En una calle cercana al Teatro Real de Madrid -una ubicación incomparable de la capital-, se encuentra una escuela de música de prestigio internacional aunque, curiosamente, no tan conocida como quizá debería. Tiene nombre de reina y es un ejemplo de diversidad, inclusión y solidaridad. Al frente desde hace una década, mecida entre partituras y notas musicales, su CEO Julia Sánchez Abeal.
Nadie mejor que esta gallega de sonrisa amplia y luminosa (aunque con poco acento) para hablarnos de la Escuela Superior de Música Reina Sofía, donde estudian un centenar de alumnos de distintas nacionalidades. Una de las cosas más importantes de este centro fundado en 1991 por Paloma O'Shea, esposa de Emilio Botín, es que funciona como un mecenazgo. Es decir, la institución cuenta con un grupo de mecenas que se encargan de la financiación de las matrículas de grado y posgrado. Los aspirantes a formarse en la escuela solo deben pasar las pruebas de acceso.
Hay muchas cosas alucinantes escondidas en este edificio: conciertos casi a diario y muchos de ellos gratuitos, iniciativas musicales con niños o personas mayores, talleres de emprendimiento... Para descubrirlas, Magas hace un recorrido con su 'directora de orquesta' a la que este proyecto también le ha cambiado la partitura de su vida. Ella estudió Administración y Dirección de Empresas, pero siempre ha tenido vocación de hacer algo por los demás, de "aportar algo a la sociedad".
Durante la carrera hizo cooperación, luego prácticas de abogacía en Kenia en proyectos para llevar electricidad a las zonas rurales; y de regreso a España (además de casarse) tuvo la ocasión de trabajar en la organización 'Empieza por Educar' para tratar de acabar con las desigualdades educativas.
Aquí entró en contacto con el patronato de la Fundación Albéniz, de Paloma O'Shea, a través del cual se enteró de que había un proceso de selección abierto para dirigir la Escuela Superior de Música Reina Sofía. "Yo tenía experiencia en gestión, me apasiona la educación y aunque no tengo formación musical me encanta la música así que me embarqué en este camino. Estoy encantada", asegura.
Julia, la escuela funciona con mecenazgo, algo diferente al tipo de gestión financiera que habías hecho anteriormente...
La escuela es una parte de la Fundación Albéniz y la fundación tienen su modelo de negocio. El 70% es mecenazgo, que es nuestro sistema de financiación en el que participan más de 90 empresas que forman parte del patrocinio. Luego, el 20% es Administración Pública y el 10% es de los ingresos que generamos. La matrícula de la escuela es gratuita, se beca en un 100%, no queremos que ningún estudiante se quede fuera por cuestión de recursos económicos. Al no tener el dinero de las matrículas tenemos que recurrir al patrocinio.
"La matrícula de la escuela es gratuita, se beca en un 100%, no queremos que ningún estudiante se quede fuera por cuestión de recursos económicos. Y nuestra misión, la empleabilidad"
¿Cuál es el objetivo de la escuela?
Nuestra misión es la empleabilidad. Lo que queremos es que los músicos, cuando salgan de aquí, se puedan dedicar a la música. Este es un sector que se caracteriza por tener altos niveles de desempleo, trabajos irregulares, temporalidad... Nosotros queremos tener no demasiados músicos, pero que tengan la mejor formación y muy orientada a la empleabilidad. De hecho, tenemos un 91% de empleabilidad y a los cuatro años un 100%. Para eso tienes que enfocar en atraer perfiles de mucho talento y luego desarrollarlos para que tengan un buen perfil.
Son pocos los que llegan a ser concertistas o solistas, ¿qué otras salidas tiene la música?
Los músicos son gente con habilidades para muchas cosas. Es gente muy inteligente, con una disciplina impresionante y con habilidades que sirven para cualquier aspecto de la vida. El sector de la música es un mercado laboral que tiene que hacer su propio camino. Además de trabajar en una orquesta, hay muchas opciones que los propios músicos pueden crearse, trabajando la parte del emprendimiento, su propio espacio y su propia trayectoria. Un músico del siglo XXI necesita habilidades digitales para comunicar su arte.
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La música es cultura y también tiene el poder de transformar la sociedad.
Así es. Queremos despertar en nuestros alumnos la conciencia del poder que tienen con su música de contribuir a colectivos desfavorecidos a través de nuestros proyectos sociales. Hemos hecho iniciativas con residencias de ancianos, con mujeres víctimas de violencia de género, con niños en colegios de entornos desfavorecidos... Y vemos el impacto positivo que tiene la música. En general, queremos que nuestros alumnos tengan un perfil humanista, que sean ciudadanos completos, embajadores de la música.
Hablemos de igualdad. En cuestión de alumnos no parece haber brecha, pero conocemos pocas directoras de orquesta o grandes concertistas...
Sigue habiendo desigualdad. Tú ves ahora en las orquestas que hay un 50% de ambos sexos más o menos, pero no sucede así con los directores artísticos o de orquesta, donde el porcentaje de mujeres es bajísimo. En la escuela la cátedra de director de orquesta empieza el año que viene y te puedo decir que hay muchas más candidaturas de hombres que de mujeres. Todavía se identifica el director de orquesta como algo masculino.
"En las orquestas hay un 50% de ambos sexos más o menos, pero no sucede así con los directores artísticos o de orquesta, donde el porcentaje de mujeres todavía es bajísimo"
¿De qué manera se pueden incentivar esas vocaciones?
Yo creo que es muy importante que haya referentes. Nosotros, el Día de la Mujer, por ejemplo, publicamos una playlist de compositoras. En este sentido, creo que hemos hecho una labor bastante grande, primero haciendo grupos de cámara de mujeres y también organizando conciertos para descubrir compositoras desconocidas que son impresionantes, como Clara Schumann.
Mujeres apoyando a mujeres...
Claro, hay que apoyar liderazgos femeninos y crear referentes. Paloma O'Shea, que es nuestra presidenta y fundadora, es un rol modelo. Ella tiene doble mérito porque es una mujer que no tenía por qué dedicar su vida a crear una institución y lo hizo. Decía: "Es que yo no podía quedarme en casa mientras mi marido trabajaba. Pensaba que podía hacer algo mejor para la sociedad y para mí misma". En los puestos de máxima responsabilidad dentro de la escuela hay mujeres y también hay muchas catedráticas. Cuando empecemos el curso que viene, esperamos atraer a muchas mujeres.
Además, contáis con el apoyo de la reina Sofía.
Le dio el nombre a la escuela y aceptó ser la Presidenta de Honor. Además, doña Sofía siempre viene al menos a dos citas anuales que no se suele perder: preside nuestra junta de patronos y luego también la clausura de curso, donde entrega personalmente los diplomas a los alumnos. Ellos nos dicen que cuando van al extranjero y dicen que el diploma lo han recibido de manos de la reina Sofía esto les abre muchísimas puertas. Además del orgullo que supone, es un reconocimiento que valoran y que les abre ventanas laborales. La Reina siempre se muestra muy cercana.
"Hay que quitarle ese corsé a la música clásica de que tienes que entenderla, o ser un erudito, de que es aburrida... Tenemos que tender puentes a los jóvenes y a los niños"
¿Cómo se puede lograr acercar la música clásica a los niños en plena era del reguetón?
Creo que es una responsabilidad de todos. Siempre digo que debemos tender puentes al público, a los jóvenes y a los niños también. La base es la educación y se puede trabajar en los colegios para que haya clases de música que realmente sean divertidas, donde no se limiten a tocar la flauta y en cambio puedan experimentar y aprender.
Hay profesores de música que hacen un trabajo increíble, que les llevan al auditorio para que puedan vivir la música clásica en primera persona. Nosotros mismos hacemos programas para familias, con conciertos más cortos, más asequibles, más amenos, explicando lo que van a escuchar. ¡Y no veas el éxito que tienen! Hay que innovar en la forma de presentarla.
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Yo creo que, además, estamos en un momento en el que se premia la inmediatez y la música clásica requiere una escucha activa y paciente. Creo que eso precisamente se va a volver una necesidad, relacionada con el bienestar de parar. Hay que quitarle ese corsé a la música clásica de que tienes que entenderla, o ser un erudito, de que es aburrida... En realidad, es un momento que te regalas a ti. La música a veces es ese acicate, esa palanca que activa nuestras emociones, que nos permite relajarnos y expresar algo.