Carolina Iglesias y Victoria Martín, o cómo triunfar 'estirando el chicle’: “El nuestro no es un pódcast para eruditos, pero funciona porque hay química"
Las presentadoras estrenan la sexta temporada de su programa, que conquista a un millón de oyentes al mes.
Las cómicas Carolina Iglesias (Oleiros, 1993) y Victoria Martín (Madrid, 1989) pueden arrancar 2024 presumiendo de que juntas han conseguido convertirse en dos de las podcasters más influyentes del panorama nacional. Si cada generación tuvo a su dupla de humoristas de referencia, la que nació entre pantallas encuentra la suya en las creadoras de Estirando el chicle, un programa que surge de la necesidad de ambas de “rajar sobre todas las cosas que les indignan”, que, por suerte para muchos, no son pocas.
Debutaron con el programa en 2020, pero recuerdan en la entrevista con Magas que los pinitos los hicieron mucho antes. La de Carolina Iglesias es la historia de una guionista que dejó su Coruña natal para dedicarse a los monólogos y estudiar en la ciudad de los gatos y las chulapas. Una ‘niña’ de la Complutense y amante de la cultura ‘pop’ que encontró en YouTube una vía de escape para hablar de todo y de nada con quienes la seguían en su cuenta de 'Percebes y Grelos'. Para quienes no la tuvieran fichada aún, ese es el nombre creativo con el que la cómica se dio a conocer hace casi una década. Ahora, confiesa que no se siente tan identificada con el alias como lo hacía cuando era anónima: “Es que, ¿te imaginas llamarte así con 40 años?”, ríe.
Por su parte, Victoria Martín es una rara avis que bien podría definirse con la palabra ‘torbellino’. Madrileña de cuna y licenciada en Periodismo, en la entrevista va hilando reflexiones y algún que otro desvarío que confirman por qué siempre la etiquetan como la voz canalla e histriónica del pódcast. La conocimos por primera vez en la radio, en ‘Yu, no te pierdas nada’, la misma cantera de cómicos de la que han salido Henar Álvarez, Iggy Rubín y Lorena Castell. Y por su apodo, 'Living Postureo', que, por cierto, también odia: “La primera es una palabra repugnante, como eso de ‘servir’ que se dice ahora. Y la segunda ya está en desuso, igual que el término ‘amigovio’", cuenta mientras pospone la alarma de la lavadora.
Con tales opiniones, una podría asumir que el concepto de brunch tampoco debe de entusiasmarle demasiado. “¡Pues lo hace! Me encanta, si es que realmente soy una falsa. No hay nada que me guste más que levantarme tarde, desayunar y volver a dormirme”, exclama. Cada ocurrencia de Victoria vuela como un flechazo en la diana de los titulares. Carolina ríe, a veces con entrañables gestos de resignación, y pide que pongamos corchetes en cada renglón, “que la ironía por escrito a veces es difícil de percibir y eso nos ha jugado malas pasadas”.
Ambas se retroalimentan en lo profesional y se cuidan mutuamente en lo personal, desde que se tomaron “su primera cerveza juntas”. Eso fue antes de 2020, un año clave para ellas porque en febrero debutaron con una webserie en común, Válidas, la predecesora de su pódcast, que surgió poco tiempo después. Carolina recuerda que “compramos micros de 50 euros que no se oían nada bien, hicimos los primeros programas desde casa [por la pandemia]” y el resto es historia. Este mes, Estirando el chicle regresa por su sexta temporada con las pilas recargadas. El estreno, según han desvelado sus autoras, será de acceso exclusivo en Podimo el 9 de enero y unos días más tarde, el 14, podrá escucharse en el resto de plataformas.
Victoria lleva un traje de Pomandère, un top de Sandro y botines de Mango. Carolina lleva un traje y una camisa de Mirto y mocasines de Karl Lagerfeld
Para celebrar su regreso a los micrófonos, la dupla se cita con este periódico y da la bienvenida a un nuevo año cargado de metas. Si 2022 fue un año de luces y sombras para ambas, 2023 ha sido el de las reconciliaciones. “He podido hacer lo que me ha dado la gana”, asegura Victoria, que aprovecha para celebrar la acogida que tuvo su último libro, Se tiene que morir mucha gente (Plaza & Janes Editores, 2022). Y continúa: “Algo que es muy difícil en esta profesión es poder permitirte decir ‘no’; elegir qué quieres hacer y poder vivir de tus propias ideas sin depender de nadie es un lujo y yo con eso sé que no necesito nada más, que hemos tocado techo”.
Sus proyectos en solitario son también éxitos compartidos por estas dos amigas que traspasan barreras en internet. Cuenta Carolina que “el año pasado terminé la primera temporada de El Carolate [su propio pódcast], he estado trabajando con Julia Otero en televisión, y he retomado la actuación en el teatro, aunque con más calma que el año pasado”. La coruñesa, que presenta el espectáculo de humor Mentes peligrosas junto a Ana Morgade y Eva Hache, confiesa haber tenido que darse un respiro a sí misma para “poder disfrutar más de todo lo que hago”.
Su compañera secunda sus palabras. “Yo ahora estoy también con [su programa] Malas personas, que pronto tendrá su tercera temporada en Podimo. Y con mi productora, que me está permitiendo estar detrás, escribir cosas para otros y, de paso, quedarme más en casa, que es lo que más me gusta del mundo porque así no tengo que hablar con mucha gente”, ríe.
Por el estudio de Estirando el chicle han pasado invitadas como Lola Índigo, Belén Rueda, Laura Escanes, Isabel Coixet e incluso Manuela Carmena. En los últimos programas, han apostado también por mujeres anónimas con mucho que contar. “¡Ojo! Que sigue habiendo mucha gente que nos deja en leído”, aseguran. Las presentadoras aprovechan para hacer un llamamiento a Mercedes Milá y a Amaia Montero, las dos ‘estrellas’ a las que sueñan con entrevistar.
“Del drama también se saca comedia”
Conversar con las protagonistas de Estirando el chicle es como montarse en una montaña rusa emocional. Cuentan que detrás de sus personajes se esconden personas introvertidas cuya batería social se agota rápido. “Y la profesión requiere que a veces te muestres como alguien que no eres”, destaca Carolina. Y añade: “Yo lo mejor que he hecho en estos últimos años ha sido ir a terapia cada dos semanas para canalizar todos los pensamientos negativos”.
La guionista, reconocida en 2021 con el Premio Marcela y Elisa por su trabajo a favor de los derechos LGTBI, confiesa que la exposición mediática le ha hecho preguntarse muchas veces si “está o no a la altura”. “De repente ves tanta repercusión y todo ocurre tan rápido que no te da tiempo a gestionar lo que está pasando, pero supongo que asumir que nunca vas a terminar de asimilarlo del todo también forma parte del proceso”, reflexiona la cómica, que asegura no haber visto aún la grabación de su espectáculo en el WiZink Center madrileño, al que asistieron más de 17.000 personas.
“¿Hacer comedia estando mal es difícil?”, le preguntamos. Ella responde que, “bueno, de la tristeza una también se puede reír mucho; yo creo que da vidilla”. Victoria también interviene en la conversación: “Yo debo decir que no he sentido tanta atención, supongo que porque siempre he sido una persona muy protegida por mi entorno. Y como dice Carol, del drama se puede sacar comedia, e igual que hay días malos de los que debes sobreponerte y salir adelante, también los hay buenos”.
La madrileña, que teme que la sociedad se esté volviendo cada vez más “autoindulgente”, dice echar de menos “a esas influencers que solo te enseñaban las cosas buenas, sus viajes a Bali [ríe], porque ahora parece que en las redes sociales solo hay espacio para contar lo mal que estamos”.
También cuenta que la experiencia le ha enseñado a relativizar: “Al principio me costaba aceptar las críticas. Pensaba ‘joder, ¿pero por qué no te gusto?, ¿a que no me lo dices a la cara?’, a mí me dolía”. Carolina asiente. También fue su caso, pero ahora, asegura, trata de vivir “ajena a todo eso” y prefiere “no hacer caso ni a lo malo ni tampoco a lo bueno, porque no creo que sea una vida realista aquella en la que la gente te escribe cosas bonitas todos los días”.
Haciendo retrospectiva, las presentadoras de Estirando el chicle aseguran que su pódcast surgió cuando nadie antes había hecho de ellos una forma de ganarse la vida. “Ahora hay más gente con pódcasts que sin ellos, ¿tú crees que hay muchos?, porque el titular está en ti”, bromea Victoria. “Yo creo que a nosotras nos ha ido bien porque nos hacemos reír la una a la otra; el nuestro no es precisamente un programa erudito, pero se nota que hay química”.
“¿Te acuerdas de cuando la gente decía que fingíamos caernos bien?”, rememora Carolina. Las comunicadoras se echan a reír mientras miran los estilismos con los que posarán para la producción. “Yo creo que el hecho de que seamos tan distintas, Victoria tan histriónica y yo algo más calmada, es un plus: yo le aporto equilibrio y ella me ayuda a soltarme y a juzgarme menos”, apunta la gallega, lanzando una sonrisa cómplice en dirección a su amiga.
En cualquier caso, entre las muchas opiniones que comparten está la de que “descontextualizar la comedia es una mierda”. Hablan del humor, de sus límites, de la censura y de la libertad de expresión. “Yo creo que uno puede bromear sobre lo que le dé la gana y tú puedes decidir o no escucharlo”, opina Victoria.
Su copresentadora coincide: “A mí, por ejemplo, no me gusta el humor negro, pero puedo apreciar si un chiste está bien construido y que me provoque la risa”. Niega tener “ningún tipo de autoridad como para decir de qué nos podemos reír”, pero, “eso sí, me gusta mucho más hacer humor de abajo hacia arriba”. Cabe suponerse que a los oyentes del pódcast, que son más de 1 millón al mes, también. El éxito meteórico de Estirando el chicle se ha materializado en varios premios, como el Ondas de Radio en 2021, y sus creadoras esperan seguir creciendo con él en esta inminente sexta temporada.
Carolina lleva un traje de Alba Conde, botines de Sandro y pendientes y anillo de Marina García. Victoria lleva un cárdigan de Antik Batik, pantalones de Pinko, pendientes de Marina García y botas de Alma en Pena
Viejos debates, nuevas oportunidades
‘Las mujeres no son graciosas’. Esas cinco palabras dan forma al argumentario con el que algunos de vez en cuando dividen las redes azuzando polémicas y discusiones. Carolina y Victoria hablan del tema, conscientes de que, aunque “nadie nos ha regalado nada”, ahora pueden decir que hacen números y gozan de privilegios que otras compañeras del sector aún no han alcanzado. Recuerdan cómo, en 2021, las polémicas declaraciones de una de las salas de comedia más emblemáticas de Madrid cuestionando la calidad del humor femenino provocaron una oleada de reacciones en el sector. El debate estaba servido en redes y medios.
“Ahí nos llamaron a todas para que habláramos en los programas, que no para trabajar en ellos, sino para que argumentáramos que nosotras también podíamos ser graciosas”, recuerda Victoria. “Yo creo que la comedia es muy personal, y si no te gusta alguien no tienes por qué escucharlo, pero, ¿cómo puedes decir que ninguna cómica es buena?, ¿las has escuchado a todas?, categorizar de esa manera no tiene sentido”.
Carolina se le une: “Al final, si tienes que estar todo el rato defendiéndote o justificándote tampoco se te da la oportunidad de serlo. Lo que sí me pareció muy guay de ese año fue que a los pocos días ocurrió lo nuestro del WiZink, Martita de Graná [también humorista] vendió un mogollón de entradas… Cerramos el debate con datos, aunque aún parece que hay que batir récords para que te hagan caso y te den la razón”.
De los miles de oyentes diarios que amenizan su rutina escuchando Estirando el chicle, el 85% son mujeres. “Y nos parece fenomenal”, aseguran. “El femenino no es ningún público menor, somos más de la mitad de la población y es muy importante señalar esto porque a veces se nos trata como si fuéramos una pequeña comunidad”, subraya Victoria, quien también considera que a las artistas con mayor exposición mediática se les reclaman más compromisos e inmediatez a la hora de pronunciarse ante determinados temas. Ella dice haber encontrado en la “pausa para pensar” una opción política atractiva: “Creo que vivimos tan rápido que no da tiempo a reflexionar y sueltas cualquier cosa, sin meditarla antes”.
Carolina reflexiona: “Obviamente [a las mujeres] se nos exige más que a ellos, ves otros programas mainstream y no hay paridad ni un esfuerzo por lograrla. Cuando empezamos el pódcast, teníamos claro que no queríamos promover un efecto ‘arca de Noé’ [y traer invitadas solo por el hecho de que pertenezcan a una comunidad], aunque sí es algo que tenemos en cuenta porque queremos traer discursos variados al programa. No es algo que se fuerce, surge de forma orgánica, pero ves que esa exigencia no se repite en todo el sector”.
Todo lo que no se ve
En las distancias cortas, Carolina y Victoria dejan al descubierto las cualidades, los miedos y las pasiones que definen quiénes son. La primera es una apasionada de la cultura pop y del fútbol femenino que con el mismo entusiasmo ha seguido el Mundial de este año como la nueva edición de Operación Triunfo. De esta última, por cierto, es comentarista profesional. Dice que, de tener que subirse al escenario, cantaría Atrévete, una de las míticas de Chenoa. “Creo que me puedo lucir vocalmente”, presume riéndose. “Bueno, y Viva Forever, de las Spice Girls”, añade.
Además, en las producciones uno puede aprender mucho de sus entrevistados atendiendo al tipo de música que escogen para posar. Victoria pide The Killers. Las malas lenguas dicen que es un poco alternativa, pero ella no se identifica con el concepto de “pija de Malasaña” ni tampoco con el de hipster. Aunque hubo quien la vio en el BBK de Bilbao escuchando a los Arctic Monkeys… y ante eso no tiene cómo defenderse.
“Bueno, pues a mí me gusta el baloncesto”, cambia el tema, ante la mirada incrédula de todos los presentes en la habitación. Ella no se inmuta: “Fui a ver un partido de los Brooklyn Nets y me he comprado la gorra, la sudadera… Mi favorito es Cam Thomas”. Un “te lo estás inventando” acusador resuena desde algún rincón del estudio. “¡Que me muera aquí mismo si no existe, búscalo!”, le espeta entre carcajadas.
Lo que no les apasiona tanto, confirman, son los deportes extremos, los planes “que se han puesto de moda ahora de ir a pintar en cosas de cerámica” y esa terminología marciana que usa la generación ‘z’ para recordarles que se parecen más a sus padres de lo que creen. “Yo le pondría emojis a toda la entrevista, porque seguro que así las respuestas se entienden mucho mejor”, bromea Carolina, “pero yo creo que hemos dado buenos titulares, ¿no?”. Se felicitan mutuamente.
La entrevista llega a su fin y la pareja de Estirando el chicle piensa en sus proyectos futuros, de los que podremos saber más en los próximos meses. Ahora que ya han “surfeado” todo este boom y son mucho más que una novedad, Carolina Iglesias y Victoria Martín saben que lo importante no es ser las chicas del momento, sino mantenerse, “siempre siendo honestas” con ellas mismas. También dicen que sabrán echar la verja a tiempo, que no pretenden “quemar las cosas”. Por lo pronto, no hace falta que nadie se eche las manos a la cabeza: el chicle ya va por el sexto tirón y, afortunadamente, parece que nos quedan risas para rato.