La campaña solidaria “ByBy” de Pedro del Hierro ha reunido a 8 referentes de la prensa femenina— las mentoras— con 8 inspiradoras y co-diseñadoras de las capas “ByBy” y 8 proyectos de impacto social y microemprendimiento femenino.
Uno de ellos es la asociación Mujeres del Vino. Son profesionales del sector —productoras, enólogas, periodistas… — que aúnan esfuerzos con el fin de mostrar la calidad del trabajo de la mujer en un mundo tradicionalmente masculino.
Su fundadora Anne Cannan (Soyaux, Francia, 1984) atiende a Magas desde su querido Priorato. Mitad inglesa, mitad francesa, gestiona la bodega Clos Figueras que fundó su padre. Él fue el primero, allá por los años 80, en comercializar el vino del Priorato a escala internacional desde su sede como distribuidor en Burdeos.
Anne Cannan se define como productora, pero es también, aunque no tenga el título universitario de enóloga, quien decide el carácter de sus vinos. Es como ser perfumista, dice. Jugar con los coupages para lograr el vino equilibrado que le gusta.
Más de 100 mujeres profesionales relacionadas con el vino han participado en los eventos que organiza Mujeres del Vino. El próximo será en Barcelona a principios de febrero. Una magnífica oportunidad para descubrir y catar sus vinos.
¿Cuándo y por qué fundó Mujeres del Vino?
En 2011. Tenemos una bodega muy bonita en el Priorato con un jardín grande. Es un lugar mágico. Quisimos hacer un evento que coincidiera con la Feria del Vino. Pensé que en el Priorato había muchas mujeres, pero no se nos veía tanto.
Desde entonces, lo hacemos cada año el primer fin de semana de mayo o el último de abril. Poco a poco, llamando a las amigas y las amigas, a sus amigas, montamos otro evento en Barcelona, durante la feria Alimentaria, en 2016. Y funcionó muy bien.
Este año hemos hecho uno en Barcelona y dos en Madrid. Uno pequeño en junio y otro a lo grande en noviembre, en el Palacio de Santoña, gracias a Mujeres en Gastronomía que nos han ayudado muchísimo.
¿Qué acogida ha tenido de público?
Muy buena. Al principio teníamos un poco de miedo. En Barcelona nos visitan unas 600 personas. En Madrid, donde el espacio era más pequeño, hubo preocupación porque, al contrario que en Barcelona, la gente no reserva. Dos días antes solo había ciento y pico personas apuntadas. Luego vinieron 280. Un éxito.
La mujer tiene cada vez mayor presencia en el mundo del vino. ¿Es suficiente? ¿Cuáles son los principales obstáculos?
No es suficiente. Todavía, la mayoría de los premios siguen recayendo en hombres. Tenemos que darnos a conocer. El problema, en general, en el mundo del vino es que todo cuesta mucho.
Producir una botella de vino es mucho tiempo. Si es de tinto, hay dos años detrás o incluso más. Pero solo tienes una oportunidad al año de hacer un vino. Y luego tienes que venderlo. Una manera de hacerlo es ir a ferias. Nosotras nos apoyamos porque si nos unimos hacemos más ruido y logramos más visibilidad.
La mayoría de las que estamos en el grupo somos madres. Además de la crianza, tienes que hacer tu vino y venderlo. Somos muy exigentes con nosotras mismas, pero a todo no llegamos.
¿El mundo del vino sigue siendo machista?
Yo creo que no. Desde que llegué en el año 2000, España ha cambiado muchísimo. Tenéis esta capacidad de cambio impresionante. Habéis pasado de una dictadura a ser el primer país de Europa en permitir el matrimonio homosexual. En el Priorato ser mujer no es una traba. Quizá en otras denominaciones de origen no tan nuevas y con más tradición, cueste más.
En la campaña “ByBy” de Pedro del Hierro, Mujeres del Vino está vinculada a la sumiller María José Huertas. Ella decía que dedicarse al mundo del vino era una forma de vida, puro placer y no parar de aprender porque es un mundo infinito.
Totalmente. Siempre hay nuevos vinos y, si no quieres probarlos, hay nuevas añadas. Cada añada es diferente. Es tremendamente creativo.
Mucha gente piensa que es muy glamouroso, pero nosotras somos también agricultoras. Trabajamos la tierra durante todo el año para que en septiembre la vid nos dé la uva con la que hacer el mejor vino posible. Es un trabajo de mucha paciencia y mucho cariño.
¿Qué tipo de profesiones hay en Mujeres del Vino?
La mayoría somos pequeñas productoras. Cuando eres pequeña productora te toca hacer de todo. Entrevisté a una de ellas durante el confinamiento. Cuéntame tu día a día le pregunté: aparte de limpiar— que si la tina, el suelo…— hago vino.
Otras se dedican más a la gestión de la empresa, al laboratorio o a la prensa. Lo importante es que estén involucradas en la gestión de la empresa, la elaboración del vino o las dos cosas.
¿Qué aceptación ha tenido entre las mujeres su asociación?
El primer año costó un poco. Quizá, porque éramos un grupo de mujeres haciendo algo nuevo, la gente no se quería involucrar. Pero en cuanto vieron que el primer evento funcionó muy bien, se sumaron muchas más.
Creo que es también algo femenino. Tememos ser impostoras, decir que venimos a triunfar. Vamos con algo de miedo, a ver qué piensan, que si somos mujeres y no somos así o asá. Cada una de nosotras somos diferentes y hacemos vinos muy distintos. Lo más importante es unir nuestras fuerzas.
¿La mayoría de Mujeres del Vino se dedica a esto por tradición familiar?
Sí, por la sencilla razón de que es muy difícil y muy costoso montar una bodega. La mayoría de las veces es por herencia, aunque solo se herede la finca. Algo hay.
También es bonito que sirvamos de referente a las chicas jóvenes que quieran introducirse en este mundo. Se puede empezar como enóloga en una bodega. Luego, ahorrando mucho, hacer tus primeros vinos, tu primera bodega… vas creciendo poco a poco. No es fácil.
¿Es difícil la comercialización de los vinos allende las fronteras?
Lo es. Mi padre es distribuidor en Burdeos y lo hemos tenido más fácil. Pero no hay tantos importadores que estén abiertos a cosas nuevas. Quieren marcas establecidas, fáciles de vender. Hay cada vez más competencia y un boom de “hago mi etiqueta”.
Cada vez se produce más vino y mejor, pero se consume menos. Sin embargo, ha aumentado el consumo de cerveza, refrescos y otras bebidas alcohólicas.
Los hábitos han cambiado. Ya no está dentro de la dieta mediterránea. Uno no puede beber todos los días del año porque puede afectar a tu trabajo. Quizá una copita por la noche, pero no un litro de vino al día. En España el consumo de vino por persona ha bajado, no así en los países que tienen más costumbre de beber vino embotellado.
Los jóvenes en España, como no sea con sus padres, no suelen beber vino…
Creo —es una suposición— que empiezas a hacer como tus padres el día que te vas de casa de tus padres. Entonces invitas a tus amigos a casa y abres una botella de vino como hacían tus padres. Antes te ibas a los veinte y pocos y ahora a los treinta y muchos. No es que no quieran irse de casa, pero no tienen la posibilidad.
¿Cómo está afectando el calentamiento global?
A nivel internacional, muchísimo. Hay variedades que antes tenían una acidez enorme y ahora no. Nosotros antes vendimiábamos en septiembre y ahora en agosto. Este año se ha batido un récord, empezando a vendimiar el blanco el 4 de agosto. Decía a modo de broma, pero no lo es tanto, que ya no hay vacaciones en agosto.
¿Y la sequía?
Pobres cepas, entre el calor y la sequía… Por lo menos en el Priorato están acostumbradas y no sufren tanto como en otras denominaciones de origen donde solía llover más. La planta se autorregula y produce menos uva.
Suya ha sido la iniciativa de fomentar el enoturismo en su bodega familiar Clos Figueras. ¿Funciona bien?
Muy bien y creo que es muy importante. Yo quería llegar al cliente final y explicarle el porqué y cómo se hace mi vino. Cuando llegué al Priorato no había ninguna bodega abierta al público. Pensé que sería muy difícil si la única bodega abierta era la mía.
La pandemia nos ayudó mucho a incentivar el turismo nacional. Antes venía mucha gente de fuera, americanos, brasileños, del norte de Europa, suizos —franceses e italianos, un poco menos—, hasta de Singapur. Es increíble que vengan de tan lejos a ver una zona tan pequeña como el Priorato.
Usted como enóloga, ¿qué refleja en sus vinos?
Me gusta que haya un equilibrio en el vino. Es la base para que sea elegante. Una buena acidez, un poco de barrica —pero que no esté muy marcada— y que puedas sentir la fruta. Cada variedad de uva da unos aromas diferentes. Juego con esto en el momento de hacer las mezclas de diferentes barricas. Es un poco como ser perfumista. Hay momentos mágicos. Durante la fermentación cambia todo muy rápido.
¿Sabe ya cómo va a cambiar o hay sorpresas?
Depende. Normalmente, sabes más o menos, pero cada año tienes una barrica sorpresa.
¿Vino preferido?
Me gustan mucho las cosas que no tengo. Como tengo mucho vino tinto y potente, para compensar me voy al Champagne y al Borgoña con pinot noir. También me gustan mucho los riesling de Alemania, los vinos españoles, del Bierzo, los blancos de Galicia…
¿Qué proyectos tiene?
Hemos abierto una vinoteca en el pueblo de Gratallops, Slate. Es el pueblo con más bodegas del Priorato y no había ninguna. Se tenía que respirar el vino. En cualquier pueblo productor de Francia hay en todas las calles y en La Rioja también porque hay mucha historia detrás.
La relación calidad/precio de los vinos franceses ha mejorado muchísimo.
España está dando lecciones a Francia e Italia. Cada vez producimos con mejor calidad a un precio muy razonable. Antes porque era francés se vendía, pero se están dando cuenta de que la calidad no va de la mano de una región o un país.
Siempre lo digo, al final, el mejor vino es el que te gusta a ti, aunque sea Don Simón. Hay mucha gente que dice que no bebe porque no sabe. No hay que tener miedo. Prueba. Te gusta, bien. No te gusta, no pasa nada. Cada uno tiene sus gustos.
¿Mujeres del Vino reúne a mujeres de toda España?
Sí. La idea es abarcar todo el país. Lo que pasa es que, como yo estoy en Cataluña, conozco más gente aquí. Pero esto, poco a poco, se está moviendo y cada vez más productoras se unen.
Ahora estamos focalizadas en el próximo evento. Será en febrero, en Barcelona. Tengo bastante faena también aquí. Llegará un momento en que tengamos que coger a una persona.