo, las niñas, la vida al fin, y otro libro, arrinconaron esta historia hasta que llegamos a Turquía.
A más de 4.000 kilómetros de distancia pude comprobar que los personajes no se habían arrugado por el abandono y que con los primeros párrafos salían de su encierro, atusándose la ropa como el que se pone en marcha tras una pequeña siesta después de comer.
Esto ayudó a todo lo que vendría después.
Tocaba investigar. Desde los primeros pasos tuve la inmensa suerte de encontrarme con el historiador Diego Quirós Montero, en aquél entonces, director del Archivo General Militar de Segovia. El me facilitó muchísimo las cosas, pues tuvo la paciencia de aclararme miles de dudas y de mostrarme valiosos documentos históricos vía internet.
Cuando pude viajar desde Turquía, obtuve el permiso para visitar algunas zonas fuera del circuito turístico y así, mis personajes pudieron desenvolverse en la fortaleza.
Durante muchos meses me rodeé de planos del Alcázar, así como de libros, trabajos de Tesis y memorias, como las del general Iriarte. De ese modo, me enteré de hechos verídicos y escalofriantes como el cruel linchamiento del pobre mariscal Cevallos, víctima de la espiral de violencia que en aquellos días de locura prendió todo a su paso.
A la hora de escribir, yo no contaba con Marita. Pero se impuso. En ella están todas las mujeres que han luchado por no ser sometidas; el personaje de Marita y también el de Catalina, representan la fuerza, la fortaleza de espíritu que nos hace levantarnos tras cualquier caída.
En el caso de ellos, se admite la duda ante la valentía que se le presupone a los hombres, la exhibición, no permitida, de la pena, y el convencimiento de que las guerras, las de ayer, -las de hoy-, son una absurda demostración de poder y hombría, que no deberían haber pasado, -que no deberían estar pasando-.
Me gustan las novelas de intriga y aventuras, también las historias románticas, con toques tragicómicos. He escrito el tipo de libro que me gustar leer, porque al final, los libros, los lectores y los escritores, todos… ¡se acaban mezclando!