Parece una película de terror, pero no lo es: en Afganistán, ahora pueden ser encarceladas y torturadas las madres que cantan nanas a sus hijos o las hermanas que ríen a carcajadas por culpa de un repentino ataque de risa. Desde el pasado 23 de agosto, los talibanes han impuesto la más dura de las leyes contra las mujeres: la 'Ley para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio', un compendio de 100 páginas en las que la misoginia y el miedo campan a sus anchas para ellas.

Entre sus medidas, se encuentra la prohibición de hablar o cantar en público, o la negación de la educación secundaria y universitaria para las jóvenes afganas. Incluso la ayuda humanitaria está en tela de juicio para los talibanes. Todo esto hace prácticamente imposible la vida en el país, sobre todo para las mujeres y niñas.

Pero quién mejor para explicarte lo difícil que es manejarse en Afganistán con los talibanes, que la mujer que consiguió hace tres años rescatar a casi 100 mujeres y sus familias de este yugo. Su nombre es Katharina Miller y probablemente no la conozcas por esta hazaña, ya que ha mantenido su identidad en secreto por miedo a represalias. Ahora, "nos han quitado tanto que nos han quitado hasta el miedo", y Katharina Miller quiere contar su historia. ¿Habría sido posible el rescate si las mujeres no hubieran podido hablar? ¿Qué hubiera sido de ellas si siguieran allí? ¿Cómo es su nueva vida en España?

La más dura de las leyes

La denominada 'Ley para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio', que entró en vigor la pasada semana, consta de un preámbulo, cuatro capítulos y 35 artículos en los que las prohibiciones para las mujeres se recrudecen más que nunca. Tanto es así, que esta nueva legislación se alza como el mayor conjunto de restricciones impuestas a una población femenina. Entre sus medidas, está la de prohibir la educación secundaria a las niñas, el acceso a la universidad a las jóvenes y el impedimento del trabajo humanitario.

Pero, sin duda, la más macabra es la prohibición a las mujeres de hablar en público. En esta ley, la voz de la mujer es declarada una "parte íntima" que solo puede ser escuchada "en caso de necesidad", según su artículo 13. Por ello, tienen prohibido alzar la voz o cantar. Además, en el caso de que se viole esta ley, la Policía Moral talibán estará autorizada para detenerlas en un periodo máximo de tres días sin presentar cargos a cualquier.

Los talibanes tienen tomado el país afgano desde el pasado 15 de agosto de 2021. E.P.

"Con esta nueva ley, el rescate de las afganas hubiera sido imposible. En aquellos días, los talibanes sembraron el caos y solo podíamos comunicarnos en la calle y por teléfono. Me da miedo pensar qué hubiera pasado si la ley 'sin voz' hubiera estado vigente aquel entonces", se sincera Miller. Además, declara: "No conozco ninguna otra edad histórica en la que la mujer no haya podido hablar en público. Es horrible".

Katharina Miller y su hazaña

Katharina Miller se convirtió en toda una heroína hace tres años, cuando rescató a decenas de afganas y a sus familias de los talibanes tras la toma del país del 15 de agosto de 2021. Pero fue una heroína anónima, en la sombra, pues hasta ahora no había revelado su verdadera identidad por miedo a posibles represalias. En aquel entonces, EL ESPAÑOL habló con ella bajo el apodo de 'La Rescatadora'. Hoy tiene nombre y apellidos, y una historia de solidaridad, lucha y justicia que contar al mundo.

Fotografía de Katharina Miller. Cedida

Miller es la presidenta de la Asociación Europea de Mujeres Juristas y socia fundadora de la empresa 3C Compliance. Además, forma parte de las mujeres 'Top 100' de Magas, y se ha reconocido su labor por impulsar la gestión de la diversidad de género en los consejos de administración y el empoderamiento económico y social de la mujerPero, más allá de todo su palmarés profesional, Miller ha conseguido una de sus mayores hazañas en el ámbito personal, sacando su lado más humano: gracias a su empatía y voluntad de ayuda, salvó a casi 100 afganas con sus familias del yugo talibán en 2021.

¿Cómo lo hizo? ¿Cómo consiguió que el Ministerio de Defensa español enviara un avión al aeropuerto de Kabul para llevarse a un centenar de mujeres y niñas? A priori, no parece nada fácil y, efectivamente, no lo fue. Detrás de esta historia hay muchas noches sin dormir, sudor y lágrimas. También hay felicidad, dolor, nuevas oportunidades y multitud de personas involucradas con un único objetivo: salvar a las mujeres de la misoginia y devolverles sus derechos.

"Los talibanes eran bestias"

Esta historia comenzó mucho antes de que los talibanes tomaran Afganistán, en 2015, cuando Miller conoció a Fawzia Koofi, la primera vicepresidenta del parlamento afgano. Aunque en ese momento ninguna de las dos se esperaría lo que les deparó el futuro, ambas forjaron una bonita relación y, desde entonces, nunca perdieron el contacto. "Cuando escuché las primeras noticias sobre los talibanes, llamé a Koofi y le pregunté cómo podía ayudarla. Acordamos tener una videoconferencia con más personas para ver qué podríamos hacer", comenta Miller.

La jurista Katharina Miller junto a su amiga y activista Fawzia Koofi. Cedida

Para dicha reunión, Katharina Miller convocó a diferentes personalidades del mundo de la diplomacia, así como mujeres líderes de plataformas pro derechos humanos. Sin embargo, Koofi no apareció hasta pasada media hora, pues los talibanes le habían acorralado para sacarle información. "Nos quedamos heladas, esos hombres eran como bestias horribles", recuerda Miller. Después, la videoconferencia prosiguió.

"¿Qué podemos hacer para ayudarte, Koofi?", le preguntaron a la afgana. "Todas las personas que han trabajado para mí están en peligro. Es una lista de gente, con nombres y apellidos y con familias. Si pudierais intentar evacuarlas de Afganistán, os estaría muy agradecida", respondió ella. Y eso hicieron, pero no sin antes luchar contra la dura realidad: los talibanes ya habían sembrado el caos en el país y no sería fácil zafarse de ellos.

Caos en el aeropuerto de Kabul

Con el objetivo entre ceja y ceja, Miller, Koofi y otras tantas personas más fueron tejiendo una sólida red de contactos para así conseguir toda la documentación necesaria y sacar a las afganas del país. Una amiga de Miller desde Australia, algún militar español o la ayuda de oenegés en Afganistán, entre otros, fueron cómplices de la hazaña. "Llamé a todos mis contactos en diferentes países. Fue muy frustrante, pero conseguí dar con María José, una mujer fantástica", dice Miller.

Las afganas en el aeropuerto de Kabul con el avión del Ministerio de Defensa. Cedida

Ella se refiere a María José Rodríguez, una abogada española que no dudó ni un segundo en ayudar. Y vaya si lo hizo. "Llamé a María José, que tenía un contacto en el Ministerio de Defensa, y entre ambos consiguieron un avión del Ministerio y los salvoconductos necesarios para sacar de ahí a las mujeres. Estoy muy agradecida, sin ellos no hubiera sido posible", dice Katharina Miller, emocionada.

Próximo objetivo del rescate: que las mujeres llegaran sanas y salvas al aeropuerto de Kabul para poder evacuarlas en el avión. Esta fase de la operación fue una de las más complicadas debido a la intransigencia de los talibanes. Así lo recuerda Miller: "Rescatamos a dos hermanas que estaban solas en Kabul y querían salir, pero los talibanes estaban por todas partes. Hubo una vez que tuvieron que ir a por agua y estaban sin tapar la cara y los pies. Me entró pánico porque podrían haberlas matado". Finalmente, llegaron a su destino sanas y salvas.

Con el resto de las afganas tampoco fue fácil: el aeropuerto estaba completamente colapsado y "todo era un caos". Por ello, las rescatadoras idearon un plan: que las mujeres vistieran con colores amarillos y rojos para poder reconocerlas. De esta manera, Miller y compañía consiguieron evacuar a las afganas con sus familias, "porque las mujeres afganas jamás dejan atrás a sus familias", como apunta la rescatadora.

Centenas de almas solidarias

Cuando las mujeres llegaron a España, pronto se hizo evidente que el rescate no había terminado allí: "Las afganas salieron con lo puesto y, aunque consiguieron la libertad, llegaron sin nada. Algunas tenían necesidades muy concretas, como la compra de pañales y chupetes, o ropa para pasar el invierno", dice Miller.

Durante los primeros días, el Gobierno de España se hizo cargo de ellas y las destinó a diferentes puntos del país, donde algunas oenegés las acogieron y las dieron asilo. "Ninguna de esas mujeres sabía qué era España, dónde estaba o cómo hablar el español. ¡Acabaron aquí por nuestra culpa! Entonces, María José y yo entendimos que necesitábamos crear una red de voluntarios para ponernos en contacto con todas las afganas", explica Miller. 

Por ello, las rescatadoras crearon una asociación que a día de hoy sigue funcionando: Netwomening. Su origen se debió a la ayuda de María José Rodríguez, que a día de hoy es la presidenta, y de Maite Pacheco Mateo-Sagasta, su CEO y cofundadora. Actualmente, Netwomening cuenta con 160 socios españoles que intentan cuidar y mimar a las afganas en este país.

Las historias de las afganas

Entre esas mujeres y sus familias, Miller, María José y Maite Pacheco conocieron muchas historias de superación, de injusticia, olvido y de nuevas oportunidades. Pero, de todas ellas, Katharina Miller recuerda una con especial emoción, la de Atefah y su hermana, de 27 y 25 años.

"Atefah fue la primera chica a la que rescatamos, así que me siento como su madre o madrina. Ella es una persona muy inquieta, inteligente, espabilada... Todo le queda pequeño y presiento que pronto va a hacer algo grande", dice Miller. Tras el rescate, Atefah pronto se integró en España. La asociación Netwomening consiguió para ella una beca en el Instituto de Empresa (IE) con la que pudo hacer un máster y, a día de hoy, tiene un novio español y viven juntos. "Está fenomenal. Y su hermana estudiaba medicina y quería ser enfermera, lo hará gracias a una donación de una española que decidió apoyarla", apunta Miller.

Sin embargo, las rescatadoras también fueron testigos de historias muy trágicas y tristes. En este caso, Miller recuerda a unas hermanas que llegaron a España junto a su madre. "Los talibanes violaron a la madre varias veces delante de sus hijas, y estaban todas traumatizadas. Además, una de las hermanas se echó un novio en Afganistán que le chantajeaba y amenazaba con enseñar fotos suyas sin ropa. Si a nosotras esto nos parece grave, para una mujer afgana significa el final de su vida", recuerda Miller con amargor.

La fortaleza de Miller

Aunque toda esta historia haya tenido un final feliz, ha dejado una profunda huella en el corazón de todos sus implicados. Katharina Miller, que desde el primer momento ideó y lideró el plan de evacuación, tuvo que desapegarse durante un tiempo de toda esta experiencia: "Me retiré del tema porque me estaba afectando mucho. No estaba preparada y todavía sigo un poco traumatizada. Nunca entrené para aquello", explica.

Además, afirma que "fue demasiado" para ella, y que no supo "gestionarlo emocionalmente". Entre otras cosas porque, tras el rescate, las afganas evacuadas enviaron su número de teléfono a otras mujeres que seguían atrapadas, y que pedían auxilio desesperadamente. "Para presionarme y que las ayudara a escapar, me enviaron fotografías horrorosas de gente ejecutada o asesinada. Fue un infierno", explica Miller.

A pesar de todo, la rescatadora se siente orgullosa de haber podido ayudar a tantísimas mujeres que agradecieron su labor y, a día de hoy, sigue reflexionando sobre ello: "Ahora que han pasado tres años, tengo más dudas que antes. ¿Por qué ha sido posible que vuelvan los talibanes? ¿Por qué no se ha unido toda la sociedad afgana?", se pregunta. Sea como sea, Miller lo ha demostrado: todos podemos ayudar, incluso con pequeñas acciones cotidianas, siempre que tengamos voluntad de cambio, seamos solidarios y empaticemos con quienes tenemos cerca.