La escritora Sandra Aza: "La Inquisición estaba reglada en España y no era una orgía de tortura"

Ambientada en la España del Siglo de Oro. Apenas comenzado el invierno del último reinado de Felipe III, cuando el esplendor del imperio está dando paso a la decadencia que marcó el s.XVII. Una joven ha sido violada y enterrada, junto a un niño al que le han extirpado el corazón.

Un crimen horrible que ha sembrado el pánico en la Villa de Madrid. Sin duda, un asesinato ritual, donde habita la injusticia social, se viven grandes penurias y enormes diferencias sociales, y parir, se hace sin más compañía que la miseria, el hambre y el delito.

Alonso Castro, el protagonista, tratará de salvar a sus padres de un bulo, surgido en los mentideros. Una acusación falsa que culpaba a los judíos de secuestrar niños cristianos, torturarlos para después acopiar su sangre y utilizarla en rituales. 

Época también de la Inquisición y sus competencias, sus reglas y sus intereses. El encapuchado y engrilletado, el tormento que por suerte solo duraba una hora y cuarto. Si lo resistías salías absuelto. O por el contrario, era la hoguera quien se encargaba de tu penitencia. 

La periodista Rosa Sánchez ante el micrófono.

Una suerte si se trataba en España donde la inquisición no era una orgía de cremación y tortura. Estaba, a pesar de lo que siempre nos han contado, muy reglado. Apunta la autora.

Madrid, la gran protagonista de esta historia. Donde no hay calle, puente, escalera, río, bullicio de la gente, posada, lugares de encuentro, iglesias, cárceles, ni conventos que se exima de detalle y donde Sandra Aza no te haga ver, sentir, oler, sufrir…

Góngoras y Quevedos de arrabal enriquecen el lenguaje de la novela. 

La autora reconoce que sufrió dos años de inmersión absoluta en la novela.