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El lazo rosa está tan extendido como el gran símbolo contra el cáncer de mama que pareciera ser tan antiguo como la propia enfermedad, pero lo cierto es que no. De hecho, la realidad es que el primer lazo, el primer gran icono que hizo ganar notoriedad a la enfermedad y conseguir cierta movilización social para promover su investigación, no fue rosa.

Podría haber sido de cualquier otro color: rojo como las amapolas, azul como el mar o negro como el azabache. Pero fue de tono melocotón. ¿Por qué? Porque así lo decidió Charlotte Haley, la mujer que lo creó, y que consiguió también uno de los grandes hitos del movimiento: que llegara a todos los estratos sociales estadounidenses. Y de ahí, al resto del mundo.

Sin embargo, entre hito e hito, el lazo cambió de color. Y no por gusto. De hecho, Charlotte se negó a que fuera rosa, comenzando así el ahora conocido pinkwashing. Pero, ¿por qué crees que Charlotte no querría cambiar?

La lucha de Charlotte

El movimiento rosa dio sus primeros pasos allá por los años 90 del siglo pasado y su nacimiento es una de esas historias que son capaces de hacerte sentir mariposas en la tripa o un dolor de estómago terrible, todo a la vez. Lo cierto es que el lazo rosa se fue sembrando despacito y con buena letra en la casa de una mujer estadounidense que quería visibilizar la enfermedad. Sin embargo, cuando ganó un poco de notoriedad y fue a cosechar los frutos de su éxito, una revista y una empresa quisieron tomar su idea.

Esta mujer tiene nombre y apellidos, y ha dejado gran huella en la historia. Se llama Charlotte Haley y, a sus 68 años y tras vivir muy de cerca el cáncer, comenzó a coser lazos en su casa de Boston, que guardaba y enviaba a vecinos, políticos locales y establecimientos de la zona. Además, iban acompañados del siguiente mensaje: "El presupuesto anual del Instituto Nacional del Cáncer es de 1.800 millones de dólares, y solo el 5 por ciento se destina a la prevención del cáncer. Ayúdenos a despertar a los legisladores y a los Estados Unidos usando esta cinta". Sin embargo, esa lazada que añadía en sus postales no era de color rosa, sino que tenía un tono melocotón.

Mensaje de Charlotte Haley en los lazos que repartía. Cedida

¿Por qué hoy es rosa?

Los mensajes y lazos de Charlotte corrieron como la pólvora, y la visibilización de la enfermedad empezó a ser efectiva. De hecho, a través del boca a boca, llegó hasta la puerta de una revista estadounidense. Esta, junto con una multinacional, propusieron a la creadora usar su cinta de color melocotón en uno de sus números. Pero ella, que temía que su iniciativa se convirtiera en algo totalmente comercial y corporativo, rechazó su ofrecimiento. 

En este punto, entra en la historia el asesor legal de las empresas, que les aconsejó cambiar el lazo de color para poder utilizarlo. Fue entonces cuando el rosa chicle se alzó como el tono insignia contra el cáncer de mama, silenciando la iniciativa de la activista. Charlotte Haley falleció en 2014 en California, a los 91 años de edad, y hasta hace relativamente poco, muy pocos han sabido que fue ella la artífice del primer lazo y la precursora de uno de los movimientos más actuales en el marco de esta enfermedad: el pinkwashing.

Qué es el pinkwashing

"¿Por qué el cáncer de mama es la única enfermedad comercializada del mundo? ¿Por qué no hay campañas de recaudación para el cáncer de próstata ni mensajes en los packs de calzoncillos?", ha publicado en sus redes sociales Teta&Teta, una de las organizaciones más influyentes en la visibilización del cáncer de mama. Precisamente, esto es el pinkwashing: el movimiento que aboga por invertir en investigación, prevención y concienciación el dinero que se emplea en campañas de publicidad y productos de color rosa (o de cualquier otro que sea lucrativo a costa de la enfermedad).

En este sentido, cabe destacar que han surgido algunas iniciativas que promueven un cáncer de mama marrón porque, para las pacientes, "el cáncer no es rosa, es un gran marrón". Tanto es así que en la anterior campaña de la Asociación Española contra el Cáncer, Carmen Yélamos, psicóloga clínica y responsable de psicooncología, afirmó que la iniciativa 'El rosa es más que un color' estaba pensada "para reconectar con el origen del movimiento rosa que tuvo lugar en los años 90 y se convirtió en un símbolo fundamental del compromiso y la concienciación".

Sin embargo, el cáncer va más allá de un color o de un motivo simbólico. Esta dolencia no es dulce ni salada, es amarga; no es rosa ni verde, es de un tono negruzco y feo; tampoco es un motivo festivo o para celebrar... El cáncer es una enfermedad y sus pacientes quieren que sea tratada como tal. "No necesitamos cambiar el color del lazo, necesitamos cambiar el enfoque y retomar lo que Charlotte empezó", declaran las activistas de Teta&Teta.