Lola Madrid, la lucha de una maga que amaba los molinos y a Cervantes
Este sábado, 5 de octubre de 2024, ha muerto una Maga de Magas con méritos de sobra para haber recibido un galardón de cualquier revista femenina. Porque Lola Madrid, así se llamaba la finada, fue una mujer adelantada a su tiempo.
Basta con dar tres datos para confirmar el aserto de su originalidad: en su género, se puso los pantalones antes que nadie en La Mancha rural del siglo pasado; fue jefa de hombres en un oficio masculino como pintar con la brocha gorda y, tercero, leyó el Quijote cuando las mujeres eran aún más analfabetas que los hombres y solo tenían tiempo para faenar en el hogar, obligadas por el derecho torcido de la costumbre.
Y todo lo anterior sin haber ido a la escuela y aprender a leer por su cuenta. Dolores Martínez de Madrid nació en Campo de Criptana (Ciudad Real), a la sombra de un molino de viento, en 1934. Noventa años después, ahí vivió hasta morir, muy cerca de uno de estos gigantes que se pusieron de moda en La Mancha de 1575. Según consta, los antepasados de Lola fueron molineros de profesión desde principios del siglo XIX.
¿Acaso no hay que ser una maga visionaria para, sin instrucción alguna, convertirse en devota y promotora de Miguel de Cervantes, para contribuir a crear la Semana Cervantina en memoria del genio de las letras y para defender que los molinos de viento eran un tesoro de la Humanidad y no abandonadas estructuras verticales de tierra con aspas?
Santiago Lázaro, alcalde de Campo de Criptana, definía este sábado así a su conciudadana: "Era una mujer fuerte, carismática, procedente de una familia numerosa muy humilde. Marcó el camino para dar valor real a los molinos, el gran legado recibido por nuestros antepasados. Con diferentes alcaldes consiguió que viéramos el tesoro que teníamos. Ahora nos sentimos orgullosos de nuestro patrimonio".
"Nos enseñó a mirar", dice el regidor del PSOE, profesor de Historia, con palabras más propias de Plutarco que de un político. Lola Madrid también fue presidenta en su pueblo de la Alianza Popular de Manuel Fraga, un partido muy viril entonces.
Maga también lo es quien, sin apenas saber leer, ama el teatro y es capaz de atreverse a dirigir obras, como hizo la aquí reseñada. O para entender los secretos de la mercadotecnia siendo una simple pintora de brocha gorda.
Sin marketing estás ahí, pero nadie te ve, aunque tengas al alcance de la mano un pueblo tan bonito como Campo de Criptana.
Precisamente para traspasar los límites comarcales, la Asociación de los Amigos de los Molinos de Campo de Criptana, que Lola Madrid presidió desde 1978 hasta su muerte, se inventó los premios Hidalgo, Dulcinea y Molinero mayor, entregándoselo año tras año a conocidos periodistas, actores, investigadores, músicos, presidentes de equipos de fútbol, abogados, políticos, fiscales…
La lista de premiados es interminable: Sara Montiel, Luis Cobos - nacidos también en Campo de Criptana-, Ana Rosa Quintana, Imanol Arias, la reina Sofía, Enrique Cerezo, Pedro J. Ramírez, Pilar Urbano, Juan Echanove, Pepe Rodríguez, Miguel Ángel Carballo, Carmen Lomana, Cruz Sánchez de Lara -editora de Magas, el portal vertical de EL ESPAÑOL dedicado a las mujeres-, María Dolores de Cospedal, Esther Esteban o a quien aquí escribe.
Lola Madrid hacía a unos Hidalgos de Honor, a otras Dulcineas, a otros Molineros… y todos viajaban a Criptana a recoger su premio, visitaban los molinos y luego hablaban a sus amigos de los gigantes de la sierra y de Cervantes.
Cervantes era un gran amante de las mujeres (no confundir con amante de mujeres, como lo era Lope de Vega). Seguramente Lola Madrid, la heroína desconocida que representa hoy desde el último adiós a tantas otras grandes anónimas, nunca supo que el autor que veneraba llegó a vivir con cinco mujeres a la vez: sus dos hermanas -Magdalena y Andrea-, la hija de esta, Constanza, su esposa, Catalina, y una hija ilegítima, Isabel.
Precisamente Cervantes, por retar y malherir en duelo a un difamador amante de una de sus hermanas, tuvo que huir de España para que no le cortaran la mano, pena a la que fue condenado. Paradojas de la vida: luego la perdió en Lepanto.
Tampoco conocía la fallecida este rasgo profeminista de su escritor predilecto, pero sí era consciente del poder de convicción y atracción que tienen para el gran público las mujeres celebérrimas del momento. Para los premios de 2025 pensaba premiar a Sonsoles Ónega y, quizás, a una gran influencer.
Gracias a una campaña publicitaria inteligente, Campo de Criptana es conocida en el circuito turístico como Tierra de Gigantes. También han contribuido al reconocimiento del pueblo escritores como Cervantes y su don Quijote, con su capítulo 8, en el que habla de la desigual batalla del hidalgo idealista contra los molinos. O Azorín y su libro de viajes La Ruta de don Quijote, donde escribe "Los molinitos de Criptana andan y andan" y afirma que "Criptana quiere representar y compendiar el espíritu práctico, bondadoso y agudo del sin par Sancho Panza".
Lola Madrid, la heroína anónima como miles de mujeres españolas del siglo pasado, era, desde luego, práctica y aguda. Seguramente, en vez de Lola, debería haberse llamado Criptana, nombre muy común en su pueblo, de la misma manera que en la Creta antigua a la patria la llamaban matria.