Sara Desirée Ruiz es nuestra invitada en Autoras de palabra con Rosa. Centrada en la atención y acompañamiento socioeducativo de familias con adolescentes, promueve a través de su influyente comunidad en Instagram, la sensibilización acerca de la adolescencia, ofreciendo un espacio en el que apoyar a las familias y profesionales en esa etapa de la vida.

Lo que dejan las madres (Planeta 2024) es su primera novela, un recorrido emocional y personal, un mapa interior del ser humano, sus comportamientos y actitudes a través de los protagonistas.

Jun, la protagonista, es una adolescente que entró en un centro de protección de menores cuando era muy pequeña. De eso, hace ya unos cuantos años. Casi no tiene recuerdos de su madre.

Sara Desireé Ruiz junto con su libro, Lo que dejan las madres. Cedida

 "Una vez que entras en el sistema, si tu familia no puede darte apoyo, ni puede recuperarte, tienes que seguir en él hasta que eres mayor de edad. Después, el sistema te dice adiós y te deja un poco a su suerte", reflexiona Ruiz.

Siguiendo con el argumento del libro, Susana, su profesora, ha recibido un extraño paquete cuyo contenido es un viejo cuaderno de cuero perteneciente a Jun, su antigua y más querida alumna que desapareció hace años. Y ha decidido buscarla con la ayuda de su sobrina Laura: "Ellas son la esperanza. La fuerza de la sororidad", dice Sara Desirée Ruiz.

"No es fácil encontrar un hogar para acoger a estos chicos—advierte la educadora social—. Hay una serie de competencias parentales que se deben ejercer cuando tenemos una peque o un peque a quien acompañar en la vida. Hay que demostrar que contamos con ese espacio, que es seguro, y que vamos a poder cubrir sus necesidades a muchos niveles, no solo las necesidades económicas. Por ello, siempre se trabaja para que la familia pueda hacerse cargo y ese menor de edad tenga un seno familiar".

"Muchas veces tenemos prejuicios, pensamos en personas que no se han podido hacer cargo de sus hijos y sus hijas de una forma, a veces, un tanto cruel. Pero hay madres que, a pesar de querer a sus hijas, no han tenido muchas oportunidades de poder hacerlo", afirma la autora.

Y añade: "Vivimos a menudo llamadas de socorro, porque tú eres su única esperanza. También en las personas mayores de edad que están en situaciones parecidas a las de mi personaje. Y lo hacen con formas de conductas, vemos que hacen cosas, que están en un estado emocional determinado, pero pocas veces lo dicen con palabras".

"El apego, o la relación afectiva que puedan tener con los educadores es difícil porque, en el sistema de protección de menores, hay mucha rotación profesional. Al final ellos están ahí contratados para cuidarte y, aunque sean personas maravillosas que quieren hacer mucho más por ti, no tienen recursos suficientes para proveer ciertas cosas que también necesitan, más allá de una cama, escuela y comida", advierte Ruiz.

"Al final siempre conviven con una sensación de pérdida constante, ese no ser válido para el mundo, no tener un lugar, no encontrarle sentido a su vida. Son infancias y adolescencias muy maltratadas por el sistema. Y esto es muy doloroso. Es un tema muy duro que tenemos que atender", reflexiona. 

"Cumplidos los 18 –reconoce Sara Desirée- hay adolescentes que han salido y se han formado, han luchado, han salido adelante, y otras que se han perdido por el camino y han acabado en entornos de riesgo"

"Las familias de acogida están durante un tiempo, muchas veces más de lo que en principio se debería o se estipula. Yo soy muy profamilias. Hablaría de familias profesionales incluso. Esto puede parecer muy loco, pero, ante un centro y una familia, me quedo con una familia", sostiene Ruiz. 

Rosa Sánchez de la Vega.

También cree que su trabajo es poco conocido: "Cuando digo que soy educadora social, nadie sabe de qué trata nuestra profesión y lo tienes que explicar. Y ese desafío profesional también es muy importante. Estás muchos años con unas personitas que has visto crecer, les has servido de apoyo, has dado afecto, has estado en muchos momentos muy importantes... Y como profesionales también experimentamos ese duelo cuando nos despedimos de las personas con las que hemos trabajado".

En Lo que dejan las madres, la escritora también habla de "la solidaridad, de ayudarnos entre nosotros, vengamos de donde vengamos y de lo que tengamos detrás. Yo soy muy pro de empezar a tejer otra vez esas comunidades que hemos ido perdiendo a lo largo de los años, para encerrarnos en nuestra individualidad y en nuestros pequeños lugares", demanda.

"Todo el mundo tiene una madre. Las madres están aunque no estén. La mía, aunque yo esté sola, también está. La tuve y, aunque ahora no la tenga, siempre estará", concluye.