Los Juegos Olímpicos han destapado la identidad de muchas atletas valientes y profesionales que han trabajado durante años en la sombra para llegar a lo más alto en París. Sin embargo, apuesto a que nunca habías conocido a "una atleta del miedo". Así es como se define Mayte Carrasco, una de las reporteras de guerra españolas más influyentes de todos los tiempos, además de novelista, empresaria, directora, activista, productora de documentales... En definitiva, una mujer todoterreno.
Mayte Carrasco (49 años, Tarrasa) ha cubierto conflictos como el de Mali, Siria, Libia, Egipto, Afganistán o la guerra de Irak, y ha vivido en sus propias carnes la crudeza y la grandeza de la condición humana. "La guerra es un laboratorio donde la gente está en su momento límite y pasa mucho miedo. Soy una experta del miedo porque lo he observado en la guerra, lo he vivido en mi piel, en la gente que me rodea... Aun así, me quedan por vivir algunos miedos, como el de la vejez", comenta la periodista.
Carrasco estudió Ciencias de la Comunicación en Barcelona, cursó Estudios para la Paz y se especializó en Resolución de Conflictos y Seguridad Internacional. Al finalizar su etapa como corresponsal y periodista de guerra, que le valió para recibir multitud de premios y ser reconocida como una de las mayores expertas del mundo islámico, decidió adentrarse en el mundo empresarial. En 2012, fundó su propia productora de documentales, The Big Story Films, y escribió su primer libro: La Kamikace (La Esfera de los Libros, 2012).
A día de hoy, ya va por el cuarto, titulado Cómo superar el miedo en todas las trincheras de la vida (Espasa, 2024) y que promete ser el más rompedor por su original enfoque. En este libro, Mayte Carrasco enlaza la salud mental con el reporterismo de guerra para, a través de la metáfora de las trincheras, contar su carrera de fondo como "atleta del miedo": "Cada experto tiene su titulación y sus conocimientos, pero yo tengo un punto de vista diferente al de un psicólogo o un terapeuta".
'Cómo superar el miedo en todas las trincheras de la vida'. Ya solo por el título es diferente respecto al resto de tus libros. ¿Qué encontrará el lector en él que no ha encontrado en tus otras publicaciones?
Es un libro muy original que la gente no se espera. Es la primera vez que se une el reporterismo de guerra con la salud mental. Fue un ejercicio que hice ante la necesidad de preguntarme a mí misma cómo he superado los miedos de la guerra y cómo puedo ayudar a la gente desde mi experiencia. Me surgió esa necesidad de hablar sobre la condición humana y el miedo.
"Pérez-Reverte se ha reído de los libros de autoayuda. Yo creo que son maravillosos. Él escribe y no entiendo cómo puede criticar a otros autores"
¿Por qué esta temática? El miedo es uno de los temas con los que más le cuesta abrirse a la gente. Confesar tus peores pesadillas, hablar abiertamente de tus temores, ¿crees que deberíamos hacerlo más?
Me considero una atleta del miedo. He superado muchos antes de irme a la guerra, y eso me preparó para cuando estuve allí. Con 18 años, sufrí un accidente de tráfico casi mortal y tuve ataques de pánico. Los viví bastante sola porque entonces no se hablaba del tema. Ahora se ha roto el tabú de las enfermedades mentales, la ansiedad, los ataques de pánico... La gente de mi generación lo tuvimos que hacer solos.
Ahora hay más herramientas y hay que empujar a la gente a que compre libros. El otro día leí que Pérez-Reverte criticaba los libros de autoayuda y se reía de ellos. Yo no considero que haya que reírse. Él escribe libros y no entiendo cómo puede criticar a otros autores que escriben sobre el miedo, la filosofía... Los libros de autoayuda son maravillosos. Los habrá mejores o peores, pero son herramientas que tenemos que valorar.
El conflicto y los miedos son una parte inherente de nuestra vida. ¿Qué hubiese pasado si no hubieras tenido miedo?
Todo el mundo hemos vivido trincheras en nuestra casa, en el trabajo o en la vida. Las trincheras no son solo las de la guerra, la vida es también una zona hostil, así que todos tenemos que lidiar con el conflicto. Está la trinchera de la muerte, de un ser querido que nos traiciona... Desde que nacemos estamos en conflicto con nuestros congéneres. Tenemos que estar preparados para resolver conflictos y, hoy en día, es algo a lo que no nos enseñan ni en el colegio, ni en la universidad.
No tener miedo es un defecto del ser humano. Es un mecanismo que viene de fábrica y tenemos para sobrevivir. Frente al miedo, actúan dos cosas más: las emociones y la memoria. En mi memoria siempre ha estado presente que ya he superado momentos duros. Respecto a mis emociones, quería denunciar lo que pasa en una guerra. Si no hubiera tenido miedo, no hubiera sido humana. Aunque poco a poco lo he ido perdiendo por estar en situaciones límite: he visto muchos muertos, he estado entre las balas... Me he sentido inmortal y he tenido que ir a un terapeuta para recuperar mi miedo.
¿Qué es lo que más te ha marcado de tus coberturas?
Ver la resiliencia de las personas, cómo nos crecemos y somos capaces de hacer cosas que nunca hubiéramos pensado. La gente puede convertirse en un demonio o en un ángel, esa dicotomía es la que se observa en la guerra. Las personas sacamos nuestra verdadera identidad y, de repente, el tendero de un mercado de Siria se puede convertir en un 'cortacabezas' o en un líder sanguinario que proclama los discursos más radicales que he escuchado nunca.
Sin embargo, personas que pensabas que eran autoritarias, se convierten en personas que van a ayudar a los hospitales, que aprenden a operar, que salvan la vida a otros... Observar la vida y la muerte, y el destino caprichoso de las personas es lo que más me ha impactado en la guerra.
Me he preguntado muchas veces si Dios existe y he llegado a la conclusión de que sí, porque, si no, me hubiera vuelto loca. Creo que sí hay un Dios, pero la condición humana bascula entre el bien y el mal, y muchos eligen el mal. Me ha sorprendido ver hasta qué punto podemos ser malos, deshumanizar a las personas y convertirlas en un trozo de carne por unas ideas. El odio tiene mil justificaciones.
¿Ha habido alguna vez que hayas sentido miedo real por tu vida?
He sentido miedo muchísimas veces, también pánico y horror. He estado en situaciones límite en las que pensaba que iba a morir. En Siria, en 2012, estábamos durmiendo con los guerrilleros, hubo una emboscada de los Hezbolá y tuvimos que huir. Lanzaron perros de caza en mitad de la noche y yo pensé que moriría y nadie se enteraría. Otra vez sentí que mi corazón casi se paraba por la onda expansiva de una bomba que cayó muy cerca. En total, han sido unas 15 veces las que yo pensaba que me iba a morir.
Pasemos del miedo a la siguiente fase. Como has escrito, "con la valentía no se nace, sino que se aprende". ¿Cómo has aprendido tú a ser valiente?
A base de enfrentarme a los miedos o buscar superarlos. El libro tiene una metáfora muy potente: las trincheras. Fueron construidas por los alemanes en la I Guerra Mundial para protegerse, pero se convirtieron en una trampa: en lugares donde convivían con el miedo, las ratas, el hambre, las enfermedades, se volvían locos...
Nosotros ahora construimos trincheras para no enfrentarnos a nuestros miedos, pero tenemos que salir de nuestra trinchera para hacerlo. Mi consejo es: haz como yo, identifica tu trinchera y ve a por ella. Busca cuál es tu motivación para salir. Visualiza lo que deseas en el futuro y cambia por tu bienestar. El peor enemigo que puedes tener es ese lugar en el que te metes para protegerte a ti mismo y no ir a por el miedo.
Estás especializada en conflictos bélicos y derechos humanos. Hablemos ahora de actualidad. Venezuela, por ejemplo. Cubriste el conflicto de 2014 en ese país. ¿Crees que han evolucionado las cosas desde entonces hasta ahora?
Estuve haciendo un documental en la Torre de David, en Caracas, y la gente lo estaba pasando muy mal porque había mucha criminalidad. No sé si las cosas han cambiado porque no he vuelto, pero sí sé que en Latinoamérica hay una lucha brutal por la desigualdad. La riqueza se acumula en muy pocas manos, y hay una inmensa parte de la población en la pobreza.
Algunos líderes se aprovechan de la búsqueda de la justicia social. En Venezuela, por ejemplo, la gente se abraza a líderes que se agarran al poder y que no ayudan a eliminar la injusticia social. Es un conflicto permanente que también ocurre en África y Oriente Medio; un problema global.
Los dos grandes conflictos abiertos cerca de occidente: Palestina y Ucrania. ¿Nos hemos acostumbrado a vivir con ellos?
Creo que la gente se ha vuelto inmune al dolor, pero no les culpo porque es un dolor ajeno. En la guerra, he vivido cómo las personas sienten miedo, pero llega un punto que el cerebro disocia porque la gente no es capaz de vivir con tanto sufrimiento. La gente que tiene muchas trincheras aquí, no tiene resiliencia para sentir el dolor de otros y se enfoca en sus trincheras.
Hay que tener una empatía mundial y un apetito por los derechos humanos a nivel mundial. Cuando uno tiene la oportunidad de ayudar a otro, no se trata de irte a la guerra, basta con que en una conversación sobre inmigración no te hagas eco de los chistes sobre inmigrantes. Hay que rebatir los miedos que nos intenta trasmitir la extrema derecha. El problema palestino se tiene que resolver a través de la diplomacia. Hay que comprender a todas las partes y leer mucho sobre el conflicto, repetir los argumentos de los extremistas no tiene sentido.
A la hora de hablar sobre Palestina o Ucrania es necesario informarse. La gente debería optar por la empatía, porque todo el mundo ha sido inmigrante en algún momento. Mi madre es de Granada y mi padre de Córdoba, ¿cómo voy a hablar mal de los musulmanes si hace siglos lo fui? ¿Cómo podemos criticar la cultura musulmana si venimos de ellos? Solo conocemos la parte más radical del Islam.
¿Crees que los medios de comunicación están perdiendo interés en mandar reporteros a zonas de conflicto? ¿Están ganando entonces aquellos que no quieren que contemos las historias?
Sale muy caro, también desde el punto de vista humano. Cada vez se matan más periodistas en zona de conflicto. Durante los últimos años de la guerra de Siria, pagamos un alto precio. Hubo compañeros que estuvieron secuestrados por Daesh y tengo amigos decapitados. Yo estaba con ellos, pero ellos acabaron degollados.
Recuerdo ir al funeral de David Beriain y hablar con las personas que le enviaron al conflicto. Tiene que seguir existiendo el periodismo de guerra, pero no pagando el precio de la muerte. Hay que ser prudentes y viajar con un seguro: equipamiento, chaleco antibalas, curso de supervivencia, mucha experiencia...
Las personas senior somos muy conscientes de que las guerras son muy complicadas de cubrir. Es muy difícil permanecer clandestino porque los métodos de espionaje han avanzado. Pérez-Reverte se iba a la guerra por meses. Maria Dolores Masana, también. Hoy en día te localizan rápido y eres un objetivo, por lo que este trabajo es mucho más complicado. Yo no recomendaría ir a la guerra si no tienes los medios suficientes para trabajar bien.
Llama la atención que ha aumentado enormemente el número de reporteras de guerra, basta con encender la televisión o leer los periódicos. ¿Qué venda se ha caído para que suceda esto?
La normalidad. Creo que las mujeres han salido de las facultades y han decidido ser reporteras. Antes también había muchas, pero los medios de comunicación no eran tantos como ahora. También ha habido muchas que han abierto la puerta a otras y se han convertido en referentes: Rosa María Calaf, Carmen Sarmiento, Pilar Requena, Cristina Morató, Nieves Herrero... A todas esas mujeres que las metemos en el saco del marujeo, no eran marujas: eran mujeres extraordinarias que hacían entrevistas como la copa de un pino y se iban a las guerras. Eran invisibles porque no fueron mujeres premiadas y reconocidas, pero existen.
También ha habido señores que han cerrado la puerta a la visibilidad de muchas mujeres esgrimiendo que eran jóvenes o que no habían hecho lo suficiente, porque una mujer tenía que hacer un triple salto mortal para que fuera reconocida. Gracias a muchas feministas como yo, hemos logrado que las mujeres se sientan libres de ejercer esta profesión. Creo que fui la primera freelance audiovisual que empezó a ser mujer orquesta. Sí o sí dije que yo quería ser reportera de guerra, aunque mucha gente me puso piedras en el camino.
"A todas esas mujeres, como Nieves Herrero, a las que meten en el saco del marujeo, no eran marujas: eran mujeres extraordinarias que hacían entrevistas como la copa de un pino y se iban a las guerras"
También eres una mujer directiva. Fundaste hace unos años la productora de documentales The Big Story Films. Si tuvieras que hacer un documental sobre ti misma, ¿cómo lo llamarías?
La guerrera, porque me considero una guerrera. Como mujer empresaria, me ha costado mucho que la gente no me ponga a la sombra de mi pareja. Lo difícil para las mujeres que hemos abierto puertas es juntarte con una pareja que también triunfa. En ese caso, hay gente que te pone a su sombra y te dice que has triunfado gracias a él.
Esto me ha pasado recientemente. Yo trabajo sola, pero la gente me llama para trabajar con él. Esto es tremendo y me ha frustrado mucho. Después de todo lo que he trabajado, los premios que he ganado y todo lo que he luchado, el patriarcado busca una nueva excusa para meterme en un cajón.
Y la maternidad también te mete en un cajón. No sabes cuántas reuniones he asistido en las que me han ninguneado. Francamente, todavía hay mucho camino por recorrer. Como mujer empresaria, muchas veces te dicen que eres valiente por ser emprendedora, pero no. Las mujeres somos empresarias porque no tenemos otra opción para salir adelante. Ahora, con la maternidad, me resultaba muy difícil conciliar la vida laboral y tuve que ser más productora que directora para poder sobrevivir y pagar colegios.
Soy administradora, productora, directora... Ser empresaria me ha ayudado mucho y estoy orgullosa de haber creado mi propia productora. Ser empresaria autónoma es muy duro y la gente no lo sabe. El Estado nos machaca. La extrema derecha dice que ser mujer empresaria es una maravilla porque nos dan muchas ayudas, pero de eso ni hablar. Yo no tengo ninguna ventaja. Tampoco existen cuotas. Yo me tengo que trabajar mi carrera.
"Aunque la vida y el techo de cristal nos lo pongan difícil, las mujeres siempre sabemos salir adelante por la resiliencia que tenemos"
De cara al futuro, ¿tienes algún proyecto nuevo entre manos?
Tengo un proyecto que me tiene muy ilusionada. No puedo desvelar nada, pero me devuelve al mundo del reporterismo y de la televisión. Si Dios quiere, el año que viene estaré viajando mucho. Estoy entusiasmada. También está muy relacionado con las trincheras de la vida, y que espero que ayude a mucha gente.
Yo ya he disfrutado de la maternidad y le quiero decir a todas las madres que no tengan prisa, que la conciliación no es fácil pero hay tiempo para todo. Aunque la vida y el techo de cristal nos lo pongan difícil, las mujeres siempre sabemos salir adelante porque la resiliencia es algo con lo que nacemos, y que nos viene de generaciones anteriores. Las mujeres nos ayudamos mucho entre nosotras, porque lo tenemos difícil. A mí me emociona mucho y siempre le doy las gracias a todas las mujeres de mi camino, porque sin ellas no hubiera avanzado.