Macarena Arnás
Publicada

Era una tarde lluviosa de domingo, y como el aburrimiento no va mucho conmigo, decidí lanzar un nuevo salseo grafológico por mi cuenta de Instagram. Estos salseos nacieron en plena pandemia y consisten en analizar el escrito o la firma de un personaje de actualidad en diferentes medios.

Pero claro, las redes, al igual que la televisión, tienen un tiempo limitado, lo que no te permite profundizar en exceso en aquellos personajes que generan curiosidad. Así que, poco a poco, fui dibujando en mi cabeza la idea de escribir otro libro. Esta vez quería que fuera diferente a los últimos, no quería algo canónico, buscaba algo novedoso y entretenido.

A medida que avanzaban los días, mi mente iba más allá y pensé que no solo iba a analizar a reyes, políticos, dictadores, científicos, criminales o artistas, sino que también quería abordar aquellas cuestiones grafológicas que la gente me había realizado cuando les había comentado que soy grafóloga.

¿Por qué he cambiado mi firma? ¿Por qué la grafología se relaciona con el ocultismo? ¿Por qué no se entiende la letra de los médicos? ¿Con el auge de la tecnología vamos a dejar de escribir?

Reyes, políticos y artistas

Ya tenía todo el chiringuito montado en mi cabeza, así que me puse en contacto con mi amiga Ana, autora del libro Eso no estaba en mi libro de historia de la Casa Real Española y le pareció una idea fascinante para proponérselo a la editorial con la que ella había publicado sus últimas obras. El proyecto gustó y así, de un día para otro, firmé con Arcopress, sello de Almuzara, y me puse manos a la obra.

Escribir este libro me ha resultado un viaje fascinante, pero también me he llevado algún que otro quebradero de cabeza e infinitas noches de insomnio, ya que tuve que bucear en muchos documentos de historia, algunos de ellos contradictorios donde cuesta llegar a la verdad para ahondar en el personaje.

Incluso me he llevado algún que otro chasco indagando en las grafías de algunos de ellos, como el rey Felipe II apodado como el Prudente, porque en su escritura aprecio todo menos mesura. Las numerosas firmas falsas de Adolfo Suárez, la hiperactividad de Napoleón, la frialdad que reflejan las cartas del asesino del zodiaco, el sufrimiento de Frida Kahlo, la inseguridad en los tachones que ejecutaba Francisco Franco en su último testamento, los 678 tipos de firmas diferentes de Dalí o los escritos de aquellos personajes que decidieron quitarse la vida, tales como Sylvia Plath o el torero Juan Belmonte, entre muchos otros.

Pero no solo quise indagar en personajes que forman parte de la historia, quise ir más allá, profundizar en las falsificaciones y desnudar la esencia de algunos más actuales, tales como Isabel Preysler, la reina Letizia o Putin. Y así, sin quererlo ni buscarlo, acabé analizando a 72 personajes.

Si algo quiero que descubran los lectores en este libro es que la grafología tiene ese componente adictivo que te permite dejar a todos en pelotas, con sus luces y sus sombras, revelando inseguridades manifiestas, comportamientos autodestructivos, arraigados cinismos o caracteres psicopáticos que se ocultan tras un simple trazo, un tachón o un cambio de letra.

 La inmortalidad de la escritura

Si había algo que quería plasmar, y que algunos grafólogos se muestran algo reacios a enfrentarse a la realidad, es el auge de la firma digital o el hecho de que escribamos cada vez menos a mano. Y es que, aunque nos pueda parecer algo novedoso, este miedo ya se tenía años atrás, tras la llegada de la imprenta.

Por eso, en la última parte del libro Las firmas de Napoleón, Stalin, Hitler, Elvis y otras historias de la grafología reflexiono sobre la inmortalidad de la escritura. En una era llena de dispositivos, se ha puesto de moda el lettering, que no es ni más ni menos que dibujar letras y recuperar la psicomotricidad gráfica.

La grafoterapia es otra herramienta a la que cada vez recurren más padres e incluso presos para moldear algunos comportamientos y no perder la cantidad de recursos que potenciamos cuando escribimos a mano. También es habitual encontrarnos tatuajes con letras que recuerdan a la escritura manuscrita o grafías de puño y letra en las invitaciones de algunos eventos; sin ir más lejos, la invitación de boda de Tamara Falcó e Iñigo Onieva.

Los seres humanos siempre tendremos la necesidad de dejar nuestra huella gráfica, ya sea desde un ipad o un bolígrafo, pero lo que es indiscutible es que cada letra o trazo son únicos. Y en esa disparidad reflejamos nuestra esencia a través de la magia de las infinitas letras. 

Por eso, les animo a no dejar de escribir, porque algún día todos nos iremos, pero nuestra alma permanecerá en la magia de las infinitas letras, y espero que a través de este libro, lo puedan comprobar.

Lo efímero se hace inmortal en la escritura.