No fue hasta la llegada del siglo XIX que las universidades abrieron sus puertas a las mujeres. Hasta el momento, tenían prohibidos los estudios y era solo una 'cuestión de hombres', por eso, quienes ansiaban adentrarse en el mundo académico debían hacerse pasar por hombres para permitirse estudiar.
En 1812, Elizabeth Blackwell, procedente de Bristol aunque emigrada a Nueva York, logró hacer realidad sus sueños entrando a la facultad de medicina. En 1882, pasados 30 años, Dalors Aleu Riera se convertía en la primera mujer licenciada en Medicina de España.
Del mismo modo que ocurría con los estudios, sucedía con la investigación clínica y, es que, la falta de representación de las mujeres en los estudios médicos ha sido y es una realidad que nos azota cada día. Hasta el siglo XX no participaron en los ensayos clínicos y las consecuencias de esta exclusión siguen presentes.
Ejemplo de ello es el caso que ocurrió en 1997, cuando se retiraron del mercado diez medicamentos, ocho de los cuales presentaban demasiados riesgos para la salud de las mujeres. Sin embargo, en los ensayos clínicos estos fármacos había aprobado sin problemas. ¿Cómo es posible? No se había tenido en cuenta la mitad de la población.
Esperanza entre la oscuridad
En ese contexto, surge la Asociación Española de Mujeres por la Salud. "Nace de cuatro mujeres profesionales del sector, concienciadas y preocupadas por el impacto que tiene el sesgo de género en la salud de las mujeres. Creíamos que era tremendamente necesario hacer visible este problema y conseguir dejar un legado que impacte de manera positiva en la sociedad", confiesa Laura Martínez Guillén, presidenta de la organización.
La misión se divide en dos puntos claves. Por un lado, la concienciación general, buscando destacar las disparidades y fomentando un cambio hacia una equidad en la atención sanitaria.
Por otro, tratan de influenciar a nivel científico para que todos los diseños de ensayos clínicos tengan en cuenta la perspectiva de género, a través de un enfoque que reconozca y aborde las diferencia de cómo se manifiestan las enfermedades entre hombres y mujeres.
Martínez Guillén cuenta con 15 años de experiencia en el sector de tecnología sanitaria y es diplomada en Enfermería, dos caminos que le han llevado a ser testigo de primera mano de muchos ejemplos de sesgo de género en la salud. "Una vez que fui consciente de este problema, empecé a investigar y encontré mucha evidencia y estudios clínicos que hablaban de ello", recuerda la presidenta de la asociación.
Sesgo en la medicina
Hasta finales del siglo XX, la representación de las mujeres en los estudios y ensayos clínicos era prácticamente nula. No fue hasta la llegada de 1990, cuando la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) comenzó a recomendar la inclusión de la otra mitad de la población.
Diferencias en el procesamiento de los medicamentos, así como la falta histórica de la participación femenina en la investigación clínica, ha sido el punto de origen de que las mujeres presenten más efectos secundarios que los hombres respecto a los fármacos, tal y como afirma un estudio publicado por la Universidad Politécnica de Madrid.
"La evidencia muestra una sistemática subestimación o exclusión de condiciones femeninas significativas, lo que lleva a diagnósticos tardíos. Las enfermedades se diagnostican a una edad posterior en las mujeres en 770 tipos de enfermedades", añade Martínez Guillén.
¿Consecuencias de un diagnóstico tardío? Podría resumirse en un tratamiento menos efectivo, complicaciones adiciones o progresión de la enfermedad en cuestión, lo que, sin duda alguna, puede afectar a la calidad de vida y la supervivencia.
Patologías en hombres y mujeres
Resultado de una menor velocidad de procesamiento de los fármacos, un ritmo diferente en el funcionamiento de los riñones, así como el tamaño del los órganos y la grasa corporal de las mujeres, hacen que estas sean más vulnerables a los efectos secundarios de los medicamentos, según afirma el estudio de Las diferencias de sexo en la farmacocinética predicen reacciones adversas a los medicamentos en las mujeres.
Del mismo modo, ocurre con las patologías y, es que, Martínez Guillén nos cuenta que existen muchas enfermedades que se presentan de distinta manera entre mujeres y hombres. Sin embargo, dado que la sintomatología masculina es la que se ha estudiado en mayor profundidad, solo conocemos las dolencias de los hombres, siendo esto un peligro para la salud de las mujeres.
El gran desconocimiento lo encontramos en torno a las enfermedades cardiovasculares. Según un estudio realizado por la asociación Corazón de Mujer, el 80% de los accidentes cardiovasculares podrían evitarse, pero como consecuencia de la incógnita que suponen sus síntomas, el diagnóstico y el tratamiento son tardíos.
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Además, son varias las patologías que presentan una incidencia significativamente mayor en la población femenina, como el dolor crónico, que lo sufren con mayor frecuencia y mayor severidad. En la misma línea, los trastornos de tiroides y la fibromialgia, donde el 80% de quienes lo padecen son mujeres.
Mujeres por la Salud
En este entorno de grandes dificultades y diferencias entre géneros, la Asociación Española de Mujeres por la Salud surge como un pequeño faro de luz y esperanza hacia el futuro. Aunque todavía principiantes en el sector, cuentan ya con varias empresas interesadas en invertir su responsabilidad social corporativa en su proyecto.
"Nuestro objetivo principal es la concienciación de la población general. Los sesgos de género son muy desconocidos y necesitamos que empiece a dar visibilidad a este tema para poder cambiar las cosas. Para ello, tratamos de conseguir alianzas fuertes con sociedades científicas, asociaciones de pacientes, Ministerio de Sanidad, industria médica y líderes de opinión del sector", explica Laura Martínez Guillén.