Soy hija, y también madre. Estoy aquí para incomodar a las mujeres en cuanto a su vínculo materno. Me etiquetan de desagradecida y de satanizar a las madres. Me llaman Mala Hija.
Pero por alguna razón, la existencia me entregó la misión de escribir mi libro Malas hijas. En octubre de 2022 me hicieron la lectura de mi carta natal donde me dijeron que en los siguientes meses iba a empezar a gestarse un libro escrito por mí. Yo, siendo una Mala Hija, pensé ¿qué tengo yo que ofrecer al mundo?
Pues en mayo de 2023 contactó conmigo la editorial Penguin Random House ofreciéndome un contrato para escribir sobre la herida materna y el linaje femenino. ¡No me lo podía creer! A la semana y media contactó conmigo otra gran editorial (muy famosa e importante en todo el mundo) proponiéndome lo mismo que Penguin Random House.
Así que después de negociaciones, fluyendo desde la verdad de los sucesos que iban llegando y siguiendo a mi instinto, aposté por Penguin Random House. Mi libro Malas Hijas es para todo el mundo porque todas somos hijas -e hijos-, pero no todas somos madres.
El aprendizaje que nos llega de nuestra madre, el más influyente y el de mayor dimensión en nuestra vida, puede ser empoderador, pero también paralizante. El que pueda limitarnos para devenirnos adultas maduras y libres no es algo individual y puntual en los sistemas familiares.
La brecha materna existe desde tiempos inmemorables, y es común en la mayoría de culturas. Se ha idealizado tanto el rol de madre que hay personas que sienten que es imposible que una madre no ame incondicionalmente a sus hijas e hijos. Por desgracia, esto no es así.
Hay muchas madres que carecieron de amor absoluto y sincero, y de protección de su propia progenitora, fuese por la razón que fuese, o incluso hay madres que pueden padecer alguna enfermedad mental que las incapacite para conectar con el amor hacia su hija.
Y eso las lleva luego a no poder ver a sus hijas como tal, sino como las responsables de darles el amor y el cuidado que les faltó de sus propias madres. Sin embargo, no todas las mujeres han de llevar una misma herida en relación a la madre.
Hay hijas que sienten que les han llegado energías de un buen maternaje. Hay otras que solamente han de poner luz a un aspecto concreto de la relación con la mujer que le dio la vida y su herida es pequeñita.
Pero lamentablemente en la mayoría de nosotras no ha sido así. De ahí la importancia de entender cómo son las dinámicas maternofiliales en esta sociedad patriarcal, cómo son transmitidas disfuncionalmente de generación en generación y como nos limitan en otras áreas de nuestra vida. Mi madre es esencial para ser quien soy yo.
La comunidad de Malas Hijas en redes sociales existe por ese vínculo entre ambas que, aunque me supuso una ruptura con ella para poder sanar, me ha permitido evolucionar y amarla desde otro lugar más saludable y sin demandar lo que quedó pendiente en mi niñez.
Así que siento ahora gratitud infinita a nuestra historia en común. Eso sí: después de muchos años de terapia, de darme cuenta de la dinámica alterada que había entre ambas y del rol de madre que estaba ocupando y ella de hija, de romper con ello, más mi propio automaternaje.
Mi experiencia de vida ahora me ayuda a acompañar a mujeres que están en una encrucijada con sus propias madres y me ha llevado a gestar y parir este libro. Sanar la relación con la madre no pasa por responsabilizarla a ella de tus heridas y conflictos, sino de ver tu verdad y dejar de cargar con el sufrimiento y el legado de martirio de tus ancestras.
Pero es tan grande el tabú de cuestionar el cómo la madre nos crio, que muchas siguen en pausa inconscientemente en su proceso de recuperación. Además, a esto hay que sumarle que existe un miedo social a ser tachadas de 'malas hijas' por perseguir nuestra felicidad por delante de nuestra madre.
La sociedad nos dice que a las madres hay que ponerlas en un pedestal, muy poco sólido, por cierto, y nos penaliza si decimos "yo sufrí mucho de niña porque mi madre estuvo ausente emocionalmente".
Este juicio social, y a veces ataque, hacia las hijas que cuestionan la crianza deficiente que recibieron de sus madres nos condena aún más a seguir siendo peones del mismísimo patriarcado que nos exige, ya siendo niñas, lealtad absoluta a la madre, ser su salvadora, ser responsables de su bienestar y a estar en deuda con ella.
Podemos cuestionar el paternaje de nuestro padre, la relación con los hijos, con la pareja, con la suegra… pero no podemos poner en duda si mamá nos maternó con presencia y amor incondicional.
Es importantísimo reconocer la profundidad de la dinámica de nuestro vínculo materno, movido por esas creencias patriarcales y por la desvalorización del femenino, aunque nos resulte incómodo.
Poner palabras a ello no significa que estás fallando a tu madre y a tu linaje femenino, sino que estás siendo fiel a ti misma. Al final, el objetivo es lograr recolocarte ante tu madre como una hija adulta y libre, para aminorar el malestar y la tensión con ella, dejar de mirar al pasado y a las carencias que hubo, y así poder mirar hacia la grandiosidad de tu vida y de tu futuro.
Parece ser que está bastante bien valorado ahora en los últimos tiempos utilizar el concepto de Malas Madres o Malas Mujeres. Vamos, que las madres y mujeres que se revelan al sistema y a todas las ataduras y estereotipos empiezan a estar bien aceptadas en algunos sectores, sobre todo en el feminismo.
¿Por qué no también Malas Hijas? Al fin y al cabo todas somos hijas y desde ese rol, también podemos alzar nuestra voz en contra de tabús y juicios hacia nuestro sentir.