Rosa Sánchez de la Vega
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Exiliada de Nicaragua en Madrid desde 2022, Belli ha escrito esta novela desde su propia experiencia como hija y como madre, siendo militante que ha vivido el auge y la caída del sueño revolucionario.

"Los hijos de quienes nos involucramos en la revolución sufrirán una suerte de abandono, aceptando el de los padres, el de las madres, queda agravado a modo de reproche y culpabilidad muy doloroso", confiesa.

La historia de Un silencio lleno de murmullos narra cómo Valeria hizo grandes sacrificios como parte activa de los cambios políticos de su país, Nicaragua, y moría en plena soledad en Madrid. Tras este fallecimiento, es Penélope, su hija, quien viaja a España para ocuparse de sus bienes materiales. 

La autora, junto a Rosa Sánchez de la Vega. Esteban Palazuelos

Penélope siente la sempiterna ausencia de su madre. ¿Hay madres que no tienen vocación maternal, pero no todos lo aceptan?

Sí, hay personas que no tienen vocación maternal y están en su perfecto derecho de mantenerlo. En el caso de Penélope, existe una especie de resentimiento que tiene que ver con ese sentimiento de ser puestos en segundo plano. Pero yo creo, que a la postre, ver a la madre capaz de involucrarse, capaz de comprometerse, tener una vida propia, reclamar su propia felicidad, es importante para las hijas. 

Yo creo que si las madres hablásemos y explicásemos, en vez de caer en ese juego psicológico de la culpabilidad, las hijas nos lo agradecerán.

Penélope se instala en la casa de su madre, viviendo una situación de encierro por la pandemia, que no es del todo negativa.

Imaginé a esta muchacha en España, sola, con la madre recién muerta y, aunque no admita la superstición, hay una parte nuestra que es muy imaginativa y que sí siente la presencia de los muertos. Y en una situación donde se está muriendo tanta gente, eso se vuelve todavía más fuerte. Ese misterio de su mamá se va haciendo más profundo cuando ella empieza a hacer hallazgos en la casa, que no entiende.

¿Cuántas vidas caben en una madre como Valeria? 

Esto sí tiene mucho de autobiográfico. Cuando viví un tiempo en los Estados Unidos, contaba tantas cosas que yo había hecho, que decía, 'esta gente va a pensar que tengo 200 años'.

Penélope quiso a su madre, mientras vivió la amó y la temió. El amor incondicional en la niñez, y la pérdida de esos sentimientos en la adolescencia.

Valeria es una madre heroína. Una madre que logró matar como francotiradora al último guardia del lugar para después liberar una ciudad. Tiene una vida clandestina, era comandante guerrillera, entonces Penélope debe haber tenido una mezcla de celos, de querer ser así y saber que no lo va a ser. 

Y, por otro lado, a ella la historia le da la oportunidad de juzgar a la madre a partir de que la revolución sandinista se acaba y empieza otra tiranía. Entonces ella aprovecha para preguntarle qué pasó, creaste esto y ahora por qué has permitido que estemos otra vez en una tiranía.

Tiresias convoca a Zeus y a Ira. La mitología como ejemplo para cuestionar ¿quién experimenta mayor placer en la sexualidad, el hombre o la mujer?

Creo que la potencialidad está en la mujer, porque el hombre depende de un miembro que se le cansa. A nosotras no se nos cansa. 

El aspecto de la sexualidad en la pandemia me parecía muy interesante nombrarlo, porque también estamos en una época donde la mujer tiene mucho más conocimiento de sí misma, de qué le da placer y tiene ayudas para el mismo. Y estoy segura de que hay mucha gente que no lo tiene por pudor. Yo en eso soy transgresora.

Valeria reconoce que de envejecer lo que más le molesta es la sensación de su propia irrelevancia. ¿Opinas lo mismo?

Sí, seguramente. Son cosas que una se plantea y que además te lo plantea la sociedad, porque la mujer después de cierta edad es invisible. Ya pasamos a la historia. Pero a mí no me gusta la idea. Yo no siento que vaya a ser irrelevante porque soy escritora.

Reivindicas con el personaje de la mujer el orgullo de sentirse cómoda en su cuerpo.

Sí, porque el cuerpo de la mujer ha sido la manzana de la discordia. Y sigue siéndolo, porque cuando veo a esas mujeres del mundo árabe, las musulmanas, que tienen que andar con esos hijabs, con las cotonas largas, que no se les vea un poquito de piel para que el hombre no sufra la tentación, me da una tristeza porque no son dueñas de su cuerpo, ni de su vida.

Nos sentimos culpables de nuestros hijos a la par de nuestros padres. ¿Has sentido en algún momento esa culpabilidad como madre de tus hijas y como hija también?

Como hija, mi mamá era una extraordinaria mujer, pero llegó un momento en el que me censuraba profundamente lo que estaba haciendo, sobre todo durante la revolución, y más adelante cuando la revolución empezó a complicarse. ¡Era tremenda! Mi madre me consideraba como si yo hubiera sido una tonta útil y ese tipo de cosas.

Y con respecto a mis hijas, creo que ha ido cambiando mucho, y después de haber conversado, aprecian mi aporte, pero al mismo tiempo esa falta, esa herida que sentí siendo ellas niñas, eso no se quita tampoco.

En esta revolución, el papel de la mujer como reclutamiento vaginal.

Odio cuando oigo a los hombres hablar de compañeras y decir que son reclutamiento vaginal, porque en estas circunstancias, los hombres se aprovechaban de su poder.

¿Nicaragua es el país de Sísifo? 

Sí, es el país de Sísifo. Y yo soy Sísifo, pero diferente. Porque mi visión es que yo, como nicaragüense, como mujer, he logrado llevar la roca casi hasta la cima, pero se me vino para abajo. Aún así, asumo volver a subir la roca con alegría y como rebeldía. 

En cambio, en el caso de Nicaragua, es víctima de un montón de atrocidades y de errores que se han cometido y la gente está sufriendo todas esas embestidas de la historia y me da pesar que nos haya pasado todo eso. Porque si hay un pueblo valiente, atrevido, que combina el amor a la vida, la gente vital, alegre, que ama la belleza es Nicaragua. La cultura, la poesía, es un pueblo de poetas, realmente. 

Y me preocupa la maldad, la perversión de este régimen y la manipulación del sentimiento religioso, de la idea de la vida, que los mantiene ocupados como una especie de circo que minimiza la capacidad de la gente.

¿Qué sensación tienes después de escribir 'El silencio lleno de murmullos'?

Esa sensación la he tenido desde que empecé a escribir poesía. Abrirse, sincerarse, desnudarse, es toda una revelación lo que siento cuando escribo. Y siempre tengo una sensación de vulnerabilidad al pensar que la gente puede creer que lo que escribo me ha ocurrido realmente, pero hay mucho que he inventado.

Aunque la verdad es que, a estas alturas de mi vida, ya no me importa nada, salvo que se conmuevan, que sientan que les habla la literatura, y que se puedan identificar. Lo que yo he pasado, lo hemos pasado muchísimas mujeres.  Entonces eso es lo que me importa que suceda. Ya si me juzgan a mí, ya me mojo. 

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