Cuando en 2016 Vivienne Isabel Swire publicó varios años de su diario personal en Get a Life, apenas plasmó sobre papel una ínfima parte de lo que en realidad supuso su paso por la industria de la moda. Eterna dama del punk y artífice de un movimiento que amplió las protestas por el clima desde la antiestética más contestataria, la diseñadora dejó en diciembre un legado que otras hijas del universo viviennico, como Marta Ortiz (Valencia, 1994), se esfuerzan por mantener hoy vivo sobre la pasarela y fuera de la misma.
Modelo, que no maniquí. Emprendedora desde 2021 y activista inspirada por los más grandes. Marta Ortiz es la misma que defiende que "una compra tiene tanto de acto político tanto como lo puede hacer un voto", y que en 2021 decide romper con los convencionalismos del sector impulsando un negocio que apuesta por el ecolujo como vía de escape para quienes siguen las tendencias pero se resisten a pertenecer a una de las industrias más contaminantes del planeta.
Una vez puestas sus dos grandes pasiones sobre la mesa, modelaje y emprendimiento, parece conveniente explicar de dónde viene este incesante goteo de éxitos para Marta Ortiz en la moda internacional. Ha desfilado para Karl Lagerfeld en el Grand Palais, y también ha sido imagen de Cartier, entre otras muchas firmas. Sus opiniones sirven como altavoz para una generación que cree en el cambio a golpe de clic. Y lo sorprendente es que todavía le invade la emoción cuando cuenta cómo era tratar con Westwood en las distancias cortas.
"Era la primera vez que desfilaba en París, y yo, que siempre he valorado mucho la artesanía local, recuerdo que comenzamos a hablar de los tejidos valencianos, del espolín", relata. Su charla acabó derivando en una reflexión "sobre lo pequeños que somos en el mundo", y motivó a la modelo a inspirarse en Westwood y en sus protestas contra la deforestación para un trabajo de clase. Ella, más que jefa, fue una mentora para aquella joven que con 16 años descubrió que también quería salvar el mundo.
Desde aquellos pinitos ha pasado más de una década, y la carrera de la española ha ido creciendo al mismo ritmo frenético al que la industria textil se adapta para hacer frente a los reclamos de la consumidora moderna. Una que pone sus valores por delante, que "se pregunta qué puede haber detrás de una camiseta que marca menos de cinco euros en su etiqueta", y que también, de paso, apuesta por el emprendimiento femenino.
Todos estos requisitos se integran en la filosofía de Matiz, una plataforma de moda sostenible que reúne a marcas y consumidores en torno al compromiso ambiental y el slow fashion. La empresaria empezó a idear su proyecto en pleno confinamiento, esa misma época en la que confiesa que también se sorprendió a sí misma ganando alguna que otra 'batallita' personal: "Me tiré dos años sin comprar ropa, y no pasó absolutamente nada", asegura.
Por aquellas fechas, Marta Ortiz estaba más pendiente de una iniciativa que acababa de poner en marcha en redes —con el hashtag #YoTeSigoATi— para dar voz a pymes y marcas emergentes del sector. La campaña fue todo un éxito, y la acercó a "propuestas interesantísimas que ni yo, que llevo años en este mundo, conocía, y con las que enseguida desarrollé un vínculo porque quería ayudarlas de alguna forma a sobrevivir", explica.
De ahí nació Matiz. "Un día contacté [con 40 marcas] y les propuse formar parte de esta comunidad tan bonita a la que todavía pertenecen muchas de las firmas que nos acompañaron en la primera oleada", cuenta. El concepto que da bautizo a su proyecto se obtiene de mezclar el nombre y apellido de su fundadora. Pero también remite necesariamente —y valga la redundancia— a ese matiz, a esa "sutil diferencia que nos hace únicas y nos permite resaltar por encima del resto", cuenta la modelo.
La empresaria explica el concepto de su plataforma a EL ESPAÑOL desde el auditorio del Museo Reina Sofía de Madrid, donde esa misma mañana se celebró el Europe Fashion Summit junto a profesionales de la industria que, como ella, trabajan para posicionar la moda europea y contribuir al progreso sostenible del sector. En el caso de Matiz, "a la hora de integrar a una nueva marca en la plataforma, atendemos a cinco criterios: los materiales, la calidad, la producción nacional o kilómetro 0, la transparencia en la comunicación y los valores de las personas detrás del proyecto".
Una vez superado el filtro, dichas marcas pasan a formar parte del catálogo de la plataforma, y, con suerte, también a la sección de favoritos, un apartado en el que Marta Ortiz destaca algunas de las "verdaderas joyitas" con las que una podríamos toparnos en Matiz. "Si por mí fuera, todas esas prendas estarían en mi armario, pero intento no pecar, porque si no... ¡No habría negocio!", ríe.
Pregunta: Hablando de pecar... A veces difuminamos la línea entre consumir de forma responsable con la culpa por no haber sido lo suficientemente sostenibles. ¿Cómo se llega al equilibrio, en un mercado que intenta crear nuevas necesidades todo el tiempo?
Respuesta: Cuando estoy en una tienda, yo lo que hago es preguntarme si tengo cinco prendas en mi armario que combinen con aquello que quiero comprar. Los caprichos están bien, siempre que tengan sentido y puedan aprovecharse a largo plazo. Además, si el fast fashion ha hecho algo bueno en estos años es democratizar el acceso a la moda y a lo que se sabe de ella. Tenemos información de sobra para diferenciar lo que está bien de lo que no, y por eso, como consumidoras, también debemos ser honestas con nosotras mismas y reconocer cuándo estamos ante una tendencia de consumo descontrolado encubierta de necesidad.
Cuenta Marta Ortiz que lo que más le apasiona de la moda es esa "capacidad que tiene para transmitir historias". Por eso, Matiz también da una segunda vida a las prendas en una sección de segunda mano cariñosamente denominada pre-loved. "Tenemos que dejar a un lado los prejuicios en torno a la moda vintage", reclama con una anécdota.
"Una vez una chica nos llegó a preguntar si esas prendas pertenecían a personas que habían fallecido. ¡Ay! A ver, si te has fijado en una chaqueta de los setenta, es posible, pero no hay que quedarse con eso... Que mira que yo soy súper espiritual y les paso el palo santo si hace falta", ríe. "Pero es que lo bonito de las tendencias es que son cíclicas y todas vuelven, incluso ese pantalón de campana que con siete años odiabas y de pronto ha acabado siendo un imprescindible en tu fondo de armario".
"Entonces, ¿qué hay en el closet de Marta Ortiz?", podrían preguntarle. Y ella diría que "un popurrí de estilos, algo sofisticado, algo más seductor, más dramático... Esto es como cuando preparas una receta de cocina y le echas los condimentos a tu gusto, ¿sabes? El conjunto es lo que hace que una comida, y en este caso también un estilo, acaben siendo deliciosos".
De todas estas claves, y de la necesidad de apostar por una moda circular y amable con el medio ambiente, confiesa haberse dado cuenta en una etapa de madurez profesional en la que, en cualquier caso, su agenda está más apretada que nunca. "Todos estos malabares no podría hacerlos si no fuera por ese equipo maravilloso de mujeres con las que cuento en Madrid", añade.
Matiz lo integra una plantilla fundamentalmente femenina que acompañan a Marta Ortiz —quien seguirá contoneándose por la pasarela y defendiendo el medio ambiente fuera de ella— en su deseo de demostrar que la sostenibilidad puede ser accesible y atractiva. Aunque esto también trae consigo un proceso de aprendizaje que nos atañe a todos.
"Está fenomenal vender moda sostenible, pero hay que ir más allá. Hay que educar a las nuevas generaciones y también a las que les preceden. Mi madre hasta hace poco no era consciente de los litros de agua que hacen falta para crear un vaquero, y ahora que lo sabe, cuando va a comprar, piensa... ¿Realmente lo necesito? Esta es una pregunta que tenemos que hacernos todos los días", concluye.