Sara Antúnez nació en Madrid hace justo 33 septiembres "de chiripa". Lo dice porque parte de su corazón se quedó en Salamanca, la ciudad donde vivió hasta los 13 años. Fue entonces cuando tuvo que mudarse a la capital con toda su familia, debido al trabajo de sus padres. Dejando mucho atrás, el cambio también le otorgó la posibilidad de cumplir su sueño de estudiar Derecho en la Universidad Complutense.
Siempre lo había tenido claro, "se trata de algo totalmente vocacional", pero lo que no sabía aquella joven Sara, que con apenas tres años le decía a su madre que quería ser jueza, es todo lo que esta profesión le brindaría. Nada más salir de la carrera probó suerte en una consultoría, pero no duró mucho.
Poco después, con tan sólo 25 años, empezó a ejercer de abogada por cuenta propia, a principios de 2016. Comenzó el proyecto sola y, 4 meses después, se asoció con dos de sus compañeros, creando así TQAbogados, un despacho especializado en ciberdelincuencia.
Llevaba poco más de un año embarcada en ese proyecto, cuando en septiembre de 2017 decide crear la asociación Stop Haters, orientada a las víctimas de ciberacoso. Un impulso provocado por una mala experiencia personal y con un caso que le removió especialmente llevaron a la creación de Stop Haters, la organización de la que ahora es presidenta y que, recientemente, ha sido galardonada con uno de los tres premios Esland destinados a causas benéficas.
Ahora, compagina su labor en la asociación y en el despacho de abogados con su faceta como docente en la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid. Como fiel creyente de que la educación es la cura de muchos de los males del mundo, su pedagogía traspasa el aula escolar y llega hasta los más de 14.000 seguidores que tiene en Instagram, plataforma que usa para la divulgación en materia de Derecho, y Magas habla con ella para conocer todo lo que se esconde detrás de una pantalla.
¿En qué momento decidió que quería ser abogada? ¿Siempre lo tuvo claro?
Sí, siempre lo tuve claro. Con tres años, le dije a mi madre que quería ser juez. Desde pequeña me han encantado las películas de abogados y de crímenes, ha sido totalmente vocacional, yo nunca he dudado en estudiar Derecho.
Ya en el instituto incluso, como podías elegir el bachillerato descarté todo el tema ciencias para meterme de lleno en las humanidades. O sea que sí, lo he tenido muy claro y es una suerte, porque reconozco que dudar es complicado.
¿Y por qué Derecho digital?
No lo decidí yo, si te soy sincera. Desde segundo hasta quinto estuve de prácticas en un despacho penalista. Se llevaban temas de trata de blancas, bandas organizadas, drogas... Era un penal muy oscuro y, además, a mí en la carrera me gustaba mucho civil, era a lo que me quería dedicar. Probé en consultorías nada más terminar la carrera y no me gustó nada.
Me vi sin saber qué hacer y justo cambió el Código Penal, un año y medio más o menos después de licenciarme, y aparecen los delitos digitales. Era algo que me llamaba mucho la atención y eso, sumado a una cuestión personal con un tema de acoso, hacen que dé paso a montar mi propio despacho.
Allí, el primer caso que llega es de un acoso por redes sociales. El hecho de cómo la vida me llevó ahí, que me encantaba el tema, que no había nada escrito en aquel entonces y que el primer caso de mi vida como autónoma fuera ese pues fue lo que me llevó a especializarme.
"Vas a denunciar y te dicen 'ya se le pasará, no te preocupes'"
¿Cómo fue el caso de acoso al que se refiere? ¿Entiendo que fue por redes sociales también?
Mi caso de acoso empezó en el mundo físico, pero luego sí se pasó a las redes sociales. En aquel momento todavía no había Instagram y fue por Facebook. Mensajes, llamadas... Se me quedó muy en la cabeza. Fui a denunciarlo y con lo que me encontré, desgraciadamente, es con lo que se encuentra todavía mucha gente que acude a denunciar estas cosas. Te dicen que "ya se le pasará, no te preocupes si no es tu pareja, es una tontería del momento..." y las cosas no van así. Porque el que lo está sufriendo lo está pasando realmente de pena.
¿Qué papel juega todo esto en la creación de Stop Haters?
Son casos largos, muy difíciles, todo era muy novedoso... y por lo tanto la especialización no existía. A nivel judicial explicarlo era muy difícil, además de que tenía un coste elevadísimo, y ya no te cuento si te tienes que meter en terapias psicológicas, que la mayoría de las veces se necesitan, o si necesitas un experto informático para que te saque información o te borre...
Me pregunté cómo era posible que esas personas, encima de ser víctimas, tuvieran que pagar miles de euros... es una auténtica locura. De ahí nació el proyecto Stop Haters. Además, coincidió esa semilla que tenía en la cabeza con la emisión de un programa de televisión, Cazadores de Trolls, que hacían Pedro García Aguado y Enrique Serrano, que es ahora mi vicepresidente.
Se trataba de un documental, por capítulos, en el que se dedicaban a averiguar qué persona se encontraba detrás de los perfiles que acosaban. Y claro, yo lo vi y dije "quiero hacer justo eso". También viendo el programa observé que no contaban con abogados, ni nadie que explicara las consecuencias legales de todo eso, así que contacté con Pedro y de ahí nació esta idea. Era septiembre de 2017.
Como fundadora y presidenta, ¿cuál es su labor en la asociación?
Al principio llevaba bastantes temas, con el tiempo he ido delegando por una cuestión de gestión. Si tengo que gestionar, organizar los eventos, las promociones, las entrevistas... tengo menos tiempo. La gente cuando acude a nosotros necesita que todo el proceso sea perfecto y, salvo casos muy graves donde sí puedo participar o hacer una defensa, a día de hoy gestiono.
¿Cómo funciona Stop Haters y qué tipo de casos les llegan?
La casuística es increíblemente grande. Nos llega de todo, desde personas mayores, niños, colectivos susceptibles, gente famosa, gente anónima... No te podría decir porque en las redes sociales es tan asqueroso el odio que hay que nos puede tocar a todos. Sí que es verdad que se repite más en algunos colectivos susceptibles, LGTBI... pero ya te digo que en números tampoco es una diferencia abrumadora con respecto al resto.
En cuanto al tipo de denuncia, lo que más recibimos son casos relacionados con lo sexual. Chantajes sexuales, difusión de contenido sexual, publicaciones de anuncios que ofrecen servicios sexuales sin que la otra persona lo sepa... y también muchos casos de pederastia y usurpación de identidad.
El proceso empieza a través del contacto con la asociación, que es obligatorio que sea por email. Detrás de este correo tenemos un servicio de atención a la víctima y ellos determinan, según los hechos, si es un caso urgente, si necesitamos un abogado en otra comunidad autónoma... porque evidentemente esto pasa en toda España. Si necesitan psicólogos, si necesitan algún tipo de material...
Ahí es donde se deriva a la víctima al servicio que más urgencia requiera. Normalmente, siempre se habla con el abogado primero para ver qué necesidades hay; Luego están los psicólogos que atienden dependiendo de si se necesita una única visita o si es necesario seguir una terapia... y hacen un informe del caso, porque varios de ellos son peritos. Imagínate que esto es como un centro de salud pero, en vez de para enfermos, para personas víctimas de acoso.
¿Cómo se financia todo esto?
Esa es la parte más complicada, no te voy a engañar. Al principio quise que todo fuera gratis, pero claro, en este país es complicado. Una cosa que me molesta es que todo el mundo hable del acoso, del bullying, de las redes sociales... pero luego no haya partidas políticas ni entidades públicas.
Intenté que fuera gratis, pero tengo un equipo de expertos profesionales súper cualificados que no trabajan si no es por dinero. Lo que hacemos es cobrar más barato, por decirlo de alguna manera. Pero el alquiler no se paga solo... así que nosotros lo que tenemos es subvencionados los servicios.
Es decir, si eres una persona que tienes trabajo y una buena nómina, lo que normalmente determinamos por la declaración de la renta, se te cobra el servicio con los descuentos que vemos que puedas necesitar. Y si eres una persona en riesgo de exclusión social o con muy pocos recursos económicos, intentamos la gratuidad. También contamos con financiación privada a través de donaciones.
Gran parte del éxito de Stop Haters se debe a su difusión por redes sociales, pero estas son el origen del acoso ¿Qué opinión tiene acerca de las plataformas digitales?
Estoy muy a favor de las redes sociales, las utilizo muchísimo. Pero siempre las comparo con un coche. Ahora, la primera vez que se entra en contacto con las redes sociales suele ser a edades muy tempranas, los niños tienen su primer teléfono entre los 9 y los 11 años. Entonces, si tú les vas a poner en la mano una herramienta que les puede poner en peligro de la forma que sea, lo normal sería educarle y enseñarle, como se hace con el coche. En este caso no. Se da un teléfono móvil y todo es al libre albedrío.
Las redes sociales son muy buenas para muchas cosas, pero entiendo el peligro que suponen. Antes si te acosaban, el acoso normalmente se quedaba en el patio del colegio, pero ahora llega hasta tu casa y es constante.
Internet es libertad, pero tiene que haber unas normas, y no hablo sólo de derecho, hablo de normas éticas. Si todo el mundo supiera ciberconvivir no habría tantos problemas. Y en mi opinión habría que empezar a hablar del tema, pero de verdad. En colegios, en institutos, en las casas, con los padres... porque la típica charlita que se da a día de hoy no sirve para nada.
También ayudaría que las empresas, ya sea Tik Tok, Instagram... se hicieran responsables de lo que pasa en sus plataformas. Eso y que nos tuviéramos que registrar con DNI y foto, que algunas webs ya lo piden como requisito obligatorio.
"La ley va más despacio que la tecnología"
¿Esas medidas podrían ser una realidad más pronto que tarde?
Me gustaría decirte que ojalá el año que viene, pero el miedo que tengo a su vez es que, de nuevo, la inteligencia artificial vaya con ventaja. La ley va más despacio que la tecnología. Puede que cuando llegue esa identificación en redes sociales, ya se haya inventado otra cosa. Porque además como se anuncian las cosas y tardan en hacerse cuatro años, a quien quiere hacer el mal le da mucho tiempo para pensar como. Y ya no te hablo de usuarios medios, te hablo de hackers.
Habla usted de la ley pero, ¿cuál es el proceso legal en este tipo de casos? ¿Es alto el número de denuncias?
El proceso legal es igual que para cualquier otro delito. Pero en España se denuncia poco porque la confianza en la justicia está muy deteriorada. Sí que he notado que de 2017 a 2024 las denuncias han bajado muchísimo. Todo el mundo te dice lo mismo "¿Para qué? Si no van a hacer nada".
¿No son fáciles de demostrar?
¡Es bastante complejo! La gente tiende a hacer pantallazos y borrar la conversación, pero eso no vale. Lo que hay que hacer es certificar las pruebas, que es super fácil. Buscas en Google 'certificar prueba digital' y ya hay varias plataformas, como eGarante, que sería como un notario digital.
Hace como una especie de grabación de pantalla con toda la información y todo eso se encripta para que luego se pueda demostrar que esas pruebas no han sido adulteradas ni modificadas. Así se certifica la prueba y una vez con eso, se denuncia. No te voy a decir que sea fácil conseguir que esto se resuelva, porque no lo es, pero que casi siempre se acaba antes de llegar a juicio.
¿A qué se refiere?
El problema se suele acabar cuando se identifica a quien está detrás del acoso. Se suele hablar con él, y cuando ya sabe que le han pillado suele parar. Las pruebas se dejan guardadas por si volviera a actuar y en ese caso ya iríamos a juicio, pero las víctimas lo pasan tan mal que más que querer que los acosadores paguen por lo que han hecho, o que entren en la cárcel, lo que quieren es tranquilidad. Y gran parte del problema de esto también son las penas que se imponen.
"Si es revelación de secretos, te pueden caer hasta nueve años en prisión"
¿Cómo suelen ser esas penas?
Muy bajas, pero es una pregunta difícil de contestar. Depende si es un acoso al uso, o sea, lo que el Código Penal entiende por acoso. Las penas máximo son de dos años de prisión. Si es revelación de secretos, te pueden caer hasta nueve años de prisión. No es solo acoso, también es chantaje emocional, es difusión de imágenes, publicación de contenidos que no se deben publicar...
¿Cuál ha sido el caso más duro al que ha tenido que enfrentarse?
Los suicidios de niños por acoso escolar. He llevado tres casos en mi vida. Y es horroroso. Ver a esos padres que no encuentran consuelo... Es cruel, nadie entiende que esto pueda pasar. Se echan todos los balones posibles fuera.
De los tres, uno se archivó. No había pruebas para determinar que el acoso había sido el causante del fallecimiento de la menor, y es el caso que más me ha marcado.
En otro orden de cosas, le quería preguntar acerca del premio Esland que les otorgaron por causa benéfica, ¿cómo fue recibirlo y qué supuso para Stop Haters?
Un reconocimiento siempre es algo bueno, y más cuando llevas toda tu vida entregada a esto. Pero yo no tenía ni idea de la repercusión que iba a tener la historia. Ya vi en dónde nos habíamos metido cuando estuve en el directo con TheGrefg y ves que hay 1 millón de personas viéndolo... es toda una alegría.
Ha sido una experiencia muy bonita, enriquecedora y además en un momento donde la justicia no está en su mejor momento. A veces sientes que estás dando demasiado y que a los políticos y a la gente no les importa.
Hablemos de su faceta como profesora, ¿cómo está siendo su experiencia en la docencia?
Es lo que más feliz me hace en el mundo, no sabía que me iba a gustar tanto, me ha cambiado la mentalidad de muchas cosas. Empecé dando charlas formativas, más o menos desde que empezó todo esto, pero en 2020 me inicié como docente. Y además con una asignatura que me venía como anillo al dedo porque era delitos informáticos. Solo tenía esta asignatura, pero luego he ido ampliando.
Entre Stop Haters, el despacho, las clases, los programas de televisión a los que le invitan... ¿Cómo llega a todo?
¡Y las dos horas de paseo diarias con mis perritos! Llego con ilusión y con organización. Y sobre todo, siendo prácticos, no liarnos con tonterías, porque muchas veces tardamos mucho en hacer las cosas.
También es que yo siempre estoy pensando, siempre tengo la cabeza muy activa. Por ejemplo, un día voy en el coche y digo "pues podía hablar de las señales de no sé qué", y me la apunto. Y lo más importante de todo, trabajo sábados y domingos...
¿Cómo ve el futuro de Stop Haters?
La ilusión de mi vida sería que Stop Haters tuviera un centro de atención a la víctima. Mucha gente cogiendo el teléfono y pudiendo atender 24/7. De momento estamos preparándonos porque queremos vincularnos a colegios profesionales.
Además, tengo muchas ganas de meter esto dentro del deporte, porque creo mucho en que el deporte es la solución a tanta tontería. Menos pantallas, más cantidad de ejercicio físico, sensación de equipo, fracaso... todos los valores del deporte.
Nos apetecía mucho este año hacer una carrera, pero también queremos seguir avanzando para hacer cositas que ya hemos hecho hasta ahora, como cursos de defensa personal para mujeres y niños durante el 8M o el día del bullying.