Ángeles Ferragut fundadora y presidenta de Ses12naus: “El reto está en hacer comprender que la cultura es necesaria”
Charlamos con la fundadora y directora de la Fundación Ses Dotze Naus sobre viajes, arte contemporáneo, cultura y sostenibilidad.
11 octubre, 2023 02:25Su entusiasmo escapa a borbotones de cada palabra, cada frase, cada silencio que expresa, cuando habla de la Fundación que dirige o de sí misma, de su vida pasada y su presente, de su equipo o de su familia, y especialmente cuando aparece en la conversación su nave de piedra, Ibiza, la isla en la que vive, trabaja, cría a sus hijos, respira y sueña.
Ángeles Ferragut nació en Ibiza, aunque su espíritu inconformista la impulsa a explorar el mundo desde jovencita, completando su formación como artista en Madrid, Nueva York, La Habana y Londres, donde desarrolla diversas labores relacionadas con la producción artística.
Después de más de 15 años fuera, decide volver a su casa familiar, donde idea y saca adelante su proyecto Ses12naus (Las doce naves) concebido por y para la isla, de manera sostenible desde sus inicios en 2016.
La Fundación Ses Dotze Naus nace en 2022, dirigida por Ángeles Ferragut y fundada junto a su marido Simon Southwood, cuenta con la asesoría de la artista Cristina de Middel y el comisario y crítico de arte Fernando Gómez de la Cuesta. Lucha contra la idea de la estacionalidad en Ibiza, aboga por convertir la isla en un lugar estable de creación de arte contemporáneo.
Impulsa diversas líneas de trabajo: fomentar y desarrollar la cultura contemporánea en Ibiza, impulsando residencias de artistas, exposiciones y programas públicos, fruto de su apuesta por la cultura como motor de cambio.
Busca remover consciencias desde una perspectiva crítica, pero también constructiva, sobre la realidad actual de Ibiza, gracias a las sinergias con artistas internacionales.
La actual exposición, Protein, que es fruto de la acogida en la isla de los artistas daneses Nina Beier y Simon Dybbroe Møller, a lo largo de varios meses, comisariada por Elise Lammer, es una muestra site-specific que estará abierta al público hasta el 21 de octubre en La Carpintería, un espacio de producción y exhibición ubicado en Can Bufí, recientemente reconvertido, donde se celebran exposiciones y actividades impulsadas desde Ses12naus.
La dicotomía entre lo local y lo global, caracteriza a la propia Ángeles y queda reflejada e impresa en su proyecto presente, del que hablamos sin olvidar la trayectoria larga y ecléctica que Ferragut ha desarrollado anteriormente, fuera de España.
¿Por qué decide salir de la isla y de España? ¿Qué personas y paisajes, naturales y humanos, deja atrás? ¿Qué impresiones y vivencias comienza a recibir que, poco a poco, alimentan su cultura? Y ¿qué va descubriendo de sí misma?
Crecí en Ibiza y me fui de la isla a los 16 años para estudiar teatro en Madrid, porque Ibiza se te queda un poco pequeña cuando tienes esa edad, y yo estaba deseando salir, con ganas de viajar, de conocer otras cosas y a otra gente.
Mi madre falleció cuando yo tenía 18 años, eso también fue, quizá, un disparador. Aunque tienes muchas cosas que te atan a tu tierra, a tu familia, y dar ese paso es difícil emocionalmente, pero el miedo se lo comen las ganas de descubrir.
¿Su primer vínculo con el arte es el teatro? ¿Descubre el mundo a través de su cuerpo, de la fisicidad, la voz? ¿A través de las artes escénicas y no tanto de las artes plásticas?
Realmente, mis primeros vínculos con el arte fueron ya de niña; viajábamos, íbamos a museos, y yo iba mucho al Museo del Prado, y recuerdo asombrarme, no olvidaré nunca la pintura negra de Goya, ya desde niña me llamaba mucho la atención la expresividad, y la plasticidad.
En Ibiza no tenía ningún vínculo con el teatro, decía que quería ser actriz, pero no tenía ni idea de qué significaba eso. Cuando llegué a Madrid para estudiar teatro, pensé: esto va de mí, de quitarse capas, no de ponérselas, esto va de aprender a quitarte la máscara.
Cuando empiezas a formarte, descubres que tu cuerpo es tu herramienta y que, de todo lo que tienes que venir de fábrica, hay algunas cosas en las que eres buena y tienes que trabajarlas menos, y otras muchas que no están y hay que trabajarlas más.
Al final, es un trabajo de pico y pala, como todo, y el hacer teatro es algo que te llevas para toda la vida, un entrenamiento, no se trata solo de talento, yo trabajé determinadas cosas como una jabata.
A nivel emocional estaba en un momento complicado y en las clases podía soltar y desatar mucho, era un espacio en el que no solamente se podía, sino que se debía mostrar cosas, conocerte, experimentar.
Luego, tuve un gran hándicap como actriz, una hernia de disco, y al estar tan malita de la espalda empecé a mirar desde fuera las clases, como oyente.
¿Aparece entonces el descubrimiento de su mirada, no solo hacia uno mismo, sino hacia fuera, hacia los otros?
Sí, empecé a interesarme por la dirección, y es cierto que, desde relativamente pronto, me gustó mucho el teatro visual, todo lo que tiene que ver con la imagen, también con lo visceral, por supuesto, pero al estar desde fuera me interesé por lo que tiene que ver con las formas, las luces, los cuerpos.
En esa época descubrí al director de escena Bob Wilson y me fascinó, apliqué para una Residencia con él en su centro de investigación y creación, la Byrd Hoffman Watermill Foundation, en Nueva York. Me aceptaron y allí me fui, durante un mes, en verano. Una maravilla.
Conecta definitivamente con la plasticidad, lo visual, la estética contemporánea, la danza, pero ¿qué fue lo más revelador de aquella experiencia?
Lo más revelador, para mí, fue conocer a toda esa gente que estaba trabajando allí, escenógrafos, vestuaristas, carpinteros, personas de todas las edades y todas las procedencias.
Y descubrí que el teatro lo aúna todo. Tener la suerte de estar con gente de tantos lugares fue una experiencia brutal.
¿Qué descubrió de sí misma, o qué cosas suyas salieron a la luz?
Descubrí el placer de compartir experiencias con gente diferente, de otras culturas, otras disciplinas, y el placer de estar conectando a un nivel adulto e independiente.
Recuerdo que escribí mucho, empecé a dibujar, se amplió mucho mi visión del teatro, y del arte en general.
¿En qué lugar de su corazón y de su cabecita, quedaba Ibiza, durante aquella época?
Seguía vinculada con Ibiza, por temas familiares iba mucho, me escapaba siempre que podía.
¿Qué cosas, personas, paisajes, olores o situaciones echaba más de menos?
Ese golpe de humedad que, incluso al evocarlo, me calma, esa sensación de humedad, de olor a mar, que te golpea en cuanto bajas del avión cuando aterrizas en Ibiza.
A mi familia, esta casa en la que ahora estoy, en una finca en el interior de la isla.
Tenía un caballo. A mi abuelo.
Y echaba de menos la medida, el tamaño de Ibiza, ese recogimiento de casa, de hogar. Y los paisajes, muchísimo. Pero no todo era tan profundo, también cosas como fumar porros en la playa y pasármelo bien con mis amigos.
Y siguió viajando a otras ciudades del mundo…
Sí, estuve en La Habana tres meses, luego en Nueva York haciendo un máster en producción de cine hasta que, en la isla, murió mi abuelo, que era el último referente que tenía.
Durante sus viajes y estancias en diversas ciudades, planea, busca, experimenta, se forma en diferentes disciplinas, descubre nuevos acercamientos al arte… ¿le sirvió salir de su sitio para encontrar el sitio, y la mirada propia?
Sí, un poco. Yo me podía permitir estudiar, entre otras cosas, gracias a todo lo que este lugar, la isla, nos ha dado a gente como nosotros, que hemos tenido la oportunidad de salir fuera aún viniendo de familias que, en su origen, eran pobres. El padre de mi abuelo era marinero, pero más tarde, las generaciones que ya hemos podido ir a estudiar fuera, hemos sido muy afortunados, porque hemos podido nutrirnos.
Por eso creo que tenemos la responsabilidad de devolverle cosas a la isla.
Quizá impulsada por esa responsabilidad hacia su isla, ¿en qué momento y porqué decide volver a Ibiza, su nave de piedra?
El impulso fue quedarme embarazada. No era tanto volver, porque yo había seguido vinculada a la isla y venía bastante, significaba volver definitivamente y, sobre todo, con un fin. No quería volver por volver, y ya está.
¿Volver para construir un proyecto, una nueva vida en el sentido literal y metafórico?
Eso es, y me pregunté, ¿por dónde construyo? Porque, al final, cuando estás viajando, cuando estás mucho tiempo fuera, piensas: yo, ¿qué hago aquí?
Al terminar el máster en Nueva York, hice un proceso de coaching a través del cual entendí que debía acercarme a dónde realmente podría construir.
Yo tenía en la cabeza que quería hacer algo en la isla, algo que aún no tenía forma, pero que estaba ahí. Paralelamente, heredé la finca de mi abuelo y pensé que sería una maravilla poder traer aquí a toda esa gente que estaba conociendo en Nueva York, poder intercambiar con Ibiza.
¿Desde ahí y así nace su proyecto Ses Dotze Naus?
Realmente nace de ahí, sí, luego se ha convertido en algo más amplio, pero el primer germen o impulso fue el de traer a amigos y amigos de amigos aquí, en el año 2016.
Ahí empieza el camino. La reafirmación de la idea de volver a Ibiza, pero con algo que contribuyera significativamente.
Tras esa experiencia inicial, o iniciática, la primera Residencia que organiza, en la que doce artistas viven en tiendas de campaña en un bosque, ¿usted confirma y decide que se trata de una idea firme y un proyecto a desarrollar?
A partir de ahí las piezas se van uniendo, especialmente al empezar a ver la acogida de la Residencia, no solamente por parte de los artistas que venían de fuera sino por parte de la isla, y empiezo a verle el sentido.
Crear sinergias entre artistas, pero también impulsar la conexión de ellos con la isla, ¿era un deseo, un objetivo que se plantea desde el principio con Ses Dotze Naus?
Sí, así es, eso siempre ha estado, desde el minuto uno, en el ADN del proyecto Ses Dotze Naus. Ya desde la primera Residencia les pedimos a los artistas que nos presentaran ideas inspiradas en Ibiza para ser desarrolladas aquí, así que, el intercambio con la isla estaba desde el principio.
Colaboraron con la gente, había artistas que trabajaron con artesanos de esparto, otros hicieron un proyecto sobre un hotel abandonado… lo importante era y es el diálogo con la isla, trabajar en el contexto.
Empezamos a un nivel más “cerrado”, las primeras residencias fueron aquí, en casa, pero sí hicimos una presentación donde invitamos a gente de la isla, con lo cual ya estaba presente ese intercambio.
Ses Dotze Naus, las doce naves en ibicenco, es la metáfora de los artistas que llegan e intercambian experiencias con la isla.
¿Cómo se produce el salto, la decisión de constituiros como Fundación en 2022?
Habíamos hecho una Residencia en el 2016, otra en el 2018 y después llegó el Covid-19. Reflexionamos, vimos que lo hecho hasta ese momento había funcionado bien, sabíamos que íbamos por buen camino, que es una manera de contribuir, que es relevante y tiene sentido, pero nos dimos cuenta de que nos estábamos quedando muy “en casa”.
Había que abrir el proyecto y darle una estructura que nos permitiera trabajar con diferentes agentes y en distintos programas. Contacté con Ignacio Santos, gestor cultural, y a partir de ahí se tradujeron todas las ideas al lenguaje de la gestión cultural, y se crea la Fundación.
¿Hay una perspectiva crítica en los proyectos, las exposiciones, los programas, para contribuir a romper o cambiar el concepto de la isla como un lugar solo estacional y vacacional, de fiesta, de paso?
¿La Fundación tiene también ese sentido?
Sí, porque trabajamos con artistas de fuera, pero siempre entorno a Ibiza, su cultura y su gente.
Y hay un tema, en la isla hay una economía que prospera, al recibir a los turistas al máximo de su capacidad durante el verano, eso ha creado la Ibiza que conocemos hoy. Nosotros no la criticamos, estamos muy agradecidos, tenemos un enfoque positivo, porque eso trae vientos en contra, pero con esos vientos también se crean oportunidades, porque hay muchas cosas de las que hablar.
Aparte, está la oportunidad que nos brindan algunos cambios, los veranos son más calurosos, los inviernos son más largos, hay mucha gente que se está viniendo a vivir a la isla, hay muchos más niños naciendo en la isla, es decir, lo que ha crecido muchísimo en los últimos años es la población de Ibiza, no solamente el turismo.
Finalmente, los creadores hacen su trabajo, nosotros lo que hacemos es facilitarles un entorno para poder desarrollar sus creaciones, siempre enlazándolas con el contexto en el que estamos.
Actualmente, la labor de Ses Dotze Naus está abierta al público, hay exposiciones, encuentros, talleres con niños. ¿Cómo es ese público que participa u os visita?
Al constituirnos como Fundación abrimos un espacio público, La carpintería, así que llevamos poquito porque se inaugura en 2022. Desde luego hay una vocación clara de llegar al máximo público posible y de ayudar a estructurar audiencias.
Todavía estamos intentando conquistar públicos, ir abriendo círculos. Los públicos, al inicio, llegaban a través de nuestros círculos, pero ahora vienen públicos diversos dependiendo del programa, por eso mismo diseñamos distintos tipos de programas, algunos con clara vocación internacional, como Protein, siendo conscientes de que es arte no conceptual, en fin, es un reto.
En esta primera etapa de la Fundación queremos experimentar con diferentes modelos y temáticas para ir tocando cosas y viendo la respuesta de la gente.
Yo he vivido situaciones de ver a gente llegar a La carpintería y abrazarse, ha sido muy bonito, pero es difícil, aunque cada vez más la gente se atreve a venir. Y ahora tenemos un programa para alumnos de secundaria.
¿Qué grandes escollos o impedimentos se ha ido encontrando en el desarrollo de su labor?
Los escollos me los planteo como retos, por ejemplo, el reto de conseguir que el proyecto sea sostenible, porque es una Fundación relacionada también con el medio ambiente.
El reto está en hacer comprender que la cultura es necesaria, a la hora de pedir ayudas, por ejemplo, a nivel institucional, que la cultura ibicenca, es súper importante. Ahí hay un trabajo.
La cultura no es un departamento estanco, está relacionada con la naturaleza, y con la artesanía, en este caso ibicenca.
Y ¿qué grandes aliados tiene?
Hay mucha gente que nos ayuda desinteresadamente, que cree en el proyecto, y en el equipo hay gente estupenda, somos poca gente trabajando mucho.
La gran aliada es la propia isla. Yo siento que extendemos esta cualidad de bienvenida que ha tenido la isla desde siempre, porque Ibiza es un lugar muy amable para trabajar y hay un montón de cosas por hacer.
Cuando invitamos a los creadores a venir aquí, vemos que ese “espíritu” de la isla que nos caracteriza, de calidez, incluso de diversión, se impregna en ellos y en lo que hacen.
Somos mediterráneos, creo que ese es nuestro principal aliado.
Y otros aliados son: los diferentes paisajes que hay en Ibiza, no solo naturales, las capas tan diversas que te encuentras, es un territorio muy rico y también muy contradictorio.
En la exposición Protein se plantea, precisamente, ese desafío, reto o pregunta: ¿cómo coexisten lo natural y lo artificial, lo estacional y lo permanente? ¿Los insectos y los agentes inmobiliarios?
Sí, Nina Beier y Simon Dybbroe Møller, los artistas daneses, creadores de Protein, han observado el paisaje cultural de aquí, por ejemplo, Nina trabaja con objetos encontrados y con la biografía de los objetos.
En la exposición hay tres elementos que la conforman y conviven: los 500 bichos solares procedentes de cuatro fábricas diferentes de China, luego está la conversación que los artistas escuchaban en todas partes, sobre la especulación de las inmobiliarias y su singularidad, propia de este territorio, que tiene que ver con el crecimiento, un tema muy complejo. Y, por último, la “cultura de club”, que también fue un elemento encontrado, porque recién aterrizados vieron en el aeropuerto el cartel de la discoteca Euphoria, que anuncia esa fiesta que se llama Antz, representada por un poster con una hormiga gigante, que refleja la cultura de club. Realmente, es una exposición que podría estar en cualquier otro lugar del mundo.
Los artistas, Nina y Simon, no quisieron hacer ningún tipo de crítica sobre la identidad de Ibiza, porque, al fin y al cabo, han estado aquí solamente unos meses, por eso PROTEIN plantea preguntas, y la idea es que el pensamiento crítico sea el del propio espectador.
Actualmente, usted vive en Ibiza, está sacando adelante su proyecto y a sus dos hijos pequeños, ¿su esencia, su espíritu aventurero, su impulso, su inconformismo, sigue vivo y latente por dentro y fuera de Ángeles Ferragut? O ¿se ha transformado mucho?
No se ha transformado mucho, pero la realidad, ahora mismo, la tengo muy presente; porque tengo dos niños muy pequeños y también porque estoy viviendo una aventura apasionante sin moverme de casa, que es algo importante, creo.
Ahora, el viaje está siendo más hacia dentro, hacia la esencia, mi lugar, mi familia, porque, al final, creo que es desde ahí, donde das los pasos importantes.
Ahora mismo, mi objetivo sería poder tener tres horas para leerme un libro. Y viajar, lo cual, ahora no está siendo muy posible.
Creo que ahora estoy en un momento de crecimiento personal que implica la relación con los otros, con la gente que quieres, tu relación con la tierra, con el mundo, no solo para impregnar, también para mirar qué es lo que realmente importa.
Aprender a ser, en un determinado lugar, también para sostener a los otros y ofrecerles un lugar en el que crear…
Sí, y disfrutar. Estar tranquila. Desde luego este es un período de quedarme aquí y de profundizar.