Mireia Oriol (Barcelona, Argentona, 1996) lleva unos días de intensas emociones. Y es que finalmente Soy Nevenka, la nueva película de Icíar Bollaín y de la cual es protagonista, ha tenido estreno mundial en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián.
Dos décadas más tarde Bollaín lleva a la ficción el sonado caso de Nevenka Fernández, sentando un precedente al arrojar la primera condena por acoso sexual en España. En Soy Nevenka, Mireia Oriol interpreta a Fernández.
La historia real cuenta que en el año 2000 la joven Nevenka, concejala de Hacienda en el ayuntamiento de Ponferrada (Castilla León, España), demandó por acoso sexual al que en aquel entonces ejercía de alcalde de la ciudad.
El acusado, Ismael Álvarez, se convirtió en el primer condenado por acoso sexual en España en 2002, con multa de 6.480 euros y una indemnización de 12 mil euros, pero con el apoyo de una buena parte de la población y de los medios de comunicación.
Mientras que Nevenka Fernández tuvo que abandonar el país ante la estigmatización y la imposibilidad de encontrar trabajo. Mireia Oriol, conocida por El Pacto (2018) se enfrenta a su gran protagónico en una película que, sin duda, ya está haciendo historia tanto en la industria cinematográfica como en la sociedad española.
Después del estreno de Soy Nevenka en el Festival de San Sebastián, ya te consideran una fuerte candidata a los Goya, a los Feroz, etc. ¿Cómo te tomas que estés en la conversación de la temporada de premios?
Estar en la conversación me parece un sueño, aunque interpretar en una película de Icíar Bollaín ya lo sea. Lo que vivimos el sábado [el día del estreno mundial de Soy Nevenka en San Sebastián] es otro sueño, ¡un pedazo de momento histórico! Y obviamente que se valore mi interpretación me da una felicidad brutal sobre todo porque no es una interpretación cualquiera.
También ver que no solo Nevenka se siente feliz con su representación en ficción, sino que también el público y la prensa están conectando con la historia, me hace tremendamente feliz. Estoy intentando no proyectarme en el tema premios, más que nada porque no quiero luego unos disgustos (se ríe).
El premio ya es lo que vivimos el día del estreno y todo lo que estamos viviendo esta semana, que estamos de promoción de la película hasta el viernes. Está siendo todo muy emocionante.
Me gustaría que te remitas otra vez a la noche del estreno, viendo la película junto a Nevenka Fernández, cuando toda la sala del Kursaal se puso de pie a ovacionar la película. ¿Esa reacción tan positiva constituye una especie de acto de justicia?
Sí, además lo sentí como un momento histórico, como un fin de ciclo incluso. Por fin, esa sociedad que tanto la rechazó la estaba pidiendo perdón y reconociendo su lugar. Ha sido como dar las gracias a esta mujer por todo lo que ha hecho por nuestro país.
Nevenka, durante esa ovación hizo un gesto con las manos, las unió como agradecimiento, casi como un rezo. Ella no estaba rota sino emocionada, estaba recibiendo ese amor del público, y no paraba de decir "ahora mirarán y entenderán". Siempre había sentido que nunca vieron ni entendieron bien su historia.
Tuviste varias conversaciones con Nevenka Fernández, pero ya era la Nevenka sanada, la que había pasado por un proceso bastante largo y doloroso para hallar otra vez su eje. ¿Cómo sintió recordar lo que vivió para ayudarte a reconstruir aquella versión quebrada?
Me adentré en esa Nevenka quebrada a través de Juan José Millás, del documental realizado por Ana Pastor en 2021 y de las imágenes reales, no de lo que ella contaba.
Durante la conversación que tuvimos cuando la visité en Dublín, estuvimos hablando de los recuerdos que ella tenía en cuanto a cómo la sociedad reaccionó, su sensación de culpabilidad, de vergüenza. Estuvimos hablando muchísimo sobre cómo las nuevas generaciones ahora entendemos esto de otra forma.
A ella le interesaba mucho saber si a mí me apelaba esta historia, si me conectaba con la misma a pesar de que había sucedido hace 20 años. A mí lo que me interesaba de ella era entender dos cosas, la primera, cómo una mujer llega a denunciar, porque denunciar es un acto tremendamente valiente y complicado. Hacerlo en aquella época tuvo que implicar el hecho de tener una fe en una misma, de creer en tu propia verdad de una manera tan firme que eso a mí me inspiraba muchísimo.
También, entender la bondad y el amor desde el que esta persona se relaciona hoy en día. Quería saber de dónde salía todo eso, esa necesidad de compartir esa sanación con una sociedad que la rechazó brutalmente.
Sobre ti recae una responsabilidad múltiple como actriz, como persona y como mujer. No es solamente hacer un buen trabajo interpretativo, se trata también del significado de lo que estás contando y la manera, como lo has hecho de la mano de Icíar Bollaín. ¿Cómo llevas esa carga?
Sobre todo al principio, tenía muchísima presión por lo que dices, porque Nevenka es una persona que está viva. Dentro de su historia vital, esta película ocupa un sitio muy importante, y todo lo que estará viviendo ella hoy en día, también tiene un sitio de vital relevancia.
Me angustiaba, pero a pesar de eso, ella en todo momento me tranquilizó en ese sentido, y de alguna forma me bendijo. Cuando nos conocimos me dijo: "Veo en tus ojos que tienes la verdad para contar esto".
Al principio del rodaje me enfrenté a un miedo que no me había dado cuenta de que tenía, el que tenemos muchísimas mujeres a ser violadas y acosadas, algo que está de una forma brutal en nuestra identidad.
Tener que meterme en eso fue muy desagradable, sobre todo al principio, me generó bastante malestar, incluso pánico, también rechazo, de no querer estar. Por suerte he estado rodeada de las mejores personas, Icíar [Bollaín] y Urko [Olazabal].
He podido compartir todos mis miedos con ellos y aprender a gestionarlos también. Antes no se hablaba abiertamente de violencia hacia las mujeres, mucho menos del miedo, las advertencias de madres de otras generaciones eran fundamentadas con un "porque te lo digo yo".
Sin embargo, tú perteneces a una generación que habla claro, que en cierta forma es mucho más libre y consciente de todo de la violencia de género. ¿Cómo ha sido confrontar los códigos de tu generación con la de Icíar y la de Nevenka?
Tienes toda la razón, nuestra generación habla más, también pienso que hay más casos porque la gente se expresa más y seguramente se denuncian más. Casos como el de Nevenka han existido siempre y seguirán, por eso esta historia es tan actual y pertinente ahora mismo...
Sigo teniendo miedo de ir sola por la calle cuando vuelvo a casa, es algo que me persigue. No sé si soy una persona más miedosa de lo normal, pero muchas veces cuando vuelvo a casa, me llegan mensajes de amigas de "avísame cuando llegues, dime que has llegado bien".
Está muy latente, y creo que la respuesta pública, en comparación con la época de Nevenka, se ha posicionado mucho más a favor de la víctima, aunque todavía queda una parte de la sociedad, hasta la prensa, que sigue cuestionando y posicionándose a favor del agresor, o incluso callándose.
Sin embargo, siento que todavía, sobre todo en el plano íntimo o más semipúblico, falta muchísimo para llegar a acusar y señalar a ese agresor que forma parte de nuestro grupo de amigos, de nuestra estructura familiar, de nuestra empresa, de nuestros colegios.
Además de la película Soy Nevenka, existen muchos ejemplos de cine y series que plantean la violencia hacia las mujeres desde la perspectiva del siglo XXI y con una mirada femenina.
Desde el punto de vista de actriz, ¿cómo ves esa evolución que estamos teniendo en la industria audiovisual?
La voz de la mujer en la industria es muy importante, y es algo que ya en los últimos años está en auge. La visión de estas historias contadas a través de mujeres, con estos miedos, incluso vividos en primera persona, es fundamental.
También las voces jóvenes que están entrando en el cine recogen estas nuevas visiones que son tan relevantes. Me haces pensar en la película Creatura de Elena Martín, que también aborda el tema de la sexualidad, de ese malestar con el propio cuerpo y estas relaciones con nuestro deseo femenino.
Es fundamental que se vayan plasmando estas temáticas porque creo que es a partir de estas películas que todas y todos vamos entendiendo, evolucionando, fortaleciendo este feminismo en auge. Se nutre a través de referentes y de aspectos que van avanzando y materializando.
Icíar Bollaín ha dicho en una entrevista que espera ver el #MeToo no solamente en la industria audiovisual, sino también en otros sectores de la sociedad. ¿Crees que llegará ese momento de gran revuelo a España?
Estoy deseando que eso ocurra, no solo en la industria del cine, sino también en política, en las grandes empresas, entre gente que tiene tantísimo poder porque están ahí.
También pienso que el sistema legal no lo pone fácil, muchas veces no apoya a la víctima y tratan estos casos como si fuese un rogatorio, exigiendo pruebas y muchas cosas de estas que no puedes probar porque son hechos que suceden en el ámbito íntimo.
Es importante [que suceda un gran revuelo], así que confío. Confío en que en algún momento esto va a pasar, sobre todo cuando se acusan a personas, como lo vimos con el cineasta Carlos Vermut, por ejemplo, que al denunciar una, luego salen muchas. Cuando van cayendo grandes figuras, las mujeres y hombres, porque también los hay, van cogiendo fuerza.
El sistema judicial pone en ocasiones en tela de juicio a las mujeres, se les recrimina desde la forma de vestir hasta el porqué no estaba en su casa. ¿Cómo es posible que hasta hoy en día suceda eso?
Sí, de hecho, es que lo estamos viendo en el caso de Gisèle Pelicot, las preguntas que le está haciendo la defensa son brutales, incluso gente que pone en tela de juicio el hecho de que no se diera cuenta de que estaba siendo drogada durante nueve años, ¿en qué momento la haces responsable a ella?
Hay que tener esa esperanza de que aparezcan estas 'súperheroínas', como ella. Tal y como dice Gisèle: "que la vergüenza cambie de lado".
Ver las imágenes de esos agresores y violadores escondiéndose, avergonzándose de lo que han hecho, creo que es un gran paso. Mireia, ¿crees que una película como Soy Nevenka, como también lo hizo en su momento Te doy mis ojos, puede abrir un debate más honesto, más franco y sobre todo generar un cambio en la sociedad?
Espero que sí. Me encantaría que la película removiese a todo el público, y que las mujeres que vayan, que tal vez incluso puedan llegar a comprender que ellas también han sufrido lo mismo.
Soy Nevenka es una película que me gustaría muchísimo que apelase a los hombres, a los padres, a toda la gente que pueda ir allí y hacerles más consciente de cómo se despliega la dinámica del acoso. Y sobre todo poder pedir a la gente que es espectadora de este tipo de agresiones que se acerquen a la víctima a preguntarle "Oye, ¿estás bien?, ¿te puedo ayudar?".
Después de este viaje al que estuviste en las tinieblas de Nevenka y resurgir, ¿qué te queda de ese recorrido?
Me quedo en el viaje personal que he hecho con esta película. He crecido muchísimo como actriz y como persona, me he tenido que enfrentar a miedos e inseguridades, al tener que llevar el peso de esta historia.
Una cosa que he aprendido de Bollaín es el poder de ver el set como un sitio amigable, de confianza, donde puedes mostrarte realmente vulnerable y sin necesidad de estar aparentando estar bien cuando en realidad estás hecha una mierda.
Ha sido muy importante tomarme el espacio que necesito para entrar y para salir de estos sitios oscuros; y hablando de Nevenka, me quedaría con el mensaje final de que realmente espero que la gente pueda hablar de esto, de que no se callen, que hablen y que encuentren ese entorno seguro que las pueda acoger. No solamente que hablen, sino también que les crean.