El nombre de Mariel Hemingway (Mill Valley, 1961) evoca a aquella Tracy de quien se enamora Woody Allen en Manhattan. La actriz ha sido invitada a Madrid por la Universidad Americana CIS para dar una conferencia sobre salud mental. Sin embargo, los estudiantes que asisten no han oído hablar de ella. Son otra generación. Una chica que parece medio americana dice que hay un escritor que se llama Hemingway. Es su abuelo, le informo.

El auditorio está lleno. Sube Mariel al escenario. Pide a los presentes que cierren los ojos. La gran mayoría lo hace, se oye alguna risita, una estudiante los cierra y vuelve a abrirlos para mirar a su compañero. Mariel pide que inhalen y exhalen varias veces. Ella suele respirar cuando está nerviosa. Tiene los tiempos medidos y capta la atención en todo momento.

Habla del alcoholismo de sus padres, de la adicción de sus dos hermanas. La mayor, esquizofrénica, bipolar y con tendencias suicidas. La segunda, Margaux, se suicidó a los 41 años, un día antes del aniversario del suicidio de su abuelo. Que ella tenga constancia, siete miembros de su familia se han suicidado. Durante mucho tiempo, Mariel temió enloquecer y, lo que era peor, pensaba que no se iba a dar cuenta. 

La conferencia termina con el camino recorrido hasta reconciliarse con esa herencia familiar y alcanzar un equilibrio. A la chica sentada a mi lado le ha parecido muy interesante la charla y le ha hecho reflexionar, a pesar de que mantuvo los ojos abiertos al principio. A otro estudiante le ha sorprendido, esperaba una conferencia sobre hábitos más que autobiográfica, pero, sí, le ha parecido interesante.

Mariel Hemingway sigue siendo bellísima. Ha llevado una vida sana, precisamente para evitar la otra herencia, la de la enfermedad mental. En la entrevista le pide con gracia a la fotógrafa que no la saque muy de cerca. 

Mariel Hemingway Laura Mateo

Cada vez que alguien le recuerda la película de Manhattan, dirá "¡otra vez no!"…

En lo más mínimo. Es una película extraordinaria. Fue un cambio en mi vida. Me mudé a Nueva York con 16 años, justo después de hacerla. Quizá no fuera lo más apropiado que mis padres me dejaran. Era demasiado joven. Pero fue el principio de lo que luego ha sido una larga carrera como actriz.

¿Cómo puede ayudar su testimonio a la salud mental?

Yo hago hincapié en que las personas cuenten su historia. Lo normal es que todos tengamos algún tipo de trauma. Yo cuento los míos y cómo los he afrontado. Eso forma parte de lo que soy hoy. Pero también lo cuento para demostrar que es algo pasado que no está sucediendo ahora. Lo que pasó en el pasado y lo que pase en el futuro no es el ahora.

Usted ha dicho que produjo la película Huyendo de la locura para explorar la adicción y el suicidio, tanto de su hermana como el de su abuelo. 

La directora encontró metraje de un documental que grabó mi hermana Margaux sobre mi abuelo. Las imágenes son como una premonición de su suicidio. 

Hablar de ello -también lo hice en mi libro Salió el sol: superando el legado de la enfermedad mental, la adicción y el suicidio de mi familia- me hizo ser más consciente de dónde vengo y de cómo mis elecciones vitales me han hecho superar el miedo a volverme loca para ser una persona más sana mental y físicamente, que no significa mejor. 

"Para encontrar un bienestar mental tienes que responsabilizarte de ti mismo"

La genética y la epigenética pueden ser más o menos determinantes en la aparición de las enfermedades mentales. ¿Cómo lo ha combatido usted?

He hecho tantas cosas (se ríe)… Fui vegana, vegetariana, macrobiótica, no comía más que fruta y bebía café. Me obsesioné con la comida. Probablemente se debía a que estaba hambrienta (se ríe). He seguido a gurús, he hecho 'gritos primarios', temazcal, muchas cosas holísticas… De todas me he quedado con algo. 

Me pasé años buscando a alguien que viniera a salvarme. Tuve depresión, pensamientos suicidas. Entre otras cosas, para encontrar un bienestar mental tienes que responsabilizarte de ti mismo. Tardé mucho, hasta los cuarenta y tantos, en darme cuenta de que lo importante era conocerme a mí misma. Soy mi mejor maestra, mi mejor sanadora, dietista, entrenadora… 

¿Sigue a algún gurú actualmente?

No. Creo que uno es su mejor gurú. Todavía practico la meditación y el yoga. Mi creencia en Dios es muy fuerte. No de una manera religiosa, sino en conexión con la naturaleza. Encuentro a Dios en los árboles, al respirar aire fresco… Son esas cosas que generan autoconciencia y autoestima, lo que me ha faltado durante muchos años. 

Ha hablado del alcoholismo y la adicción familiar. Sus padres empezaban alegremente con un vaso de vino antes de cenar y la noche acababa amarga.

No todas las noches se volvían violentas. El 'momento del vino' solía empezar en cualquier instante pasadas las 16.30 (se ríe). De niña debí de decidir muy pronto que nunca iba a beber, porque veía a la gente pasar de estar relajada y feliz a estar tensa, frustrada y ser incapaz de comunicarse sin gritar. 

Mi hermana mayor tomaba drogas, lo que le desencadenó esquizofrenia, bipolaridad y tendencias suicidas. Mi otra hermana era alcohólica; hacia el final de su vida oía voces… Esta espiral me hizo tomar un montón de decisiones, quizá un poco excéntricas, para sobrevivir. Ahora, ¿me hizo eso elegir bien? No siempre. Estaba haciendo lo contrario de una manera extrema.

"Lo que me entristece es que no sabía jugar con ellas. Había tanto trauma, disfunción y gritos, que ese 'músculo' no se me había desarrollado"

Usted ha contado que de niña adoptó el rol de responsable en la familia. Pensaba que podría solucionar las cosas. Cuando sus padres se peleaban por la noche y rompían las botellas, usted lo recogía todo para que estuviera limpio a la mañana siguiente. ¿Qué rol tuvo cuando formó una familia?

Fui una madre joven, con 27. Mi hija acaba de tener una niña y tiene 36. Quizá por la inexperiencia y porque no había asimilado todavía la herencia familiar de enfermedad mental estaba bastante obsesionada por el orden con mis hijas. Fui probablemente más estricta de lo que sería hoy. Era buena en organizar. Lo hice con mi madre que tenía cáncer. Debía tener esto y lo otro, había que limpiar la casa…

Lo que me entristece es que no sabía cómo divertirme ni jugar con ellas. No lo había aprendido de mis padres. Había tanto trauma, disfunción y gritos, que ese “músculo” no se me había desarrollado. Recuerdo una vez sentir celos al ver cómo mis hijas estaban jugando con alguien. No sabía cómo relajarme lo suficiente para pasarlo bien con ellas. Con mi nieta es maravilloso, porque juego con ella libremente.

Mariel Hemingway Laura Mateo

¿No se cansa de hacer autoexamen constantemente?

Lo he hecho durante tanto tiempo que no puedo imaginarme la vida sin querer mejorar y ser más yo misma. Mi marido y yo antes de irnos a dormir reflexionamos acerca del día, qué hubiéramos podido hacer mejor. 

La otra cosa que me gusta hacer antes de dormir es imaginarme el día que quiero tener mañana. El 99 % de las veces ese es el día que tengo. Es increíble. Por la mañana no lo hago porque tenemos que ponernos en marcha. La vida es un regalo tan valioso que por qué no vas a querer ser tu mejor versión para vivirla. 

Su hermana Margaux se suicidó. Es difícil comprender por qué alguien se suicida. 

Son 20 minutos de un mal día planificado durante 20 años. Sólo Dios sabe por qué sucede. No estamos ahí para arreglar lo que pasó, sino para apoyar. Tenemos que comprender que ese duelo por alguien que se ha suicidado es extremadamente profundo y es importante permitir que el proceso se desarrolle. 

Mi abuelo se suicidó cuando yo estaba a punto de nacer. Es muy difícil, porque piensas que no estuviste a su lado o que no le importabas lo suficiente para no haberlo hecho. No son pensamientos racionales, por eso conviene hablar de ellos. 

La generación de mis padres no hablaba de sus sentimientos, ahora quizá los compartimos demasiado. Entiendo por qué mi padre bebía, el porqué de sus elecciones, por qué no pudo poner palabras al dolor que sentía, la decepción. Tenía un padre que era tan grande, tan extraordinario escritor…

También su padre era escritor… 

¡Pero bueno, venga ya! (se ríe). No eligió la mejor profesión. Mi padre luchó tanto por ser él mismo, por tener su propia voz… Fue un hombre muy inteligente, pero no es fácil estar bajo la sombra de un escritor como Ernest Hemingway. 

"Creo que lo que me salvó a mí desde pequeña es mi unión con la naturaleza"

Volviendo al tema del suicidio. El índice entre jóvenes, incluso niños, es alarmante.

Eso es por lo que hablo al público. Hay tanto suicidio entre los jóvenes y tanta desconexión e inestabilidad emocional porque los teléfonos, la tecnología, se están apoderando de todas nuestras vidas. Es una gran herramienta, pero no es una manera real de comunicación. Cuando escribes un mensaje sólo te comunicas un 7%. Tenemos que reconectarnos con nosotros mismos, con la naturaleza. Creo que lo que me salvó a mí desde pequeña es mi unión con la naturaleza. 

Todo el mundo tiene la habilidad de equilibrar las partes mental, física y emocional.  ¿Necesitas ayuda? Por supuesto. Pero puedes ser parte de la solución si haces las 7 'D': Doctor Sol, Dr. Aire, Dr. Agua, Dra. Nutrición, Dra. Tierra, Dra. Ejercicio físico, Dr. Descanso. Que te dé el sol, respira aire puro, bebe agua (en América no la conocen), aliméntate bien, conecta con la tierra y la naturaleza- si puedes anda descalzo- y duerme bien (se ríe).

¿Tiene buenos recuerdos de sus padres? ¿Podría compartir algunos?

Claro. Era un extraordinario pescador y cazaba -sólo pájaros, sus hijas no le dejábamos practicar caza mayor-, pero sobre todo me enseñó la naturaleza y su poder sanador. Le acompañaba por ríos y estados de EE. UU., Montana, Wyoming, Idaho. Era donde se encontraba más feliz. Su mente descansaba. 

Mi madre cocinaba fenomenal. Era bastante graciosa. Nadie lo sabe, porque era muy mala con la mayoría de la gente, menos conmigo. A mí me gustaba hacerle reír y entretenerla.

Usted no conoció a su abuelo. ¿Su padre le contó algo de él? 

Nada. Tendría yo 15 o 16 años cuando le pregunté por qué no sabíamos más de nuestro abuelo. Mi padre no pudo contestar.  Estaba tan traumatizado por su ausencia… Mis hermanas lo conocieron cuando eran pequeñas. Mis padres vivieron en Cuba, muy cerca de donde él vivía, en un pueblecito que se llamaba Mariel, de ahí mi nombre. Cuando me casé y tuve a mis hijas, me habló un poco más sobre su padre.

A pesar de que no conoció a su abuelo, ¿qué relación tiene con él?

Recuerdo leer París era una fiesta con 11 años en un viaje familiar a París. Probablemente alucinaba, pero sentía una afinidad con quién era y por qué tomó las elecciones que tomó. Yo creo que hoy le hubieran diagnosticado una bipolaridad. Consecuentemente, estoy produciendo una trilogía sobre Hemingway y las hermanas Hemingway donde el hilo conductor es la inestabilidad mental.

¿Cuál es su libro favorito?

París era una fiesta (A moveable feast) es muy especial. Me gusta su simplicidad. 

Sus novelas son muy poéticas. Por eso nunca se hacen buenas películas de ellas. Cuando lees los diálogos parecen naturales, pero no cuando se recitan en voz alta. También me gusta Adiós a las armas, Fiesta (The sun also rises), El viejo y el mar… Siempre hay algo perturbador y revelador. 

"Embejecer es bello y fascinante"

Cómo se enfrenta alguien especialmente bello al envejecimiento, a la pérdida de belleza, no pérdida, porque usted está estupenda…

Lo pillo. Es horroroso. No voy a mentir. No es fácil. Vengo de estar en la Semana de la Moda de Milán con mis hijas, que son modelos. Tenía la sensación de que era un extra en la película (se ríe), pero lo encontré liberador porque no tenían que hacerme fotos.

Mariel Hemingway Laura Mateo

 

Envejecer es bello y fascinante. Hemos adquirido sabiduría y nuestra cara muestra que hemos vivido. Vivo en una ciudad horrible, L.A., que quiere borrar con la cirugía toda huella de tu vida en el rostro. Es un desafío, porque es como si el diablo te estuviera tentando: podrías hacerte alguna cosilla… Tienes que recordar que hacerse mayor es un proceso precioso. Tengo una nieta, puedo compartir mi vida con ella, ahora que ya sé jugar… 

Además, no porque te hagas mayor debes disminuir el ritmo. Tienes que dedicar más tiempo a cuidarte, a la salud, a comer mejor, a hacer ejercicio y mantenerte en forma, la piel… 

¿Cómo es el amor a los 60?

¿Estoy en los 60? (se ríe). Mi marido -le llamo marido, pero no estamos casados-, tiene mi edad, pero asemeja 30. Eso es insoportable (bromea). Ahí es donde envejecer molesta… Tenemos la vida más extraordinaria juntos, nos reímos cada día más. O sea, que el amor está muy bien a los 60.

¿Qué significa ser una Hemingway?

Es maravilloso, un privilegio. Llevar el apellido es una gran responsabilidad y un regalo.