“Nunca imaginé lo importante que ha sido el ejercicio en mi recuperación. Soraya Casla no solo es mi entrenadora, es mi asesora”, asegura Ana Rosa Quintana en referencia al cáncer de mama que superó recientemente.

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La popular periodista ha escrito uno de los últimos capítulos del libro Ante el cáncer, muévete (Vergara, 2024) firmado por Soraya Casla.

Esta doctora en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte es pionera en el desarrollo del ejercicio oncológico en nuestro país. Hoy trabaja con distintos hospitales y con diversas asociaciones y dirige el centro especializado Ejercicio y Cáncer.

En Magas, hablamos con ella sobre este práctico libro, que incluye ejercicios y pautas para prevenir y combatir el cáncer desde el rigor científico.

Ana Rosa Quintana detalla cómo fue su primer impacto con el cáncer de mama y cómo te conoció a través de la AECC. Allí cuenta cómo prepararse físicamente fue lo mejor que pudo hacer, y ponerse en tus manos. ¿Cómo llegó a ti y cómo le ayudó esa preparación física?

Tenemos la suerte en España que, cada vez más oncólogos prescriben ejercicio físico, especialmente aquellos que se forman más, que se forman en congresos internacionales y que ven cómo en otros países el ejercicio físico aplicado a los procesos oncológicos es una realidad que ayuda a los pacientes.

Por ello, el oncólogo de Ana Rosa le dijo que hiciera ejercicio y le envió al lugar que era anteriormente mi centro de trabajo, la Asociación Española Contra el Cáncer, aunque su entrenamiento no fue en la AECC, sino que trabajamos con ella desde el centro Ejercicio y Cáncer.

Afortunadamente, cada vez más pacientes se encuentran esa situación, donde sus oncólogos les recomiendan realizar ejercicio durante el tratamiento.

Participar en programas de ejercicio físico durante los tratamientos, previene numerosos efectos secundarios y reduce el riesgo de tener otras enfermedades posteriores, por ello, es esencial.

La preparación física que nosotros realizamos con Ana Rosa tiene la misma base que la que realizamos a cualquiera de nuestros pacientes, porque es en la que creemos y es la que sabemos que funciona: “Para cada cuerpo una respuesta”.

Es decir, aplicamos programa de ejercicio adaptado al nivel físico previo y teniendo en cuenta sus tratamientos.

Los objetivos fueron ganar masa muscular y prevenir la fatiga y el adormecimiento de los pies. Y conseguimos buenos resultados, ya que como ella cuenta, físicamente se encontró muy bien durante la quimioterapia, por supuesto, con sus días regulares, como todos.

A partir de entonces, dice Ana Rosa, te convertiste no sólo en su entrenadora sino también en su asesora…

Para nosotros, estos programas de ejercicio físico se basan en un perfecto equilibrio entre ciencia y cariño, aplicando los avances científicos que existen y de nosotros desarrollamos desde la comprensión y el apoyo.

En este caso, la relación siempre entre nuestros pacientes y los entrenadores especialistas suele ser muy cercana, ya que les podemos dando algunos consejos o recomendaciones básicas de ejercicio durante el tratamiento. El incluir estas recomendaciones, muchas veces mejoran su bienestar general.

Y por supuesto, recomendarles hablar con su oncólogo, enfermera y otros profesionales imprescindibles en el manejo de esta enfermedad de manera integral como psicooncología, nutrición y fisioterapia. 

Portada del libro 'Ante el cáncer, muévete'.

Cuándo y cómo decidiste que tenías que ponerte en marcha para dar forma a una unidad de ejercicio físico oncológico.

Uno de los puntos que me llevó a ello fue darme cuenta de que los pacientes necesitan programas de ejercicio que realmente los acompañen durante el tiempo que te necesitan.

Necesitan 'asesores' que les ayuden a encontrar otros profesionales, a saber, qué pueden o no pueden hacer y, por supuesto, qué es lo más beneficioso para ellos. En este sentido, una de mis pacientes me llamó para contarme que ya no tenía más posibilidades de tratamiento, pero que quería darme las gracias, porque, gracias al ejercicio había podido mantener una vida con calidad hasta el final.

Entonces entendí que esto del ejercicio no es intentar enseñar a la gente para que lo haga por su cuenta, sino que en muchas ocasiones necesitan una persona que les ayude con el mejor tipo de ejercicio que necesitan en ese proceso o necesitan un grupo de pacientes con los que hablar y generar una red de soporte que les ayude en este proceso.

Aseguras que todo comenzó en 2008. Te marchaste fuera de España para estudiar con equipos especializados. ¿Dónde estuviste y qué aprendiste?

Cuando comencé a investigar sobre este tema no había mucho en España y, especialmente con adultos, había mucho menos. Afortunadamente vamos avanzando, pero vamos con un retraso de 20 años con respecto a USA o Canadá.

Cuando decidí realizar el doctorado en ejercicio y cáncer fue muy complejo iniciar esta andadura. “Alguien de ejercicio físico queriendo trabajar con pacientes con cáncer”, la gente se echaba las manos a la cabeza. Pero después de mucho insistir encontramos algunos hospitales que nos ayudaron a comenzar este proyecto. Se trata, en definitiva, de darlo todo cada día y de no aceptar un no como respuesta.

Entonces decidí realizar varias estancias internacionales donde pude aprender de equipos punteros. Entre ellos, comencé en Estados Unidos y Canadá donde realizábamos programas de ejercicio y recuperación funcional en pacientes con diferentes tipos de cáncer dentro de los hospitales.

Comprendí que necesitaba formarme en cómo el ejercicio cambiaba las células cancerígenas y decidí realizar una estancia en Dinamarca viendo cómo en el ejercicio modificaba los tumores en ratones.

Y, por último, tuve la suerte de poder viajar a Australia donde no solo trabajábamos con pacientes con cáncer metastásico, con metástasis óseas, uno de los grupos más frágiles, sino que también se trabajaba con ejercicio en muchas patologías como Párkinson, problemas cardiacos y metabólicos.

Claro, todo esto haciendo la tesis y trabajando a la vez. Fueron años duros, pero en los que aprendí muchas cosas, sobre cómo en otros países esto es ya una realidad en los tratamientos de diferentes enfermedades. Y eso también me animó a seguir adelante porque todavía tenemos mucho camino por delante.

Dices que el ejercicio mejora la salud de las personas, igual que una medicina…

Es fundamental entender que estamos provocando un cambio de paradigma. El ejercicio podemos decir que es una medicina preventiva.

Un medicamento tiene un efecto muy rápido, sin embargo, el ejercicio físico lo que hace es ayudar a que el cuerpo funcione mejor, y genera transformaciones a nivel celular y bioquímico.

Esto es más lento pero tiene efectos más duraderos. Ayuda, por tanto al funcionamiento del cuerpo para que esté trabaje mejor y no necesite algunas de esas medicinas, también ayuda a las medicinas para que puedan ser más efectivas y, en algunos tipos de enfermedades prevenir que haya que tomarlas.

En el caso del cáncer es importante saber que los tratamientos habituales no pueden sustituirse por ejercicio. Pero sí sabemos que el ejercicio hace que las personas no tengan tantos efectos secundarios y, se está estudiando, si también, en personas, el ejercicio físico ayuda a los tratamientos a que sean más eficaces.

Además, no nos olvidemos, hay dos puntos esenciales: los pacientes que hacen ejercicio aumentan sus supervivencia y su calidad de vida, porque no se trata de sobrevivir, sino de poder vivir.

Estuviste trabajando en el Hospital Gregorio Marañón con los oncólogos.

Durante mi tesis doctoral, tuve la oportunidad de asistir durante tres años a las consultas de oncología para aprender sobre la parte que me faltaba: tratamientos y efectos secundarios en los pacientes.

Allí, además, daba consejos a algunas pacientes sobre ejercicio y, algunas de ellas, también participaron en el estudio que desarrollábamos en la Universidad Politécnica de Madrid. Y después de este proceso tuve la suerte de trabajar en el Grupo Geicam de Investigación en Cáncer de Mama.

Geicam fue el primer grupo de investigación en España en incluir el ejercicio físico como uno de sus puntos referentes en sus objetivos, y tuve la suerte de poder iniciar esa labor, con diferentes proyecto. Esto me ayudó a conocer muy de cerca el funcionamiento de los hospitales y de la investigación clínica.

Después trabajaste con la AECC creando la primera Unidad de ejercicio oncológico, ¿en qué consistía y qué trabajo realizabas allí?

La AECC me ofreció un nuevo reto después de mis años dedicada más de lleno a la investigación. El reto era iniciar una Unidad de Ejercicio Oncológico en la que ellos no tenían experiencia. Fue muy bonito crear todos los protocolos de asistencia, de investigación y formar a un equipo consolidado con el que trabajar.

De hecho, una persona de ese equipo decidió venirse conmigo en al Centro Ejercicio y Cáncer, por lo que esta experiencia me ha dejado una gran amiga y compañera, y nos llevó a aprender mucho sobre protocolos de asistencia aplicados en el ámbito más clínico.

¿Qué es el ejercicio físico oncológico y quien lo debe realizar?

Se habla de ejercicio físico oncológico cuando aplicamos programas de ejercicio físico específicos, supervisados e individualizados a las necesidades de cada paciente, con una estructura en intensidad específica. Es decir, salir a caminar durante los tratamientos, no se considera ejercicio oncológico. De hecho, ya sabemos por diferentes estudios y vemos en diferentes pacientes, que solo caminar no es suficiente.

Una de las cosas que creo que más valoran las pacientes que vienen a Ejercicio y Cáncer es que las valoramos, vemos los cambios que van viviendo, vamos adaptando los programas y les vamos indicando como ir adaptando cada entrenamiento en función de su evolución. Para mí, esta adaptación continua, basada en la ciencia y en como cada persona evoluciona, es también fundamental en el ejercicio oncológico.

Todo esto está avalado por estudios científicos. Cuéntanos el hallazgo de las investigadoras Irwing y Holmes en 2000.

En 2005 y 2008, dos grandes investigadoras en este ámbito, de origen estadounidense, publicaron dos estudios que marcaron ya un hito para los oncólogos.

Estos estudios que incluían a muchas mujeres con cáncer de mama y las observaban durante muchos años concluyeron que, aquellas que hacían ejercicio aumentaban entre un 30 y un 40% la supervivencia.

Incluso, en las mujeres con cáncer de mama con receptores hormonales positivos postmenopaúsicas, este beneficio se estimaba que llegaba hasta el 80%. Con estos datos, muchos oncólogos comenzaron a interesarse en el beneficio del ejercicio físico en el paciente con cáncer, aunque en España vamos poco a poco.

Cómo afecta el ejercicio físico al cáncer porque moviliza mucho más que grasas.

Llevamos muchos años estudiando el beneficio del ejercicio en los pacientes. Uno de los objetivos del libro, además de dar recomendaciones concretas sobre el ejercicio que deben realizar los pacientes, era contarles esos beneficios del ejercicio.

Los cambios más importantes son la mejora del sistema inmune, la disminución de los niveles de insulina, la disminución de la inflamación global, la reducción de los niveles hormonales en sangre y, por supuesto, la mejoría de la eficacia del metabolismo y de la producción de energía.

Estos cambios generales hacen que el cuerpo funcione mejor, y que se prevenga, no solo que vuelva a aparecer el cáncer, sino también otras enfermedades asociadas. En algunos estudios en animales, también se ha visto que el ejercicio altera la forma en la que funcionan las células tumorales, lo que hace que se reduzca el tamaño del propio tumor.

¿Se puede introducir ejercicio físico antes del tratamiento de cáncer, durante y después?

Como cuento en el libro, cuanto antes comencemos a realizar ejercicio, mejor. El ejercicio físico se tiene que adaptar en cada etapa.

Lo más importante es adaptar la intensidad, ya que durante los tratamientos se va adaptando. Pero también en función de los efectos secundarios, aplicando algunos ejercicios específicos en función del efecto secundario que pueda presentar cada paciente.

Durante la cirugía, los procesos de rehabilitación con fisioterapeutas especialistas son esenciales y siempre trabajamos de manera coordinada con ellos.

Y tras los tratamientos, la diferencia entre lo que necesita cada paciente es inmensa… Así que lo más importante es la individualización y personalización del programa.

¿Qué es lo más complicado de todo esto? 

Lo más complicado es que las personas que nunca han hecho ejercicio entiendan que tienen que empezar a moverse. Por ello, que los oncólogos lo prescriban es esencial, porque les cambia la perspectiva.

Genera un cambio de conciencia de que el ejercicio es algo de ocio a que es algo importante para su salud y tratamiento. Así que hay que conseguir que los oncólogos comiencen a recomendar realizar ejercicio de manera supervisada y adaptada a sus necesidades.

¿Por qué es importante que los especialistas en deporte conozcan los diferentes tratamientos contra el cáncer?

Cuando llegan los pacientes, lo primero que tenemos que hacer es una valoración de la historia clínica y situación del paciente. Con la historia clínica, lo que vemos es qué tratamientos está recibiendo porque estos van a generar diferentes efectos secundarios.

Si no sabemos qué efectos secundarios producen los tratamientos que recibe, no podremos anticiparnos y hacer las cosas bien. Por ello, animo a los especialistas a formarse muy bien, para no llegar tarde a las necesidades de cada paciente, sino poder adelantarnos a sus necesidades.

¿Cuál es tu objetivo?

Mi objetivo es que los especialistas en oncología, los clínicos, los pacientes y los profesionales del ejercicio entiendan lo relevante que va a ser el ejercicio en el tratamiento y después del tratamiento de los pacientes y, que este tipo de ejercicio tiene que ser adaptado, no todo vale.

¿Qué es mejor realizar ejercicio cardio o fuerza? ¿A cuál le das más importancia?

Este es un error muy habitual. En España y en las redes se necesitan vender cosas y, por ello, tratamos de polarizarnos: eres de cardio o de fuerza, igual que en el fútbol o en la política.

Pues mira, soy de los dos: cada uno aporta unos beneficios al paciente y lo importante es saber cómo combinarlos en función de las necesidades del paciente.

No se debe eliminar el cardio y no se debe prescindir de la fuerza. En este sentido, donde radica la base de nuestro conocimiento es en que realicemos ejercicio de alta intensidad, combinando ambas disciplinas para ayudar al paciente a asimilar los entrenamientos y que las adaptaciones sean progresivas.

Y eso es el resultado de muchos años de trabajo y estudio y donde radica el principal punto fuerte de Ejercicio y Cáncer.

Por supuesto, además de ejercicio físico también se necesitan otros cuidados, otros hábitos…

Claro que sí, la fisioterapia oncológica, la nutrición, la psicooncología, los cuidados de la piel , uñas y cabello, son esenciales durante todo el tratamiento.

Esto es una visión integral del paciente y cada uno aporta su visión. Nosotros tenemos especialistas de referencia con los que trabajamos y a los que derivamos pacientes cada día, ya que a veces, antes de empezar el ejercicio, necesita que le vea fisioterapia o necesitamos una alimentación específica en un momento concreto del tratamiento o con unos efectos secundarios determinados.

Todos trabajamos en conjunto por y para el paciente, con el fin de mejorar su salud y ayudar en este proceso para que cada vez el paciente se encuentre mejor.

Alguien que nos está leyendo y que está viviendo ese primer impacto, ¿qué debería hacer?, ¿dónde acudir?

Lo primero comenzar a moverse; leer el libro, que tiene mucha información que le va a animar a realizar ejercicio, dándole motivos de porqué tiene que incluir el ejercicio físico en su día a día.

Y si necesita ayuda específica nuestro centro Ejercicio y Cáncer tiene programas de todo tipo para los pacientes, con formaciones en ejercicio y nutrición.

Pueden encontrar toda la información en www.ejercicioycancer.es y en las redes sociales @ejercicioycancer o @sorayacasla.