Un día después de recibir el León de Oro Honorífico a su carrera artística en la 81° edición de la Mostra de Venecia que recibió con un sonoro "¡Quiero rugir!"; Sigourney Weaver (Nueva York, 1949) seguía siendo homenajeada.
A sala llena, la legendaria Teniente Ellen Ripley empuñaba un micrófono en una masterclass que se prolongó durante más de una hora. Símbolo feminista, tres veces nominada a los Oscar, Goya Internacional 2024, reconocida a nivel mundial, Sigourney hizo un repaso a lo largo y ancho de su carrera de casi cinco décadas.
Contó sobre la impronta que le han dejado algunas de sus películas como Gorilas en la niebla (Michael Apted, 1988) sobre la zoóloga Dian Fossey, "fue una experiencia transformador", Del año que vivimos en peligro (Peter Weir, 1982), o de las sagas de Alien y Avatar, entre otras.
Fue generosa en anécdotas, y se emocionó al responder las preguntas del público, que en su mayoría eran estudiantes de cine o arte dramático, así como jóvenes actrices y actores. Muchos de esa audiencia ni llegaban a la mitad de la veintena, pero reconocían a Sigourney Weaver como una actriz que ha ejercido una gran influencia en ellos, lo cual demuestra la impronta que ha dejado la icónica intérprete en diferentes generaciones.
Se puede pensar que la hija de un productor de televisión y una actriz estaba predestinada a plantarse frente a las cámaras. Se ríe, y una vez más lo desmiente. La pasión de Susan Alexandra, tal como se llama en realidad, era el teatro, pero el cine se le puso en el camino. "Al principio era muy difícil que me dieran un rol", rememoraba, "era entrar en la sala donde iba a tener alguna entrevista, y de inmediato los productores o los actores se sentaban. Hasta Al Pacino se sentaba… nadie quería parecer más bajo que yo", termina entre risas desde la silla donde se aprecian sus largas piernas que forman parte de su metro 82 de estatura.
Sentir miedo de verdad
Para su fortuna, hubo directores que reconocieron el potencial y el sentido del riesgo en la jovencísima Sigourney, como Ridley Scott, que le presentó a finales de los 70 un guion de ciencia ficción bastante extraño, el de Alien: el octavo pasajero (1979). "Era una buena historia", de la cual no tenía idea de lo que iba a significar en su vida artística, "costó apenas 14 millones de dólares, la rodamos con bastante rapidez, improvisando muchísimo", detallaba.
Weaver recuerda la efervescencia creativa de aquel rodaje, las conversaciones con Scott, "un hombre inteligente", lo califica, las pruebas de vestuario, y sobre todo que "Ridley no sabía exactamente cómo terminar la película", revelaba entre risas. "Se la pasaba haciendo dibujos mientras seguíamos rodando, como el que piensa, 'ya se le ocurriría algo para resolverlo', pero entonces le dijeron que en tres días tenía que terminar. Cayó en cuenta que si usaban agua contra el Alien parecía como si se estuviera quemando, y así lo hicieron", entra en detalles.
"Es fantástico trabajar con un grupo de personas que está intentando contar una historia de la mejor manera posible, echando mano a todas y cada una de sus habilidades y con la clara intención de lograr el objetivo propuesto", denotaba los buenos recuerdos que atesora de ese rodaje.
Escuchar las anécdotas de Alien de la boca de Sigourney, es revivir también el miedo que sentimos como espectadores. Hasta da cierto alivio escuchar de la mismísima Ellen Ripley: "tuve miedo de verdad. Estaba aterrorizada".
Ridley Scott procuró que Weaver nunca viera quién estaba dentro del traje del terrorífico Alien, jamás vio al monstruo como un mero vestuario hasta que en el rodaje lo tuvo frente a ella. "Creedme, me asusté mucho", reitera agravando el todo. "El miedo es una de las emociones que no puedes interpretar tan fácilmente, no puedes poner esta cara, ni esta…", dice mientras hace muecas generando risas en la audiencia, "porque no resultan creíbles".
Siete años más tarde, con aquel Alien convertido en todo un fenómeno tanto cinematográfico como cultural, cuenta la actriz que la contactó un joven director que estaría a cargo de la secuela, James Cameron, quien en el futuro le daría otro de sus roles más emblemáticos - y de larga duración - de su carrera en la saga Avatar.
Sin embargo, Sigourney recuerda que no se entusiasmó mucho al darse cuenta de la gran cantidad de armas que pululaba en el guion de la secuela."Durante el rodaje me puso frente a un montón de armas", cuenta que la instó a probarlas para escoger cuáles se usarían.
Weaver rememora detalladamente su estado de ánimo, y su incomodidad, ya que es una profesa activista a favor del control de armas en EE. UU. Ante su reticencia, Cameron armó una estrategia de convencimiento. La llevó a una explanada cercana al sitio del rodaje, y la puso a disparar cientos de proyectiles, tal como lo haría la Ripley de la saga.
"Por desgracia es una cosa bastante adictiva", confesaba avergonzada, lo que hizo reír a la audiencia. "Por supuesto, Ripley necesita defenderse y finalmente entendí las intenciones de James en cuanto al uso de las armas", haciendo referencia a la evolución de su personaje en Aliens: el regreso (1986).
Más directoras
Para la actriz, que afirma que "aún ama los rodajes", no es de importancia la experiencia de los directores a la hora de trabajar con ellos. Sigourney ha estado bajo las órdenes de directores legendarios como Peter Weir, a quien le profesa gran estima. "Como buen australiano, siempre te dirá la verdad, así no quieras escucharla", decía de él.
Pero también es conocida por su disposición a colaborar con cineastas novatos, de quienes admira su pasión. "¡¿Cómo voy a negarme trabajar con ellos?!", preguntaba retóricamente.
De repente hace un alto para reflexionar en voz alta, al darse cuenta de que habla de directores hombres y que tiende a pensar en los cineastas en masculino. "He echado de menos que haya más directoras mujeres", afirmaba, expresando el deseo de que sigan surgiendo y afianzándose muchas más realizadoras.
Para Weaver está claro que las cineastas abordan temas que le conciernen a las mujeres de una manera diferente. Y como ejemplo sale a colación Todas somos Jane (Phyllis Nagy, 2022), sobre una red clandestina de mujeres que en los años 60 en Chicago, cuando la interrupción del embarazo estaba penada con prisión en EE. UU., ayudaron a abortar a miles de féminas.
Weaver encarna a Virginia, la líder del llamado Colectivo Jane. "He estado trabajando con derechos humanos durante muchos años", comentaba, "cuando me propusieron participar en esta historia, me sentí muy agradecida", afirmaba poniendo en relieve la posición de una actriz para visibilizar temáticas de género o de las que muy poco se hablan.
"En aquel momento no se nos cruzó por la mente la posibilidad de que la Corte Suprema no respetaría una ley [Rode contra Wade] que había estado vigente a nivel nacional [desde 1973]", dejaba salir su amargura, "de todos modos con Todas somos Jane nuestra intención era recordarle a la gente aquellos malos viejos tiempos".
Una maleta propia
En su dilatada carrera artística, Sigourney Weaver ha demostrado su alto sentido del riesgo. No género que no haya explorado, ni rol, por muy complicado o ligero que sea, que se le resista. "No puedo explicar a qué se debe mi curiosidad", reflexionaba, "tiendo ir en la dirección contraria, siempre he sentido una gran fascinación hacia los extremos".
Pero entre tantísimos personajes que le proponen o que se le ponen en el camino, su proceso de selección es bastante particular. "Escojo más desde aquí (se señala el estómago), porque aquí (se señala la cabeza) puede haber mucha confusión", confesaba, "y definitivamente me importan más las historias y la visión del director, y que este sea lo suficientemente fuerte para mantenerse firme a lo largo de todo el tiempo que implican los procesos cinematográficos".
Cuando desde el público una joven aspirante a actriz emocionada le preguntaba por un consejo para entrar en la industria cinematográfica, la legendaria intérprete, contagiada de la emoción de la joven, le dijo: "la mejor manera es ejercer el oficio, continuar y continuar, da lo mejor de ti cada vez, disfruta y agradece cada oportunidad que se te presente, y sobre todo hay que mantener la humildad".
Sigourney sabe de lo que habla y recuerda que sus inicios no fue precisamente un campo de rosas. "Fue el momento más difícil de mi vida, durante cuatro años ni siquiera pude conseguir un agente", apuntaba.
El misterio de la interpretación, o mejor dicho, llegar a convertirse en una intérprete segura, sensible y osada, que además deje interpretaciones memorables, dice que no es cuestión de un método en particular, ni de temerle a los fracasos.
[Sigourney Weaver: diez lecciones de pasado, presente y futuro desde el Festival de Venecia]
"Cada quien se hace de una maleta que va llenando con diversas ideas, puedes creer que la maleta de otra persona es mejor que la tuya, pero eso es una tontería. Lo que sea que esté en tu maleta es lo mejor". Definitivamente, Sigourney Weaver tiene sabiduría para regalar.