El solo nombre de Emmanuelle remite al erotismo, al llamado soft porn de principios de la década de los 70, a aquella película protagonizada por Sylvia Kristel con el filtro de la mirada muy masculina de su director Just Jaeckin.
Que el remake de esta historia recayera en manos de Audrey Diwan aseguraba una lectura diferente, aunque la incógnita era inmensa. Se entiende, ya que la directora francesa venía de ganar el León de Oro en la Mostra de Venecia por El Acontecimiento (2021) basada en el libro homónimo y de autoficción de Annie Ernaux (publicado en 2000) sobre su experiencia cuando abortó en la clandestinidad en 1963.
Cuenta la cineasta que su productor le dio el libro escrito por Emmanuelle Arsan (publicado en 1959), y que hasta aquel momento solo había visto fragmentos de la cinta que 50 años atrás captó a millones de espectadores. Al leerlo, Diwan constató que la voz en primera persona de la narradora había sido desplazada a otro lugar al convertirla en un mero objeto del deseo en aquella versión cinematográfica. Fue entonces cuando empezó a darle forma a la nueva Emmanuelle estrenada recientemente en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián.
La versión de Audrey Diwan, coescrita con Rebecca Zlotowski, ambas abanderadas del cine francés hecho por mujeres y por ende desde una perspectiva femenina y feminista, le devolvería el poder a Emmanuelle, porque en ella tenía que recaer el control de su propia historia.
En este su tercer largometraje, la directora vuelve pues a explorar la sexualidad femenina, y lo hace cambiando radicalmente el punto de vista de una película que en su tiempo había sido hecha para deleite de los hombres y para 'sonrojo' -por darle algún nombre- de las mujeres de aquella época.
Es por eso por lo que esta Emmanuelle encarnada por Noémie Merlant es la que desea, y con ella se emprende un viaje a través de su sexualidad en la búsqueda del placer verdadero.
Hablar del placer
Para Audrey Diwan fue crucial descubrir dos aspectos que moldearían su versión: las emociones y el consentimiento. "Hoy en día se está hablando del consentimiento en términos de 'oh, voy a pedirle a una chica que firme un contrato antes de que suceda algo', dando a entender que es la última cosa menos sexy que puedas imaginar", comentaba la cineasta en San Sebastián.
"Sin embargo, experimentamos lo contrario, ya que cuando más evoluciona Emmanuelle y se conecta con su cuerpo, más aprende a identificar su deseo, a nombrarlo con palabras como ese 'quiero que ponga su mano entre mis muslos' o 'le pedí que me lamiera los pezones'. Me gusta que esa seguridad de expresar lo que quiere definitivamente cambia la atmósfera, el aire que se respira en la habitación, y con ello pensé que debíamos transmitir la idea de que el consentimiento puede ser sexy", añade.
Noémie Merlant, conocida por Retrato de una mujer en llamas (de Céline Sciamma), reconoce que interpretar a Emmanuelle representó una encomienda que implicaba riesgo. Y, sin embargo, le interesó. "Las mujeres nos encontramos apenas en el comienzo de poder hablar en voz alta de la exploración del placer, de la sexualidad", comentaba la actriz.
"Cuando leí el guion me enamoré de este personaje -admite Noémie-. Primero establecí una conexión corporal con ella. Emmanuelle está vacía, triste, es como un robot, es una mujer que está tratando de encajar en la perfección, en las estructuras y reglas de la sociedad,. Y, además, no halla el placer, más bien está pensando en cómo darle placer al otro, quizás preguntándose si ella también debería sentir algo".
El sexo en la era del #MeToo
En Emmanuelle la sexualidad es el hilo conductor, por lo que las escenas de sexo implicaban una preparación bastante compleja. "Es un gran salto pasar de lo que es esa sexualidad sobre el papel a cuando tienes que interpretarla. Sin embargo, se nos hizo fácil", comentaba la realizadora.
"Hablamos mucho sobre cómo haríamos las escenas de sexo, qué tipo de emociones y sensaciones queríamos transmitir, cómo podíamos expresar esto o aquello a través del cuerpo -explica Diwan-. Era fundamental que quedara claro que ella tiene el control y que el sexo es un territorio de libertad".
Con la llegada del #MeToo, admite Audrey Diwan que ahora más que nunca existe una gran necesidad de hablar de mucho más de todo lo que implican las escenas de contenido sexual. "La película se refiere a la sexualidad y a cómo Emmanuelle aprende a desprenderse de ciertas cosas", describe la directora que contó en el rodaje con un coordinador de intimidad "aunque no quería una coreografía", matiza.
"Noémie se sintió segura", afirmaba Diwan y aprovechaba para reflexionar, "filmar la sexualidad ya ha dejado de ser algo incómodo, y en este caso la dramaturgia estuvo siempre presente, así como la manera usar el cuerpo para transmitir lo que queríamos".
La cuestión del feminismo
La sinopsis de la película cuenta que Emmanuelle está en búsqueda del placer perdido. Siendo una eficiente y excepcional controladora de calidad que trabaja para una cadena de hoteles de lujo, es enviada a Hong Kong para evaluar las pérdidas que está generando uno de sus hoteles en esa ciudad.
Durante su estancia conoce a Kei (Will Sharpe), un hombre misterioso que la esquiva, y que en apariencia no se ve atrapado por su belleza y atractivo. Emmanuelle se obsesiona con él y lo convierte en el objeto de su deseo.
En Emmanuelle se explora el erotismo desde una perspectiva femenina. "Existen muchas definiciones diferentes del erotismo -comenta Diwan-. No quería plasmarlo como si fuera una película de deportes donde cada pocos minutos necesitas acción".
"Se trataba más de crear una atmósfera, de la manera cómo se miran recíprocamente… Todo es cuestión de control, y de repente sucede algo para que se conecten las miradas y que les lleve a algo más que sea erótico", explica la directora.
Noémie Merlant analiza a su personaje como una mujer que, si bien encarna el erotismo, también "se apoya mucho en su belleza y está tratando de ser perfecta. Sin embargo, a medida que transcurre la historia vemos que, por ejemplo, deja de rasurarse, cambia su postura corporal... Se nota una transformación en ella".
En este sentido, Merlant apunta que "buscar nuestro propio placer, querer saber más de nosotras mismas y ser feministas, de ninguna manera está reñido con ser bellas o intentar serlo".
Al escuchar las palabras de Noémie, Audrey Diwan afirma que las mujeres aún tenemos mucho por hacer en ese sentido, y a propósito de esto, lanza una reflexión. "No sé en qué pasó ni en qué momento, pero es una locura que todo lo que está relacionado con el feminismo suene mal. ¿Cuándo diablos y cómo el adjetivo feminista se convirtió en un insulto?".
Aún así, la directora nota que esa concepción está cambiando y que, sobre todo, las mujeres cada vez más creen en el feminismo. "Nos hemos dado cuenta de que la igualdad es mejor. Y más tomando en cuenta que en términos de sexualidad aún existen muchas mujeres que simulan sus orgasmos. Entonces, si todos podemos disfrutar por igual de algo como el sexo, ¿por qué luchar contra eso, y sobre todo por qué el feminismo sigue siendo un insulto? No lo entiendo, la verdad", confiesa.