Hace unos días en el Tonight Show de Jimmy Fallon, Jacob Elordi literalmente metía la nariz en una vela que prometía el aroma ‘El agua de la bañera de Jacob Elordi’. "Huele al cuarto de la lavadora, a detergente", se carcajeaba el actor australiano. Convertida en uno de los chistes de aquel programa de televisión, la tan ocurrente idea de negocio tiene su génesis en una inolvidable y polémica escena de Saltburn, de Emerald Fennell.
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El segundo largometraje de la guionista y directora inglesa posee todo para alimentar la inventiva, pero también para mantener candentes conversaciones y debates de larga duración.
No en vano viene acaparando la atención desde su estreno limitado en cines en noviembre del año pasado, seguido del bombazo definitivo con su llegada a Prime Video, convirtiéndose en la película más vista durante las navidades de esa plataforma de streaming.
Desde ese entonces, la cinta no ha bajado de los primeros lugares de visionado, y ni hablar de la viralidad en redes sociales de videos con escenas o la recreación de las mismas.
Además, Saltburn está considerada una película que levanta pasiones, lo cual se evidencia en la división de opiniones entre los críticos cinematográficos y los espectadores.
Con este filme se hace casi inabarcable el despliegue de sentimientos y sensaciones que van desde la fascinación a la diversión, de la conmoción al encantamiento, del amor al odio, de la admiración a la incomodidad, del asco al repudio. Eso sí, la indiferencia brilla por su ausencia.
Además de las velas de Elordi, tal ha sido el impacto de este cruce entre El talentoso Mr. Ripley, Retorno a Brideshead y Carrie, que Murder on the Dancefloor, el hit discotequero de principios de milenio de Sophie Ellis-Bextor, desde diciembre permanece entre las canciones más escuchadas actualmente. Taylor Swift, Shakira y Beyonce se estarán mirando con sorpresa entre ellas.
El revuelo de Saltburn
En líneas generales, Saltburn es un thriller psicológico-erótico-sexual con tono de sátira y salpicaduras de relato gótico que se centra en la relación entre el joven de clase menos privilegiada Oliver Quick (Barry Keoghan), que ingresa a la exclusiva Universidad de Oxford, y el aristocrático e irresistible Felix Cotton (Jacob Elordi). Conmovido por la constelación familiar de Oliver, Felix le invita a pasar el verano de ese 2006 en Saltburn, la imponente mansión de los Cotton.
Allí junto a los otros integrantes de la familia y un mini batallón de empleados, vivirán unas semanas que serán definitivas en sus vidas. Esta es una historia llena de imprevisibles giros, donde (casi) todo lo que aparenta ser, no lo es.
Pero ¿a qué se debe tanto revuelo? Desde de que la actriz Emerald Fennell irrumpiera en la dirección con Una joven prometedora (2020), sobre una mujer que arma una vendetta en nombre de su fallecida amiga víctima de una violación, se sospechaba que sus futuros proyectos no estarían exentos de mecanismos que empleados con certeza, pulso y riesgo, desencadenarían absolutos bombazos.
Pero Emerald no es una simple provocadora. Sus maneras asombran, ya que su tejido es fino, pero no sutil, agudo, pero entretenido, creando tramas e imágenes con afán de dar sacudones y con grandes posibilidades de instalarse por siempre jamás en el imaginario colectivo. En Saltburn, aparte de recurrir a algunos fluidos humanos, también se vale de otros recursos.
Saltburn es como una pócima de bruja y hemos bebido de ella a conciencia. Y como en todo brebaje, los ingredientes son variopintos: el deseo, la envidia, la seducción, el privilegio, las relaciones de poder, el elitismo, el clasismo, las frustraciones, el resentimiento, la toxicidad, el vampirismo. Todo esto está enmarcado en un escenario bucólico, exuberante, absolutamente sensorial, lleno de una luminosidad que contrasta con la oscuridad de sus personajes, porque cada uno de ellos lleva consigo un profundo pozo tenebroso.
Tal como lo hizo en Una joven prometedora o en la segunda temporada de Killing Eve, de la que fue showrunner, Emerald sigue el hilo rojo para escudriñar en algunas oscuridades, y aunque no llegue a las profundidades de las mismas, hasta donde explora basta para sus propósitos narrativos, y además para seducir.
La incisiva mirada de Emerald Fennell
Proveniente de una familia de alcurnia y adinerada, la ganadora de un Oscar por el guion original de su debut en la dirección, quien además estudió en la Universidad de Oxford y sigue siendo rica, sabe de privilegios.
Tomando en cuenta su trasfondo familiar, impresiona su capacidad de observar desde la esquina más discreta del salón, desde donde se ve todo, incluso aquello que se quiere ocultar.
De allí su mirada incisiva hacia los Cotton, una familia aristócrata conformada por Felix, Venetia (Alison Oliver) y sus padres Elspeth (Rosamund Pike) y Sir James (Richard E. Grant), quienes, durante toda su vida, es más desde la época de sus ancestros, viven en una burbuja, aburridos de la cotidianidad, alimentando sus caprichos, falsamente fascinados y conmovidos por los menos privilegiados, poseedores de un manifiesto poder blando, pero también ajenos no solo a la realidad de afuera, sino también a las realidades de ellos mismos. De cómo Elspeth describe los desórdenes alimenticios de Venetia, es una muestra de ello.
Es obvio que la atención de los espectadores se centra en Oliver Quick y Felix Cotton, aunque con Elspeth, Venetia y hasta la breve, pero potente presencia de Pamela (Carey Mulligan), la amiga ex drogadicta y desorientada de los Cotton, Emerald Fennell construye unas reveladoras figuras femeninas de cierta profundidad, las cuales refuerzan la trama de la película.
De hecho, se habla poco de cómo la anorexia de Venetia es un arma de manipulación y poder de Oliver, como poco se comenta del último diálogo entre ambos, sin duda alguna una de las grandes escenas de la película.
"No tienes absolutamente nada que ver con Felix, o con nosotros, ni con este lugar. ¡Nada! Eres un extraño, sin embargo, estás aquí", le increpa Venetia, adentrándose finalmente en la oscuridad de Oliver y en sus intenciones dejando al descubierto su naturaleza de polilla.
Emerald Fennell también es certera al derrumbar tabúes con sus historias, ya en Una joven prometedora había demostrado que no tiene ningún tipo de reservas en traer a colación situaciones o temas que en el cine han tenido poca o nula cabida, sobre todo en lo concerniente a la sexualidad femenina.
Esa postura se refuerza en Saltburn, y para muestra está la ejecución de un cunnilingus con la menstruación. La directora inglesa aborda el estigma de la práctica del sexo oral con el período y lo aprovecha para su trama principal. En esta escena en particular acierta en el tono, la atmósfera así como en la dosis de erotismo.
Ante la disculpa-protesta de Venetia, "no es el momento correcto del mes", Oliver le responde "¿Acaso crees que eso me va a detener? Soy un vampiro".
No queda dudas que de la polémica Saltburn, de sus implicados y de su creadora Emerald Fennell se seguirá hablando un buen rato más, con y sin spoilers.