Siendo hija de farero y nieta de altos cargos de la Armada, mucho se le tendría que haber torcido la vida a Elena Arévalo (Valencia, 1984) para no haber acabado también entregada al mar. Hoy, esta licenciada en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte es también la coordinadora de la Escuela de Vela del Club Náutico de la localidad murciana de Águilas, amante de la navegación sin condiciones, conferenciante –fascina donde vaya con sus hazañas y anécdotas en el mar– y regatista con magníficos resultados.
Es una enamorada del mar. Sobre todo, y ante todo. Siempre ha vivido cerca, muy cerca de él. Lo más cerca que una persona puede vivir del mar: en un faro. Arévalo nació en Valencia, pero cuando tenía dos años de edad se trasladó junto a su familia a Águilas. En ese pueblo costero murciano fronterizo con Almería su padre, Fernando Arévalo, fue farero durante dos décadas, además del encargado de los faros de Cabo Tiñoso y Mazarrón, también en Murcia. "Vivir en un faro es de las cosas más bonitas que me han pasado. Es una experiencia que poca gente puede tener y me siento muy privilegiada por haberlo disfrutado", asegura a Magas.
"Todo el mundo sabía dónde vivía y mucha gente del pueblo pudo conocer el faro por dentro gracias a nuestras invitaciones", cuenta emocionada. "Mi padre era Técnico de Señales Marítimas y se sacó la oposición a farero. Pero como era una profesión que ya se había extinguido, algunos ya se habían automatizado", asegura.
Y no duda cuando echa la vista atrás: "Es una experiencia que poca gente puede tener. En el faro de Águilas nos acogieron muy bien". Y sobre el aura de misterio que suele envolver estas impresionantes construcciones, ya sea por la literatura, el cine o la mitología, reconoce que "mucha gente piensa que es algo muy misterioso. Pero en el caso de la costa mediterránea tenemos la suerte de que los faros son muy cómodos y accesibles, no como los del norte de Europa. Al final es como una casa normal, pero con la diferencia de que si sales a comer fuera, estas justo debajo del faro. Es maravilloso vivir en un lugar así. Nos conocían como 'los del faro'".
En 2006, tras la muerte de su padre, Elena y su familia abandonaron el faro, que ya nunca más volvió a tener un morador a su cargo. Desde entonces vive en una casa 'normal', "aunque sigo estando muy cerca del mar", puntualiza. Y durante aquellos años en primerísima línea, la aguileña, toda una personalidad en esta localidad de la Costa Cálida, fue forjando el que sería hasta hoy su forma de vida. El mar, por supuesto.
Del faro a las regatas
Licenciada en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte en la Universidad Católica de Murcia (UCAM), lleva ya media vida –y es literal–, trabajando como coordinadora de la Escuela de Vela del Club Náutico de Águilas. Es monitora de vela todo el año. Y para ella siempre es verano en un lugar, Águilas, que presume de disfrutar de más de 320 días de sol al año.
Aunque el calor, el sol, el viento y el propio mar cansan como pocos. "Habría sido muy difícil que me hubiese dedicado a otra cosa, el mar siempre ha estado cerca de mí. La navegación es un deporte muy duro, es cierto. Y todavía muchas mujeres piensan que se necesita mucha fuerza o muchas habilidades para dedicarse a ello. Pero yo creo que lo principal es querer", afirma segura.
Y es que Arévalo no solo es la responsable de la escuela de Vela del citado Club Náutico. También compite en un deporte, la vela, en el que aún existe una mayoría de hombres. Pero hay excepciones, ya que hace cuatro años la Real Federación de Vela de España llegó a ser de las que más participación femenina tenía entre sus puestos de responsabilidad, con el 65% gestionados por mujeres.
Otro dato más que apunta a una importante incorporación femenina es la reciente edición de la Copa América de Vela, una de las más prestigiosas del mundo y que se celebraba en Barcelona este pasado mes de agosto. Por primera vez en sus 173 años de historia ha habido una regata completamente de mujeres, la Puig Women's America's Cup.
Sobre sus comienzos en la vela profesional, Elena Arévalo cuenta que empezó más tarde de lo que suele ser habitual. "Normalmente se empieza desde pequeño, pero yo antes me dediqué a viajar y a tener la navegación más como un hobby. Empecé a competir hace unos diez años en barcos de crucero. Participé en la Liga Iberdrola de vela femenina –ganado la segunda prueba–, he hecho regatas por Ibiza, Cartagena…", explica. Y también ha completado dos importantes travesías por el Atlántico y el Pacífico siendo la única mujer murciana en conseguir semejantes proezas.
"No lo puedo confirmar con exactitud", apunta humilde. "Pero sí creo que soy la única murciana que ha hecho los dos océanos, Atlántico y Pacífico. Y la única aguileña; eso seguro", asegura entre risas.
Sobre la travesía del Atlántico cuenta que fue una competición, "una regata ARC que se hace todos los años desde Canarias hasta Santa Lucía". Pero que sobre la marcha se convirtió más en una travesía al decidir hacerla sin mucha prisa. "La del Pacífico sí fue por libre, no era una competición. Me encargaron traerme un barco desde Tahití a Panamá", explica.
Y recuerda cómo fue la llegada a España: "Tras la travesía del Pacífico, que fue la más larga que he hecho nunca –40 días de navegación–, estuve como diez días en shock. La gente me preguntaba, pero lo recuerdo aún como en una nube. Me costó asimilarlo". Y asegura que a pesar de ser, como decíamos antes, un entorno con mayoría masculina, "en la vela siempre me he sentido bien tratada y respetada. Los navegantes son gente magnífica".
Mujer en un barco de hombres
Es aún habitual creer, sobre todo entre las mujeres, que para navegar de forma profesional se necesita mucha fuerza, pero poco a poco se van animando. "Cada vez existen más mujeres navegando. Hace 10 años solo había una o dos en una regata de 50 personas, pero en los últimos tres años estoy viendo más mujeres embarcadas como patronas, técnicas o tácticas", dice Elena.
Y detalla que "quizás tirar de los cabos requiera más el uso de la fuerza, pero hay otras funciones más de táctica o llevar el timón, por ejemplo, que las puede hacer perfectamente una mujer. He estado embarcada solo con hombres y solo con mujeres, y creo que la diversidad es importante".
En la regata en la que cruzó el Atlántico en 2016, y que duró 16 o 17 días, Elena Arévalo pudo vivir en primera persona los riesgos con los que el mar amenaza en ocasiones. "Hacia la mitad del trayecto escuchamos un mayday (señal de socorro) y era un barco que se había hundido. Fue una escena de película: por la noche, lloviendo, nosotros con los frontales, la balsa salvavidas, las bengalas y la comida envasada flotando… Cuando llegamos, afortunadamente, ya habían recogido a los tripulantes. Pero sí me dio para pensar que los barcos se hunden y hay que estar con mil ojos y activos en todo momento. Sí piensas que pueden pasar cosas", recuerda aún con respeto.
Aún así, insiste en que es más lo bueno que ofrece que los miedos que se puedan pasar. "El mundo de la navegación es el de la naturaleza, las sensaciones de ver un cielo estrellado, ballenas jorobadas como las vimos en el Pacífico de 15 metros, ver saltar bichos por todos lados, bañarte con tiburones, ver eclipses lunares… Todo eso es maravilloso. Y el compañerismo. Casi todos los momentos son muy buenos. Lo que pasa que en algunos momentos de cierta relajación y otros en los que hay que estar al 100%", añade.
"Para mí es más duro el esfuerzo psicológico que el físico. He tenido compañeras que lo pasaban mal porque se 'calentaban' la cabeza demasiado con determinados temas. Y lo psíquico afecta a lo físico. Es importante conocerse a uno mismo y ser capaz de adaptarse muchísimo a los compañeros y al patrón, al jefe", reconoce.
Y explica que el barco es un lugar en el que te puedes sentir muy empoderada al ser capaz de ir resolviendo problemas, pero en el que también hay demasiado tiempo para reflexionar. "Te pasan demasiadas cosas por la cabeza. Estamos hechos para contar cada minuto de nuestra vida, pero cuando pasas tantas horas sin contacto con los amigos o la familia se tiende a reflexionar demasiado sobre la vida propia. Y eso no siempre ayuda", confirma.