"Soy Ana Isabel González, tengo 46 años y sí, estoy casada conmigo misma", dice la primera mujer que practicó la sologamia en España. Aunque lo cierto es que lo hizo sin saberlo pues, por aquel entonces, todavía no se había utilizado este término.

En España, hay más de 14 millones de solteros, 7,5 de ellos son hombres y 6,5, mujeres, según los registros del Instituto Nacional de Estadística (INE). En cuanto al número de matrimonios, aumentó un 20,5% en el año 2022 hasta alcanzar los 179.107. Por su parte, la sologamia todavía no cuenta con cifras oficiales ya que no están reconocidos legalmente, aunque desde hace una década, esta tendencia no ha parado de crecer.

Ana Isabel González se casó en 2010, siendo la pionera y madre de este movimiento en España. Sin embargo, ni se siente pionera, ni termina de estar de acuerdo con todos los matices del concepto: ella organizó su boda para celebrar el amor propio, "algo que no todo el mundo tiene el placer de sentir", como ella misma afirma.

Pero el significado de sologamia va más allá. Este término se define como el acto de casarse con uno mismo con el fin de consolidar ese amor y reivindicar que la soltería durante tiempo se ha visto como algo negativo. Entonces, ¿cómo que la primera mujer sológama no comparte en su totalidad la corriente que ella misma inició? A continuación, te lo explica la propia Ana Isabel.

Nueva tendencia: casarse con uno mismo

La sologamia está relacionada con la autodeterminación de poner la propia felicidad en el centro de la vida y que, de esta manera, se pueda llegar a desarrollar una mayor capacidad de conexión humana.

En este sentido, Ana Isabel comenta: "Si te casas contigo misma para quererte y cuidarte, estoy de acuerdo con el término. Pero si lo haces porque no crees en nada más, no lo comparto", explica la primera mujer sológama. "Que celebres tu amor propio con especial cariño no quiere decir que no puedas tener pareja".

Ana Isabel creó una empresa de risoterapia en 2005. Cedida

Además, estos matrimonios son simbólicos, ya que a día de hoy no están legalmente reconocidos en ningún país del planeta, por lo que no suponen ningún derecho legal adicional. Sin embargo, las personas que eligen ser sológamas lo hacen como símbolo de compromiso consigo mismas y con su crecimiento personal.

"No creo en el matrimonio, ni creo que el amor firmado en un papel tenga más validez, es más un trámite que otra cosa"

Y, precisamente como un proceso de crecimiento personal, llegó la sologamia a la vida de Ana Isabel González: "Mi boda conmigo nació de ese proceso de descubrir algo muy importante para mí, de descubrir una manera de cuidarme y de protegerme que no sabía que existía hasta el momento. Entonces caí en la cuenta de lo importante que es el amor hacia uno mismo", explica Ana Isabel. Sin embargo, a pesar de ser un tema tratado con mucha profundidad, la risa siempre estuvo presente en la toma de decisión.

De la risoterapia a la sologamia

Antes de casarse con ella misma, Ana Isabel estudió diseño gráfico. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no era aquello a lo que quería dedicarse, lo que le produjo algo de desencanto.

"Mi mejor amigo es psicólogo y me dijo que hiciera una lista de profesiones para que, según mis aptitudes, averiguara cuál sería la mía", explica Ana Isabel. A ella, que es muy risueña y lleva la risa por bandera, solo se le ocurrían trabajos como el de actriz o payasa. Pero, finalmente, acabó alzando su bandera al viento: decidió dedicarse a la risoterapia.

"Una persona me informó de que existía la risoterapia y tenía cerca la primera escuela de España. Fui a ver de qué iba y me encantó", declara Ana Isabel. Y así fue como, a partir de 2005, realizó la formación correspondiente y estuvo varios años viviendo de la risa y de la terapia Gestalt, una terapia psicológica basada en el humanismo.

Ana Isabel, durante su formación, experimentó un proceso de crecimiento personal. "En la terapia Gestalt, es obligatorio hacer un número determinado de sesiones de terapia individual para ese crecimiento. Entonces, en esas terapias me di cuenta de lo importante que era el amor propio", dice Ana Isabel. Y de ahí a la boda solo hubo un paso.

"Celebrar el amor propio"

"No todo el mundo tiene la suerte de nacer en un entorno donde le enseñan que quererse es lo más natural del mundo. Y menos en el caso de las mujeres, que culturalmente se nos inculca a estar más dedicadas al cuidado de los demás", reflexiona. De esta manera, Ana Isabel, "desaprendió algunos conceptos culturales" y aprendió a cuidarse de una manera muy singular. Y para su placer, decidió celebrarlo.

"Mi boda nació de desaprender cosas culturales que están arraigadas y de celebrar algo que es precioso: saber cuidarte y amarte"

"¡Qué me caso conmigo!", dijo un día a los suyos. "¿Que te casas con quién? ¿Cómo? ¿Contigo?", reaccionaron sus amigos y familia sorprendidos. Por aquel entonces, Ana Isabel tenía pareja, aunque él lo entendió a la perfección: "Mi pareja se lo tomó bien. Entendió que era una celebración como cuando terminas una carrera o encuentras un trabajo nuevo. Le pareció bien y, por supuesto, estuvo invitado", explica Ana Isabel.

"En la sociedad occidental no tenemos rituales para celebrar que pasamos de adolescentes a adultos. Ójalá todo el mundo supiera quererse sin ser egoísta"

Además, Ana Isabel explica que esto no es un acto de egoísmo, sino de amor: "Hay que saber realizarse sin descartar a las personas que tienes al lado, sin ser egoísta, egocéntrico... Estas últimas son cosas muy diferentes, no tienen nada que ver. Pero en esta cultura, hay que decirlo todavía".

Tres días de celebración

Para celebrar su boda, Ana Isabel organizó una fiesta de casi tres días, que comenzó el día 10 del mes 10 del 2010, y, como no había ninguna norma establecida porque casarse con una misma no es lo habitual, planeó lo que a ella más le apetecía hacer junto con los suyos. "Empezamos un viernes por la tarde con juegos en la playa y nos lo pasamos muy bien. Fue muy bonito. Aquí sí que podían venir niños, pero el sábado y el domingo preferí que fuera solo para adultos", recuerda Ana Isabel.

"Mi anillo se hizo a partir de piezas que no me ponía de regalos de personas con las que no trataba, y el vestido también fue fruto de una transformación"

Al día siguiente, cenaron todos juntos y bailaron por la noche. Después, el domingo a mediodía, celebraron un pequeño banquete a la hora de la comida: "Quise decir unas palabras y los invitados recibieron y regalaron obsequios. Todo el mundo tuvo una botella de vino ecológico y, además, cada uno celebró lo más bonito de su vida, todo lo que ellos quisieran".

De esta manera, los invitados entendieron que era una fiesta para compartir y disfrutar juntos la vida y el amor propio, cada uno a su manera, pero todos ellos reunidos por Ana Isabel y su nueva percepción del cariño y autocuidado. "Ojalá todas las personas, hombres y mujeres, supieran realmente cuidarse y quererse bien sin necesidad de tener una persona al lado y sin ser egoístas", termina diciendo Ana Isabel.