Susanna Griso (Barcelona, 1969), Premio Maga de Magas a la mejor creadora de opinión, ha regateado siempre los encasillamientos y esquivado las categorizaciones facilonas, con envidiable y casi acrobática habilidad, y con un notable éxito por su parte.
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Un simple vistazo a las principales redes sociales (ese "universo de borrachuzos a las tres de la madrugada" como dijo en septiembre de 2019 para defender a Fran Rivera de las críticas injustas que se le estaban haciendo desde algunas de esas plataformas) basta para comprobar cómo simpatizantes y detractores de la presentadora de Espejo Público se han repartido a lo largo de dieciocho años de forma transversal por todo el espectro político.
Y eso es algo que, en el caso de una periodista con más de tres décadas de experiencia a cuestas, debería contar no ya como mérito, sino como hazaña. Sobre todo en tiempos de creciente polarización ideológica, donde hasta aquellos personajes públicos que no pretenden significarse políticamente son significados a la fuerza por otros. A veces, incluso, por el mismo Gobierno.
Pero de hacer caso a los detractores, que son siempre los más ruidosos, Susanna Griso sería tanto una izquierdista radical como una peligrosa conservadora, una despiadada neoliberal o una sanchista irredenta, dependiendo del día, de la hora y del tema tratado en su programa.
Como un Zelig inverso, ese personaje de Woody Allen que adopta, como un camaleón humano, la vestimenta, el idioma, los rasgos y las costumbres del grupo social más próximo, Susanna Griso ha acabado convertida en muchas ocasiones, en la cabeza de algunos de sus telespectadores más ensortijados, en la portavoz de ideas que probablemente ni siquiera ella era consciente de estar defendiendo.
Susanna Griso, naturalmente, se lo toma a risa. "Soy derecha mediática para unos, roja para los otros, y a mí me resbala", dijo en una entrevista de hace poco menos de un año. "Tiempo atrás no era así, ¿eh?, pero a estas alturas de mi vida estoy vacunadísima y creo que es bueno que sea así, porque me da una libertad en todos los sentidos que me permite tener la piel dura, que me resbale lo que puedan decir de mí y opinar libremente sobre todos los asuntos al margen de las campañas mediáticas, de Twitter y de las etiquetas. Creo que para los periodistas es sumamente recomendable que te dé igual lo que digan de ti".
Esa piel de elefante frente a las críticas, tanto las razonables como las irracionales, las absurdas y las sicalípticas, y ese envidiable punto de equilibrio, el que hace que los espectadores no sepan a quién votas, de qué pie cojeas o cuáles son tus simpatías no ya políticas, sino personales, no ha sido precisamente fácil de conseguir.
La duda es si Susanna Griso es de las que esconde esas simpatías a plena vista o bajo siete llaves. Mientras la duda persista, y a día de hoy es probable que ningún español se atrevería a apostar sus ahorros por una de las dos posibilidades, su programa continuará siendo el más influyente de las mañanas televisivas sin que nadie, ni a un extremo ni al otro del espectro político, pueda reprocharle absolutamente nada.
La presentadora estrella de Antena 3 cerrará en breve su primera temporada desde 2006 sin Ana Rosa Quintana al frente. Griso y Quintana han sido las Alain Prost y Ayrton Senna de la televisión. Dos figuras mediáticas que durante casi dos décadas han peleado tanto por la cuota de pantalla como, más importante aún, por un determinado modo de entender la información política.
"El programa de Ana Rosa Quintana y el mío son formatos muy distintos", dijo Susanna Griso durante una entrevista en 2020. "Telecinco es una cadena más endogámica, que se retroalimenta. Nosotros estamos más abiertos al exterior. Hay una parte más informativa en nuestro programa, donde coincidimos. Pero luego Ana Rosa se basa mucho más en la telerrealidad, mientras que nosotros hacemos durante cinco horas un programa mucho más informativo. El nuestro es un programa hecho por gente de informativos a los que les gusta la actualidad. Está en nuestro ADN".
Sin Ana Rosa Quintana al frente, aunque con Silvia Intxaurrondo como nueva sucesora designada por la Moncloa para competir con Espejo público, de la misma forma que David Broncano es la némesis designada por el Gobierno para acabar con su compañero de cadena Pablo Motos, Susanna Griso consiguió el pasado mes de marzo su mejor cuota de pantalla de los dos últimos años, con un 16,3% de audiencia, una media de 411.000 seguidores, 2,4 millones de espectadores únicos y una distancia de dos puntos respecto a su más inmediato seguidor.
Dicho de otra manera: Susanna Griso es hoy la líder de las mañanas españolas. Lo que equivale a decir, por utilizar un eslogan político de éxito, que la presentadora de Espejo público es la periodista que más se parece hoy a los españoles. O, al menos, a los españoles que ven la televisión por las mañanas. No es poco, desde luego.
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"Me consta que en determinados centros de poder somos el programa de referencia por las mañanas. Esa es nuestra fuerza", dijo Susanna Griso cuando se le preguntó por la clave del éxito de su programa.
Una influencia a la que no es ajena la evidencia de que Susanna Griso se ha ganado el derecho a hablar sin tapujos ni autocensura de esos temas o de esas noticias incómodas para el poder que una cadena tan sometida a los intereses de la Moncloa como La 1, u otras cadenas no tan enfocadas a la información como al entretenimiento, nunca se atreverían a dar.
Susanna Griso es licenciada en periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona. Empezó su carrera profesional en una radio local, Radio Sant Cugat, y en Catalunya Ràdio, pero pronto dio el salto a TV3.
Allí, como dice el cliché, llegó y besó el santo. En su primer año presentó los programas Fora de joc y Tres senyores i un senyor, este último junto a Fina Brunet y Gemma Nierga. En 1995 dio el salto a los informativos de la cadena y al Especial Fin de Año, su consagración definitiva como estrella de la televisión catalana.
Pero Cataluña se le quedó pronto pequeña a Susanna Griso, como suele ocurrirles a tantos periodistas catalanes que han acabado viajando hasta Madrid en busca de horizontes más amplios y, sobre todo, menos sometidos a los dictados políticos de las administraciones catalanas.
En 1998, Susanna Griso fichó por Antena 3, donde empezó a trabajar junto a Matías Prats, hasta que en 2006 pasó a presentar el programa por el que es conocida entre todos los españoles, Espejo público. Hoy convertido ya en clásico de la televisión española.
El secreto de Espejo público, que es tanto como decir el de su presentadora, es fácil de definir ("no casarse con nadie"), pero extremadamente complejo de llevar a la práctica. Porque cuando uno cuenta con dos Premios Ondas (2017 y 2010), un Micrófono de Oro (2008) y una Antena de Oro (2006), resulta tentador dejarse adormecer por el dulce arrullo del éxito, ceder el testigo de la información incómoda a aquellos que tienen más a ganar que a perder con ella, y navegar al pairo por las aguas mansas del mínimo común denominador.
No es eso lo que ha hecho Susanna Griso, para beneficio de unos telespectadores que, a cambio, no hemos logrado todavía averiguar de qué pie cojea Susanna Griso. Quizá no lo sepamos nunca.
Algo que, en un panorama políticamente tan crispado como el actual, resulta, como poco, esperanzador. Tan acostumbrados como estamos a que la televisión española se parezca tantas veces al infierno de Dante, ese lago de llamas que queman, pero no calientan, resulta reconfortante dar con un programa cuyas opiniones calientan, pero no queman. Y a eso es a lo que en periodismo llamamos 'influencia'.
Los premios
Estos galardones, de gran relevancia para la literatura y el periodismo, cuentan con varios patrocinadores, comprometidos con la visibilidad de las mujeres y el reconocimiento de un sector en constante cambio.
Desde este año, los Maga de Magas se eligen y entregan con la colaboración decisiva de la Fundación Ramón Areces, que desde sus orígenes crea y desarrolla los instrumentos necesarios para dinamizar la investigación científica, estimular la producción cultural y fomentar el liderazgo femenino.
Además, los premios cuentan con el patrocinio de Musa, que ofrece soluciones científicas y revolucionarias para cada fase vital de la mujer, Shiseido, firma cosmética que une belleza y bienestar desde 1872, Evolus, empresa farmacéutica que busca construir mercados laborales más flexibles, inclusivos y sostenibles para las personas, y Codorníu, empresa líder de cavas más antigua de España, símbolo de pasión, innovación y fidelidad.