A Magüi Mira le gusta el té muy caliente. Estamos sentados en la cafetería del Círculo de Bellas Artes de Madrid con ella, Olivia Molina y Luisa Martín. El té está frío y, para demostrarlo, la directora de escena se coloca la tetera sobre el rostro. "¿Veis? ¡Esta tetera está fría!".
Sus dos actrices sonríen. Magüi agita con las manos su pelo blanco alborotado y coloca sus gafas de cristales azules, hablando sobre la articulación, es decir, sobre el hecho de que algunas palabras o frases significan cosas muy distintas según la situación, el momento y el modo en que se dicen.
Olivia y Luisa asienten: son las archiconocidas actrices que ella dirige en Malditos tacones, una obra de teatro con texto de Ignacio Amestoy, articulado e inesperado, una propuesta escénica sobre un espacio giratorio diseñado como un ring. Hoy Magas comparte un té con ellas, tres generaciones de mujeres en la interpretación.
Estos tacones ya no son lejanos, sino un paso más, son malditos, ¿por qué?
Luisa: Son malditos porque nos atrevemos a decirlo, por fin. Los tacones siempre han sido un símbolo, y siguen siéndolo, lo que pasa es que antes nos los poníamos obligadas, como nos poníamos el corsé hasta que las ballenas nos hacían sangrar. No decimos "maldito corsé" porque ya no se utiliza.
Magüi: Me gustaría como título. ¡Maldito corsé! ¡Maldito!
Luisa: Magüi dice una cosa fantástica, que en todas las fiestas a las que vayas, en los estrenos, los hombres están después de tres horas charlando tranquilamente y comiéndose el jamón, y las mujeres estamos todas en un rincón apoyadas. Afortunadamente, ahora empezamos a ponérnoslos cuando nos da la gana.
Olivia: O a quitárnoslos, descalzas por debajo de la mesa.
¿Cuál dirían que es el significado de los tacones?
Magüi: Los tacones tienen que ver con el falso poder. Los hombres lo hacéis de otras maneras, hay acciones y objetos y actitudes que os impregnan de un supuesto poder. Las mujeres tenemos otras cosas. Pero el tacón es clave.
Yo he trabajado en Rusia, tengo dos funciones en repertorio en San Petersburgo, y bajo cero, con las calles heladas, me impactó ver a las mujeres jóvenes que buscan hombre, porque allí si no te casas no eres nadie, con tacones clavándolos en el hielo.
El tacón contiene para mí esa simbología del falso poder que a veces creemos tener las mujeres, por la altura, por el ruido, porque cambia el movimiento... Te crees más seductora y la seducción es un poder, un arma tremenda en cualquier ser humano. Y las mujeres estamos acostumbradas a no tener nuestro espacio y a tener que conseguir las cosas a través de la seducción, porque si no, no tenemos nada.
¿Hoy en día sigue sucediendo así? Se habla mucho ahora de su uso en el caso de mujeres muy poderosas…
Olivia: La obra habla de lo contradictorio que es pensar "me pongo algo que me hace sentir esbelta, atractiva, y a la vez me destroza". Todas las contradicciones que vivimos las mujeres. Sé poderosa, pero no te pases, no vaya a ser; ten una profesión, pero cuidado con la familia… Estamos en un equilibrio muy bien representado por los centímetros de los tacones que nunca están bien, una especie de funambulismo que vivimos constantemente.
Magüi: Somos genias de la seducción, pero obligatoriamente, esa ha sido nuestra gran arma y todavía lo sigue siendo. Hoy las niñas aprenden más claro y de repente lo que se puede avanzar con un buen culo que con el cerebro.
Luisa, su personaje, esa temible señora Burton, está en las antípodas de algunos de sus papeles más conocidos, y nunca se quita los tacones. El suyo sí [Olivia]…
Luisa: No, yo no me los quito en toda la escena. Mi personaje no se los puede quitar, de la misma manera que no puede salir de ese cuadrilátero que es la cárcel que le impusieron y que ella se ha autoimpuesto. Bajarse de los tacones o salir del cuadrilátero no le es posible.
Magüi: ¡Eso es! Todo significa algo sobre la escena, todo va con una carga para una provocación. Es una maravilla cómo Luisa lo ha podido defender y entender, porque ella ha hecho un proceso tremendo, al igual que Olivia. Crear la verdad de esos personajes y no perderse.
Olivia: Esto es una catarsis de dos mujeres. Hay conversaciones reveladoras que te transforman la existencia y esta es una. Se pueden volver a encontrar o nunca más.
Ignacio Amestoy me dijo una vez que la clave de un buen texto teatral está en que contenga una buena pregunta, ¿cuál es la de aquí?
Magüi: Ahora la sociedad civil, laboral y profesional, necesita y reclama transparencia. Hasta ahora, desde las cotas más altas, empezando por los monarcas y acabando por lo cotidiano, hasta en los pueblos, todo era oculto y secreto. Desde el dinero que tenías, al sexo o las relaciones.
La familia es un catalizador de todo eso, de la economía, de las relaciones emocionales y sexuales, de cómo se canalizan los mantras, los recuerdos… Cuando caes en el nido de una familia te empapas de sus creencias. Y ahora parece que queremos transparencia, en todos los tejidos sociales, reclamamos transparencia: se la pedimos al Rey y a aquella señora que va a echarse sal en el plato. No más mentiras. Seamos transparentes.
Entonces la pregunta sería, ¿estamos preparados para decir la verdad?
Magüi: O más bien, ¿estamos preparados para escuchar la verdad profunda y real? Olivia y Luisa están ahí ofreciendo esa pregunta. El teatro es espectáculo.
Y Olivia y Luisa están espectaculares…
Magüi: ¡Nos gusta jugar con las palabras! Ellas son espectáculo. El espacio de Kurt es espectáculo, la música de Santi lo es… Y, por supuesto, el texto de Ignacio y mi dramaturgia y mi dirección, no me hago la humilde. El teatro es una suma.
¿Dónde radica eso del espectáculo, Magüi?
Espectáculo es estar en el filo de la navaja. ¡Como Pinito del Oro! Ellas están en el filo de la navaja, no se puede arriesgar más.
Esa línea que si la traspasan, literalmente se caen…
Luisa: Yo hay momentos en los que hago un gesto con el pie para ver dónde estoy. No se ve bien. Es pequeño el cuadrilátero. Interpretativamente estás en el filo. En los dos sentidos.
Olivia: El cuerpo te lo dice.
Intensidad y calor
La directora de escena sonríe porque llega una nueva tetera. Alguien advierte "lo mismo ahora está muy caliente" y Magüi exclama "¡no importa, me gusta, me gusta así. Me apasiona!". En esta obra, de hecho, el calor está asegurado. Olivia y Luisa interpretan en esta propuesta con intensidad creciente a dos mujeres, María García y la señora Burton, que mantienen una tensa conversación durante una única escena, que gira ante los atónitos ojos del patio de butacas. Se trata de un tour de force interpretativo. "Tiene su cosa lo de decir un texto en mitad de un escenario", dice con modestia Olivia Molina, sonriendo.
"La obra habla de lo contradictorio que es pensar 'me pongo algo que me hace sentir esbelta, atractiva, y a la vez me destroza"
Olivia Molina
Más que eso, lo que ustedes hacen muy pocas personas pueden hacerlo… Cualquiera que haya leído simplemente un texto en alto sabe lo complicado que es. Es una proeza.
Luisa: Muchas veces la gente piensa que el mérito del trabajo de interpretación está en la memorización, y eso cualquier señor que se presente a un concurso de saberse la lista telefónica de memoria no tendría ningún problema. Pero no es eso.
Tú, el texto lo tienes que pasar por las vísceras. Es que estamos viviendo lo que decimos. Y en función de lo que te dice tu compañera reaccionas y eso requiere unos tiempos que hay que ajustar. Como en la vida. Al pasar un texto por las vísceras, lo que sucede encima de un escenario es verdad.
Olivia: Por eso, aunque haya una maravillosa coreografía trabajada, cada día es único. Cada noche es única.
Magüi: La vida real sucede en la calle. Nosotras lo que hacemos es trabajar el arte escénico, donde todo es una decisión. Los silencios están decididos. Todos los días son los mismos, porque eso pertenece a la coreografía emocional, que está con un soporte físico. Esa es la maravilla. Esa es la poética escénica, estamos haciendo arte escénico. Y en el arte se decide, hay muchas respuestas posibles, como en la vida. Porque son el cerebro y el corazón, que ahora sabemos que también tiene neuronas, los que nos hacen reaccionar casi de forma automática. Y a veces no puedes ni controlar determinadas pasiones en la vida real. ¡Nosotras tenemos que crear la vida en el escenario!
¿Cómo ha evolucionado la obra, desde el primer ensayo? Es trepidante, pero parece que los silencios son la clave de esta coreografía emocional…
Magüi: La obra, de hecho, empezó un poco más corta. Ahora llevamos tres días en 'hora doce'. Para mí es importantísimo el tiempo. Esta obra es una gran coreografía emocional, medida con los desplazamientos y todas las secciones físicas. Ellas están en escena y no tienen reloj, es instintivo. ¡El tempo es lo que mide la función! Guille, el regidor, es quien nos lo asegura, todos los días hace un informe: yo tengo los audios de ellas y los escucho todos. ¡Es fascinante escucharlas sin verlas!
Olivia: Fuimos comprendiendo la importancia de los silencios. Los hemos decidido, los hemos trabajado y los hemos encontrado. Es una conversación bestial, descarnada. La tensión, lo que decides no decir. Es una belleza de texto.
Luisa: El texto sorprende. Lo maravilloso de Magüi es que está permanentemente alerta. Ha habido momentos de descubrimiento que han dado la vuelta como un calcetín a lo que ahora veis. Esa tensión nos ha llevado a que lo que se ha hecho también vale porque es como una especie de magma, una suma.
Olivia: Hay momentos en los que salimos de la realidad y, de repente, se crean escenas que no se sabe si están sucediendo.
El teatro, la señora Burton y María García
Magüi Mira (Valencia, 1944) es Medalla de Oro de las Bellas Artes y Premio Valle-Inclán, entre otras decenas de reconocimientos: fue primero conocida como gran actriz de teatro —interpretando a todos los clásicos— y luego como exitosa directora de escena (Madame Bovary, La velocidad del otoño o Penélope, entre otras).
"Es arte. No estamos haciendo psicologismo en este trabajo. Yo creo en la libertad. El arte es inabordable. Es libre. Tengo que decirte que esa libertad se la agradezco a Ignacio muchísimo, porque deja trabajar con la misma libertad con la que escribe", afirma.
Luisa Martín (Madrid, 1960) se hizo conocida con papeles como los de Médico de Familia, Periodistas o Gran Reserva —y películas como Las Trece Rosas—, y lleva a cabo un activismo en redes para la concienciación de las enfermedades raras. En esta obra interpreta a una elitista señora de altos vuelos con una personalidad dura.
Ella explica que "lo primero que hice fue abordar mi personaje desde el ambiente familiar y solo así, cuando empecé a creerme la presión que podría haber sufrido a través de ese nivel económico y social. A partir de ahí desarrollé todo lo que pasa en la función, porque para mí como mujer y como persona esa situación es impensable por la familia en la que he vivido y lo que yo he recibido en mi educación. Tenía que situarme en ese espacio económico y social, sobre todo. Intentar entenderla al máximo y luego buscar cuáles son las patologías asociadas a esa vida".
En el caso de Olivia Molina (Ibiza, 1980), ella pertenece a una saga familiar central en los medios de nuestro país, y llegó al gran público con series como Al salir de clase o Amar es para siempre —y películas recientes como Mi otro Jon, junto a Carmen Maura—.
Aquí es simplemente María García. "Empecé con lo que me resonaba, la necesidad de nombrar las cosas, de decir las verdades en la familia, en la pareja, con una misma, como una búsqueda. Mi personaje es una persona que está en un momento de su vida en el que necesita saber para poder trascender e ir hacia algo más libre. Eso resonaba conmigo. Y luego me pareció fundamental entender qué significaba ser abogada, una profesión que me parece muy complicada, defendiendo a veces cosas en las que crees y otras veces en las que no, cómo gestionar la verdad y la mentira. Me fui a ver juicios a la Plaza de Castilla y me quedé fascinada de cómo se movían y hablaban de rápido. Y eso me ayudó a construir una fisicidad que luego agarré".
¿Cómo está siendo la acogida de la obra? Los lugares a los que puede llevar son de mucho impacto emocional…
Luisa: Al terminar la obra, muchas personas se quedan paradas en su sitio y después de unos segundos se levantan a aplaudir. Mucha gente cuando ha terminado la función me dice "a ver si hacéis una segunda temporada", como si fuera una serie. "Termínalo en tu cabeza". suelo responder.
Olivia: Las heridas profundas nos resuenan a todos, porque han atravesado generaciones. Las mujeres me dan un feedback fuerte, les resuena desde dónde mostramos ese dolor de estas mujeres, y de cómo tratar de colocarlo en cada vida.
Luisa: Han venido varias psicólogas que nos han dicho que lo triste es que esto que contamos es bastante más habitual de lo que parece.
Magüi: No tenemos más que ver las revistas del corazón, cada día escuchas noticias de lo más inesperado. A mí lo que más me viene es de la gente y me da mucho placer, porque creo que el teatro es un rito, un pacto entre el espectador y los que estamos en el escenario, por encima de todo es que ellas son un espectáculo.
"Los políticos y los que se dedican a la cultura, tuvieran interés en conocer lo que es el teatro. Los políticos van muy poco al teatro"
Luisa Martín
¿Cómo dirían que se trata al mundo de la cultura y en concreto el teatro en España?
Luisa: Yo reivindicaría que los políticos y los que se dedican a la cultura, tuvieran interés en conocer lo que es el teatro. Los políticos van muy poco al teatro. Tuvimos una ministra, Carmen Alborch, que iba al teatro permanentemente y mejoró mucho, pero tienen que ir al teatro y tienen que hablar con los actores. Tienen que saber lo que nos pasa. El común de los mortales cree que una obra de teatro es muy fácil, que es una o dos horas de tu vida encima del escenario y el resto del día lo tienes libre y no es así. No conocen el proceso, aprender, los ensayos, la tortura…
Magüi: Lo que parece que solo entienden algunos productores privados es que el teatro es una inversión, no es un gasto. Y hasta que no cambien eso en su cabeza, mal. Porque es una inversión tanto económica como moral y emocional, estamos haciendo progresar a toda una sociedad y eso es patrimonio nacional.
Los que tienen la responsabilidad política han de reflexionar sobre eso, sobre cómo repartir el dinero que ellos reparten. En la mayoría de los teatros de este país entras y huele mal porque no están dotados para hacer una reforma como sería necesaria. Esa es la realidad.
Luisa: El teatro es un hecho irrepetible con la coreografía y con la perfección de una máquina. Un reloj, pero cada día somos personas nuevas. Y el nivel de afluencia al teatro esa subiendo mientras que el del cine está bajando. Porque el teatro si no vas no lo ves.
Olivia: Es casi como un acto de rebelión en estos tiempos. Estamos aislados detrás de pantallas y soledad, y de repente se nos ofrece esta comunión eterna.
Anne Bogart decía respecto a la escena, que la misión es permanecer con hambre… ¿Qué les gustaría que quedara como resumen de su misión después de tanto esfuerzo?
Luisa: La coherencia y la lealtad a algo que para mí son una religión. Eso me gustaría que quedara.
Olivia: Para mí la constante búsqueda, desde la humildad, la evolución, desde lo creativo.
Magüi: Cariño, para mí poderme dedicar a esto, a contar historias, la ficción… ¡es un antídoto! ¡Es lo único que hace soportable la crueldad de la calle!