Ya no hay quien viva en España sin conocerla, se ha convertido en amiga imprescindible, en vecina divertida, en cara conocida, en la novia, hermana o hija que todos querríamos tener, desde su primera aparición en televisión, en 2004, como Bea en la serie Aquí no hay quien viva, y después como Maite, a partir del 2007, en La que se avecina, que sigue grabando actualmente con un éxito tremendo.
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Sin embargo, Eva Isanta (Ceuta, 1971) pisaba escenarios grandes y pequeños desde mucho antes, porque es actriz vocacional y de formación desde los años 90; con 19 años debuta en el papel de Doña Inés del Don Juan Tenorio de Alcalá de Henares, y su cara de ángel inundada de ojos azules, repite ilusión y tablas con directoras y directores de escena como Ana Diosdado, Ricard Reguant, Verónica Forqué o Gabriel Olivares, entre otros.
Recientemente, la hemos visto en formatos televisivos de no ficción, formando parte del jurado de Got Talent España en su 4ª edición, o como invitada en Tu cara me suena, donde ha asombrado a todos y todas, transformándose en la cantante Marta Sánchez.
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También ha cerrado una gira de teatro larga e intensa con el espectáculo The Hole X interpretando a la maestra de ceremonias, sacando su lado más gamberro y sofisticado, y superando sus propios límites, porque, como ella misma declara: "Fue un trabajo duro en cuanto a entrega física, posibilidades vocales y corporales, es un show agotador, lo más duro que he hecho nunca".
Eva contesta las preguntas posada en la calma de su casa madrileña, su voz es seria y risueña, no le tiembla el pulso, es honesta y franca, directa y precisa, pero al hablar de sueños se suaviza y licua el discurso con su mirada azul.
Pregunta: ¿Qué ha supuesto para usted la experiencia en The Hole X y qué preparación física y musical le ha exigido el show?
Respuesta: Para mí, ha habido un antes y un después de este proyecto, ha sido un reto personal. Primero supuso incertidumbre, porque no estaba nada segura de ser capaz de hacerlo, entre otras cosas por los referentes que tenía de otras artistas haciendo ese mismo personaje, como La Terremoto de Alcorcón o como Cristina Medina, que crearon unos personajes muy cómicos.
Yo no me veía en ese rol, no había hecho antes Stand-up Comedy, no había contrastado esa faceta mía, ese tipo de personaje más relacionado con el clown que con la interpretación tradicional. Me sorprendió que me lo propusieran, pero me dijeron: 'Sabemos que tienes un lado gamberro y te toca sacarlo'. Pensé, voy a cumplir casi 50 años y esto llega una sola vez en la vida, así que decidí hacerlo.
Mi inseguridad respecto a cantar, bailar o hacer monólogos era grande, así que empecé por prepararme muchísimo con profesores de canto y voz como la maravillosa Patricia Ferro Olmedo, y trabajé con mi coach Roberto Cerdá hasta crear mi propia maestra de ceremonias, que tiene un texto y una partitura sobre la que versa todo el resto del espectáculo, pero dentro de eso, cada maestro de ceremonias puede encontrar su propio estilo.
P.: Finalmente, ¿qué maestra salió desde dentro hacia fuera?
R.: Una maestra de ceremonias con un punto sensual y cachondo, pero al mismo tiempo muy segura de sí misma, con un montón de matices. Creo que, más que creando, fui sacando de dentro ese lado mío.
Hasta que no llegas a enfrentarte al público, todo lo que has hecho es una estructura, pero no está habitada ni jugada. Al principio estaba muy nerviosa, me costaba mucho y fui creciendo poco a poco. Frente al público te sale esa especie de instinto de supervivencia que te permite escuchar, reaccionar ante los comentarios del público y darles la vuelta. Fui construyéndola al contrastarla con el público función tras función. Realmente el último año ha sido cuando me lo he pasado bien.
P.: ¿Ha descubierto que dentro de sí está esa otra Eva, ¿muy alejada de su vida y de su realidad?
R.: Yo soy bastante más sencilla, pero ya sabes que, como actrices, todas esas posibilidades habitan en nosotras. Mi vida no es así de provocadora, sino todo lo contrario. Soy una persona bastante tranquila, no me gustan los conflictos e intento mantener calma y paz. Aunque es verdad que hay una parte que tiene que ver con lo divertido, con rozar el humor negro o ácido, que sí forma parte de mí.
Lo que he descubierto, como persona, es mi capacidad de resistencia, de enfrentarme a problemas, porque es una función compleja, donde he llegado a hacer cosas increíbles que veo ahora, desde fuera, y pienso: '¿Cómo he podido?' Es el instinto de supervivencia y la capacidad de entrega.
P.: Además de ser divertido, el show habla de diversidades y libertades, en ese sentido, ¿usted ha tenido la libertad, desde sus inicios, de significarse, de diferenciarse de su familia y de la sociedad, dedicándose a su profesión? ¿Ha sido un camino fácil, difícil o ambas cosas?
R.: Yo parto del hecho de que he tenido mucha suerte. Es verdad que la suerte la provocamos cada uno de nosotros de muchas maneras, y yo trato de ser proactiva, pero aún así, creo que la he tenido.
No vengo de ningún entorno familiar que tenga que ver con esta profesión, todo lo contrario, tengo una familia tradicional de clase media, con principios y valores tradicionales, y el hecho de romper con eso ya es una provocación en sí, es una manera de jugártela. A mí me ha salido bien, aunque no siempre he tenido trabajo, son ciclos, nosotros somos productos que funcionan, o no, y no entendemos bien por qué.
Pero, es verdad que la suerte profesional me va acompañando y como, para mí, es mi vida y mi pasión, intento aprovechar cada oportunidad. Creo que los actores estamos hechos de otra pasta, si hay que salvar un show todo el mundo se pone a una, aunque no lo digo solo por la resiliencia que tenemos en el trabajo, sino porque elegir, en la vida, ser artista, actriz o escritor, pintor… y que tu trabajo sea ese, el de conectar con la gente y trasmitir en cualquier medio, y más aún en el nuestro, es muy complejo.
Es una elección que no te permite llevar una vida 'normal', con otro tipo de esquemas familiares, o educar a nuestros hijos en núcleos familiares. Todo te lleva a una vida que es diferente.
P.: En 2004 comienza a grabar la serie Aquí no hay quien viva y este año ha grabado la 14ª temporada de La que se avecina. ¿Se imaginaba hace 20 años la que se le avecinaba?
R.: ¡No! En absoluto, para nada, cuando me incorporo a Aquí no hay quien viva, no sabía si yo misma iba a funcionar o no, ni que esa serie de éxito se iba a transmutar en otra serie diferente, La que se avecina, que, tras esa crisis inicial, se consolida. Nunca he sido consciente.
Lo que sí es verdad, y lo digo porque lo siento, es que en una profesión tan inestable como la nuestra, tener continuidad en el trabajo, no tener que estar siempre al borde del precipicio, es un regalo de vida. Esa estabilidad económica y de trabajo, además, te da autoestima como actriz, porque ves que la gente quiere y reconoce lo que haces.
También cumple otros objetivos de lo que, para mí, significa ser actriz, como poder contribuir socialmente a que la gente esté un poco mejor, o aprenda algo, o reflexione sobre algo. La serie forma parte de la vida de la gente, la tienen dentro de casa y la esperan con emoción, con ganas de divertirse y evadirse. Eso también me parece que es un regalo.
Además, nunca sé lo que le va a pasar a mi personaje, es una aventura. Mi personaje ha pasado por todo, he sido superrica, he robado, he estado en la cárcel, he vivido en un garaje, he tenido novios increíbles y después he llorado con el corazón destrozado, he contratado un puto, he tenido un sitio de masajes con final feliz. El personaje ha transitado por todo y eso me ha permitido conocerme más como actriz y evolucionar.
P.: ¿Cómo encaja la fama, la popularidad, en su vida y con su personalidad?
R.: He aprendido a convivir con la popularidad, ya llevo muchos años y a mí, como persona, no me interesa la figura de 'la estrella' o actriz que, por ser famosa, es distante con la gente, eso no va con mi personalidad. Cada vez que se me acerca alguien intento ser muy amable.
Pero, es verdad que hay momentos complicados. De uno en uno somos todos encantadores, pero en grupo, en masa, se crean situaciones de mucha tensión, sobre todo cuando estás en algún momento privado.
En general, la gente es generosa, comprensiva, se acercan con cariño y yo respondo igual, pero cuando se creen con el derecho a decirte que es casi obligado que te hagas la foto… no sé. Intento lidiar con eso lo mejor que puedo, en general mi relación con la popularidad es buena, es sana.
La parte mala, para mí, está relacionada con que, especialmente en el sector audiovisual, se me vincula con el personaje de Bea y luego con Maite Figueroa, que tiene mucha potencia y presencia, y muchas veces no se me quiere ver para otros personajes, desde las productoras o la cadena.
Yo soy una actriz profesional que no tiene, en ese sentido, patria ni bandera, simplemente trabajo en proyectos y hago personajes para productoras que venden sus proyectos a determinadas cadenas, yo no soy de una cadena u otra. Sin embargo, se te niega la posibilidad de trabajar en la cadena competidora. Lo cual es un error, porque no me pagan exclusividad y tengo derecho, como actriz, a hacer otro tipo de cosas. Eso es complicado.
P.: Ha hecho incursiones estupendas y brillantísimas en programas de no ficción. ¿Cómo vivió la experiencia de formar parte del jurado de Got Talent España? ¿Confirmó el apabullante talento artístico que hay en nuestro país?
R.: La experiencia, que duró una temporada, al principio fue chocante, precisamente porque se presentaba muchísima gente con una ilusión inmensa y estar del lado del jurado me suponía un conflicto.
En un programa de ese tipo, un reality, se juegan diversos roles, yo tenía que ser lo más 'yo' posible, no me construí ningún personaje, y desde Eva Isanta, cada persona que se subía al escenario me retrotraía a mí misma, cuando hago o hacía casting, en los que tienes que demostrar lo buena que eres, y me chocaba con la realidad de la gente que se presentaba, tanto personas con muchísimo talento que no se reconocía, como gente que se cree artista y que no lo es.
Poco a poco fui aprendiendo a gestionar mis emociones, pero al principio era incapaz de darle un no a nadie. Sinceramente, creo que este tipo de programas, que son shows, necesitan emoción, y hay personas que saben y se encargan de dársela. Creo que lo que yo hacía era muy blanco y demasiado poco interesante.
Por eso prefiero hacer personajes de ficción, porque soy actriz y me interesa lo que puedo vivir a través de los personajes, no quiero hacer un personaje de mí misma.
Yo no soy un personaje, soy Eva María Isanta y separo muy bien mi vida personal de los personajes que hago como actriz.
P.: Recientemente se ha enfrentado a un reto que ha tenido mucho impacto, transformándose, esta vez sí, en un personaje que es una persona real, la cantante Marta Sánchez en Tu cara me suena 10. ¿Cómo lo preparó y cómo se ha sentido dentro de la piel y voz de otra artista?
R.: Me parece difícil y milagroso lo que se hace en ese programa. Yo pensaba: 'No tengo la voz de Marta Sánchez ni la voy a tener'. Así que, me preparé muchísimo, trabajé con las personas del programa y con nuestra común amiga, María José del Valle, que es maravillosa y me ayudó mucho con las coreografías. Fue todo muy intenso y bonito, me gustó mucho.
P.: ¡Y se convirtió en una superstar!
R.: Sí, al fin y al cabo, es interpretar, ponerte en la piel de esa persona, imitarla y darle tu propio toque. Dejarte esponjar el alma por esa superstar que es Marta Sánchez. La transmutación que se produce con los cantantes verdaderos es muy muy bonita.
P.: En su trabajo ha demostrado ser extremadamente perfeccionista, dedicada, trabajadora… ¿En su vida es también así o muy diferente?
R.: En el trabajo me gusta llevarlo todo muy preparado, soy incapaz de llegar a un plató sin saberme el texto o sin haber reflexionado mucho sobre el personaje. Solo se puede improvisar y crear a partir de tener la partitura muy clara, igual que en el jazz.
Tengo que llevarlo todo muy bien atado para luego dejarme volar. Ya sabes, nos levantamos un poco del suelo cuando estamos interpretando y esa magia, si no hay mucho trabajo por debajo, por lo menos en mí, no se produce.
En la vida soy más aburrida, aunque me gusta salir, vivir, tener muchas experiencias, pero tengo la sensación de que soy más tímida y me bloqueo más, en comparación con las cosas que soy capaz de hacer en un escenario o delante de una cámara.
P.: ¿Qué espacio y tiempo le gustaría robarle al presente o al futuro, para hacer otro tipo de proyectos, tanto profesionales como personales?
R.: Esto va por fases. A los 50 años he tenido una pequeña crisis, un cierto período incluso depresivo, que tiene que ver con un cambio de etapa en mi vida. A partir de los cincuenta la mujer entra en otro lugar, que está un poco despreciado o minusvalorado socialmente, pero que a mí me parece muy interesante.
Yo he tenido que transitar desde la fase del bajón a la fase en la que estoy ahora, en la que hay aceptación y también hay un cierto subidón. Estamos en una sociedad en la que, poco a poco, se va encontrando el valor de la mujer madura, pero lo que se nos vende desde la publicidad, desde los medios, desde los programas e incluso desde la industria de las series y el cine, es que solamente los jóvenes tienen derecho a vivir, a contar sus movidas y a todo.
Creo que todo lo que vivimos las mujeres, esa toma de conciencia sobre quiénes somos y qué queremos hacer con nuestras vidas, es mucho más interesante a partir de cierta edad.
Este verano he tenido, por fin, la posibilidad de disfrutar un mes de vacaciones, he estado en mi pueblo con mis amigos de siempre, mis padres, mi hijo, mi tierra, y he reflexionado mucho, he cargado la pila y me he dado cuenta de todo lo que me apetece hacer.
P.: ¿Qué le apetece o apetecería hacer?
R.: Me gustaría cerrar algunas etapas y empezar otras nuevas, a lo mejor aventurarme en la producción de teatro, en alguna cosa que me permita contarme. Se ha abierto en mí esa ventana, las ganas de gestionar mi propio tiempo, mis propias condiciones laborales, e intentar contar cosas que quiero contar y no se me ha dado la oportunidad desde la industria.
Se me ha despertado la necesidad de gestionar mi creatividad, mi talento y mi profesión, cosa que no me había planteado antes, quizá porque he estado inmersa en una vorágine.
En algún momento tendré que parar y decidir qué quiero hacer, porque siento que estoy en el último cuarto de tiempo de mi vida, lo cual, por otra parte, es maravilloso, me siento supervital. Pero empiezo a entender la profesión, y la vida, de otra manera.
P.: ¿Qué proyectos 'tocables' le esperan en el futuro próximo, este otoño que empieza?
R.: Tengo un nuevo proyecto de teatro para el año que viene, que ya está en marcha y me hace mucha ilusión porque seremos cuatro mujeres contando una historia de mujeres.
La serie La que se avecina, está confirmado que se va a grabar la temporada que viene.
Ahora tengo diversas cosas especiales, puntuales y muy bonitas, que me permiten no parar y, sobre todo, me hacen ilusión: voy a presentar una gala de Saniclown-Payasos de Hospital en el Circo Price, los días 3 y 4 de noviembre, dos cosas que hago porque me da la gana.
Y el día 11 de noviembre, en Murcia, voy a participar en una cena solidaria, porque me hacen madrina de una asociación llamada Sonrisas saharauis, en la que fomentan la acogida, en verano, de niños saharauis que conviven con temperaturas extremas.
P.: ¿Proyectos que le alimentan el alma?
R.: Sí, siempre estamos pensando en la parte económica, pero cuando te lo puedes permitir, lo que hay que hacer es dar. Creo mucho en la frase 'cada uno da lo que recibe y recibe lo que da' de la canción de Drexler.
Nos metemos en la vorágine del trabajo y nos olvidamos de cosas que nos nutren, como un verano con tu familia como cuando eras pequeña, o hacer una gala en la que puedes poner tu carita para que se vendan más entradas y así echas una mano a un proyecto que te parece precioso. Llevo tiempo necesitando hacer cosas que me nutran a mí.