Sonia Díez (Bilbao, 1965) se define como posibilista educativa. Lo único que no ve posible, sin embargo, esta maestra y psicóloga, doctorada y MBA, es que el sistema educativo pueda continuar tal cual lo conocemos.
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Sus argumentos son muy diversos, como elabora a lo largo de esta conversación con Magas, casi tanto como sus reconocimientos: ha sido distinguida como una de las 25 personas más influyentes en la educación española, es una de las Top 100 y ha sido Premio Mujeres a seguir, Galardón AIXE, Premio Mujer Empresaria de Andalucía, Premio a la empresa más innovadora…
¿Enseñar es fácil o difícil?
Pues depende de cómo entiendas la función de la educación. Instruir puede ser fácil. Educar sabemos todos que no. Si nos referimos a crear las mejores condiciones, tal como hicieron con Benjamina, la niña de Atapuerca, que no hubiera podido ser quien fue de no ser por los homínidos que la acompañaron, entonces educar es otra cosa. Consiste en crear los recursos y condiciones necesarios, aplicar los procesos, procedimientos e iniciativas que hagan eso posible y efectivo.
¿Cuál es el primer recuerdo que tiene en relación a la educación?
Con mi padre, un educador basado en los principios de la ‘Institución libre de enseñanza’. En mi infancia, la educación tenía un sentido épico, estuve rodeada de personas que se comprometían con horizontes elevados e identifico un patrón de comportamiento en mí, de sacar patrones de aprendizaje.
¿Una frase que recuerde de esa etapa formativa?
Mi padre decía que había que sustituir el “¿Por qué a mí?” por el “¿Y por qué no?”. A partir de esa frase hice el camino desde Tarifa a Santiago de Compostela [sonríe]. Esa semilla de lo que escuchas desde pequeña determina cómo actúas en tu vida profesional.
Afirma que ‘la educación es la más humana de las ciencias, y la más social de las humanidades’…
No hay otra ciencia que nos sitúe en la corresponsabilidad respecto a nuestra sociedad. Se suele definir mal, porque no se trata de un brindis al sol ni de una técnica, la educación es una ciencia con circunstancias y recursos determinados.
¿Y qué opina del modo en que educamos actualmente?
Tenemos los mismos sistemas educativos desde hace dos siglos. Es como si hubiéramos ido ajustando las piezas de una misma maquinaria. Imagínate cualquier elemento creado hace dos siglos, como el carro de caballos y piensa que sólo hubiéramos ajustado las ruedas. No tendríamos coches.
Los colegios se crearon para instruir de forma rápida, para alfabetizar a una población muy grande y que estuviera más o menos preparada para un futuro abierto al comercio y a la revolución industrial, un mundo hacia la homogeneización. Los primeros en aprovechar esos sistemas, las escuelas lancasterianas, eran mundos automatizados.
¿Diría que hay un descontento generalizado?
Tu preguntas a la gente: ‘¿crees que lo estamos haciendo bien?… ¿dando respuesta a sus necesidades?’. ¡Ni una sola persona te dice que sí! Como sociedad, somos conscientes de que hay un abismo entre lo que estamos haciendo y lo que deberíamos hacer. Pero no es algo negativo necesariamente, tenemos un mundo de posibilidades.
¿Y en la actualidad?
El mundo hacia al que vamos ahora es totalmente diferente. Hemos equivocado nuestra misión, nos hemos quedado con una forma de hacer y tenemos sistemas educativos muy similares globalmente.
No hay nada que se parezca tanto en el mundo como lo educativo, sólo las cárceles: los colegios varían en sus condiciones pero están homogeneizadas y eso no es normal.
Hay que retomar el mandato inicial. Por eso hablo de posibilismo. No perdamos de vista el futuro de los jóvenes, ellos nos dicen qué eligen en otros segmentos y sectores, por ejemplo en su consumo, pero en la educación poco pueden elegir o nada, salvo en el sistema más privado, en el que he estado parte de mi profesión. Tenemos que reflexionar sobre ello.
Se define como ‘posibilista educativa’…
No todo está dicho o hecho, ni todo está mal o bien. Nos debemos a las próximas generaciones como humanidad y sociedad, tenemos lo que hicieron nuestros mayores, el pasado, pero eso no es suficiente.
Son necesarios modelos para acompañar a los jóvenes hacia su supervivencia con las destrezas que necesitan actualmente. Se trata de prospectar en este mundo de posibilidades el relevo que tenemos que tomar como educadores para perpetuar nuestra especie en su conocimiento y mejorar las herramientas que les damos, trasladando ese empoderamiento a las generaciones futuras.
Responsabilidad compartida
¿Cómo ha asumido usted esa responsabilidad?
En mi currículum se ve que he hecho mi camino. Empecé diciendo ‘tengo que prepararme más’. Y me lo estudié todo. Dos licenciaturas, máster y doctorado… luego dije ‘tengo que explorar’, y viajé por todo el mundo… después, ‘me falta acción de campo’, y di clases en España y en el extranjero, fundé un colegio, di clases en la universidad y en escuelas de negocios…
¿Llegó a fundar un colegio en Málaga?
Un colegio, un faro, un referente, se trataba de hacerlo tangible, mejorarlo, haciendo alianzas… me esforcé en divulgar mi experiencia, escribir un libro, artículos,… escribir es un arte maravilloso y comunicar es la clave, aunque es difícil.
¿Por qué cree que la escolarización sigue puesta en duda hoy en día?
Es que tenemos una media de 20-30% de alumnos que no están bien. Son datos reales en España. Luego, en otros países, como EE UU hay diferentes indicadores, pero está Gallup, que asegura que el 34% de los alumnos fracasan en secundaria o que conviven con serios problemas.
Imagina esto: de los ocho millones de niños escolarizados obligatoriamente en nuestro país, para los cuales la educación es un derecho, habría entre 1.600.000 y 2.400.000 niños y jóvenes que lo pasan mal. Imagina ahora una empresa cuyo proyecto estuviera en un 30% de insatisfacción de clientes, si ese impacto se midiera… ¿qué ocurriría?
Entonces, ¿Somos muy malas personas? ¿Somos tan crueles que miramos para otro lado? No lo creo y no deberíamos pensar así. El asunto es que hemos creado un sistema tan grande que como los grandes imperios no se caen poco a poco, colapsan. Cuando eso ocurre, explota. El sistema educativo va a colapsar.
¿En quién reside entonces la responsabilidad?
Te devuelvo la pregunta, o a quien nos esté leyendo. ¿En quién ponemos la confianza? ¿en los políticos?, ¿en los gestores?, ¿en los directores de colegios o en las estructuras de sindicatos y agrupaciones de profesorado?, ¿en las familias?
Creo que es un asunto sistémico de todos: no faltan evidencias ni modelos, lo que falta es una estructura social que permita poner en marcha un nuevo sistema, ¡porque tampoco hay una carencia de recursos!
Los recursos están asociados a una medición del impacto y hay una carencia de la correlación entre los recursos y los resultados.
Sin embargo, se muestra optimista…
Hay muchos directores escolares, y profesores que hacen una maravillosa labor. Y sin embargo, existe un problema. El mundo al que vamos es otro… Los profesores de la pública se sienten solos. En la privada igual. En todos los sectores hay mucho quejido organizacional. Aún así, existen ámbitos de esperanza.
¿Se refiere a mirar hacia los mejores colegios del mundo?
Sí, yo he recorrido el mundo buscándolos. Me encanta aprender y ver las cosas directamente. Y es cierto que esos colegios muy buenos como estructuras son muy caros.
Y además, para que estén bien gestionados y sean innovadores y con el bienestar, dependen de personas concretas que los impulsan y colocan en ese nivel de inspiración cada día.
Pero hay muchos colegios que además, se están moviendo y no son los más conocidos. Quizás no hacen pedagógicamente nada más allá de lo que sabemos, pero tienen un plus de libertad al llevar a la práctica prototipando, como el Green School de Bali, que está abriendo nuevas sedes.
¿Qué colegios le gusta resaltar por sus prácticas?
Más que hablar de colegios creo que hay que hablar de iniciativas o tendencias. Micro-schooling, ‘Global schooling’ o ‘Farm schooling’…
Hay un montón de movimientos abogando por mirar desde fuera de lo que es el sistema y proponer cambios.
Los educadores están en crear ese sistema. Lo importante es prototiparlo, como hizo Edison con la luz, y creo que sería genial poder llevar las mejores prácticas de los modelos privados al modelo público.
Referentes españoles hay algunos como la institución libre de enseñanza o el que fundó María Montessori, una pedagoga y médica maravillosa que era médico y como no tenía recursos se inventó un sistema para que pudieran aprender sin saber leer. O Malaguzzi, otra de las mejores escuelas del mundo, que comienza en una Italia sin recursos, que llega a un sistema colaborativo en el que se creaba comunidad de aprendizaje.
¿La dificultad aguza el ingenio?
Todos los grandes colegios vienen de referencias así, y lo ponen en valor especialmente positivo para aquellos que no ven el mundo hacia el que vamos…
No me invento nada cuando hablamos de las carencias que tiene el mundo actual desde el punto de vista de creatividad. Y de toma de iniciativas…
De los 3 a los 18 estamos escolarizados, y esto es obligatorio, excepto los dos últimos años, y en ningún momento el sistema se relaciona y condiciona sus prácticas con los cambios que vivimos ni con las prácticas que son motivos de esos cambios.
A mí me encantaría, después de haber superado un cáncer y alguna cosa más, ver que un prototipo disruptivo honesto pudiera tener lugar en mi país, tenemos cosas muy buenas aquí que no se ponen en valor.
¿Cómo se posiciona en el debate entre la educación pública y privada?
Defiendo la educación privada y concertada, además de la pública. La privada tiene el privilegio de jugar con pólvora propia y eso merece la posibilidad para hacer cosas diferentes.
Algunas veces se hace mal y se erige en un marketing injusto e indebido. Otras veces se llega a cosas muy bien hechas que pueden ayudar a muchas personas. Y la educación pública merece que el ‘expertise’ y el conocimiento de esas experiencias internacionales en un mundo global pueda llegar a todos los alumnos del futuro.
Los cuatro pilares de la excelencia
Para la experta Sonia Díez, los mejores colegios del mundo tienen en común estas cuatro características:
Tienden a la personalización. “Todos somos diferentes y únicos. Durante la pandemia, vivimos momentos extremos y aprendimos más sobre esto. Ahora, si volvemos hacer las cosas igual que antes, nada cambiará. Muchos colegios sí lo están haciendo y eso incluye el buen uso, asumiendo los riesgos, de la tecnología, con itinerarios formativos específicos para cada alumno, con una diferenciación en las especializaciones y sin las agrupaciones de niños en aulas como si tuvieran una fecha de caducidad. También hablamos de ‘flexibilidad’”.
Buscan la capacidad de acción: “Una clave de los colegios debe ser ayudar a que las alumnas y alumnos tengan capacidad de acción. Yo hablo de educación, buscamos que estos niños se hagan cargo luego de crear soluciones reales para el mundo real. Eso nos lleva a tener acercamiento con ámbitos profesionales. Lo cual es caro, porque hay que hacer el seguimiento de alumnos con una vocación, pero merece la pena”.
Generan iniciativas con respecto a la sostenibilidad: “En sentido amplio, la sostenibilidad tiene que ver con sus comportamientos, pero también con el propio diseño de los colegios como espacio sostenible. Se trata de compromisos éticos”.
Crean comunidad y sentido de pertenencia: “Los jóvenes están súper solos. El mundo online y las redes como Tik Tok les conectan pero no crean comunidades reales en las que se cuide a sus miembros, se les escuche y apoye. Antes, esta función la hacían las catequesis y las iglesias y también otros grupos sociales que les han decepcionado mucho y por eso están muy aislados. Los colegios buenos crean comunidades que les acompañan”.