Lo que ocurre en la fábrica que la empresa multinacional francesa de la cosmética tiene en Burgos debería quedarse en Burgos. Sin embargo, lo mejor que ocurre allí hay que contarlo, porque cada día salen de sus instalaciones más de un millón de productos. Y estar dentro es una experiencia, especialmente viviéndola de la mano de quien lleva las riendas desde febrero de 2022, Inés Fernández, que no es burgalesa, sino segoviana, pero que se mueve entre recia y dúctil por todos los que durante muchas horas del día son sus aposentos, de casi 190.000 metros cuadrados.
Inés saluda por su nombre a todos los colaboradores con los que se cruza. Abre, cierra puertas y anda entre las líneas de producción con la misma naturalidad y determinación que si te estuviera mostrando su casa, con la misma ilusión de haberla comprado unos días antes, a pesar de que ya lleva tiempo en la dirección de esta fábrica de la que sale el 95% de los productos capilares que L’Oréal distribuye en todo el mundo (sí, no es un error, del mundo).
Ella conocía bien el lugar, sabía a lo que se enfrentaba cuando se postuló para directora. Y lo cuenta con una naturalidad increíble, dando un ejemplo de que, efectivamente, cuando se desea algo, y algo en este caso quiere decir una posición en las empresas, hay que levantar la mano. "La verdad es que si soy directora de la fábrica es realmente porque me atreví a pedirlo. Es cierto que me contrataron con la idea de formarme para ver si en algún momento podía dirigirla. Pero tuve que demostrar ese empoderamiento a la hora de coger el puesto. En mi entrevista de fin de año dije a mis jefas que pensaba que estaba preparada para ser la siguiente directora. Y aún así no fue inmediato. En el proceso hubo bastantes candidatos, porque esta fábrica es súper interesante, muy dinámica, grande y tiene mucho impacto en el negocio del grupo", reconoce.
"Así que tuve que pasar por varias entrevistas… Y la verdad es que la decisión podría ser un poco arriesgada porque es una de las fábricas mayores del grupo, muy técnica para la división y yo no había sido nunca directora de una factoría, aunque lo había sido de producción y tenía una larga experiencia en ingeniería, en logística… y además ya pertenecía al equipo", añade.
¿Sentiste algo de vértigo?
No, no me asusté para nada y, de hecho, creo que fue la mejor decisión que tomé y me sentí superempoderada, con una energía enorme para enfrentar los retos que me esperaban. Es verdad que tenía mucha legitimidad y el apoyo de mis compañeros: venía del mismo comité de dirección y coger un equipo al que tú perteneces es diferente a llegar de fuera.
¿Cómo te lo imaginabas? ¿Y cómo ha sido?
Me imaginaba que iba a dormir muchas menos noches de las que finalmente he dormido. La verdad es que duermo bien… Yo creo mucho en los equipos transversales y en generar la estrategia y la visión con esos equipos. Me gusta la cercanía en el liderazgo y hago participar a todo el mundo. Fui muy bien aceptada y desde el principio quise cocrear con ellos. ¿Qué no me esperaba? Pues realmente que se trata de un puesto con mucha exposición. Me llaman muchos medios de comunicación o soy la figura que representa a la fábrica. Además, también estoy expuesta ante París que me pide resultados, que es normal también, pero más de lo que esperaba.
¿Y en el futuro?
Sé que no estaré aquí siempre. Es una política del grupo la de cambiar directores en esta fábrica cada seis o siete años. Yo llevo dos y medio. Es verdad que tenemos pendiente una transformación superimportante para contribuir al crecimiento de negocio con la ampliación de la fábrica, con el relevo generacional, con la tecnología… Pero sé que dentro de tres o cuatro años tendré que cambiar de puesto y ya he dicho que no estoy cerrada a ningún sitio. Me gustaría ir a un país fuera de Europa y quizás continuar en la parte de supply chain (cadena de suministro).
Ingeniera industrial especializada en Automática y Electrónica, por la Universidad Politécnica de Madrid, habla de sus jefas porque todas las que decidían su futuro lo eran. Algo extraño porque como Inés recuerda cuando ella estudió, "en la especialidad había muy pocas mujeres. Creo que luego, cuando yo terminé la carrera, que era de seis años, ya había más, ¡y ahora ha vuelto a bajar!".
¿Cómo se puede fomentar?
Nosotros en la fábrica, tenemos problemas para encontrar vocaciones. Por un lado, las chicas deben conocer referentes desde pequeñas y eso es lo que intentamos hacer, visibilizarlos a través de nuestras mentoras. Vamos a muchos foros, les contamos lo que pueden hacer, lo que pueden ser estudiando ingeniería, matemáticas o cualquier carrera STEM. Y creo que una parte importante que influye en la decisión está en la educación de las familias, que también deben tener esa información. Yo insisto mucho en ir a los colegios y hablar con las niñas desde primero o segundo de la ESO. Además, acuden niñas a la fábrica, organizamos foros con el Ayuntamiento de Burgos, vamos a los colegios.
A ti te influiría la experiencia previa de dirección de proyectos estratégicos y logística.
Sí, pero llegué ya con una experiencia muy fuerte en producción en la industria del vidrio. Y fue muy importante llegar aquí y poder hacer proyectos en distintas áreas, con calidad, con recursos humanos. Ya había dirigido equipos muy grandes. Cuando estaba en el vidrio cogí los hornos con 29 años y me enfrenté a un sector muy masculinizado. Ya tenía mucha experiencia de gestión de equipos y el haber hecho aquí la parte de supply chain durante un año me preparó para dar el paso de directora.
Se lamenta Inés del gap importante que existe entre estudiantes según el género, ya que para la fábrica requieren reclutar a personas de Formación Profesional con "algún estudio técnico" y que en Burgos, donde hay pocos institutos con esta especialización, encuentran "pocas chicas en las clases. Necesitamos conocimientos técnicos, pero las mujeres no los estudian. Como empresa, llevamos tiempo fomentando las carreras STEM, pero más a nivel universitario".
Eso sí, una vez que revisas los cuadros y mandos de la fábrica, ahí la balanza cae del lado de las mujeres: 55 frente a 45 hombres. “Colaboramos con el programa STEM Talent Girl desde 2017. Y estamos estudiando la forma de crear nuestra propia formación técnica, a través de una escuela de formación. Algo parecido a lo que hacemos con nuestro programa de empleabilidad Escuela de Excelencia Industrial".
Más allá de una cuestión de género, debe de haber dificultad para atraer el talento de la gente joven a un proceso de fabricación que, al final, no parece lo más sexy del mundo. ¿Cómo vais a conseguirlo?
Hemos incorporado a más de 100 personas en estos últimos dos o tres años, o sea, que somos atractivos dentro de la industria de Burgos por las condiciones que ofrecemos a los empleados. El problema es que para las nuevas generaciones no es atractivo estar ocho horas en una línea, aunque cada vez estén más automatizadas, lo que hace que los trabajadores viven en contacto con tecnología, añadiendo valor a través del control de calidad.
Nuestro plan para atraer a las nuevas generaciones consiste en darles algo más como empresa, facilitando que puedan hacer deporte o cuidar la salud mental. Trabajar aquí significa hacer las cosas bien con el medioambiente y con el impacto social. Yo creo que eso para las nuevas generaciones es importante.
¿Cómo sientes la responsabilidad de ser un ejemplo para todos?
El resultado de todos mis test de personalidad es que mi fortaleza número uno es la responsabilidad. Yo soy mi jefa. Tengo unos valores muy fuertes y muy anclados. Y lo que digo, hago y lo que hago digo. Es fundamental ser íntegra y ejemplar en un puesto así. Es cierto que toda fortaleza tiene sus puntos débiles, es decir, te comprometes con demasiadas cosas, tienes que llegar a todo. Y ahí el equilibrio personal y profesional es el que se ve un poco penalizado. Lo que sí te aseguro es que intento que todo el mundo siga ese ejemplo de hacer lo que hemos prometido.
¿Cómo es el impacto de la fábrica en el polígono industrial, pero también en la provincia de Burgos y en la Comunidad?
Tenemos iniciativas con el Ayuntamiento, trabajamos mucho con la universidad, con conferencias, charlas, sobre ciertos temas… Realizamos intercambio de conocimiento con algunas empresas. Yo creo que es súper rico para la industria compartir, abrir las puertas de la fábrica, ver cómo están haciendo las cosas en otras industrias. Aún nos falta sinergia entre las grandes empresas de Castilla y León.
Más allá de los éxitos de su producción, esta factoría es un modelo en dos de los vectores fundamentales del desarrollo acual: la tecnología y la sostenibilidad que, como no puede ser de otra manera, aquí se dan la mano. Desde 2015 utiliza energías renovables, y su crecimiento es de un 8% en los últimos tres años, que Inés atribuye especialmente al "auge de ecommerce y a que nuestros productos antes solo se encontraban en las peluquerías, pero ahora se venden on line y en las nuevas grandes perfumerías ya hay rincones donde comprarlos. Creo que también está asociado a una concienciación de más cuidado del cabello en la sociedad, que cada vez tenemos rutinas más sofisticadas. Antes era un champú o un acondicionador quizás, y ahora tenemos un antes del champú, el champú, la mascarilla en ciertas ocasiones, los sérum de noche, los aceites...".
¿Cuál es tu rutina?
Yo uso champú y mascarilla una vez a la semana y, si no, acondicionador y un sérum por la noche. Y cuando voy a la peluquería todos los meses me hago un tratamiento para hidratación o nutrición, según el diagnóstico del peluquero. Porque sus consejos siguen siendo muy importantes. Es fundamental que un profesional te diga cómo es tu tipo de cabello, cuáles son tus necesidades, si debes preocuparte por el cuero cabelludo o las puntas. Es imprescindible el diagnóstico. Ellos son los que realmente saben. Yo sé de procesos productivos, pero no de cabello.
Inés habla constantemente de valores. Uno de ellos es el de la sostenibilidad, que se transmite en toda la actividad de la fábrica que es cien por cien sostenible. Gracias a su central de biomasa se abastece con energía renovable. Y a través de su sistema Waterloop toda el agua residual del proceso productivo se reutiliza, permitiendo un ahorro anual de casi 40.000 metros cúbicos, que equivalen a 40 millones de litros.
Pero, además, cuentan con programas para trabajar con personas en riesgo de exclusión social. Y es consciente de un hecho irrefutable: la interacción entre la sostenibilidad y la tecnología es un camino sin retorno. Se declara "creyente en la inteligencia artificial. Eso sí, responsable, segura, rigurosa y con sentido. Soy ingeniera automática y de robótica. O sea, soy superfan de la tecnología desde el principio. Pero creo que está para aportar valor. Por ejemplo, L’Oréal ha desarrollado su propio GPT, L’Oréal GPT, que puedes utilizar de forma segura y que ofrece mucha información extraída de una gran cantidad de documentación que tenemos sobre procedimientos".
Lo que es indudable es que para el desarrollo de la sostenibilidad es fundamental invertir en tecnología.
Sí, claro, porque te permite soluciones más eficientes. Sobre todo, la sostenibilidad tiene mucho que ver con la eficiencia en la medida que se trata de no desperdiciar recursos. Todo lo que sea ganar en eficiencia es mejorar la sostenibilidad. Nosotros llevamos años midiendo nuestros consumos energéticos. Hemos hecho proyectos de recuperación de calor, de compresores más eficientes para ganar en energía. Y trabajamos mucho con la cultura de apagar las máquinas cuando hay que apagarlas, por ejemplo.
En cuanto a la cosmética, ¿hacia dónde crees que va a evolucionar?
En líneas generales, hacia proyectos más ecológicos, tanto en envases como en fórmulas. Nuestro principal objetivo es llegar a un 95% de materias primas naturales de fuentes naturales o de fuentes abundantes, es decir, que utilizándolas no impactan en el medioambiente. Y al mismo tiempo, nos dirigimos hacia rutinas más sofisticadas para los consumidores, tanto en cuidado de cabello como de piel.
A partir de la pandemia de la Covid-19, especialmente, se ha extendido una moda de dejarse las canas al aire, ¿no? ¿Eso ha impactado mucho en la industria?
De hecho, esta fábrica hacía 122 millones de coloración antes de la Covid-19 y ahora hacemos 97 millones. Los hábitos de la consumidora cambiaron. Hubo mucha gente que empezó a hacerse la coloración en casa porque no podían ir a los salones de peluquería y se ha quedado con esa rutina. Y luego hay mujeres que se han ido a los grises a cierta edad, seguramente por la comodidad de no tener que volver a hacerse las raíces.